Su estrategia condujo a la victoria
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Después del golpe militar del 10 de marzo de 1952, se presentó ante los revolucionarios cubanos un escenario sombrío y complejo, el cual interpretó cabalmente el abogado Fidel Castro Ruz, quien tuvo la genialidad de elaborar una estrategia revolucionaria en la que estaban presentes las experiencias de las tradiciones de lucha del pueblo cubano.
Según afirmó posteriormente el Comandante en Jefe: “(…) habíamos llegado a la íntima convicción de que la solución de los problemas de Cuba tenía que ser revolucionaria, que el poder había que tomarlo en un momento dado con las masas y con las armas, y que el objetivo tenía que ser el socialismo”.
Y acerca de las fuentes de sus concepciones revolucionarias, expresó: “Yo en ese momento tenía una doble influencia, que la sigo teniendo hoy: una influencia de la historia de nuestra patria, de sus tradiciones, del pensamiento de Martí, y otra de la formación marxista-leninista que habíamos adquirido en nuestra vida universitaria (…)”.
Ya con la experiencia del asalto al cuartel Moncada y sus reflexiones durante los años de prisión, el líder revolucionario indicó: “El éxito de toda Revolución como de toda guerra depende fundamentalmente de la estrategia que se adopte, una estrategia revolucionaria es siempre más complicada que una estrategia de guerra, no se estudia en ninguna academia (…)”. A esto añadió en otra ocasión: “(…) la estrategia política, militar y revolucionaria, concebida a raíz del Moncada, fue en esencia la misma que se aplicó cuando tres años más tarde desembarcamos en el Granma y ella nos condujo a la victoria”.
Durante la guerra insurreccional, Fidel fue un digno seguidor de Gómez y Maceo, al utilizar genialmente los factores morales, las características físico-geográficas del terreno, el quitarle las armas al enemigo, el método irregular de lucha, la concentración y desconcentración de las fuerzas y el maniobrar con estas, siendo capaz de derrotar a agrupaciones enemigas muy superiores a partir del aprovechamiento de estos y otros factores.
Lo antes afirmado se evidenció en el transcurso de la contienda en la Sierra Maestra, en especial durante la derrota de la Ofensiva de Verano de 1958 del ejército batistiano, aprobada en febrero de ese año e iniciada el 25 de mayo. Tal operación, denominada Plan FF, preveía la realización de bombardeos aéreos al este, norte y oeste del Turquino; cercar el macizo de la Maestra y “limpiarlo” de rebeldes, con más de 7 mil soldados integrados en 14 batallones y nueve compañías independientes.
Pero Fidel había decidido defender tenazmente el territorio de la Comandancia General e ir desgastando al enemigo, mientras efectuaba una reagrupación estratégica de sus fuerzas para pasar a la contraofensiva. Con ello desconcertaría al mando batistiano, le impondría su voluntad y, de hecho, el Plan FF pasaría a la obsolescencia y el régimen tendría que improvisar otra operación.
Según expresó: “(…) el Primer Frente de la Sierra Maestra había logrado reunir para la fecha alrededor de 220 hombres con armas de guerra, incluyendo el personal de la columna del Che, organizados en pelotones y escuadras (…). Otras pequeñas unidades de la Columna 3 del comandante Juan Almeida, bajo el mando de Guillermo García (…) y alrededor de 40 hombres de la intrépida tropa de Camilo, los primeros combatientes del llano, marchaban hacia la Sierra Maestra. Juntos seríamos aproximadamente 300”.
El 14 de junio Camilo recibió la orden de marchar al encuentro de Fidel, con sus mejores hombres y armas. El 27 se personó ante él y fue destinado a participar en la primera batalla de Santo Domingo, en la que contribuyó a dar el primer golpe demoledor al ejército. Hasta Pueblo Nuevo, primer combate de esa batalla, esta resistencia puede conceptuarse como la etapa inicial de la estrategia para desgastar al adversario y hacerlo perder su iniciativa. Una segunda etapa se extendió hasta el 11 de julio, cuando Fidel logró concentrar una fuerza para pasar a la contraofensiva, mientras el batallón 18 del ejército avanzaba hacia El Jigüe.
El 3 de julio, ante la ocupación de Meriño por el batallón 19, Fidel decidió asumir el mando de la operación Meriño y con una pequeña tropa y su conocimiento del terreno —después de cuatro combates exitosos— logró frenar el avance del ejército y garantizar la estabilidad de la defensa rebelde. Meriño: “(…) no representó un aporte importante desde el punto de vista material en armas, municiones y pertrechos, significó, no obstante, otra victoria de nuestras fuerzas en este sector, que contendría por un tiempo los planes de la ofensiva”.
A partir de ese momento, precisó: “(…) había decidido ocuparme personalmente de la dirección general de toda la operación de El Jigüe, teniendo en cuenta su carácter complejo y la significación decisiva que pudiera tener una victoria rebelde contundente en el desenlace, no solo de la ofensiva enemiga, sino también, en el desarrollo ulterior de toda la guerra”.
No obstante, antes de hacerlo, puntualizó: “En el caso del sector Santo Domingo, la presencia de Sánchez Mosquera seguía siendo un elemento a tener en cuenta. (…) De enfrentar esa amenaza quedaría encargado Camilo, a quien de hecho ya había convertido en jefe de todo el sector (…)”.
Y decidió: “En el caso del sector noroccidental, continuaría el Che organizando la defensa del territorio rebelde en los alrededores de Minas de Frío y las Vegas de Jibacoa (…) contar con estos dos lugartenientes me ofrecía confianza más que suficiente para poder ocuparme de la operación de El Jigüe (…)”.
Al analizar aquella victoria estratégica, Fidel la divide en: “(…) un primer momento de desarrollo de dicha ofensiva en el que la iniciativa correspondió totalmente al enemigo, enmarcado entre el 25 de mayo y el 28 de junio, es decir, entre el comienzo de la operación de la toma de Las Mercedes y el comienzo de la 1.ª Batalla de Santo Domingo. A partir de ese momento se abría una segunda etapa que pudiera denominarse de contención de la ofensiva, en la cual el enemigo recibió los primeros reveses de consideración, y se le inmovilizó (…) esta etapa se prolongó tal vez hasta el 11 de julio, fecha en que comenzó la Batalla de El Jigüe, a partir de la cual se inició la etapa que pudiera denominarse de contraofensiva rebelde, durante la cual la iniciativa nos perteneció por entero.
En esta última etapa, el Comandante en Jefe dirigió durante 35 días las acciones de cerco en El Jigüe, conteniendo al enemigo en la dirección de Minas de Frío, hasta obtener la victoria en El Jigüe, el 20 de julio, y alcanzar sucesivos triunfos en la segunda batalla de Santo Domingo y la de Vegas de Jibacoa, para culminar esta victoria estratégica al ganar la de Las Mercedes, el 6 de agosto.
Con las armas ocupadas al adversario, el Comandante en Jefe organizó las columnas encargadas de desarrollar la contraofensiva estratégica, con la constitución de la más importante agrupación estratégica, la cual desarrolló la Operación Santiago en la dirección principal de la guerra, en cuyo curso fueron rendidas sucesivamente las ciudades de Jiguaní, el 19 de diciembre; Palma Soriano, el 27, y Maffo, el 30. A partir de ese momento procedió a cercar Santiago de Cuba y rendir a su guarnición de forma incruenta, lo que propició el triunfo del 1º de enero de 1959, consolidado por él con el llamamiento a todos los trabajadores cubanos a la huelga general.
Nota: Plan FF (Fase Final o Fin de Fidel), en Archivo del Instituto de Historia de Cuba, fondo Ejército.q