Gratitud al amigo de Cuba en el adiós
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Fidel asistió a los funerales de Mitterrand por gratitud, por rendir culto a la amistad que unió al expresidente francés con Cuba, me lo ha dicho mientras conversamos en el Pabellón de Honor del aeropuerto, minutos antes de regresar a la Isla, cuando le he recordado mi compromiso permanente con los lectores de Juventud Rebelde.
Conocíamos a Francois Mitterrand desde hace tiempo, cuando todavía no había sido electo presidente, -cuenta Fidel en el tono suave y bajo que toma su voz para evocar recuerdos-.
Mitterrand nos había visitado en Cuba en los años 70 y tuvimos oportunidad de conversar, de intercambiar puntos de vista sobre diversos asuntos de la política internacional, de la política francesa y las relaciones entre Cuba y Francia. No quiere eso decir, -aclara con su proverbial sentido de honestidad-, que coincidiéramos en todo, pero yo admiré y agradecí en nombre de nuestro pueblo, del pueblo de Cuba, sus valientes posiciones frente al bloqueo de Estados Unidos, de la manera que impulsó las relaciones económicas entre nuestros países y sus posiciones respecto al Tercer mundo.
Sus pronunciamientos sobre el desarrollo. En ese sentido recuerdo particularmente su discurso en Copenhague, cuando la Cumbre del año pasado. ¿Lo consideraba un amigo personal?, me aventuro a preguntar. Lo tenía en ese rango, pero lo más importante para mi es que era un amigo de Cuba, que sus posiciones como político, como presidente de Francia, siempre fueron de respeto y amistad hacia Cuba.
También aprecio mucho a Danielle Mitterrand, todo lo que hace, su humanismo, su bondad y su amistad sincera por Cuba. ¿Consideraba a Mitterrand un hombre extraordinario?, vuelvo a inquirir. Sí, sin duda alguna. Hasta sus adversarios políticos lo reconocen, y expresa Fidel, -Y el homenaje póstumo que le ha rendido el pueblo y el Gobierno franceses y los políticos de todo el mundo demuestran el respeto que ganó como estadista, como líder político y como hombre de ideas. Admiré mucho su valentía ante la enfermedad que padeció. Debió haber sufrido enormemente y, sin embargo, no dejó de trabajar hasta el último momento, hasta el último aliento. Es algo en verdad admirable. Eso demuestra un temple de hombre extraordinario.
Le agradecí profundamente a Mitterrand también la recepción que me brindó cuando vine el año pasado a Francia, -continúa Fidel. Fue un viaje memorable, en el cual otra vez Mitterrand ratificó sus sentimientos de respeto y amistad por Cuba. Todo eso justifica hacer un viaje desde tan lejos, con tan poco tiempo de preparación, en medio del enorme trabajo que tenemos en Cuba. La amistad y la gratitud justifican cualquier esfuerzo en circunstancias como esta.
Es lo que le ha dicho a Danielle Mitterrand cuando se han encontrado al final de este día, el de los funerales, que considera intenso: Nuestra amistad explica este viaje y Danielle se lo ha agradecido profundamente emocionada. Ella, Danielle ha sido particularmente deferente conmigo, -señala conmovido Fidel y narra la impresión que le dejó el encuentro: La ceremonia en Jarnac, donde descansa Mitterrand, en su pueblo natal, terminó después de las dos de la tarde y ella estaba de regreso en París a las cinco y me recibió a pesar de la fatiga y el dolor de los últimos días.
Hablamos extensamente de Mitterrand, de cómo encaró los días finales de su vida, de lo laborioso que se mantuvo, de su serenidad increíble y Danielle agradeció mucho mi asistencia a los funerales y yo le ratifiqué que para mi era un deber de amistad.
Me emociona escuchar de cerquita a Fidel haciendo gala de uno de los rasgos de su personalidad que más admiro, esa práctica suya de la lealtad, de la fidelidad a los más venerables sentimientos humanos y, luego, cuando lo comento con Raúl Roa, nuestro embajador ante Francia, el me responde coincidente, alegando su sentir sobre la presencia de Fidel en la despedida definitiva a Mitterrand: Creo que tanto el pueblo, como el Gobierno de Francia han valorado en ese mismo sentido el que nuestro Presidente haya correspondido con su viaje a la invitación hecha por las autoridades francesas.
Es también una muestra de cómo Fidel respeta y admira al pueblo francés y cómo valora las relaciones con Francia. Fidel también lo dijo en nuestra conversación minutos antes de retornar a la Isla mientras expresaba sus juicios sobre Mitterrand: Francia, su historia, sus tradiciones políticas y sociales influyeron mucho en él y él después influyó mucho en Francia.
El fue expresión, a su modo, recalcó Fidel, de la grandeza de esta nación que inauguró la era moderna con una Revolución que enarboló por primera vez las banderas de la libertad, la igualdad y la fraternidad.
LA ACOGIDA FRANCESA
El Presidente cubano llegó a París, en esta su segunda visita a Francia, en medio del arribo a la Ciudad Luz de 61 reyes, príncipes y presidentes entre representantes de ciento once países que despidieron a Mitterrand en la ceremonia oficial del Gobierno francés efectuada en la Catedral de Notre Dame.
Llegó con el tiempo justo para cambiar su legendario uniforme de campaña por la sobria elegancia que la etiqueta exige en circunstancias como las que convocaban su presencia en la histórica Catedral de Nuestra Señora de París, a donde acudió acompañado de la delegación oficial cubana que integraron el presidente de la Asamblea Nacional, Ricardo Alarcón, el embajador de Cuba ante Francia, Raúl Roa y Felipe Pérez Roque.
A pesar de la rapidez con que se sucedían las llegas a Notre Dame de los ilustres invitados a la ceremonia, cuando el público que rodeaba a la catedral inmortalizada por Víctor Hugo, calculado en unas cinco mil personas, descubrió a Fidel, brotaron espontáneos los saludos, que él respondió discreto, a tono con la solemnidad del momento. La trasmisión en directo que hacía la televisora francesa TFI hizo evidente ese detalle y mientras, en reiteradas ocasiones, tomaba la imagen de Fidel en primera fila dentro de Notre Dame, los comentaristas resaltaban el hecho de que Fidel hubiese viajado desde tan lejos y con tanta premura para no faltar a la cita universal con Mitterrand.
Era el único Presidente de la región latinoamericana y caribeña en la ceremonia. Más tarde, su imagen volvió a ocupar las pantallas de los televidentes franceses en el Palacio del Elíseo.
En el momento de la llegada y en el del estrechón de manos de Jacques Chirac, el presidente de la República francesa, quien ofrecía un almuerzo en el palacio presidencial a reyes, príncipes y presidentes.
Fue un día intenso, resumió Fidel mientras hablábamos para los lectores de Juventud Rebelde. En el cual sentí, -dijo-, la amabilidad de autoridades religiosas en Notre Dame a la llegada. Luego pude hablar con el Cardenal Arzobispo de París que ofició el servicio, Jean Marie Lustiger.
Fue una ceremonia impresionante por lo solemne, por la magnificencia de la Catedral, por la bella música, por las palabras que se pronunciaron para rendir homenaje a Mitterrand y por la emoción misma de todos los que estábamos allí. Me hubiera gustado poder responder más efusivamente a las personas que me saludaban desde el público congregado ante Notre Dame, -aclara-, pero en una situación como la que estaba era imposible hacerlo sin incurrir en un acto de indelicadeza con la naturaleza misma de la ceremonia.
Sí, fue un día realmente muy intenso, -recalca- que terminó con el emotivo encuentro con Danielle Mitterrand. Cuando avisan que el Avión de Cubana de Aviación está listo para partir se producen demoras de última hora.
Las delegaciones de otros países que van llegando al Pabellón de Honor no quieren perder la oportunidad de saludarlo. Los funcionarios de Protocolo quieren una foto con él. También miembros de la guardia de honor que le despedirá.
Y ya en la escalerilla, entre el calor de los abrazos de los cubanos que le despedimos, veo una sonrisa, oigo una frase en perfecto francés que resume la acogida de Francia: Bon voyage Monsiur le Président merci. Buen viaje señor presidente, gracias.
LA REPERCUSION
Tan pronto la noticia de la llegada revotó en la radio y la televisión, los cubanos que por nuestro trabajo residimos en París reeditamos las presiones gratas de la primavera pasada cuando Fidel vino por primera vez a Francia.
¿Dónde podemos verlo? ¿Habrá recepción? ¿Ofrecerá una conferencia de prensa? eran las preguntas y la respuesta obligada: Vino por los funerales de Mitterrand. Se marchará de inmediato, como establece el protocolo en estos casos. Y la riposta de embajadores, funcionarios y amigos: Si existe una mínima posibilidad de verlo, avisen por favor.
Al siguiente día del funeral, en medio del gran despliegue que el diario Le Figaro dedicaba a las personalidades asistentes, figuraba una foto de considerable tamaño, donde se ve a Fidel emocionado, junto al príncipe Rainier y la reina Paola de Bélgica. En ese mismo cotidiano un cronista reseñó: Le choc de émotions: le chancelier allemand Helmut Khol ne peut retenir ses larmes, le prince Charles, Fidel Castro et Yasser Arafat sont aussi visiblemente trés émus.
(El choque de las emociones: el canciller Helmut Khol no pudo retener las lágrimas. El príncipe Charles, Fidel Castro y Yasser Arafat estaban visiblemente emocionados).
En las numerosas notas y crónicas de Le figaro se menciona varias veces la presencia de Fidel. También lo cita Le monde en sus páginas y el diario El País, de España, donde, además, aparece en una foto, entre el príncipe Rainiero de Mónaco y el Gran Duque de Luxemburgo.
Sin duda alguna ha estado entre las personalidades a la que más relevancia le dio la prensa. Aún cuando el tratamiento a su figura ha sido sobrio, no ha faltado una que otra crítica al protocolo usado, según el cual Fidel ocupó en todos los sucesos, sitios privilegiados entre la nobleza europea.
No quiero hacer ninguna interpretación del hecho. A lo sumo consignar que Fidel Castro es un hombre de gran abolengo, de una estirpe antiquísima, heredero legítimo de la mejor casa real que existe en este mundo: la de los luchadores eternos a favor de la dignidad humana.
Por eso vino a París a decir el último adiós a Francois Mitterrand, a despedir con gratitud al amigo de Cuba, a reconocer la grandeza de un hombre que con su obra engrandeció a su país, a rendir culto a la amistad y a ser consecuente con lo que simboliza su nombre en lengua francesa, porque fiel en francés, fidele, se pronuncia Fidel. No creo que haya mejor escudo de nobleza que esos atributos por los que el Presidente de la República de Cuba ga vuelto a Francia y creo que en este viaje a Francia lo ha reconocido la corona de honor por su gesto.