Una entrevista y una reunión históricas
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A finales de enero de 1957, el grupo guerrillero encabezado por Fidel Castro había logrado sortear el acoso de las tropas enemigas que le perseguían con saña después de sus victorias en el cuartel de La Plata y en la emboscada de los Llanos del Infierno. No obstante, la situación del naciente Ejército Rebelde era muy difícil. El peligro se había acrecentado con la traición de un campesino que sirviera de guía a los guerrilleros, tal como lo reconoció Fidel al decir: «cuando viene la traición de Eutimio que significa un momento muy difícil y estuvimos en peligro de ser exterminados otra vez». [1]
En tales circunstancias, Fidel convocó una reunión de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio (M-26-7) y también solicitó la presencia de un periodista para que Cuba y el mundo conocieran la existencia de la guerrilla.
LOS DIRIGENTES DEL LLANO ARRIBAN A LA SIERRA
El 16 de febrero de 1957, cerca de las seis de la mañana, arribaron Celia Sánchez y Frank País a la finca de Epifanio Díaz, situada en las estribaciones de la Sierra Maestra, a pocos kilómetros de Purial de Jibacoa. Allí les esperaba Fidel.
Frank País relató al Comandante lo ocurrido durante el levantamiento armado del 30 de noviembre en Santiago de Cuba, mientras que Celia Sánchez —a quien acababa de conocer—, le informó sobre la situación en Manzanillo.
Por su parte, Fidel los puso al tanto de todo lo sucedido después del desembarco del Granma. Luego, entre los tres, acordaron las medidas que permitieran el arribo a la Sierra Maestra de un refuerzo de combatientes y armas.
En horas de la tarde, los guerrilleros reciben con alegría el arribo de Armando Hart, Haydée Santamaría y Faustino Pérez —todos miembros de la Dirección Nacional— y la compañera Vilma Espín quien en Santiago de Cuba era la mano derecha de Frank. En medio de la conversación, Fidel lleno de entusiasmo les dice que solo necesitaba unos cuantos miles de balas y un refuerzo de 20 hombres para ganar la guerra.
Haydée y Frank se miraron sin decir nada. Resulta que antes de subir a la Sierra, ambos habían coincidido en la necesidad de hablar con Fidel y de convencerlo para que se marchara al extranjero y que desde allí continuara organizando y dirigiendo la lucha en condiciones de mayor seguridad para su persona. Frank País le había dicho a la heroína del Moncada:
«Yeyé, hay que ver cómo se saca a Fidel de aquí; se tiene que ir para un país de América Latina y reorganizar el Movimiento. Yo no he hablado todavía con él, pero vamos a ver cómo le decimos eso. Pueden matarlo y no podemos permitirnos ese lujo». [2]
Años después, Haydée le confesó a un periodista:
«Cuando llegamos a hablar con Fidel, nos miramos para ver cómo se lo decíamos y en eso Fidel nos dice: “¡Mira cómo están los guardias allá abajo tirando tiros y no se atreven a subir aquí! ¡Si me traen ustedes tantas balas y tantos rifles yo les prometo que dentro de dos meses entro en combate de verdad!”. Ni Frank ni yo pudimos decir ni medio, porque lo decía con una convicción... Y no era mucho lo que pedía: veinte rifles y un poco de parque». [3]
LA PRIMERA ENTREVISTA A FIDEL EN LA SIERRA
El 17 de febrero, el periodista norteamericano Herbert Matthews—editorialista del periódico New York Times— llegó al encuentro con Fidel. La entrevista al Comandante guerrillero se prolongó por casi tres horas. En ella, con elocuencia, Fidel respondió a todas las preguntas, exponiendo sus razones y dando a conocer la disposición de llevar la lucha hasta destruir las fuerzas enemigas que sostenían al dictador Batista. Matthews publicó en su artículo:
«Fidel Castro, el líder rebelde de la juventud cubana, está vivo y peleando con éxito en la intrincada Sierra Maestra, en el extremo sur de la Isla.
«El Presidente Fulgencio Batista tiene la crema de su Ejército en la región, pero hasta ahora está en desventaja en la batalla por vencer al más peligroso enemigo que jamás haya enfrentado en su larga y azarosa carrera como regidor de los destinos cubanos.
«Esta es la primera noticia confirmada de que Fidel Castro está todavía vivo y todavía en Cuba. Nadie fuera de la Sierra Maestra ha visto a Castro, con excepción de este reportero. Nadie en La Habana, ni aun en la Embajada de los Estados Unidos, con todos sus recursos para obtener informaciones, conocerá hasta la publicación de este reportaje que Fidel Castro está realmente en las montañas orientales de Cuba. Este recuento romperá la más rígida censura de la historia republicana de Cuba».[4]
El guerrillero René Rodríguez —expedicionario del Granma—, tomó varias fotos con una camarita de cajón. Al final, en una página de la libreta de Matthews, Fidel puso su firma y escribió la fecha de la entrevista como constancia de su realización.
Días después, el 24 de febrero, en la primera plana de The New York Times fueron publicadas una foto de Fidel con su fusil de mira telescópica y su firma ilustrando «Rebelde cubano es visitado en su escondite», título del artículo inicial de la serie de tres escritos por Herbert Matthews sobre dicha entrevista. La noticia se divulgó por todo el mundo, causando una verdadera explosión mediática.
El 26 de febrero los órganos de prensa cubanos reprodujeron la entrevista, mientras los personeros del gobierno trataron de desmentir lo publicado por el periódico norteamericano, afirmando que la entrevista podía considerarse como un capítulo de ficción. Otras declaraciones de los jefes del Ejército, decían que era totalmente imposible cruzar las líneas donde estaban sus tropas y que, por lo tanto, la entrevista era un cuento.
La dictadura impugnó la autenticidad de la foto de Fidel, alegando que el periodista no se había retratado con el entrevistado para confirmar la entrevista. La respuesta de Matthews fue inmediata, el 28 de febrero de 1957, The New York Times publicó la foto de Fidel junto al periodista, convirtiendo a la dictadura en el hazmerreír del mundo.
UNA REUNIÓN HISTÓRICA
Terminada la entrevista, tras la salida de Matthews, comenzó la reunión de la Dirección del Movimiento en la que se tomaron importantes acuerdos, entre los que descuellan: los preparativos para el envío de un contingente armado que Frank País estaba agrupando en Santiago de Cuba; las medidas que Celia Sánchez debía tomar en Manzanillo con el objetivo de garantizar el recibimiento, ocultamiento y envío a la Sierra de ese refuerzo; y sobre la situación de los combatientes clandestinos en las ciudades.
También fue objeto de análisis la propuesta de Faustino Pérez de establecer un frente guerrillero en el Escambray, con la cual Fidel no estuvo de acuerdo, pues consideraba más importante que se concentraran los esfuerzos en el núcleo ya existente.
Los participantes en la reunión acordaron la redacción de un documento dirigido a la nación —el Manifiesto de Fidel al Pueblo de Cuba sobre los primeros 80 días de campaña en la Sierra Maestra—, el cual deberían llevar consigo los dirigentes para su publicación. La mañana del 18, Fidel comenzó a redactar ese manifiesto, aunque le puso la fecha de dos días después, es decir 20 de febrero de 1957.
En horas de la noche de ese 18 de febrero, los dirigentes del Movimiento abandonaron el territorio rebelde rumbo a Manzanillo portando el primer documento programático de la Sierra Maestra.
El documento exponía que la tiranía al sentirse incapaz de vencer a la Revolución por las armas, acudió a las mentiras más cobardes anunciando el exterminio del destacamento expedicionario y de su jefe; destacó los éxitos del destacamento; los asesinatos a los expedicionarios del Granma y la decisión de permanecer en la lucha el tiempo que fuera necesario, pues la Revolución no se detendría jamás y anunciaba que la lucha se intensificaría con ritmo creciente en toda Cuba.
El Manifiesto al Pueblo de Cuba concluía lanzando las primeras consignas de Fidel al pueblo, resumidas en la intensificación de la quema de caña, el sabotaje general de todos los servicios públicos, la ejecución sumaria y directa a los esbirros que torturaban y asesinaban a los revolucionarios, la organización de la resistencia cívica, la intensificación de la campaña económica para los gastos del Movimiento y la huelga general revolucionaria como punto culminante de la lucha.