Fidel Castro Ruz y la proyección internacional de la Revolución Cubana (II)
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Lo que nunca entenderán los enemigos de la Revolución
Este texto era uno en la tarde del domingo 2 de agosto. En la noche comenzó a ser modificado. Un conocedor profundo de la personalidad de Fidel Castro Ruz – Fidel en lo adelante – e interlocutor cercano de éste durante largos años, fue tan franco como certero tras leer la versión que había puesto en sus manos, elaborada con la intención de mostrar, a través de ejemplos emblemáticos, cómo la interrelación entre ciertos hechos de política interna y las principales acciones de política exterior proyectaron internacionalmente a Cuba a partir de posiciones de principio no negociables: antiimperialistas, solidarias e internacionalistas, unitarias y en pro de la paz mundial.
Él empezó así las observaciones que transcribo: “lo que está escrito es correcto; lo que dices de Fidel es exacto, pero él es mucho, mucho más que un estratega excepcional, es un táctico como pocos y, a la vez, un hombre con capacidad difícil de explicar para sacar tiempo de donde otros no lo encontrarían, para ocuparse de los micro-detalles relacionados con cualquier misión por él emprendida, pero también para preocupase y ocuparse de las personas involucradas en ella. Es – nótese que habla en presente - un ser humano sobre el que es fácil hablar bien, pero es mejor explicar de forma comprensible lo que él hizo bien, y lo que trató de hacer bien todos los días. Muchos jóvenes no conocieron al Fidel que nuestra generación tuvo de cerca”
En este punto puso ejemplos maravillosos del Fidel ser humano, del Fidel compañero, del Fidel con una ética espartana y del Fidel cubano-cubano , que bien valdría la pena socializar algún día. Como suele suceder a las personas con sensibilidad y valores, la emoción le cortó las palabras y tras una cubanísima expresión, enfatizó: ¡Sin él, esta Revolución jamás hubiese sido lo que es!”. Ante el momento, opté por el silencio respetuoso.
Identificado absolutamente con todo lo escuchado, solo le prometí el anonimato “por ahora”, pues sería imperdonable no mostrar cómo la grandeza de Fidel reside de manera esencial en su conducta ética cotidiana; en los gestos humanitarios que nunca se interesó en divulgar; en la soledad del estudio para comprenderlo todo y así ayudar a millones de personas, en Cuba y el mundo; en hacer lo que siempre decía que era necesario hacer; en mostrar con el coraje propio cuál debería ser el coraje de los revolucionarios cubanos; en casi no dormir para trabajar por el bienestar y la felicidad no solo de los cubanos; en no permitirse un revés sin luchar por revertirlo y vencer. En fin, tantas dimensiones que bien darían para un ensayo con vida propia. El Che las sintetiza así, en el que es también un autorretrato ético, su carta de despedida:
“Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en ti desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente claridad tus cualidades de conductor y de revolucionario. He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios[i]
El que sigue, por todo lo expresado, solo aspira a ser un modesto ejercicio de sistematización de algunos momentos de la proyección internacional de Cuba, en los cuales Fidel fue su inspirador, arquitecto, conductor y/o ejecutor principal. Pretende, de manera sumaria, ilustrar cómo la proyección internacional de Cuba termina siendo también una obra con protagonismo del pueblo que él definió, con precisión académica y política, en La Historia Me Absolverá.
De la proyección internacional de la Revolución: algunos ejemplos
Fidel cuidó desde los primeros días de enero de 1959 que el pueblo tuviese información veraz y oportuna sobre las razones por las cuales había que defender cada milímetro del suelo patrio, que supiese cuáles eran los peligros a enfrentar, cuál el papel de los EE.UU. para impedir los cambios revolucionarios en Cuba, y cuáles los amigos a ganar en América de Latina, el Caribe y el mundo, no solo para la incentivar la solidaridad con la Revolución, sino para sumarlos a las luchas antiimperialistas que percibía inevitables. Con estas luchas él tenía un compromiso ético asumido en la Sierra Maestra, en la célebre carta a Celia Sánchez[ii], del 5 de junio de 1958.
A partir de la idea martiana de que los pueblos defienden la obra en la cual participan, Fidel trabaja simultáneamente en informarlo y formarlo en la conciencia de que debía no solo organizarse, sino prepararse para defender con las ideas y las armas la Revolución. El país se transforma así en una gran escuela y a la vez en un espacio creativo de participación política. ¿Hay hecho más democrático que un pueblo en armas, listo para defender su soberanía y el proyecto de sociedad asumido frente a una potencia hostil y soberbia?
En este contexto, los temas de política interna e internacional se combinan en los discursos del joven líder. Él sabe ya que la reacción de los Estados Unidos será inevitable y violenta. Ello le torna urgente contribuir a la preparación de toda la masa revolucionaria para los futuros enfrentamientos. Las reacciones de la burguesía criolla y la Casa Blanca ante la primera ley de Reforma Agraria habían anticipado que no cederían fácil el terreno.
Desde los primeros días de 1959, la estrategia de la Casa Blanca fue aislar la Revolución del mundo y, sobre todo, de su entorno natural, América Latina y el Caribe. Paso previo para su posterior destrucción. Tal ha sido el propósito fallido de 11 presidentes estadounidenses. Parece que pronto la lista será de 12.
La respuesta cubana y fidelista fue inmediata y enérgica: impedir por todos los medios posibles el aislamiento internacional, mediante la combinación de acciones a nivel estatal, político y social. En todos los casos, mediante la promoción de ideas a favor de la integración de esfuerzos de los países subdesarrollados, la resistencia decidida al Imperialismo, el impulso de la cooperación internacional y el fomento de la paz.
Así lo confirman sus discursos del 23 de enero en la Plaza del Silencio, en Caracas, Venezuela, significativamente su primer viaje al exterior. Y tres meses después el que pronuncia en Buenos Aires, Argentina, en los marcos de la reunión del Grupo de los 21, donde como José Martí en su momento, combatió el proyecto panamericanista de interés de los EE.UU., ante sus propios promotores.
En este evento convocado por el presidente brasileño Juscelino Kubitschek, Fidel remarcó: “…ha llegado la hora de que los pueblos de América Latina hagamos un esfuerzo serio para encontrar solución a la raíz de nuestros males, que son de carácter económico”. Y llega a demandar al Presidente de los EE.UU., a la sazón Dwight Eisenhower, que impulsara la concesión de treinta mil millones de dólares como ayuda oficial al desarrollo de América Latina”[iii]. No es difícil imaginar la reacción imperial ante esta osadía del joven comandante guerrillero.
Tanto los planteamientos integracionistas de los pueblos de América Latina que hace en Venezuela, como la línea de colocar a los EE.UU. ante sus propias limitaciones históricas, pasaron a ser elementos recurrentes de la proyección internacional de la dirigencia revolucionaria y sus representantes estatales, políticos y sociales hasta hoy.
En gran parte gracias a las fibras éticas de Fidel y la generación de líderes martianos que le acompañó desde el Moncada hasta la Sierra Maestra, Cuba en estos años siempre ha estado en una postura ofensiva, incluso en los momentos de defender sus más caras banderas. En el caso cubano, la defensa se concibe como parte de la ofensiva y la victoria.
Fueron fundamentales para Cuba en la etapa inicial de destrucción del Estado neocolonial y de tránsito hacia la nueva institucionalidad revolucionaria, con pocos cuadros especializados en temas internacionales, los viajes internacionales de Fidel; los del Che por América Latina, Asia, África, el Medio Oriente y la ONU; las giras realizadas por el entonces presidente Osvaldo Dorticós, por Carlos Rafael Rodríguez y por el Canciller de la Dignidad, Raúl Roa, entre otras figuras.
En virtud de esta práctica, la voz de la Revolución, sus valores, metas y realizaciones se conocieron a través de sus principales dirigentes, una práctica que multiplicó el impacto de los mensajes trasladados al mundo.
A medida que el contexto internacional se tornó más hostil, junto a la sucesión y violencia de las acciones de la contrarrevolución interna, sobre todo durante los años 60, ello obligó a la dirección revolucionaria a diseñar una rápida estructura institucional para encarar los desafíos del combate por la sobrevivencia y la consolidación de la Revolución. Esta década de los 60 fue clave para llegar a los días actuales. En ella la creatividad política se expresó tanto para combatir a los enemigos internos, como a la hora de responder los desafíos externos:
En medio de los esfuerzos del Gobierno Revolucionario para que la justicia a los torturadores y asesinos batistianos se hiciese conforme a las leyes vigentes, Washington montó una gran campaña internacional para desvirtuar su actuación. Todo género de calumnias circuló por el mundo. La respuesta fue inmediata: la Operación Verdad. Como parte de ella, el 21 de enero de 1959, frente al antiguo Palacio Presidencial, cerca de un millón de habaneros apoyaron la decisión del Gobierno revolucionario a realizar los juicios correspondientes a los asesinos y torturadores, con plena soberanía y autodeterminación. Más de 380 periodistas extranjeros fueron invitados. Su gestor, Fidel, expuso al mundo las verdades de Cuba.
Esta primera gran concentración popular inició una práctica política cubana que se reiteró muchas veces hasta hoy: las grandes movilizaciones y/o concentraciones del pueblo para debatir y/o legitimar decisiones del Gobierno Revolucionario con alcance internacional. Unas y otras reafirmaron, en cada ocasión, la validez de las mismas como instrumentos no estatales, de carácter político y social, mediante los cuales la proyección externa de Cuba ha mostrado también su consenso de masas y su legitimidad popular, como democracia socialista real y en continua actualización.
Fueron concentraciones históricas la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba, que el 2 de septiembre de 1960 aprobó la Primera Declaración de La Habana, en rechazo a la Declaración de San José promovida por la OEA, por presión de Washington, en detrimento de la soberanía nacional. Lo fue también la Asamblea que aprobó la Segunda Declaración de La Habana, el 4 de febrero de 1962, luego que Cuba fuese expulsada de la OEA, así como la que aprobó la Declaración de Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1964, que defendió y fundamentó de forma inequívoca el derecho y la decisión de Cuba de practicar el internacionalismo donde las circunstancias lo demandasen. Las palabras de Fidel este día constituyen un texto de consulta diaria, por su valor conceptual sobre cómo y cuándo es factible conciliar el respeto al derecho internacional y el ejercicio del internacionalismo.
En el marco de la batalla por dar respuesta al creciente accionar de la contrarrevolución interna y a las constantes agresiones provenientes de Estados Unidos y de los aliados latinoamericanos, se torna imprescindible fortalecer las estructuras estatales, así como crear y/o fortalecer las organizaciones políticas y sociales en posibilidad de defender la Revolución en el terreno internacional, a partir de sus respectivos ámbitos de actuación.
A finales de 1959 y bajo la conducción del Canciller de la Dignidad Raúl Roa – intelectual de cubanísimo, competente y firme estilo de actuación – se transforma la heredada Secretaría de Estado a cargo de las relaciones exteriores, en el Ministerio de igual nombre, con presencia creciente de cuadros de origen obrero, campesino y de la intelectualidad revolucionaria. La institución se transforma en el baluarte que es para la defensa de la Revolución en la arena internacional.
Nacen también instituciones y organizaciones de masas como Casa de las Américas (59), Prensa Latina (59), el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (59), el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (60), la Federación de Mujeres Cubanas (60), los Comités de Defensa de la Revolución (60), la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (61), la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (61), Radio Habana Cuba (61) y la Unión de Periodistas de Cuba (63), entre otros, que durante muchos años fueron pilares de la Revolución para comunicar las verdades de Cuba al mundo, practicar el internacionalismo y contrarrestar las campañas enemigas, sobre todo en los momentos de mayor aislamiento diplomático al que los Estados Unidos colocó al país.
Las nuevas instituciones sociales suman sus aportes al trabajo internacional que ya desarrollaban la Central de Trabajadores de Cuba y la Federación Estudiantil Universitaria.
Bajo la conducción estratégica de Fidel, primero el Partido Unido de la Revolución Socialista (PURS) y luego el Partido Comunista de Cuba (PCC), desarrollaron un creciente trabajo internacional, que multiplicó su alcance gracias a la visión sistémica con que fue diseñado y puesto en funcionamiento.
Cada institución, según el carácter de la iniciativa internacional en desarrollo, aportaba de acuerdo a sus facultades y posibilidades. De manera progresiva emergió un sistema de relaciones internacionales que perdura como fortaleza de la Revolución, y que posee potencialidades muy superiores por desarrollar.
De manera paralela, la dirección revolucionaria y Fidel en particular cuidaron celosamente que Cuba, en el plano estatal, contribuyese de forma práctica al mejoramiento del clima de cooperación y paz entre los pueblos del entonces llamado Tercer Mundo. Así se logró hasta hoy en todas las conferencias organizadas por el sistema de la ONU, en los marcos del Movimiento de Países No Alineados y en otros espacios internacionales de carácter gubernamental en los que los representantes y diplomáticos cubanos han mostrado de forma recurrente cómo es posible combinar firmeza de principios y realismo.
Estos 61 años confirman cómo la Revolución, bajo la conducción de Fidel y de su estilo de proceder, así como por el influjo de sus conceptos políticos y éticos, ha sabido combinar las actuaciones internacionalistas más audaces con el ejercicio de una diplomacia que respetó y respeta de forma estricta y recíproca a sus correspondientes contrapartes, a la vez que enaltece todos los días las proyecciones tercermundistas, a favor de la paz y la cooperación internacional de Cuba.
Este es uno de los rasgos de la política externa que más denigran los enemigos y adversarios de Cuba. No es casual la obstinación de la Casa Blanca por impedir la cooperación médica internacional que lleva adelante el país. Es posible descifrar las razones por las cuales actúan así.
Durante la primera década de la Revolución, la solidaridad brindada a los patriotas argelinos; al gobierno sirio frente a la agresión israelí; a los movimientos de liberación nacional de África, incluso con presencia directa del Che en el Congo; y al Vietnam Heroico que estaba bajo criminales bombardeos, fue expresión del cumplimiento estricto del principio del internacionalismo con que ella nace. Tal solidaridad se ejerce cuando más agredida y/o aislada estaba Cuba en el plano diplomático, fruto de las presiones de Washington. Este no es un dato subalterno: confirma que hubo mucho valor detrás de cada decisión.
En América Latina, luego de intensivos esfuerzos del Gobierno Revolucionario por establecer relaciones de paz, cooperación y esfuerzos a favor de la integración de la región donde ella era posible en la época, todos los gobiernos de la misma – salvo el de México – terminaron en 1964 por romper relaciones con Cuba.
Algunos vergonzantemente títeres de los EEUU, como los de Nicaragua, Costa Rica, Venezuela y Guatemala, facilitaron sus territorios y recursos para preparar agresiones contra Cuba, entre ellas la Invasión de Playa Girón y otras que no llegaron a consumarse. En este contexto no sólo fue necesaria, sino legítima la ayuda dada a los movimientos revolucionarios de la región. Otros gobiernos de la región se sumaron de diversos modos a la política de destrucción de la Revolución comandada por la Casa Blanca.
En este contexto se produce la gesta del Che en Bolivia, con pleno respaldo de Fidel en todo momento. La tesis guevarista de crear dos, tres, muchos Vietnam tenía lógica política total como estrategia de la lucha antimperialista para esa etapa y circunstancias. En suelo boliviano se sembró uno de los más grandes ejemplos de altruismo y sacrificio en favor de los más humildes de nuestro continente. Lo simbolizan el Che, los cubanos y los latinoamericanos que decidieron asumir la misma suerte y la misma causa.
Esta línea de conducta internacionalista fue, como era previsible, objeto de infinidad de presiones por parte de Washington y de sus aliados para que la cambiáramos. Jamás Cuba aceptó negociarla. La OEA llegó a amenazar con invasión militar.
La respuesta fue la Declaración de Santiago de Cuba (1964)[iv], que subrayó estas vigentes posiciones de principio frente a las nuevas formas de agresión: “… La OEA carece por completo de moral y de derecho para juzgar y sancionar a Cuba”; “…constituye un acto cínico y sin precedentes que los victimarios se constituyan en jueces para juzgar y sancionar al país víctima”; “…El pueblo de Cuba advierte, además, que si no cesan los ataques piratas que se realizan desde territorio norteamericano y otros países de la cuenca del Caribe, así como el entrenamiento de mercenarios para realizar actos de sabotaje contra la Revolución Cubana, así como el envío de agentes, armas y explosivos al territorio de Cuba, el pueblo de Cuba se considerará con igual derecho de ayudar con los recursos a su alcance a los movimientos revolucionarios en todos aquellos países que practiquen semejante intromisión en los asuntos internos de nuestra Patria”.
Este ejemplo, entre otros que pudieran mencionarse, ilustra cómo ha sido y es, a la vez, la actuación de la política externa cubana cuando de respetar la ética se trata: en 1975, el gobierno colombiano de Alfonso López Michelsen reestablece relaciones diplomáticas con Cuba, justo en el momento en que estaba en nuestro país el máximo jefe del Ejército de Liberación Nacional (ELN), organización guerrillera que recibía nuestro apoyo internacionalista.
El Jefe de la Revolución indicó informar de estas relaciones al Presidente colombiano, mientras que al ELN se le explicó que las relaciones en lo adelante tomarían en cuenta el nuevo escenario, que rompía la política de aislamiento impuesta por Estados Unidos. Ambas partes agradecieron y comprendieron el gesto ético de Cuba.
Estos ejemplos quedarían incompletos sin la mención a la que perfectamente puede llamarse Epopeya de Cuba en África. La etapa angolana (1976-1991) de esta demostró de forma inobjetable el genio político y militar de Fidel, la naturaleza internacionalista del Estado cubano y su pueblo, el coraje de este último y la justeza de la ayuda brindada, que terminó siendo factor fundamental para el fin del Apartheid, consolidar la independencia de Angola y lograr la de Namidia y Zimbawe.
Entre 1976 y 1991, en situación de riesgos diversos 42 510[v] cubanas y cubanos, colaboradores civiles, apoyaron las distintas misiones en Angola. En el conjunto de África, 380 000 combatientes cubanos y 70 000 colaboradores civiles[vi] aportaron sus esfuerzos y su sangre en favor del continente. Fue un tributo de gratitud a más de un millón de esclavos llegados a Cuba a lo largo de tres centurias. Fue también cumplir con la idea guevariana y fidelista de que el internacionalismo es deber y necesidad a la vez en una verdadera Revolución.
De esta manera, una parte significativa de la sociedad cubana apoyó la obra que los militares venían honrando desde mucho antes. Estos, al pelear del modo corajudo y exitoso que les caracterizó siempre, dieron al mundo y a los estrategas de la Casa Blanca este mensaje: si fueron capaces de llegar a África en barcos mercantes y en aviones improvisados para el traslado de tropas, y de combatir como lo hicieron, qué no harían para defender la patria chica que los vio nacer. Ellos, el pueblo uniformado como los definió Camilo Cienfuegos, continúan vigilantes y atentos, como parte del que hoy da asistencia médica a más de 60 países del mundo. ¡Esta es Cuba!
Notas:
[i] Ver “Carta de despedida del Che”. Ver en /especiales/2017/10/03/la-historica-carta-del-che-a-fidel-su-despedida-hacia-la-inmortalidad-facsimil-y-video/
[ii] http://www.granma.cu/hoy-en-la-historia/2018-06-04/la-historica-carta-de...
[iii] Ver en Fidel Castro Ruz “Las crisis de América Latina, diagnósticos y soluciones”. Compilación comentada de discursos de Fidel a cargo de Luís Suárez Salazar. Editora Política. La Habana, 2006. P5.
[iv] http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1964/esp/f260764e.html
v En Misiones en conflicto, de Piero Gleijeses. Prólogo a la edición cubana, a cargo de Jorge Risquet Valdés. Editorial de. Ciencias Sociales, La Habana, 2002, p LIV vi Idem. p LXX