¡Basta ya de mentiras!
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Había pensado esperar la terminación del proceso para dar al pueblo de Cuba una explicación de lo ocurrido en México. Sin embargo, el reportaje del señor Luis Dam, aparecido en la última Bohemia bajo el pomposo título de «El grupo 26 de Julio en la cárcel» me obliga a escribir desde la propia prisión estas líneas.
Lo cierto es que al reportero ni siquiera lo dejaron entrar en la cárcel y la fotografía nuestra publicada la tomó en los archivos de la Dirección Federal de Seguridad. No lo niega él, y empieza afirmando que por más esfuerzos que hizo no lo dejaron comunicarse con nosotros. Luego, escribió un reportaje basado única y exclusivamente en los informes de una Policía que ha actuado en evidente contubernio con Batista, sin que el pueblo pudiese leer una sola palabra de los cubanos que han sido víctimas de la persecución desatada, y cuya opinión es de suponer que interese también al país por cuyo destino padecen y sufren.
Cuando hay que escribir un reportaje en esas condiciones es preferible abstenerse porque la verdad corre riesgo de no ser conocida, y el reportero puede hacerse eco de algunas mentiras criminales, y su conducta puede parecer sospechosa si desconociendo los antecedentes públicos de quienes menciona se le ve hacer hincapié en aquellos puntos de infamia que constituyen el eje de la cobarde campaña de difamación lanzada contra nosotros. Que los adversarios declarados de nuestra causa traten de hacernos todo el daño posible y actúen con oportunismo y mezquindad, se comprende perfectamente; pero resulta amargo y doloroso, que con el título de reportero imparcial, se recoja una versión unilateral y se trate de confundir a la nación cubana, en el instante en que un grupo de sus hijos más sacrificados, son maltratados, calumniados, perseguidos y hasta torturados fuera de su patria.
En cosas como estas, escribir superficialmente es escribir criminalmente.
Cuando en este mismo instante hay compañeros secuestrados y desaparecidos por la policía sin que se conozca su destino que puede ser terrible, cuando un grito de alarma dado a tiempo puede hasta salvarles la vida, ¿qué tanto ha hecho ese reportero, con su falta de imparcialidad, para mejorar la suerte de esos compañeros nuestros?
Parece ser un hecho corriente en mi vida pública tener que librar desde una celda las más duras batallas en favor de la verdad. No es la primera vez, y quizás no sea la última... El adversario indigno se vale de todas las armas y se aprovecha sobre todo de los momentos adversos, cuando uno está preso o incomunicado y lo creen indefenso, para tratar de ganar ante la opinión pública, a fuerza de mentiras, la batalla que inútilmente han estado librando desde hace cuatro años.
Somos en este instante prisioneros en un país extraño; en sus cárceles llevamos secuestrados más de veinte días, sin que se haya cumplido el elemental requisito de ponernos a disposición de una autoridad competente. Nadie reclamará oficialmente contra esa violación de derechos; ningún embajador hablará a nombre de la patria lejana. Nosotros no tenemos cónsules ni diplomáticos que nos representen; cualquier delincuente común de cualquier país en ese sentido es más afortunado. Los que a nombre de Cuba aquí figuran, ungidos representantes del país por la pura ficción, son los que con más saña instigan la persecución y difunden la calumnia repartiendo a manos llenas el oro mercenario. Entonces más que nunca se experimenta la amarga sensación de que los cubanos no tenemos patria.
Pero este no es momento de sentimentalismo. Porque lo cierto es que aquí, a pesar del contratiempo y de la artera zancadilla, los ánimos están más enteros que nunca.La historia de lo ocurrido en México es bien diferente a la expuesta en los informes oficiales, y la voy a referir con todo el respaldo moral que me da el haber escrito siempre con absoluta honradez.
Yo había recibido reiteradas advertencias desde Cuba y en ocasiones hasta el ruego por parte de compañeros y simpatizantes nuestros, en el sentido de que adoptase las mayores medidas de precaución, pues se tramaba un atentado contra mi persona, de lo cual habían tenido noticias por distintas vías, dignas de todo crédito.
La idea de eliminarme físicamente rondaba en la mente de algunos elementos del régimen desde hacía varios meses, pero no fue si no hasta muy reciente, a medida que la situación de la dictadura se hacía más desesperada y crecía visiblemente la fuerza de nuestro movimiento, que el plan tomó carácter oficial y se dieron los primeros pasos en ese sentido. Se les presentaba el problema de evitar en lo posible el escándalo, y no dejar huellas. Debo decir que elaboraron el plan minuciosamente y de una forma casi perfecta, que en parte por estar informados nosotros de ello y más que nada por pura fortuna no se llevó a cabo. Dejo los datos exactos y pormenorizados para otra ocasión.
El agente encargado de esta misión hizo dos viajes a México los últimos meses. En ambas ocasiones se hospedó en el hotel Prado que es el más lujoso de México. La primera fue descubierto por compañeros nuestros mientras rondaba la casa de Emparan. Al parecer, desalentado, regresó a Cuba, informando que no le era fácil llevar a cabo su cometido. Semanas más tarde regresó con otros dos agentes más. Fue entonces cuando se les aseguró que en México la única persona capaz de realizar con éxito la empresa era un sujeto cubano, prófugo de la justicia, que reside en México con papeles de veracruzano, conocido aquí por Arturo (el Jarocho), que es además, agente del servicio secreto y hombre de confianza del general Molinari, jefe de la policía. Entiendo sin embargo, que Molinari no tenía nada que ver en este asunto, pues los agentes cubanos trataron directamente con el Jarocho y estipularon el precio de diez mil dólares que este tenía que compartir con otro individuo que debía llegar de Venezuela, pues, «no querían mexicanos en el asunto». Sabían que alguna persona me acompañaba siempre y tenían el propósito de eliminarla también. Su plan era presentarse uniformados en un carro patrullero de la policía, detenernos, esposarnos, secuestrarnos y desaparecernos después sin dejar rastro. Se me asegura que tenían un papel con mi firma perfectamente falsificada con la que pensaban enviar una carta desde otro país, dirigida a Emparan 49 diciendo que había tenido que ausentarme urgentemente de México. Aunque bastante burda la trama pretendían que con ello se sembraría la confusión inicialmente, mientras se echaban a rodar distintas versiones. Después de dejar ultimados todos los detalles, regresaron a Cuba los agentes el 10 de junio aproximadamente.
A ciencia y paciencia nosotros teníamos que esperar tranquilamente los acontecimientos sabiendo que un vulgar asesino tramaba nuestra muerte por el precio de diez mil dólares. Lo que hicimos fue tomar las medidas de elemental precaución, salir poco y no frecuentar los mismos lugares.
Debo confesar que no previmos todos los peligros de nuestra situación. Cuando ellos se dieron cuenta de que estábamos alerta y listos para defendernos, que era muy riesgoso realizar el plan original, circularon entonces nuestro automóvil y lanzaron sobre nosotros a la Federal de Seguridad.
Yo no fui detenido en el rancho como se afirma en el reportaje, sino en plena calle, por agentes de ese cuerpo, y de no haber actuado estos con suma cautela, procediendo a identificarse previamente, hubiera podido ocurrir un grave incidente. Tal vez esto entraba en los cálculos de los autores del plan.
Detrás de toda la trama había un río de oro. En cambio cuando a nosotros nos detuvieron solo teníamos en la tesorería del movimiento, veinte dólares.
La embajada cubana estaba pendiente de todo. Supieron la noticia antes que nadie e inmediatamente comenzaron la campaña de propaganda a través de sus agentes. Todo estaba perfectamente planeado con repugnante cinismo. Hicieron publicar de inmediato que «siete comunistas cubanos estaban presos por conspirar contra Batista». Intercalaban una serie de datos relativos al Moncada, la sanción impuesta, etc., que solo podía conocer la embajada y añadieron la estúpida afirmación de que yo había entrado en México «con pasaporte obtenido merced a recomendación de Lázaro Peña y Lombardo Toledano». Como si todo el mundo no supiera la forma en que se tramita un pasaporte en Cuba, sin recomendación de nadie, y la visa en el consulado de México, para la cual se requiere una simple carta bancaria, que a mí ni siquiera se me exigió, cuando el señor cónsul me otorgó la visa entre amables palabras de simpatía y hospitalidad.
Naturalmente que la acusación de comunista resultaba absurda a los ojos de todos los que en Cuba conocen mi trayectoria pública, sin vinculaciones de ninguna índole al Partido Comunista, pero aquella propaganda se elaboraba para consumo de la opinión pública mexicana, de los cables internacionales y con el propósito de sumar la presión de la embajada americana a la que ya ellos venían ejerciendo sobre las autoridades mexicanas.
Muy débil tiene que sentirse el régimen de Batista cuando ante la fuerza creciente de nuestro movimiento tiene que acudir a esa patra-ña miserable, para invocar en su ayuda la ingerencia de poderosos intereses internacionales.
Impugno totalmente el reportaje del señor Luis Dam donde dice textualmente: «Por cierto que la Policía Federal de Seguridad asegura haber comprobado que Fidel es miembro del Partido Comunista». El propio capitán Gutiérrez Barrios me leyó el informe remitido al presidente de México, después de una semana de minuciosas investigaciones, y entre sus conclusiones afirmaba categóricamente que nosotros no teníamos vinculación alguna con organizaciones comunistas. Un extracto de ese informe apareció publicado en todos los periódicos. Aquí tengo delante el Excelsior de 26 de junio, página 8, columna 6, párrafo 5, donde dice textualmente: «La Dirección Federal de Seguridad hizo hincapié en que el Grupo 26 de Julio, no tiene nexos comunistas ni recibe ayuda de los comunistas».
Si eso fue lo que afirmaron confidencialmente al presidente de México y salió además publicado en los periódicos, ¿por qué le iban a decir otra cosa al señor Dam?
La intriga es además ridícula y sin la menor base, porque he militado en un solo partido político cubano, y es el que fundó Eduardo Chibás. ¿Qué moral tiene, en cambio, el señor Batista para hablar de comunismo si fue candidato presidencial del Partido Comunista en las elecciones de 1940, si sus pasquines electorales se cobijaron bajo la hoz y el martillo, si por ahí andan sus fotos junto a Blas Roca y Lázaro Peña, si media docena de sus actuales ministros y colaboradores de confianza fueron miembros destacados del Partido Comunista?
Se habla de un arsenal de armas y todo lo que ocupó la policía mexicana fueron cinco fusiles viejos y cuatro pistolas. En cualquier rancho pacífico hay más armas que esas.
Pero hay otros puntos más que aclarar. ¿Por qué se afirma insidiosamente que «la prensa mexicana condenó con energía la actitud de Fidel Castro y sus compañeros»? La prensa publicó en el primer instante lo que informó la policía y las versiones que le hacía llegar la embajada. Pero tan pronto la verdad se abrió paso, la prensa limpia, los periodistas honestos que aquí abundan también, reaccionaron unánimemente en favor nuestro.
El periódico Excelsior, uno de los más prestigiosos y el de mayor circulación en México con un millón de lectores, en su editorial de julio 4, bajo el título de «Amparo signiticativo», escribió entre otras cosas lo siguiente: «El juez federal Miguel Lavalle Fuentes ha concedido amparo a los 25 ciudadanos cubanos que la Policía de la Dirección Federal de Seguridad ha tenido desde hace días presos. La causa de su prisión, o el pretexto, ha sido que la referida policía los ha acusado de preparar una revuelta contra el presidente Batista... Para confirmar su dicho los acusadores presentan varios objetos entre ellos pistolas y viejos rifles que se consideran armas inofensivas... Por esa acusación se les ha tenido incomunicados. Tres cubanos han sido torturados en la ignominiosa Cárcel del Pocito... Es de celebrar muy calurosamente que la justicia federal haya deshecho, aunque sea un poco tardíamente, una de las maniobras de la mal llamada Policía Mexicana de Seguridad. No es este caso el único, y todo México lo sabe. La reputación que en México se ha labrado esa agencia policíaca es verdaderamente vergonzosa. Un cuerpo de esa naturaleza debe abolirse para el honor de la justicia mexicana».
El propio periódico Excelsior en editorial del 5 de julio, ya en un ataque a fondo contra Batista, bajo el título de «Consecuencias de la persecución política», dice textualmente: «La soberbia de los dictadores suele llevar implícita su propia perdición... El déspota, en su furiosa locura, no repara en que los pueblos acosados hacen de las víctimas inocentes de la vesania dictatorial, héroes que elevan hasta el mito...». Después de mencionar los casos de Sandino y de Galíndez, concluye: «No resulta aventurado afirmar que el doctor Fidel Castro nunca tuvo en mientes llegar a ser paladín de la libertad de Cuba y que se le llegase a considerar como una versión de Martí. No obstante así lo ha querido el general Batista, al desencadenar contra él una persecución tan injusta que de la noche a la mañana ha hecho de Castro Ruz un hombre en quien confía su pueblo para liberarse de la tiranía y un asilado político en quien convergen las simpatías del pueblo mexicano que no acierta a comprender cómo ha sido posible que las represalias de un dictador alcancen a ejercitarse en el territorio de México, que ha sido lugar de seguridades para el perseguido político y amplio refugio para las libertades atropelladas del continente».
Equislogismos, otra de las secciones más leídas de la prensa mexicana dice con ironía: «Menos mal que todavía existe amparo en México. Muy mal que existan policías que jueguen a la inteligencia sin demostrarla y que junto con exiliados cubanos que poseían dos arcabuces, un mosquetón y quizás un arco con flechas, aprehendieran «equivocadamente» a dos peruanos que ni esas mortíferas armas tenían en su poder y menos se interesaban en derrocar a ningún dictador criollo...».
Un cintillo del periódico Últimas Noticias dice: «México juzgará a los cubanos, no los entregará al verdugo».
Carlos Denegri, leído columnista de un diario de la tarde, suma su pluma a nuestra causa, recordando el asilo que Cuba les prestó a los mexicanos en épocas de la revolución.
El periodista Roberto Roldán de La Prensa, escribe: «Serenándose la primera impresión sobre el lío de los cubanos, se está viendo la claridad del caso, que no es sino poderosa maniobra para extender por parte de los dictadores la disimulada persecución contra sus adversarios. No hay tal comunismo en Fidel Castro y sus amigos; no existió nunca el «abundante arsenal de armas» ocupado por la Policía de Seguridad Mexicana. Por eso nosotros, desde un principio pedíamos mucho cuidado para estas cosas en que la sutileza y el poder de los dictadores se pone en evidencia y a control remoto».
Sería interminable enumerar los recortes por el estilo que tenemos archivados, aparte de las numerosas cartas que se han dirigido a los periódicos por distintos ciudadanos cubanos y mexicanos. El doctor Carlos Vega, dirigente juvenil auténtico, pone el dedo en la llaga cuando en carta al director de Excelsior dice: «Hoy, señor director, mi asombro llegó al máximo al leer en la prensa capitalina un cable procedente de La Habana en el que se decía que un elevado funcionario del Palacio Presidencial de Cuba, daba informes, según él, procedentes de las investigaciones realizadas por la Policía Federal de Seguridad, detalles que no son conocidos aún en México y que por esa jactanciosa declaración, solo daba a entender que el dinero y el puño de Batista se encuentran detrás de toda la persecución a los asilados cubanos en este país».
Los procedimientos policiales y las torturas empleadas en México con los cubanos no tienen nada que envidiarle a los de allá. La Federal de Seguridad fue más sensata, ante la firmeza de los detenidos comprendió que era inútil toda tortura. Pero el mismo día 21 fueron detenidos por el servicio secreto, verdadero nido de hampones, los compañeros Cándido González, Julio Díaz y Alfonso Zelaya. Durante seis días no le dieron alimentos ni agua. En horas de la madrugada, con temperatura de casi cero grado eran introducidos atados de pies y manos, completamente desnudos en tanques de agua helada; los hundían y cuando estaban a punto de asfixiarse los extraían por los cabellos durante breves segundos para volverlos a sumergir. Repetían muchas veces esta operación, los extraían del agua y a fuerza de golpes les hacían perder el conocimiento. Un hombre encapuchado, con acento cubano, era quien hacía los interrogatorios sin que lograran resultado alguno. Eran los agentes de Batista. Ellos son los únicos que han estado violando la hospitalidad mexicana, las leyes mexicanas y hasta la soberanía mexicana, porque, prófugos de la justicia falsifican papeles mexicanos, porque sobornan y corrompen funcionarios, torturan y preparan el asesinato alevoso de adversarios políticos. La estancia de esos esbirros aquí lo corrobora el periódico Últimas Noticias de junio 25, columna 4, página 1, que dice: «En nuestro país una verdadera nube de agentes especiales del SIM de Cuba, organismo muy temido en la isla, permanece en nuestro país, y recorre diariamente los puertos aéreos, marítimos y otros lugares por donde penetran a México los exilados políticos cubanos».
El martes, 3 de julio, en horas de la noche, fue secuestrado por varios hombres que viajaban en un automóvil el compañero Jesús Reyes. No se sabe si fueron agentes de la Federal o de la Secreta. Han transcurrido más de seis días y no se tienen noticias suyas, ignoramos la suerte que haya corrido.
Batista ha invertido cientos de miles de dólares en desatar esta persecución. La ciudadanía mexicana y los exilados de todos los países residentes en esta capital están indignados ante este hecho insólito.
La actitud de los cuerpos policíacos y del secretario de Gobernación, vulneran la constitución mexicana, por cuanto se ha negado a cumplir la orden de un juez federal para que se nos ponga en libertad o se nos consigne ante los tribunales. Veinte días llevamos ya secuestrados. Una corriente de extraordinarias simpatías se despierta en este noble pueblo a favor de los cubanos que a pesar de las torturas y las amenazas de deportación se han comportado con ejemplar dignidad. El incidente ha servido, además, para unir estrechamente a todos los cubanos del exilio, y servirá para evidenciar que son muchos los enemigos de la liberación de nuestro pueblo y que para llevarla a cabo es necesario unir, sin excepciones ni exclusivismo de ninguna índole, a todos los cubanos que quieran combatir.
El movimiento 26 de Julio, que conserva intactas todas sus fuerzas, su espíritu de lucha, proclama la necesidad de unir todos los hombres, todas las armas y todos los recursos, frente a la tiranía, que nos divide, nos persigue y nos asesina por separado. La dispersión de las fuerzas es la muerte de la revolución; la unión de todos los revolucionarios es la muerte de la dictadura.