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Desde Gambia, historia de una foto (+ Infografía)

Los colaboradores cubanos de la salud en Gambia realizaron más de 700 mil 200 consultas durante 2019. Foto: Embacuba Gambia.
Los colaboradores cubanos de la salud en Gambia realizaron más de 700 mil 200 consultas durante 2019. Foto: Embacuba Gambia.

Дата: 

04/03/2020

Источник: 

Cubadebate

Автор: 

Se llama Aisha y dicen que nació con el corazón en el lado equivocado. Médicamente eso se llama dextrocardia e hipoplasia pulmonar derecha. Alguien pudiera pensar que nació, además, en el lugar equivocado porque vive en Gambia, el país más pequeño y uno de los más pobres de África. Sin embargo, esa fue su suerte.

Aisha tiene una historia rara. Contra todas las estadísticas sobrevivió a cinco meses conectada al oxígeno suplementario y luego pudo volver a casa junto a su familia. De su lucha por la vida queda ahora una foto en la que se le ve sonriente en brazos de una joven doctora.

La imagen no se hizo viral en las redes y quizás por eso este episodio estaba condenado a la indiferencia, aunque los padres de Aisha nunca olvidarán el nombre de esa médica de costumbres distintas, que a veces le cantaba a la pequeña porque le recordaba mucho a su hija, a miles de kilómetros de allí. Ella fue como Trabajo Social a ayudarles a conseguir un balón de oxígeno y tanto insistió hasta que unos amigos alemanes le proporcionaron uno al progenitor.
 
Gambia es el territorio más pequeño de África, con fronteras definidas cuando las potencias europeas se repartían el mundo. No llega a tener 50 kilómetros de ancho y la columna vertebral de su existencia y economía es el río que le da nombre. Por ahí, hace siglos salieron millones de personas que fueron convertidos en esclavos para expoliar las Américas, hoy siguen saliendo para tomar la “backway”, la ruta migratoria de África hacia Europa.
 
Nación famosa por sus cacahuetes y su biodiversidad, ocupa el lugar 174 en el Índice de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, el 40 por ciento de la población está alfabetizada y el 60 por ciento vive bajo el umbral de la pobreza. La mortalidad infantil asciende a 58 por cada mil nacidos vivos, por eso era improbable que Aisha sobreviviera.
 
Es uno de esos lugares donde la mayoría no sabe ubicar en un mapa y vive de las ayudas de los organismos internacionales. Y no es culpa de su gente, afable y voluntariosa, que no renuncia a la esperanza, a pesar de las condenas de la historia.
 
La doctora que salvó a Aisha llegó a Banjul, la capital gambiana, un gris 26 de diciembre de 2018. Ella y su esposo fueron seleccionados por la Universidad de Gambia para participar en un programa docente y de servicios. Su cónyuge resultó el primer especialista en terapia intensiva en esos predios y ella, se desempeña como neuropediatra.
 
No era la primera vez que dejaban el hogar, pero ahora la distancia de la hija de apenas tres años y las notables diferencias culturales fueron un gran reto. Pero entre las guardias en el hospital central de Banjul y las clases en la universidad el tiempo se ha ido.
 
En el quehacer diario se encuentran con pacientes muy humildes y amables, que hablan diversos dialectos, pues pertenecen a diferentes grupos étnicos. Los más representativos son los Wollof, Mandingas, Serehooles, Fulahs y otros. Ya saben decir los síntomas y los saludos en cada una de sus lenguas.
 
Gambia constituye un país islámico, con un régimen patriarcal, donde la mujer no goza de emancipación social, y existe la tendencia a los matrimonios consanguíneos y polígamos. Los hombres tienen entre una y cuatro esposas. Los ancianos son extremadamente simbólicos e importantes como ocurre en casi toda África, porque son historia y resistencia.
 
Hay cosas que han aprendido a querer, como su gente agradable y pacífica; y otras a las que no se acostumbran, como la mutilación genital femenina, una cuestión cultural contra la cual se está luchando.
 
Para estos doctores el mayor tesoro de Gambia son sus niños. Son bellos, increíblemente nobles, que se asustan y al mismo tiempo agradecen tanto cariño, quizás porque lo necesitan. Las madres tienen siete u ocho y no cuentan con tiempo para cuidarlos a todos.
 
La médica lo que más disfruta es verlos jugar felices con cualquier cosa y a veces no se contiene y les dice mimos en su idioma, quizás para que no quede ninguna cosa por decir. Ella y su pareja suelen preparar comidas y maicena en la casa para los que están más críticos y sin recursos, y acomodan el tratamiento en función de minimizar los gastos. Más de una vez han visto a enfermeras coterráneas suyas dándoles dinero a los pacientes para comer.
 
Para ellos África no es, ni ha sido, el continente negro. Es una tierra conocida que ha perpetuado su cultura, más que ningún otro lugar, lo recordarán lleno de colores, vestuarios hermosos, gente trabajadora, pero que tiene que dar pasos hacia el progreso y en ese camino necesita ayuda.
 
Llegaron a estas tierras porque lo anhelaron desde que decidieron estudiar medicina y de aquí solo se llevarán anécdotas y el cariño de quienes le rodean. La doctora traerá, además, aquella foto. Una imagen casual que tomó un médico chino en la sala de Pediatría del hospital central de Banjul, adonde llegó hace 14 meses la neuropediatra cubana, oriunda de la provincia de Las Tunas, Yilian Fernández Labrada, para salvar a Aisha.