Un presente tejido con memoria
Desde el día en que Namibia alcanzó su independencia, estableció relaciones diplomáticas con una Isla a más de 11 000 kilómetros de distancia: Cuba. Era el 21 de marzo de 1990. Entonces, Ndapandula Akwaake no había nacido, ni mucho menos pensaba su familia en que ella, o algún otro miembro, pudiera venir hasta este espacio del Caribe que vivía una Revolución cuyas resonancias llegaron, de modo muy especial, hasta allá.
Ndapandula ahora tiene 21 años y cursa el primer año de la carrera de Estomatología. Aún le cuesta hablar el español, pero lo intenta con todo porque sabe que debe lidiar con palabras muy complejas como lipólisis. Esta es la que se lee en el trabajo de clase que acaba de imprimir y lleva entre las manos, mientras se lo estudia minuciosamente.
Habla muy bien esta muchacha del sistema educacional cubano. No porque se lo pregunten; ella, con cierta timidez, lo dice. «La Universidad en Namibia es muy cara, pero gracias a este scolarship (beca), una oportunidad que da el Gobierno de mi país, hoy estoy aquí», cuenta.
Ndapandula tampoco es la única de su familia que estudia en Cuba. La residente en la región de Katurura, en la capital, Windhoek, tiene muy cerca a su primo, Gabriel Endjala. Él se decidió por la carrera de Medicina.
Mientras, con trenzas y una gorra de moda, aparece el rostro tímido de Nelago Kapapu. El intercambio marcha en dos sentidos: inglés-español, indistintamente. Su español empieza a fluir. Viene de Khomasdal, también en Windhoek, y agradece la oportunidad de estudiar en la Isla, tras haber pasado un fuerte proceso de selección.
Antes que ella, llegó a Cuba su tío Josua Auala. Eran los tiempos de la guerra. Tiempos en que había namibios refugiados en Cassinga. Tiempos de masacre para aquel pueblo.
A sus 25, Nelago cree que muy poco ella podría añadir a la «triste historia de Cassinga». De aquella masacre hasta hoy 40 años han transcurrido y, de acuerdo con la valoración de Gisela García Rivero, directora de África Subsahariana del Ministerio de Relaciones Exteriores (Minrex), tiene «una elevada significación patriótica para el pueblo cubano y los hermanos africanos.
«Con el pretexto de que eran combatientes de la Swapo, ese fatídico 4 de mayo de 1978 fueron masacradas alrededor de 600 personas, en su mayoría niños, mujeres y ancianos. Fue un crimen inmenso, un genocidio de los racistas sudafricanos y una página vergonzosa para la prensa internacional que prácticamente hizo silencio absoluto ante tal hecho», rememora la diplomática, quien además explica que Cassinga es una comuna del sur de Angola, del municipio de Jamba, provincia de Huila. Allí, en esos momentos, había un centro de refugiados namibios.
Por eso, considera García Rivera, «Angola debe recibir el reconocimiento que merece por toda la ayuda que dio a los países de la región en la lucha contra el colonialismo, el racismo y el apartheid. Su territorio fue destrozado en acciones como la de Cassinga, de tierra arrasada, con un alto costo de vidas de civiles, y toda su infraestructura destruida».
Nelago confiesa que su tío agradece mucho la ayuda recibida de manos de Cuba. La Isla no tiene manos, pero sus arterias se comunican con las del continente más vejado de la Tierra.
Para García Rivera, en el relato de esta historia, «tampoco debemos olvidar que una unidad cubana, radicada en Tchamutete, viajó de inmediato a asistir a los namibios, bajo el ataque aéreo enemigo. Aún están en Tchamutete las tumbas que un día cobijaron los restos de nuestros hermanos caídos en Cassinga.
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En este país, le dijo a Nelago su tío, estará bien. Aprenderá mucho.
«Me dijo que Cuba era un país nice (agradable), con un gran sistema educacional», agrega.
La muchacha conoce que son la salud y la formación de recursos humanos en Cuba –confluentes en su caso y en el de Ndapandula–, las áreas de la colaboración más relevantes entre la Isla y Namibia. No los únicos.
De acuerdo con información del Minrex, existe intercambio en sectores de la construcción, las comunicaciones, la minería y la agricultura. Asimismo, según la Directora de África Subsahariana en la Cancillería cubana, se intentan ampliar la cooperación en la esfera del deporte, el turismo y la fabricación de medicamentos.
Eso sí, la colaboración médica entre Cuba y Namibia es casi tan antigua como las relaciones bilaterales. «Data de 1990, pocos días después de la independencia», confirma el Minrex.
De los 111 colaboradores cubanos en Namibia, 88 están vinculados a la salud y, de este lado del mundo, hasta el 2017 se han graduado unos 1 090 en distintas especialidades. El tío de Nelago, uno de ellos y, la propia joven, es una de los 267 becados namibios en Cuba.
Poco sorprendería saber que, de ellos, un altísimo por ciento corresponde al Ministerio de Salud Pública (259), mientras ocho se integran al Ministerio de Educación Superior (MES).
La mayoría –especifica el Minrex– están en la Escuela Latinoamericana de Medicina. Tras una llamada a la sede diplomática de esa nación, este diario conoció que buena parte de ellos cursan estudios de Estomatología.
Namibia es un país del suroeste de África donde se habla inglés, pero perviven unos 13 dialectos como afrikáans, rukwangali, setswana, silozi, khoekhoe, oshiwambo y herero, según Nelago.
Solo meses han transcurrido desde que la primera ministra, Saara–Kuugongelwa, visitara Cuba. Aquí se reunió con el entonces presidente Raúl Castro Ruz; rindió homenaje a Fidel e interactuó con sus estudiantes coterráneos en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM).
Esa visita «puede calificarse como excelente. Mostró el rumbo ascendente de las históricas y especiales relaciones bilaterales entre Cuba y Namibia», señala la Cancillería cubana, en tanto acentúa la voluntad política de seguir profundizando y diversificando la colaboración bilateral.