Heroínas del Moncada
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Por amor a la patria, cubanos dignos asaltaron el 26 de julio de 1953 la segunda fortaleza más importante del país: el cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, y su similar en Bayamo, el Carlos Manuel de Céspedes.Era el enfrentamiento armado más directo contra la dictadura que Fulgencio Batista Zaldívar le había impuesto a la Isla desde que usurpó el poder. Por el valor patriótico de los jóvenes, cuyo movimiento se conoce como Generación del Centenario, al incendiar la llama de una revolución que daba continuidad a las precedentes, fue connotadaesa fecha como Día de la Rebeldía Nacional.
Aquel domingo de julio, entre los 159 combatientes entrenados en la Universidad de La Habana, el Club de Cazadores del Cerro, fincas próximas a la urbe capitalina y con más sistematicidad en la finca Santa Elena, en Nueva Paz, contaban dos mujeres: Melba[1] y Haydée.[2] Siempre se ha dicho que Elda Pérez Mujica hubiera sido la tercera fémina moncadista, no asistió al asalto por la enfermedad de su madre y la posibilidad de continuar misiones en La Habana.
Melba y Haydée habían llegado a la capital desde la región central del país: la primera de Cruces, Haydée de Encrucijada, poblados de la entonces provincia de Las Villas. Aprendieron de Cuba y de su triste situación por el ejemplo, una del padre; la otra de su hermano Abel, y por lo que en carne propia vivían.
Muy pronto se unieron al movimiento que gestaba el joven abogado Fidel Castro Ruz, e iniciaron tareas que manifestaban su pensamiento y el interés de hacerlo práctico.Antes de partir de la Granjita de Siboney —al amanecer del 26— hacia el Hospital Civil Saturnino Lora de Santiago de Cuba, donde combatiría su grupo, el de Abel,ya tenían una historia que contar:
- Habían colaborado en la impresión y distribución de la publicación clandestina Son los Mismos y El Acusador.
- Realizaban trabajos de agitación revolucionaria y asistían a actos del naciente movimiento.
- El apartamento de Abel y Haydée en 25 y O en el Vedado, era centro dela naciente agrupación; y el de los padres de Melba, en Jovellar107,además de taller de costura para la elaboración de los uniformes que utilizarían el día del asalto, fue sitio para frecuentes reuniones, acuartelamientos masivos, depósito en tránsito de armas y uno de los puntos de concentración para la partida de los asaltantes.
- La serenidad Haydée la había puesto a prueba el día que de carros patrulleros salieron los agentes para registrar el apartamento.Ella amarró el arma que había en la casa a un cordel, ató el extremo de este a un clavo de la ventana del baño, y lo dejó suspendido hacia el túnel de ventilación del edificio.
Ahora, entre disparos y gritos posteriores de ¡ríndanse!, fungían como combatientes enfermeras, procuraron utensilios para curar a enfermos, heridos y apoyaron a los suyosen las misiones.Ante la inevitable retirada, por haber fallado el factor sorpresa y ser sensible la superioridad enemiga en hombres y armas, formaron parte del grupoque encerraron entre paredes, suelos y techos teñidos de sangre. Pensaron que la suya podría cubrir los pocos espacios aún vacíos, pero con firmeza soportaron cuanto nunca habían pensado escuchar ni ver: injurias, amenazas, gritos, disparos…, como ya les había sucedido cuando vieron asesinar por la espalda al doctor Mario Muñoz Monroy, mientras avanzaban hacia el Club de Oficiales del cuartel. ¡Torturas que solo cesaron con la muerte de la víctima!
Vestidos para no mostrar señales de torturas y cobardemente decir: “Muertos en combate”.
Allí le dijeron a Haydée que el ojo en las manos de un sicario era el de su hermano Abel, la amenazaron con extraerle el otro si no hablaba. Allí supo de la muerte de Boris Luis Santa-Coloma, su novio. Allí supieron de tantas vidas cegadas. Pero su conducta íntegra no se desgajó.“Nunca fue puesto en un lugar tan alto de heroísmo y dignidad el nombre de la mujer cubana”,[3] expresó días después Fidel en su alegato.
Sin saber la suerte que correrían sus vidas, se mantuvieron firmes las dosúnicas mujeres en la antesala de la muerte y después en el vivac de Santiago.
Sobre su firmeza en el juicio por los sucesos del Moncada, hablaremos en otro trabajo…
1 Melba Hernández Rodríguez del Rey (1921-2014)Luego del triunfo revolucionario, fundó y presidió, desde su creación, el Comité Cubano de Solidaridad con Vietnam, más tarde extendió su trabajo a Cambodia y Laos; fue vicepresidenta del Movimiento Cubano por la Paz y la Soberanía de los Pueblos; miembro del Presidium del Consejo Mundial por la Paz; embajadora de Cuba en la República Socialista de Vietnam y Kampuchea y secretaria general de la Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina.
2 Haydée Santamaría Cuadrado (1923-1980). Luego del triunfo revolucionario, trabajó en el Mined; fundó la Casa de las Américas y el Movimiento de la Nueva Trova e integró la presidencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad, reunida en La Habana, en 1967.
3 Fidel Castro Ruz: La historia me absolverá, Edición anotada, Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, La Habana, 2016, p. 101.