Nuevas “Palabras a los Intelectuales” para continuar viviendo la Revolución
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Se conmemoran 59 años de Palabras a los Intelectuales, y en la hora actual de Cuba y la humanidad, se advierte la vigencia de aquellas palabras de Fidel; ellas han devenido plataforma de pensamiento de la política cultural de la Revolución.
Hace exactamente un año sesionó el 9no Congreso de la UNEAC, cuyas palabras de clausura estuvieron a cargo del presidente Miguel Díaz-Canel. Su intervención resultó una verdadera continuidad de las ideas contenidas en Palabras a los Intelectuales. Como buen martiano y marxista Díaz-Canel trajo al presente las ideas de Fidel desde un ejercicio original de pensamiento crítico adecuado al momento histórico que vivimos. A raíz del discurso del presidente, escribí algunas ideas que reproduzco a continuación:
Hay textos que marcan épocas o momentos trascendentales en la historia, discursos contentivos de premisas para incentivar los cambios que hacen parte de un proceso revolucionario, palabras que definen líneas de acción y legitiman principios sobre los cuales colocamos el programa de lucha que determinan las circunstancias o el tiempo histórico que vivimos. En Cuba hay una tradición de pensamiento que ha sabido enarbolar las banderas de la masa pujante del pueblo y ha permitido que la identidad cubana se preserve, nuestra cultura de resistencia, la alternativa a un modelo que en nada nos resulta ni confiable ni viable. Y esa tradición, fruto de un emancipador ejercicio del pensar y la coherencia entre la idea y la acción, para la imprescindible transformación; tiene un reflejo nítido en documentos, textos o discursos definitorios.
Son muchos los ejemplos antes y después del triunfo de la Revolución, pero nos ocupará en lo adelante unas breves reflexiones a propósito del discurso del presidente de los Consejos de Estado y de Ministros Miguel Díaz-Canel Bermúdez en la clausura del 9no Congreso de la UNEAC; precisamente el día en que conmemoramos 58 años de aquellas palabras de Fidel a los intelectuales cubanos el 30 de junio de 1961 en la Biblioteca Nacional; hecho de gran trascendencia, no solo para el momento en que fueron dichas sino para todos los tiempos; como también ya constituye un hecho memorable el discurso de Díaz-Canel por su altura ética, su visión preclara de los desafíos de hoy y su firmeza intelectual en medio del drama aterrador que vive la humanidad.
Volver sobre Palabras a los Intelectuales, revisitar el contexto histórico de entonces y adecuarlas a este que vivimos; hace parte de un deber que artistas, intelectuales, políticos y pueblo en general tienen en medio de una crisis humanística que degrada al ser humano y lo convierte en bestia; de un escenario de convivencia internacional eminentemente nocivo, bajo la dominación de un capitalismo terrible que continúa destruyendo la vida en la Tierra y despojando a los pueblos de sus identidades, culturas, valores propios. Una poderosa guerra cultural que pretende aniquilar el pensamiento y coronar la desmemoria, se desata hoy cual caja de Pandora que ha sido destapada.
A propósito de Palabras a los Intelectuales, el presidente Díaz-Canel convocó a todos a hacer una lectura contextualizada: “Nuestro deber es leerlo conscientes de que, siendo un documento para todos los tiempos, por los principios que establece para la política cultural, también exige una interpretación contextualizada”.(1) En este sentido expresó:
“…resulta reduccionista limitarse a citar su frase fundamental: Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada, soslayando que Revolución es más que Estado, más que Partido, más que Gobierno, porque Revolución somos todos los que la hacemos posible en vida y en obra. Y también sería contradictorio con la originalidad y fuerza de ese texto, pretender que norme de forma única e inamovible la política cultural de la Revolución. Eso sería cortarle las alas a su vuelo fundador y a su espíritu de convocatoria”(2).
Revisitar Palabras a los intelectuales precisa de nosotros un ejercicio de pensamiento que nos permita adecuarnos al momento presente, a los códigos nuevos de la comunicación y la información, a los escenarios de lucha ideológica y cultural. La guerra es cultural y ante la burda pretensión neoliberal e imperialista de restaurar el sistema capitalista en Cuba y someter a los pueblos de Nuestra América y fracturar sus identidades; asirnos a una plataforma descolonizadora como estas medulares palabras de Fidel, es deber de hoy y mañana. El presidente Díaz-Canel continuó expresando:
“Hoy tenemos el deber de traer sus conceptos a nuestros días y defender su indiscutible vigencia, evaluando el momento que vivimos, los nuevos escenarios, las plataformas neocolonizadoras y banalizadoras que tratan de imponernos y las necesidades, pero también las posibilidades que con los años y los avances tecnológicos se han abierto. Hay que hacer lecturas nuevas y enriquecedoras de aquellas palabras. Hacer crecer y fortalecer la política cultural, que no se ha escrito más allá de Palabras… y darle el contenido que los tiempos actuales nos están exigiendo (3).
En medio de tal crisis tuvo lugar la magna cita de la vanguardia artística e intelectual cubana; cuando el gobierno de los Estados Unidos y sus aliados configuran una especie de internacional fascista que a través del intervencionismo e injerencia, en un resurgir de las prácticas macartistas alrededor de la denigrante Doctrina Monroe, dirigen sus esfuerzos a recrudecer la política agresiva contra pueblos y gobiernos que consideran adversarios, con la pretensión de aniquilar los valores de la sociedad y degradar la conciencia y cultura política de las masas. Así hacen en la actualidad de manera impúdica, fortaleciendo la guerra no convencional, desde la judicialización de la política hasta la guerra cultural y simbólica que destruye pueblos y enajena mujeres y hombres.
En un contexto tan hostil, donde la batalla por la dignidad humana hay que librarla tanto en las calles como en las redes sociales; la cultura se levanta como pilar esencial para la salvación del ser humano. El gran intelectual y revolucionario Armando Hart nos advirtió que: “donde no esté la cultura está el camino a la barbarie”. Defender nuestra cultura (incluye la de la Patria Grande) precisa avanzar en el desarrollo, fortalecimiento, divulgación y enriquecimiento de la riqueza cultural de nuestros pueblos, que nos permita dar una batalla cultural a fondo contra los valores enajenantes del capitalismo, creando así una nueva hegemonía. De ahí que debamos trabajar por conformar un frente de pensamiento común anticapitalista que movilice a la intelectualidad que ha sido excluida por el poder hegemónico y que sea capaz de generar contenidos de carácter verdaderamente descolonizadores, que doten a las personas de referencias culturales sólidas en un mundo cada día más ganado por el consumismo y la banalidad.
En la hora actual que vivimos deviene imprescindible Martí y su ensayo magistral Nuestra América. Su llamado es a tomar como bandera las ideas: “No hay proa que taje una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados”(4). Y son escuadrones denigrantes los que pretenden aniquilarnos culturalmente, los que promueven con sus garras la banalidad, el resquebrajamiento de los valores humanos, la codicia enferma y la indecencia en el comportamiento ciudadano; todo ello con el fin de recolonizarnos y despojarnos de nuestra libertad. Fidel nos advirtió con meridiana claridad: “sin cultura no hay libertad posible”.
Que nuestra nube de ideas sea antídoto contra el veneno seudocultural capitalista y arma indiscutible en el enfrentamiento a los mercenarios culturales. Lo aprendimos de Martí y con Fidel lo afianzamos: “trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras”. Ese es el camino; nuestra batalla es cultural y estamos en el deber de asumirla con capacidad crítica desde los códigos comunicacionales de hoy, adecuándonos al momento presente sin ceder en los principios que nos mueven. Que nuestra batalla sea contra la incultura y la indecencia. Ese llamado de Díaz-Canel adquiere especial relevancia por cuanto el tejido espiritual de la nación precisa de una urgente recuperación para salvarlo y salvar la Patria de insensibles, de trasnochados oportunistas, de propagadores de antivalores. Hay que salvar la cultura, sentencia lapidaria que define y convoca.
Ese fue el espíritu del Congreso de la UNEAC, que no se detiene ahí sino que, como exhortara Díaz-Canel, no se debe dejar morir. Se pone de manifiesto la idea de que somos continuidad, y en ese sentido, pensamos y actuamos:
“Es algo que nuestra generación les debe a los fundadores en primer lugar, desde Céspedes a Martí. A los creadores que continuaron sus luchas y fundamentalmente a Fidel, el indiscutible intelectual y guía de la generación histórica que, junto con la entrega de la tierra y las fábricas a los que la trabajaban, alfabetizó al pueblo, universalizó la enseñanza, creó poderosas instituciones culturales y en los momentos más difíciles nos enseñó que “la cultura es lo primero que hay que salvar”(5).
Referencias bibliográficas:
(1) Discurso pronunciado por el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba Miguel Díaz-Canel Bermúdez en la clausura del 9no Congreso de la UNEAC el 30 de junio de 2019.
(2) Ibídem
(3) Ibídem
(4) José Martí: Nuestra América, El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891, en Obras Completas, t. 6.
(5) Discurso pronunciado por el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba Miguel Díaz-Canel Bermúdez en la clausura del 9no Congreso de la UNEAC el 30 de junio de 2019.