Una sala en la Cabaña, Fidel y sus libros
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¿Y qué es aquella sala sino espejo de su vida? En San Carlos de la Cabaña, en esta semana de Feria, hay un sitio que exhibe trozos de historia sobre páginas, certeras acotaciones del joven que llegaría a ser uno de los estadistas más influyentes del Siglo XX.
Allí me quedo yo. En la sala K-5, de la XXVI Feria Internacional del Libro de La Habana. A la sombra de dos palmas a las que le han nacido curujeyes, como a las del monte que a él —al igual que a su Maestro — tanto complació, puedo viajar en retrospectiva y encontrarme con un apuesto revolucionario pronto a no entregar “ni un átomo de su honor”, ni a pasar “bajo las horcas caudinas de opresores innobles”, como alegara en 1955.
Vislumbro, resguardados en urnas de cristal, los libros que el asaltante al Cuartel Moncada leyó en la prisión y en el exilio, períodos de libertad anhelada, no solo para él, sino para Cuba, que sufría, y por la cual se entregó a “la faena de fundar”. Descubro, trazos hasta ahora secretos para muchos, de un lector apasionado, minucioso e intenso.
En la página 170 de la Vida de Shakespeare, ante un fragmento del texto de Victor Hugo, Fidel acotó “formidable pensamiento” y entre corchetes alumbró este fragmento:
“… es hermoso que la fuerza tenga un amo y éste sea el derecho; que el progreso tenga un jefe: el valor; que la inteligencia tenga un soberano: el honor; que la conciencia tenga un déspota: el deber; que la civilización tenga una reina: la libertad; que la ignorancia tenga una servidora: la luz”.
Cuando la celda del Presidio Modelo fue biblioteca y la lectura refugio, por sus manos pasaron La Ilíada, de Homero; El anillo de amatista, de Anatole France; Ursule Mirouët, de Blazac; Útopía, de Tomás Moro; Crimen y Castigo, de Dostoievski, y muchas más joyas de la literatura universal. Vale la pena llegar hasta el pabellón del proyecto cultural Nuestra Historia y Fidel solo para hacer nuestras las listas de los volúmenes que Fidel recibía en prisión.
“Aquí están las cartas oficiales del Presidio Modelo, que registraban los libros que él recibía, todos sin excepción tenían que pasar por la censura para saber qué leía”, cuenta Eugenio Suárez, director de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado. ¿Será que estando al corriente de sus lecturas creyeron que podían adivinar sus pensamientos? Hoy sabemos que no pudieron.
De la edición príncipe de La historia me absolverá, que dedicara a su querido profesor Francisco, el 5 de julio de 1955, brota este fragmento:
“… se prohibió que llegaran a mis manos los libros de Martí; parece que la censura de la prisión los consideró demasiado subversivos. ¿O será porque yo dije que Martí era el autor intelectual del 26 de Julio? (…) ¡No importa en absoluto! Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro y en el pensamiento las nobles ideas de todos los hombres que han defendido la libertad de los pueblos”.
Como el fervoroso creyente que apela al evangelio para buscar en el pasado la explicación de su presente, así hay que acudir a los textos que el Comandante escribiera un día, pienso, mientras Eugenio señala La crisis económica y social del mundo (1983) o La victoria estratégica (2010).
Intenso y fugaz resulta el paso por aquella sala. No se puede partir de allí sin que te entren unas ganas inmensas de seguir hurgando entre los libros de Fidel, exhumando los archivos de la Historia.