Una canción pedida por Fidel
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«Hoy volverás a venir, en tu siembra Comandante…», entonó el cantautor venezolano Alí Alejandro Primera como inicio de sus décimas y, en la sala José Félix Ribas del teatro Teresa Carreño, todo se tornó emoción, a la vista no solo de los artistas de una y otra patria allí presentes, sino también del hombre incansable que desde una pantalla parecía, a puro verbo, salirse a decirnos qué hay que hacer o a preguntarnos, como a Camilo, si vamos bien. Ese es Fidel.
Dos años después de que el guía del Granma zarpara en nueva travesía, la cantata Los hijos de Chávez le cantan a Fidel reunió en ese espacio del principal coliseo venezolano a cientos de colaboradores cubanos –encabezados por el embajador aquí, Rogelio Polanco Fuentes, y por el jefe de las misiones sociales solidarias, Julio César García Rodríguez– con amigos bolivarianos como el dirigente del PSUV Elías Jaua Milano.
Alí Alejandro, respaldado por la Orquesta Típica Nacional, anunció y cumplió «un homenaje desde la amorosa militancia», con temas sociales y alegres canciones de motivos llaneros, porque, como proclamaba una de ellas, «en esta tierra valiente no hay tiempo para tristeza». Poco después, trenzó su voz con la de su compatriota Oriana Ramos para regalar El regreso del amigo, tema que nuestro Raúl Torres dedicó en su momento a la memoria de Hugo Chávez y que esta vez parecía, en inspiración recíproca, escrito y entonado por Venezuela a Fidel.
Lo más intenso y aplaudido de este juglar revolucionario estuvo en las décimas ya enunciadas, que versos más abajo –o más arriba, según se aprecie–, decían: «Cuando supe del Moncada, la Historia que te absolvió/ mi canto comprometido fue como una llamarada». Porque, además del cuadro de asalto, juicio, prisión y gloria que sugería la composición, detrás de Alí Alejandro vino a evocar al Jefe inmarchitable el otro Moncada que nos honra a los cubanos: el grupo musical.
El maestro Jorge Gómez aclaró desde el inicio que no se iba a llorar una muerte sino a celebrar la vida de Fidel, de Chávez, de Alí Rodríguez Araque y de todos los grandes de Cuba y Venezuela, excelente comienzo para emprender, como comentó, otro «diálogo de pueblos y personas que se aman entrañablemente», de La Habana a Caracas.
He aquí una línea ejemplar de tal diálogo: «Fidel puede ser como mi padre, más allá de la dimensión humana». Recordada la frase en la propia voz del Comandante bolivariano, se aplaudió más hondo el repaso de temas clásicos de esta agrupación cubana que desde hace décadas renueva sus flores sin tocar su raíz.
Asalto de amor, Nacimos del fuego, Hoy es siempre todavía, Será el amor –porque «los revolucionarios tenemos que cantar al amor», sostuvo Gómez–, Mama Hue, Caribe y hasta una vitoreada versión de la venezolanísima Alma llanera, integraron la elección del grupo.
Esa fue, a juicio de este cronista, otra cantata dentro de la cantata: culto, sosegado, profundo y ameno, el director de Moncada hizo valer sus dotes de profesor para contar historias con filo, como aquella de Alí, el gran cantor ya desparecido, el primero de los Primera, que una vez dijo y hasta pintó en una pieza que se conserva en Casa de las Américas: «Cuba y Venezuela, de un gallo las dos espuelas».
Por supuesto, interpretaron el muy popular Gallo de pelea, pero cuando parecía que el enorme teatro se iba abajo, el maestro nos dio otra lección: «Al Comandante –contó el director– le gustaba mucho el tema Mi historia crecerá y cuando estaba en las presentaciones del grupo nos decía que muy bien, que interpretáramos otras, pero, por favor, agregáramos esa».
Dicho esto, Jorge Gómez miró al público, miró a sus muchachos, y dijo: vamos a cantarla, porque yo sé que Fidel está aquí y, si no lo hacemos, nos va a pedir incluirla.