Camilo Cienfuegos: 85 años de vida
Nació en esa fecha de 1932 en la barriada de Lawton, La Habana. Era hijo de una humilde familia de emigrantes españoles, que influyó en la forja de sus valores y tempranos ideales de justicia social.
Todavía adolescente participó en protestas populares contra el aumento del costo de la vida y en 1954 se incorpora a la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista. Fichado por los órganos represivos, se ve obligado a salir del país.
Por razones económicas, además, viaja a Estados Unidos a los 21 años, de donde es deportado. A su regreso a Cuba se vincula al movimiento revolucionario estudiantil. Cae preso y es torturado, por lo que elige nuevamente el exilio.
Durante una estancia breve en Nueva York, conoce de los planes de Fidel Castro, en México, dedicado a la organización de una expedición libertaria a Cuba.
Ya en la capital azteca, en septiembre de 1956 contacta al Movimiento 26 de julio liderado por Fidel y se enrola en la tripulación del yate Granma, la que finalmente saldría del puerto de Tuxpan con 82 combatientes dispuestos a vencer o morir por la independencia de la Patria.
El desembarco azaroso por Las Coloradas el dos de diciembre, el bautizo de fuego de Alegría de Pio, confirmaron su decisión de ser fiel a la causa hasta el final.
Una vez reorganizada la exigua tropa, Camilo se destacó en el cumplimiento de múltiples misiones armadas al mando de Fidel, Juan Almeida y Ernesto Che Guevara.
El 16 de abril de 1958 por su coraje y valentía, y por su capacidad de estratega y organizador ganó los grados de Comandante del Ejército Rebelde, fuerza que operaba ya como una realidad irreversible en las montañas de la Sierrra Maestra.
Promovido a jefe de la Columna dos Antonio Maceo, realiza exitosas misiones en los llanos del Cauto, fuera del territorio de la cadena montañosa.
La extensión y efectividad de sus misiones contribuyeron a que la tiranía desatara una ofensiva contra las huestes del movimiento guerrillero. Por lo tanto, el jefe rebelde retorna a las cercanías del mando, que ya trazaba la mejor respuesta contra las fuerzas del dictador Fulgencio Batista.
Pronto los rebeldes pasan a la ofensiva final y el 18 de agosto el Comandante en Jefe Fidel Castro ordena la ejecución de la invasión de Oriente a Occidente, tal como lo hicieron los mambises en la última guerra de independencia.
Camilo iría al frente de la "Antonio Maceo" y el Che Guevara encabezaba la Columna ocho Ciro Redondo.
El héroe de la sonrisa franca y el sombrero alón combatió entre octubre y diciembre de 1958 en zonas tan apartadas y desconocidas hasta entonces como Seibabo, Venegas, Zulueta —en dos ocasiones—, General Carrillo, Jarahueca, Iguará, Meneses, Mayajigua y Yaguajay, en cuyo cuartel y otras dependencias se habían hecho fuerte las tropas enemigas.
Tras nueve días de batalla, el sitio de Yaguajay culminó con el triunfo rebelde. Tal victoria coincidió con la toma de la ciudad de Santa Clara por las tropas del Che y con la fuga del tirano, el 31 de diciembre de ese año.
En esa campaña Camilo confirmó sus cualidades de Señor de la Vanguardia y la batalla de Yaguajay, en la antigua provincia de Las Villas, centro del país, lo catapultó como héroe y estratega brillante en el combate, junto a su aguerrida tropa. Esta última, al igual que la batalla de Guisa, dirigida en la Sierra por Fidel, y la de Santa Clara, por el Che, fueron decisivas en la victoria del Ejército Rebelde.
Tras la huida de Batista, y de conocerse los intentos de un gobierno nuevamente proyanqui, Camilo recibió la orden de marchar con rapidez hacia La Habana. Allí tomó el Estado Mayor de la tiranía, el Cuartel de Columbia.
A la entrada de la Caravana de la Libertad, el ocho de enero en la capital, encabezada por Fidel, Camilo era uno de los Comandantes que lo esperaban , al igual que el Che y Almeida. Durante su discurso en horas de la noche, el líder revolucionario demostró la confianza depositada en Camilo con hermosas y sencillas palabras, grabadas por siempre en las mentes de los cubanos.
Fue un año de intenso trabajo y ejecutoria de los jóvenes dirigentes de la naciente revolución que desde muy temprano empezó a cumplir su vocación de igualdad, justicia social y soberanía nacional.
La muerte de Camilo en un desastre aéreo sobre el mar, pocas horas después de haber enfrentado y conjurado con fidelidad y valentía un hecho de alta traición, consternó al pueblo cubano, quien había empezado a amarlo profundamente desde los primeros días en que lo conoció.
Un pueblo que no se equivocó, al igual que su Comandante, en reconocer a Camilo como uno de sus mejores hijos. Y que, además, supo verlo como crisol de los ideales más puros de la juventud: coraje, honestidad, solidaridad, alegría de vivir, patriotismo, humanismo y fidelidad, entre otras tantas virtudes que lo acompañaron.