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Maceo en Vueltabajo y una silla que Weyler no pudo exhibir como trofeo de victoria

Entre los hechos que marcaron la reciente visita del presidente del Gobierno español Pedro Sánchez a La Habana, hubo uno que llamó particularmente la atención de los cubanos: la entrega, en calidad de préstamo, de una silla que perteneciera al Lugarteniente General Antonio Maceo.
 
Según trascendió a la prensa, había sido ocupada en las montañas de Vueltabajo en 1896, y llevada a España por Valeriano Weyler, como trofeo de guerra.
 
Tras conocerse la noticia, no han faltado las voces en la nación ibérica que han criticado el gesto de Sánchez, e incluso algunos medios han afirmado que los descendientes de Weyler no están de acuerdo con que la silla haya salido de su país.
 
Entre los cubanos, en cambio, el hecho ha revivido el interés por aquella campaña que el Titán de Bronce librara en el extremo occidental de Cuba, y las circunstancias en que las tropas colonialistas se apropiaron de un objeto suyo para exhibirlo como trofeo.
 
¿Qué pasó en la serranía pinareña en 1896?
 
El historiador de la ciudad de Pinar del Río, Juan Carlos Rodríguez, recuerda que luego de dar por concluida en el poblado de Mantua la Invasión a Occidente (el 22 de enero de 1896) y salir de la provincia (el 12 de febrero), Maceo retornó con sus tropas a Vueltabajo (el 15 de marzo), para librar una de sus campañas más complejas.
 
Fueron más de ocho meses, en los que el Jefe mambí debió acudir a la guerra irregular de montañas, para hacerle frente a la feroz embestida de las fuerzas colonialistas.
 
Weyler había arribado a Cuba hacía poco más de un mes, para reemplazar al Capitán General Arsenio Martínez Campos, en la misión de lograr la pacificación de la Isla.
 
Por ello, cuando tiene la certeza de que Maceo se dirige a territorio pinareño (actualmente compartido con la provincia de Artemisa) decide lanzar sobre él una gran ofensiva.
 
Juan Carlos Rodríguez recuerda que en la región llegan a concentrarse más de 20 generales españoles con sus tropas, y que se consolida un sistema de fortificaciones que incluye las trochas Mariel-Majana, la de Viñales, y la de Jaimiquí a Sitio Nuevo, a la entrada de la península de Guanahacabibes.
 
«Maceo sabe que se está enfrentando a un ejército superior, y tiene que aplicar entonces toda la táctica y todo el genio militar que lo caracteriza», asegura el historiador.
 
En esas circunstancias, el Titán de Bronce participará directamente en más de 50 acciones combativas, que van desde los altos de la Sierra del Rosario, donde se ubican los principales campamentos mambises, hasta el asedio, en el llano, de poblados como Consolación del Sur y Artemisa.
 
Es en esa etapa que tienen lugar los célebres combates de Cacarajícara y Ceja del Negro, y la serie de enfrentamientos en Loma de Tapia –bautizada por el propio Maceo como el «peleadero de Tapia»– donde hoy todavía pueden encontrarse casquillos y otras evidencias de los cruentos y repetidos choques entre insurrectos y españoles.
 
En tierra pinareña, el Titán recibe la triste noticia de la muerte de su hermano José, y escribe al Coronel mambí Federico Pérez la carta que contiene una de sus frases más famosas: «La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos».
Dos veces resulta herido en este tiempo, ambas en las piernas.
 
¿Maceo derrotado?
 
Tomar trofeos de guerra era común en ambos bandos, afirma Rodríguez. Así sucede, por ejemplo, con banderas y pendones.
 
«Cuando los españoles lograban entrar a los campamentos mambises, arrasaban con todo, y se llevaban objetos, pero cuando se retiraban, las fuerzas cubanas los volvían a ocupar».
 
La incursión de Weyler en esta campaña, sin embargo, no tiene nada de épico. El sanguinario Capitán General solo se adentró en territorio pinareño con sus tropas en el mes de noviembre, y estuvo a punto de ser capturado.
 
El General del Ejército Libertador José Miró Argenter, en sus Crónicas de la Guerra, relata que el 12 de noviembre, tras dejar en Cabañas los heridos de las jornadas anteriores, Weyler marcha hacia la cordillera pinareña, y se pierde en un sitio conocido como los montes de Oleaga.
 
Un campesino que encuentra, al que le ordena que le sirva de guía, consigue escaparse durante la noche y dar cuenta al Ejército Libertador, pero el Coronel insurrecto Vidal Ducasse piensa que es una trampa, y lo envía al cepo.
 
Cuando se convence de que el campesino dice la verdad y decide ir a investigar, ya es tarde.
«Entonces llegó Maceo, y de más está decir cuánta no fue su contrariedad y cuán grande su enfado», escribe Miró Argenter, y echa a volar su imaginación sobre lo que pudo haber ocurrido aquella noche, si el Titán llega a pernoctar en Loma Colorada o en La Ceiba, cuando apareció el campesino.
 
«Maceo a la cabeza de 300 hombres de infantería, bien armados y municionados, corriéndose por el trillo oculto hasta dar con el cuartel general de Weyler, este dormido, y las nubes volcando los odres de noviembre».
 
Aunque las circunstancias lo obligarán por esos días a salir de Vueltabajo, burlando la trocha, el historiador de la ciudad de Pinar del Río señala que después de haber desarrollado acá una campaña exitosa, Maceo deja organizado el Sexto Cuerpo del Ejército Libertador, con decenas de prefecturas mambisas, más de 4 000 combatientes, y zonas de operaciones bien definidas, en las que se seguirá luchando.
 
«Él no se va de Pinar del Río derrotado», aclara. Por el contrario, a cambio de la silla que se lleva como trofeo, Weyler deja cuantiosas bajas en el campo de batalla, donde sus fuerzas superaban ampliamente en número a las cubanas, y aun así no pudieron ganar.

 

Источник: 

Periódico Granma

Дата: 

07/12/2018