DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN LA CLAUSURA DE LA REUNION PROVINCIAL DE CUADROS Y DIRIGENTES DE LA CAPITAL, EFECTUADA EN EL TEATRO "CARLOS MARX", EL 29 DE DICIEMBRE DE 1997
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Compañeras y compañeros:
Esta es la tercera reunión para las elecciones a la que asisto: Primero estuve una madrugada en una reunión de cuadros del municipio Plaza, en el teatro Trianón; les hablé, reflexioné, muy familiarmente, para el pequeño grupo que estaba allí. Después me autoinvité a una reunión de secretarios de núcleos del municipio Plaza, también estaban allí presentes muchos compañeros que eran cuadros administrativos o políticos, o de las organizaciones de masa, comisiones de candidatura y de elecciones, etcétera; de nuevo reflexioné, medité y expresé algunas ideas en torno a las elecciones, de igual forma, muy familiar.
Hay algo que caracteriza a las reuniones que yo llamo familiares, y es que uno habla con mucha libertad. Ya cuando tiene que hablar para millones de personas, o tiene que hablar para la opinión pública internacional, se puede decir —aunque este no es el caso, no vine aquí a hablar para la opinión pública internacional; vine a hablar, en primer lugar, para los compatriotas de la Ciudad de La Habana y para todos los cubanos—, ya cuando es cosa pública, lo recogen los cables, y sabemos cómo funcionan esos mecanismos, es algo que conocemos un poco en tantos años de Revolución, de modo que cada palabra tiene que medirse bien, ya no son reuniones familiares. Cualquier ejemplo que se pone puede ofender a alguien, lastimar a alguien; se menciona un país, o lo que ocurre allí, y ya se corre el riesgo de estropear las relaciones con alguna gente o algunos políticos, y por ello hay que ser mucho más cuidadoso.
En las reuniones familiares se pueden decir cosas que, por escucharlas a veces cientos de personas —como una reunión que tuvimos con los estudiantes no hace mucho—, uno sabe que lo que se dice se puede saber, o que con seguridad se va a saber; no es lo mismo lo que se dice en familia, que lo que se dice oficialmente.
Se puede saber —a veces yo digo algunas cosas que serían más bien para escribir, para dejar constancia de acontecimientos; no me preocupa si alguna cifra de esas, algún dato o algún hecho se conoce—, pero no es oficial.
Hoy aquí voy a hablar con franqueza, como siempre, gran confianza y todo; pero con la aspiración de que en esta ocasión se pueda publicar libremente lo que diga.
Ya venía recogiendo la experiencia de aquellas reuniones a que me referí, y digo: Bueno, para cooperar con los compañeros que están haciendo este trabajo, es conveniente decir algunas cosas que puedan ser útiles a las decenas de miles y a los cientos de miles de compañeros que están participando activamente en este proceso electoral.
En primer lugar, como decía Maceo, hace unos minutos, lo más importante que tenemos por delante en estos momentos son las elecciones.
Luego, aunque sabemos que estamos a fin de año y que se acerca una fecha tan importante como el Primero de Enero —el inicio de otro año; pero, además, afortunadamente, el 39 aniversario del triunfo de la Revolución— y viene un grupo de días libres, días de descanso, de alegrías, en esta ocasión estamos en pleno proceso de desarrollo de este importantísimo evento que son las elecciones del día 11 de enero.
Tal vez lo que inquietaba a Lazo se explique por ese hecho, ¿no?, que tenemos el día primero, el día dos, varios días, sábado, domingo, y comienzan después un lunes los días de trabajo. Comprendo que si una fábrica no está trabajando no es posible dar una reunión en esa fábrica; pero sí está la gente, como alguien decía, en la casa, allí en la comunidad, y están, además, los medios de divulgación y muchas formas de comunicarse con la población. Es por ello que no debemos dejar que decaiga el tema o la atención a este proceso, por lo que yo mismo propuse a los compañeros de La Habana la idea —esto fue el viernes, hace apenas tres días— de llevar a cabo una reunión de esta amplitud, en que estuvieran presentes todo lo que llamamos "factores", muy especialmente los delegados de las circunscripciones y todos los demás, recordando una reunión parecida que tuvimos el 6 de febrero de 1993, en la CTC, para la Ciudad de La Habana, que se convirtió en una reunión de orientación para todo el país.
En La Habana, lo sabemos bien, todo es más difícil; las batallas más duras siempre son en la capital, de modo que en esta lucha el esfuerzo del Partido y de todos los revolucionarios habaneros cobra especial trascendencia y todo lo que aquí, en esta ciudad más difícil, preocupe o interese es útil para la orientación del resto de las provincias del país.
Aquí las circunscripciones son más grandes, los municipios son mayores, el número de votos es más voluminoso, los candidatos se conocen menos, y sobre la capital siempre hay el intento enemigo de influir, hacer llegar su propaganda, su trabajo subversivo, contrarrevolucionario.
En la capital realmente se hacen mayores esfuerzos por parte del imperialismo para influir y tratar de introducir sus ideas reaccionarias, sus intrigas, sus confusiones; en la capital, además, se acumulan problemas más difíciles de resolver.
En una pequeña comunidad, muchas veces con un pozo, un motor y unas tuberías se lleva el agua diariamente al lugar y con pequeños recursos se resuelven importantes problemas; en la capital, donde el país y la Revolución siempre han hecho grandes esfuerzos, son muchos los recursos que se requieren para la solución de los problemas de una gran ciudad, que aunque ha crecido de un millón y tantos a un poco más de 2 millones, casi el doble, no ha llegado a convertirse en ese tipo de ciudades donde se han acumulado 5 millones, 10 millones, 15 millones y hasta 20 millones de personas, gracias precisamente al desarrollo del resto del país, donde cada provincia tiene sus universidades, sus hospitales de buena calidad, médicos, profesionales, escuelas de todo tipo: militares, deportivas, pedagógicas, porque nunca se hizo nada en la capital que no se hiciera también en el resto del país.
Somos una ciudad que no ha crecido de esa forma tremenda, prácticamente insoportable, en que han crecido ciudades como Río de Janeiro, Sao Paulo, Buenos Aires, Lima, Caracas, Bogotá, Ciudad México, que tiene como 20 millones de habitantes, con unos problemas realmente insolubles; pero en un país donde se trata de distribuir los recursos de la manera más equitativamente posible, aunque tomando siempre en cuenta las particulares características de la Ciudad de La Habana, resulta difícil resolver algunos viejos problemas.
Los mismos problemas del transporte, por ejemplo, no son iguales en una ciudad pequeña, en Colón, o en Matanzas, o en Santa Clara, que también ha crecido, Las Tunas, Bayamo, y hasta el propio Santiago que ya tiene medio millón de habitantes, aproximadamente; pero en muchas de esas ciudades es más fácil que un obrero llegue a la fábrica caminando o en una bicicleta que en la Ciudad de La Habana, donde algunos viven en Marianao y trabajan en Guanabacoa, otros viven en Regla y trabajan en La Lisa, o en el Cerro, Diez de Octubre, Arroyo Naranjo.
Por eso en esta ciudad el número de viajes normales que alcanzamos llegó hasta a 30 000 diarios. Los ómnibus por lo general, venían primero a La Habana como ómnibus nuevos —fueran japoneses, que vinieron alguna vez bastante buenos, o fueran húngaros, que vinieron muchas veces y sobre cuya calidad no voy a decir nada (RISAS), como tampoco del gasto de gasolina y algunas otras cosas—, pasaban primero por aquí, lo que fue motivo de discusiones muchas veces.
Yo observaba ese problema y pensaba mucho en eso. Realmente no me gustaba aquella forma de distribución: nuevos para aquí, y después de uso para el resto de las provincias; pero la realidad es que las necesidades de aquí, por la extensión de la ciudad, eran mayores, así como por el número de personas que se montaba en un ómnibus de esos, repleto siempre, siempre. Al final, una parte de los que se enviaban a las provincias eran nuevos y otros eran de uso. He citado un ejemplo.
Los abastecimientos de la capital venían de todo el país, incluso todavía vienen algunos; no es el Estado el que los trae en ciertos casos. Sé que, por ejemplo, de Holguín vienen camiones particulares con viandas, cualquier vianda, para vender en los agromercados de la capital, porque el precio aquí es más alto. Claro, el Estado ha procurado desarrollar la agricultura en todas las provincias y dedicó bastantes recursos a La Habana para que no tuvieran que venir viandas y hortalizas de Ciego de Avila, las provincias orientales, Pinar del Río. Se hizo un esfuerzo por abastecer a las dos provincias con la tierra disponible en la antigua provincia de La Habana, y entre las dos suman casi 3 millones de habitantes, tal vez un poco más del 25% de la población del país.
Hemos tratado de promover el autoabastecimiento de las provincias, incluso, de Santiago de Cuba —estaba Lazo por allá—, aunque aquella provincia no tenía tierra de papa, por ejemplo. Hubo que idear el establecimiento de algunas empresas en la provincia de Ciego de Avila, de mucha tierra y poca población, para suministrar una parte importante de los alimentos de la ciudad de Santiago.
Antes venían para Santiago de Baracoa, de Guantánamo, Granma, venían de la antigua provincia de Oriente. Hoy Guantánamo se autoabastece bastante y las demás provincias nuevas que se crearon.
A Santiago hubo que darle un apoyo en tierra. Ellos enviaban a la gente, porque, como ustedes saben, son altamente productivos en materia de población; entonces, se buscaron soluciones de ese tipo.
Creo que una de las mejores cosas que se ha hecho en período especial son esas hortalizas urbanas que tanto ayudan a que la población pueda ir a buscar vegetales frescos, comprarlos directamente, sin intermediarios. Tengo entendido que el Ministerio de la Agricultura va a hacer un esfuerzo mayor para incrementar la productividad por metro cuadrado, y, además, para crear nuevas áreas. Es una buena lección del período especial.
La ciudad tiene los problemas del agua, hay acueductos que son del siglo pasado y redes de drenaje que son del siglo pasado. Para la ciudad se han buscado fuentes de agua nuevas. En un momento determinado empezó a competir la ciudad con la agricultura en la provincia de La Habana, porque venía el agua de la zona sur, de la zona de Güira, de Alquízar, millones y millones de metros cúbicos que hacían falta para las hortalizas, para la papa, para todos esos cultivos; agua de la zona de Ariguanabo, San Antonio; agua de la zona de Aguacate, de todo ese valle que está en aquella zona.
Se llegaron a construir presas en los límites de Matanzas, que iban a utilizar agua del río que desemboca por Matanzas; ya venía agua de otras provincias prácticamente. Fue necesario hacer un dique en el sur de La Habana, un importante dique, cuando descubrimos que mucha del agua que caía en la provincia —suele llover bien en esta provincia— se iba al mar. Se le hizo un dique, ya que aquí hay cuencas cerradas y cuencas abiertas; en las cuencas abiertas si se extrae mucha agua puede penetrar el agua del mar, salinizarse, había que retroalimentarlas con el agua que iba al mar. Se desarrollaron procedimientos nuevos de riego, las máquinas Fregat, después el riego por goteo para el plátano, riego por goteo para el cítrico; son técnicas nuevas que ahorran mucha agua aunque son costosas, muy costosas.
Aparte de que ya se estaba produciendo una escasez de la fuente de suministro, en esta provincia que tiene entre 40 y 50 kilómetros de ancho, que es una de las provincias más estrechas del país, y se realizaba un esfuerzo por crear fuentes nuevas, teníamos otro problema con el crecimiento de la ciudad y de las industrias de la ciudad. Hubo que discutir mucho aquí durante años para tratar de que las fábricas no se construyeran en La Habana. Recuerdo bien cuánto se discutió lo de la famosa Antillana; esa Antillana que han prometido, según escuchábamos hace unos minutos, alcanzar 250 000 toneladas en el futuro, que es la mitad de lo que debe llegar a producir, porque ahí se han aplicado tecnologías nuevas. Recuerdo que discutimos bastante con los asesores soviéticos, entre otras causas, porque debajo de esas industrias hay manto freático de agua que se utiliza para el consumo de la población.
Se pensó en una ocasión construir en el municipio de Mayarí, de la antigua provincia de Oriente, una siderurgia grande y que no creciera más esta; pero mientras se hacía aquella, se introdujeron innovaciones, equipos para esta siderurgia. Cerca de allí está la planta productora de cerveza, una de las mejores que tenía el país. Pero había una tendencia tremenda en todos los ministerios, en los primeros años, a construir en la ciudad las industrias, cada ministro quería tener las industrias cerca, y costó trabajo llevar las fábricas de combinadas a Holguín y otras muchas fábricas a otras provincias; fue objeto de una lucha, siempre pensando en esos problemas que creaban y hacían la situación difícil.
Una de las cosas peores es la edad de las viejas redes de distribución de agua de la ciudad, son miles de kilómetros con decenas y decenas de años. A ese problema se le prestó atención, toda la que se pudo: la famosa cuenca de El Gato, totalmente nueva, la que abastece toda esa zona este de la ciudad.
Oíamos decir hace un rato que las presas que daban agua para los vecinos de Guanabacoa, estaban secas; esas presas se hicieron todas en los años de Revolución, desde la que está en las inmediaciones de Guanabo, hasta un montón de presas que eran para la agricultura y vinieron para la ciudad: Ejército Rebelde, cerca del parque "Lenin", era para la agricultura, vino para la ciudad; Mampostón, donde el agua se bombeaba desde Santa Catalina, más o menos, para llenar esa presa y dedicarla parte a la agricultura, parte a la ciudad.
En fin, a pesar de todos esos esfuerzos el problema de las redes producía un enorme desperdicio de agua, quién sabe si es el 30% o si el 40% del agua la que se pierde en las redes. Ese problema de las redes es una de las cosas a resolver en esta ciudad. Antes del período especial se habían hecho algunos esfuerzos también especiales por arreglar los famosos salideros. Recuerdo el origen de las zonas; se dividió la ciudad por zonas, primero eran cuarenta y tantas, después 60, y el hecho es que se crearon brigadas en todas y cada una de las zonas nada más que para arreglar las redes de agua. También se crearon brigadas para otros fines, pero específicamente para las redes de agua: se calcularon todos los salideros, los equipos: máquinas perforadoras, martillos, cilindros, cargadores, camiones.
Por esos días no solo se hicieron esas brigadas; se hicieron brigadas para el trabajo permanente en el arreglo de calles y en la construcción de calles nuevas, completas, con todos sus equipos. Se organizaron todas, porque junto al agua teníamos el problema de las calles y sus baches, y el arreglo de las calles de la ciudad.
Conocemos bien qué cantidad de problemas estaban por resolverse, el esfuerzo en la construcción de la industria de materiales y en la construcción de viviendas. Cada uno de estos problemas de la ciudad, en los finales de la etapa normal, tenía a su disposición un equipamiento completo y absolutamente nuevo, cuando vinieron aquellos acontecimientos y surge el período especial; pero ya la ciudad venía arrastrando esos problemas. No hubo, realmente, olvido en la búsqueda de soluciones de todo tipo, desde soluciones alimentarias, viandas, hortalizas... De lecherías se llenó esta provincia, 1 000 lecherías nuevas se construyeron aproximadamente, en los años que precedieron al período especial. Un millón de litros se llegaban a producir, en determinados meses del año, en la provincia de La Habana. No solo lecherías, se construyeron y se construían o se ampliaban muchas instalaciones avícolas, porcinas, para resolver los problemas alimentarios.
El período especial nos sorprende en medio del desarrollo de grandes planes para incrementar aquellas producciones de leche, no solo en La Habana, sino en todo el país; de huevos, de carne de ave, de carne de cerdo; inversiones cuantiosas. Naturalmente, al venir el período especial, todos los problemas se agravan.
Ahora mismo en período especial se realiza un esfuerzo grande: reparación de viviendas, como las que se mencionaban aquí, de Cayo Hueso, y ahora tenemos más de treinta zonas donde se está haciendo lo mismo; producciones de cemento, asignación de equipos y de recursos para extender a toda la ciudad la experiencia de Cayo Hueso en materia de reparación de viviendas; esfuerzos con el agua, con los salideros, con las calles, arreglar las rutas principales.
En esta ciudad el número de viajes llegó a reducirse de 30 000 que hubo en determinado momento a 5 000, y a todo esto se unía también el éxodo del cual hemos hablado: la tendencia al éxodo del resto del país hacia la capital, agravando los problemas.
Con relación a todo eso —como ustedes conocen— se han estado tomando y se seguirán tomando medidas; pero para la Revolución todo fue siempre más difícil en esta ciudad, a pesar de la atención y de los recursos dedicados: la burguesía tenía más influencia en esta ciudad que en el resto del país, y un mayor número de personas —porque aquí vivía la flor y nata de la burguesía— emigró hacia el exterior; la propaganda enemiga, que hoy se concentra sobre Cuba, se dirige fundamentalmente hacia la Ciudad de La Habana, el mayor número de emisoras de radio de todas las ondas, los esfuerzos de introducir la televisión, violando normas y leyes internacionales, se han realizado hacia la Ciudad de La Habana; los mayores intentos de influencia de penetración se han realizado en la Ciudad de La Habana. Luego aquí siempre la batalla en lo político ha sido más difícil.
En el período especial nos faltaron los periódicos, que salían todos los días y ahora salían una vez a la semana, excepto "Granma" con unas pocas páginas. Las horas de televisión fueron, inevitablemente, reducidas a un mínimo; los casos de televisores rotos, sin las piezas suficientes, aumentaron; los casos de radios necesitados de reparación o reemplazo y otras cosas.
Luego vinieron los problemas eléctricos, los famosos apagones, por muchos esfuerzos que se hicieran por reducirlos al mínimo. Un millón de dólares diariamente en combustible, ya no para la ciudad, sino para todo el país; un millón de dólares diario solo en la electricidad.
Para los militantes y los revolucionarios de la capital, con todos estos problemas que afectaron abastecimientos, transporte, electricidad, servicios, como los propios servicios médicos, que aunque los recursos estén priorizados disminuyeron, con todos esos problemas se hacía más difícil —les repito— el trabajo de los revolucionarios en la capital.
¿Se desmoralizó la capital? No se desmoralizó la capital. ¿Se desmoralizaron los revolucionarios de la capital? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") Yo diría lo contrario. Los compañeros revolucionarios que han tenido que luchar en condiciones más difíciles, se han ido superando; la conciencia de los revolucionarios de la capital, a medida que pasaba el período especial, se veía crecer, se veía avanzar.
De los problemas he mencionado solo una parte, porque hay otros de tipo social. No hay turista que venga a este país que no quiera pasar por la capital. Las influencias del exterior, por esa vía, se observaban primero en la capital, y determinados fenómenos, que en ocasiones ni siquiera existen en otras capitales de provincias, se hacían más frecuentes aquí: más ingresos en divisas en la capital, más desigualdades en la capital, por su tamaño y por el hecho de que también hay mayor número de empleos tradicionalmente más remunerados que los empleos en el resto del país.
Encontrar policías capitalinos es más difícil, si no que lo diga el compañero Colomé; encontrar constructores en la capital es más difícil, si no que lo digan los compañeros del Ministerio de la Construcción; encontrar alumnos aspirantes a maestros, ya incluso con título universitario, o pedagogos, era más difícil en la capital para completar el cupo de las matrículas. Ya la gente de la capital no querían ser ni maestros, ni constructores, ni policías, tenían otras posibilidades que no tenían los de otras provincias.
Los ingresos en determinados trabajos por cuenta propia eran más elevados en la capital, los precios de los productos que se venden en los mercados agropecuarios son más elevados en la capital, los ingresos que obtienen los que prestan esos servicios o producen algunos de esos artículos son más altos, y todos esos problemas, no ya los tradicionales, todos esos nuevos problemas tenían que ser enfrentados por los militantes, los revolucionarios y los cuadros de la capital.
Así que nosotros, cuando reflexionamos sobre estos problemas, tenemos una gran valoración de los militantes del Partido, de los revolucionarios y de los cuadros de la capital de la república (APLAUSOS). Es la realidad. Lo vemos como aquellos compatriotas que hoy luchan en la trinchera más difícil, en el frente más complejo, porque esta es como una guerra y una gran guerra en todo el país contra el imperialismo y su guerra económica, sus agresiones, su incesante hostilidad. Tenemos una idea clara de la dimensión histórica de esta lucha, una lucha verdaderamente sin precedentes, y es a esa batalla, a esa lucha sin precedentes a la que llamamos constantemente a los combatientes de la capital.
Sabemos que también en caso de una agresión militar el frente más difícil sería la capital, sin discusión. Eso lo sabemos desde el principio, porque en los planes enemigos lo fundamental era siempre tomar la capital; pero, ¿cómo tomarla? Desde luego, las mejores armas, las más modernas, el mayor número de armas estaban aquí en la capital, aunque las provincias no fueron olvidadas.
Teníamos conciencia, sin embargo, de que la defensa de la capital era la tarea más difícil, donde viven 2 millones de personas que necesitan alimentos, que necesitan agua, que necesitan servicios; cercada, rodeada, sin duda era mucho más difícil de defender que las montañas de Pinar del Río, o la Sierra del Escambray, o la Sierra Maestra, o los campos, o la Ciénaga de Zapata, donde ya se hundieron una vez los mercenarios del imperialismo (APLAUSOS).
Claro, estábamos conscientes de que una invasión a Cuba originaba una guerra que no se terminaría hasta el día en que los invasores recogieran sus bártulos y regresaran a Estados Unidos, porque la lucha sería en todos los rincones del país, en todas partes, incluso en la ciudad ocupada—bueno, en lo que quedara de la ciudad ocupada—, indefinidamente. Esa fue, es y será siempre la más firme y férrea voluntad de la Revolución, y ellos lo saben.
No importan las armas sofisticadas ni las cifras fabulosas que hoy gastan en armas cuando la llamada guerra fría se acabó. Yo le decía a un visitante recientemente, cuando mencionaba el fin de la guerra fría, que la guerra fría todavía no se acabó, porque la guerra fría más bien se concentró aquí en Cuba y contra Cuba; para nosotros no cesó la guerra fría en ningún momento, de modo que la capital tuvo siempre tareas difíciles, misiones difíciles, muy difíciles.
Los revolucionarios de la capital tienen un papel de gran trascendencia en la Revolución. ¿Y qué hicieron cuando la guerra sucia?, porque hubo momentos en que había bandas en toda la isla, en todas las provincias, y en eso, como en otras muchas cosas, no se equivocó la Revolución, no bajó la guardia ni un día, y desde que empezó el primer grupito, organizado por la CIA, empezamos a combatirlo sin tregua.
En otras partes, los revolucionarios no estuvieron conscientes de lo que era la guerra sucia; pero cuando nosotros vimos que a la Revolución le querían aplicar la misma receta que la Revolución aplicó para derrotar al ejército batistiano, adquiriendo en esa lucha una gran experiencia, aplicamos esa experiencia contra la guerra sucia y la decisión de no darle un minuto de tregua al enemigo. En otros lugares, desgraciadamente, no ocurrió así. El imperialismo había comenzado a utilizar un arma que era de los revolucionarios, la lucha irregular, después la aplicaron a otros procesos políticos. La aplicaron, por ejemplo, en Nicaragua, la aplicaron en Angola, la aplicaron en Mozambique, y ese tipo de guerra fue realmente un instrumento de la Revolución y de la lucha anticolonial frente al poderío de los ejércitos con armas sofisticadas que defendían los intereses del imperio.
¿Qué misiones cumplieron los trabajadores de la capital, el pueblo de la capital, los estudiantes de la capital? Cuando en el Escambray las bandas habían adquirido determinada fuerza y eran más de 1 000 hombres armados, la Ciudad de La Habana envió 40 000 milicianos, ¡cuarenta mil milicianos! (APLAUSOS.) Ahí está esa hermosa página de la historia.
Cuando la invasión mercenaria de Girón, un torrente de batallones y de combatientes de la capital partieron, a toda velocidad y en número suficiente, para liquidar, junto a otras fuerzas, desde luego, en menos de 72 horas, a los mercenarios, sin darles tiempo a establecer una cabeza de playa, a traer un gobierno que solicitara la intervención de la OEA que era, por supuesto, la de Estados Unidos; no les dieron chance ni de respirar, y fueron fundamentalmente los batallones de la capital. Y los que quedaron aquí eran tantos, que defendían también el oeste de la provincia, Mariel y Cabañas, todos esos lugares, y la costa norte hacia el oeste y hacia el este.
Hay que ver la cantidad de combatientes que se incorporaron a las milicias. Valdría la pena recordar las decenas de miles de habaneros que para probarse físicamente realizaron la caminata de los 62 kilómetros, que fue realmente la prueba física que se establecía para los aspirantes a milicianos de la capital.
Cuando la Crisis de Octubre, aquí en la capital estaban los puestos de mando, y aquí en la capital, cientos de miles de combatientes, con una impresionante serenidad, marcharon a sus puestos de combate para defender la patria y la Revolución.
Pero no solo en el terreno militar, sino también cuando se acabaron los macheteros en otras partes. Cuando Camagüey, que antes de la Revolución hacía la zafra con trabajadores inmigrantes de otras provincias, que se acabaron, porque un gran número de aquellos cortadores de caña que se dedicaban a la dura tarea de la zafra, buscaron empleos permanentes que surgieron después del triunfo en otras muchas actividades, decenas de miles, decenas de miles de cortadores de caña de la capital, trabajadores de nuestras fábricas y de otros centros de producción y servicios, marchaban para realizar zafras completas a Camagüey y a otros lugares donde había que cortar caña.
Recuerdo a los estudiantes preuniversitarios de la Habana cortando caña en Matanzas y en otras provincias fuera de la ciudad, los estudiantes preuniversitarios.
¡Ah!, se podría sumar el número de jóvenes que intervinieron en la Campaña de Alfabetización, procedentes de la capital; el número de estudiantes que se incorporaron a las unidades de defensa antiaérea y a las primeras bases coheteriles que tuvo el país, que abandonaron carreras universitarias y abandonaron institutos preuniversitarios para incorporarse, porque tenían el nivel suficiente o el nivel requerido para asimilar el empleo de esas armas; o cuando hacían falta estudiantes para profesores de secundaria, cuando aquellas escuelas se multiplicaron.
También recuerdo que las primeras escuelas secundarias y preuniversitarias en el campo se construyeron en la provincia de La Habana, y fueron nutridas por adolescentes y jóvenes de la capital.
Son muchas las hazañas que los revolucionarios de la Ciudad de La Habana han realizado en todo este proceso revolucionario; pero fueron también, y ya en pleno período especial, los ciudadanos de esta ciudad los que les dieron una respuesta contundente e inolvidable a los elementos antisociales que trataron de crear perturbaciones en la ciudad en pleno período especial. En cuestión de minutos, cuando se movilizaron los patriotas de esta ciudad (APLAUSOS), se acabó el desorden.
Es también imposible olvidar a esta capital de las grandes conmemoraciones revolucionarias desde los primeros años.
Imposible olvidar a esta ciudad de la Primera y Segunda Declaración de La Habana.
Imposible olvidar a esta ciudad que se reunió para condenar el repugnante crimen de Barbados (APLAUSOS). A esta ciudad que en interminables colas, durante tres días, rindió tributo y despidió al Che hace unas cuantas semanas.
Imposible olvidar a esta ciudad de los primeros de mayo, de las marchas del pueblo combatiente.
Imposible olvidar a esta ciudad que recibió a tantos huéspedes ilustres durante muchos años, hasta que descubrimos que resultaba ya imposible movilizarse con cada uno del creciente número de visitantes que llegaba al país.
Son muchos los méritos de esta capital, y por eso siempre hemos confiado tanto en esta capital (APLAUSOS).
Fue la capital que como un solo hombre, en cuestión de minutos, cumplió las instrucciones que desde la ciudad de Palma Soriano se enviaron para paralizar el país. La capital cuyos trabajadores pusieron las estaciones de radio y televisión en sintonía con Radio Rebelde, el Primero de Enero de 1959, para que no se escuchara más que una sola planta en esos momentos críticos y decisivos.
Aquí, en los primeros años de la Revolución, cada vez que venía una amenaza de invasión —y no eran imaginarias, como lo han demostrado después los documentos del Pentágono recién publicados en Estados Unidos— nos dividíamos el país: Raúl para Oriente, Almeida para Las Villas, el Che para Pinar del Río y yo me tomaba el privilegio de quedarme aquí en la capital (APLAUSOS PROLONGADOS).
Siempre, en todas las crisis, si el enemigo trataba de tomar esta ciudad prioritariamente, pensando que todo se acababa después, nosotros sabíamos que allí donde estaba el Che no se acabaría la guerra nunca; que allí donde estaba Almeida, en el centro —y los menciono a ellos como símbolo, pero era actitud de todos los demás—, allí no se acabaría la guerra; y que en las provincias orientales donde estaba Raúl, no se acabaría la guerra nunca, ¡nunca se acabaría la resistencia! Esas fueron las concepciones y son las concepciones.
Me veo obligado también a recordar que cuando llegaron noticias de perturbaciones por algunas zonas de la ciudad dijimos: "Que no se use un arma, que no se haga un solo disparo. Vamos allá donde están los disturbios." ¿En quién confiaba? Lazo, siempre tuve confianza en todos los barrios, en todos los municipios, desde La Lisa hasta Guanabacoa, Cayo Hueso. Si yo una vez cuando empezaba en actividades políticas, ¿tú sabes acaso que era delegado por Cayo Hueso? (APLAUSOS.) ¿Sabes que hice campaña allí? Pero aquello era individual; realmente me tuve que autonominar (RISAS), tuve que escoger un lugar, y sé lo que son esas luchas individuales. Escogí ese barrio y me trataron bien, muy bien, me eligieron delegado, fui el número uno. Mira tú lo que son las vanidades de la política en aquella guerra individual.
¿Sabes, Lazo, que yo tenía la dirección de 80 000 afiliados del Partido Ortodoxo en la actual provincia de La Habana y de la capital?, 80 000 afiliados que eran espontáneos en su inmensa mayoría, y busqué en los registros las 80 000 direcciones, tenía un grupo de amigos que me ayudaban en ese trabajo. Alguna vez les escribí a los 80 000; claro que no podía hacer 80 000 cartas, no me alcanzaban ni 100 manos, pero escribía una y las imprimía litográficamente, el problema era escribir las direcciones en cada sobre. Las veces que fui a La Habana Vieja, donde estaba el correo, a llevar paquetes enormes de cartas. El trabajo que pasé para conseguir sobre y papel, fiado, incluso.
La verdad es que los recursos con que yo contaba eran las deudas: desde el bodeguero, el carnicero y el dueño del apartamento, hasta el carro, que más de una vez he contado que me lo recogieron por falta de los pagos que debía hacer cada mes. Había sido comprado a plazos. Andaba defendiendo causas que no producían dinero; pero, bueno, son anécdotas.
Quiero decir que trabajé. Aquellos eran unos electores espontáneos, no estaban controlados por las maquinarias; eran muy espontáneos, no tenían la conciencia que tienen hoy nuestros ciudadanos, nuestros militantes, pero era gente que estaba contra la corrupción, el robo, los abusos, la miseria, las desigualdades. Les escribía.
Descubrí que en el Partido Ortodoxo, en Prado 109, había una maquinita que le llamaban el adesógrafo, muy artesanal, donde estaban las direcciones de todos los que contribuían con algo. Cuando descubro aquello, dije: Estos que contribuyen deben ser los más entusiastas. Y tenían allí las direcciones.
Yo tenía en aquella oficina algunos amigos. Eran entre 8 000 y 10 000 los contribuyentes. Eso era más fácil, porque el adesógrafo tenía las direcciones e imprimía las direcciones, yo no tenía que conseguir más que el sobre y el mensaje, y sistemáticamente estaba en comunicación con los que contribuían, y no era para pedirles dinero, ni mucho menos, sino para que escucharan algún programa radial especial en fechas históricas o participaran en alguna otra actividad importante.
¿Mencioné sello? Me preguntarán de dónde sacaba los sellos. No tenía dinero para sellos; pero hice otro descubrimiento: la fracción parlamentaria de ese Partido tenía un cuño, que era una especie de prerrogativa —no sé cómo le llamaría Alarcón— que tenían los parlamentarios, franquicia postal. Descubrí la franquicia postal, y esas 80 000 cartas, y las que me faltaban todavía antes del 10 de marzo...
Yo estaba ya en una lucha, y no crean ustedes que era simplemente política, era absolutamente revolucionaria, y estaba utilizando los caminos que estaban a mi alcance. Tenía muy claras las ideas, y ya las ideas que tenía no se diferenciaban mucho de las que tengo hoy, salvo que hoy tengo un poquito más de experiencia. Con la franquicia postal de la fracción parlamentaria lo único que había era que acuñar. No es que yo fabricara un cuño, ¿no?, utilizaba el de ellos, me lo prestaban. Los entusiastas en la contienda no eran tantos, o sí, había muchos entusiastas, pero no habían hecho los descubrimientos que a mí no me quedaba más remedio que hacer. Y te aseguro que no tenía ni un centavo, realmente.
Hasta 15 minutos de radio tenía en una estación que se oía en toda la provincia. Ya al final había un periódico que me publicaba algunos artículos, algunas denuncias, y las publicaba en primera plana con cintillos; pero no por simple amistad, sino por los datos que busqué en los registros de propiedad y otras fuentes de información, dondequiera.
Y, para completar la idea, fue a raíz de aquella situación en que Chibás se suicida porque no puede demostrar que un ministro del gobierno tenía unas fincas en Guatemala. Me puse a buscar y encontré decenas y decenas de fincas, aquí en Cuba, adquiridas por los jerarcas del gobierno con el dinero de la república, no había que ir a Guatemala: cuándo las compraron, cómo las compraron, qué extensiones tenían. Y las de Prío: La Chata, La Altura y El Rocío, las tenía visitadas, a pesar de que andaban guarniciones por allí, retratadas por tierra y hasta por aire. Sí, me conseguí una camarita de esas de película, y por el Wajay había un campito de aviación en que por cinco pesos contratabas un avión por unos minutos, avioncitos de esos como de fumigación, y por aire a las fincas esas, incluso, les tomé películas; a los soldados trabajando en las fincas, indagué bien los negocios que hicieron, cómo las compraron. Entonces, los elementos de juicio y pruebas eran tales que resultaban irrebatibles.
Cuando iba a hacer el quinto artículo de esos, ocurre el golpe de Estado del 10 de marzo, y trataba sobre los negocios multimillonarios que estaban haciendo con lo que hoy es la Plaza de la Revolución y todas las edificaciones que la rodean.
Después, los que estaban en el gobierno, al producirse el golpe del 10 de marzo, trataban de culparme, y me culpaban, del golpe de Estado. Así que yo estaba en conflicto con los que dieron el golpe de Estado y con los que estaban en el gobierno cuando dieron el golpe de Estado. Pero, realmente, las denuncias eran fuertes, eran demoledoras y eran irrebatibles.
Tuve que participar en esa lucha, tengo la experiencia, y la lucha era de cada uno contra cada uno. Los candidatos a diputados tenían que luchar uno contra el otro para repartirse los votos; no ya entre los partidos, sino dentro de cada partido.
Pero ustedes no me lo creerán, yo inventé una especie de voto unido. ¿Cómo? Ah, yo iba a los mítines de los demás candidatos de aquel partido, a hablar de sus cualidades, de sus virtudes. Me invitaban a los mítines; yo iba, hablaba. Tenía, naturalmente, que luchar por los votos individuales; pero en la práctica, en las relaciones con los demás, iba a sus mítines, como invitado, a hablar allí sobre ellos. Es que me chocaba aquel tipo de lucha individual.
Ahora, sé lo que valía dirigirse a la gente. Lo pude comprobar en esas elecciones, en las que se dieron, en las primarias, como las llamaban. Es que el ciudadano se siente considerado, se siente agradecido de que alguien piense en él, de que alguien le envíe una carta, de que alguien lo distinga, de que alguien sepa que existe, y lo tome en cuenta.
Estábamos muy lejos de todo esto que tenemos hoy, y se trataba de una competencia absolutamente individual por los votos. Yo tuve que idear las técnicas en aquellas condiciones, porque necesitaba reunir fuerza, y pude utilizar medios de comunicación que en condiciones muy difíciles pude alcanzar. En aquella época el periódico "Alerta" era el que más se vendía, los lunes había edición especial, su dueño y director, polemista brillante, se hizo amigo, apreció el trabajo y los artículos de que yo hablo, los escritos, las denuncias, fue en ese periódico donde se publicaban; un medio que tenía un impacto tremendo; el modesto programa de radio tenía impacto, las cartas tenían impacto.
Recuerdo algo —Sáez debe conocer ese lugar— que fue en Río Blanco, había un mitin, llegué como a la 1:00 de la mañana, llegué tarde, porque iba casi a tantos mítines como a los que tú vas —hablo de Lazo—: terminaba con uno, a toda velocidad, iba para el otro y para el otro; pero a aquel llegué tarde, a la 1:00 de la mañana, tuve sin embargo una buena prueba del efecto que hacía el comunicarse con la gente y combinar las ideas, las denuncias, las cosas justas con esa comunicación. Se levantaron los vecinos que estaban acostados ya, y dimos el mitin a la 1:00 de la mañana. Ha pasado algún tiempito desde entonces, pero puede haber alguien todavía que recuerde algunos de esos episodios.
Créanme que no estoy tratando de hacer una autobiografía aquí, ni mucho menos, estoy recordando simplemente algunas cosas que vienen como anillo al dedo, en realidad, al estilo de trabajo que estamos recomendando a los compañeros.
También, bueno, la confianza en el pueblo. Un individuo lo podía hacer, acaso uno. Ya realmente grandes terratenientes en Oriente, en Camagüey, en Las Villas, en Pinar del Río, se habían apoderado de la dirección de ese Partido, ¿saben?, grandes terratenientes, gente muy rica.
Entonces yo decía que pensaba casi casi, puedo decir que pensaba como hoy. En dos palabras, ya me había graduado de abogado y ya conocía, y principalmente había asimilado las ideas marxista-leninistas que tanto me ayudaron a lo largo de toda la vida, desde que tuve verdaderamente una conciencia revolucionaria; porque fueron las ideas del marxismo-leninismo las que me hicieron realmente revolucionario. Primero fui una especie de comunista utópico.
Yo soy uno de los que vinimos de Oriente (RISAS) antes de la Revolución, y me instalé en La Habana, y en La Habana la gente era más libre del control de las maquinarias políticas.
La provincia, tu provincia, Sáez, la parte tuya que entonces era el interior de la provincia de La Habana, estaba más controlada por la maquinaria. Había un platanero por la zona de Alquízar y Güira de Melena —Benito Remedio creo que se llamaba; pregunten por ahí, alguno debe conocer—, ese controlaba todos los votos.
Existían las maquinarias políticas —de eso no se habla, Alarcón—; no era solo dinero, había todo un sistema de maquinarias políticas que disponían del control de los votos por todos los mecanismos posibles: favores que hacían, promesas por si un día necesitaban algo, compadrazgos, el control de los bienes y empleos. Esas maquinarias controlaban los votos. La ciudad de La Habana estaba un poco más libre del control de las maquinarias, había más electores espontáneos.
Yo escogí un lugar para iniciar las actividades que no eran políticas, porque todo aquello —repito— estaba encuadrado dentro de una concepción revolucionaria —para otro momento u otra circunstancia podría explicar cuáles eran las ideas—; pero baste decir que todo lo que estaba en el programa del Moncada eran las cosas en que yo pensaba, a partir de una concepción socialista, aunque el programa del Moncada no era ni podía ser todavía un programa socialista. Tendría que ser el tiempo el que lo determinara —de esos temas he hablado con algunos periodistas, con alguna gente que ha escrito—; la Revolución es un proceso y tiene etapas. Quizás el único mérito haya sido el haber adaptado la acción, los planes a las realidades en que estábamos viviendo, porque nos encontrábamos en plena guerra fría, y en un país neocolonizado al lado de Estados Unidos; por andar hablando de Marx y de Engels, un poco por el hábito de estar explicando esas ideas, me hacían ya una campaña de comunista dentro de las filas del Partido donde me inicié en la vida política cuando comencé a estudiar en la Universidad.
Ahí está Montané. Yo fui a la escuela "Ñico López" de Montané (APLAUSOS) —él si quiere me puede desmentir—, y de Abel, y de unos cuantos compañeros más del 26 de Julio.
Los dirigentes del 26 de Julio tenían ideas marxista-leninistas; pero como creíamos entender los problemas de la sociedad y las leyes de la sociedad, estábamos conscientes de que no era el momento ni la hora de construir el socialismo en Cuba, aunque sí muy importantes reformas sociales, que serían el preámbulo del socialismo; porque sí digo que no nos habríamos contentado jamás con algo que fuera menos que el socialismo (APLAUSOS), ni nos podían persuadir otras ideas que no fueran las ideas del marxismo-leninismo. Y como pensaba entonces, realmente me siento orgulloso de pensar hoy, exactamente igual, en este minuto, en este segundo (APLAUSOS).
He contado todo esto —ustedes nunca me han escuchado hacer estas historias— porque tenía necesidad de trasmitirles mis relaciones con esta ciudad y mi confianza en esta ciudad (APLAUSOS). Y advierto, por si alguien no lo sabe, que no soy candidato por esta ciudad, porque tengo otra ciudad con la cual mi vida, casi desde que tenía la edad de eso que llaman uso de razón, está vinculada, y esa ciudad es Santiago de Cuba (APLAUSOS). Son hermanas gemelas en mis recuerdos, en mis cariños y mi respeto, en distintas etapas de mi vida (APLAUSOS).
Ahora estamos en un período duro y difícil de la historia de la Revolución y de nuestro país, pero un período glorioso y heroico que vale la pena vivirse; en una batalla donde, repito, ustedes están en la trinchera más difícil y más dura.
¿Y qué queremos de los revolucionarios de la capital y de todo el país? Que se consagren a esta batalla en cuerpo y alma, hasta el día de año nuevo, no quiere decir que estén allí molestando a los vecinos, me imagino que si alguien está en ese momento cenando el pedacito de carne de cerdo que compró en la feria, un poquito más barato, no lo vayan a molestar a esa hora; pero allí donde estén ese día, hay que estar en la batalla política que estamos librando, el 30 y el 31, y el 1 y el 2, y el sábado y el domingo, dondequiera que estemos.
Puede ser contraproducente organizar alguna actividad en determinados días que la gente desea disfrutar, hay que tomar en cuenta eso. Bien, pero los cuadros tienen que dedicarse sin tregua a esa batalla, aunque estén donde estén el día 31 a medianoche, o el día 1, el día 2. No molestar a la gente, pero no debe cesar el trabajo. Y los medios de divulgación, con sus escasos recursos, no pueden olvidar ni un minuto esta batalla, es muy importante.
Lazo preguntaba a un compañero si se había olvidado de algo, no recuerdo ahora exactamente qué era, pero le reprochaba: "Te olvidaste de algo", que no había hablado de las elecciones.
(DEL PUBLICO LE DICEN: "Del Congreso")
Si fue Lazo realmente el que se olvidó del Congreso en sus palabras iniciales, es bueno por lo que voy a decir, porque me sirve de excusa para señalar que hoy en nuestra prensa observé un olvido, en "Trabajadores"; ya van dos veces que tengo que mencionar a "Trabajadores", y realmente me gusta el periódico y lo leo, precisamente lo critico a veces porque lo leo.
Por ejemplo, hoy leí un artículo interesante, se escribió una crítica sobre pipas de cerveza. Realmente, eso tendrán que analizarlo los que están al frente de esas actividades, con la buena intención de recaudar fondos y todo, pero me recordaron un poco las famosas pilotos, que fueron tan criticadas que dio lugar a la desaparición de las pilotos. Estamos averiguando, porque la crítica expresaba preocupaciones fundadas, serias, que a cualquier hora, en horas de trabajo, y el periodista preguntaba si esa era la lección que iban a recibir los niños que pasaban por un parque y se encontraban la pipa.
En verdad estamos a favor de que se incremente la producción de cerveza y se distribuya en los lugares adecuados; pero tenemos que vigilar mucho todas esas cosas, para que en la batalla contra un mal no vayamos a engendrar otros males.
Señalo que leí con mucha atención el artículo, me gustó, pero también el editorial, que está bien hecho: habla de lo que se hizo en el año, de lo que hay que hacer el año próximo, habla con optimismo. Y tal vez porque estén pensando en dedicar otro editorial al tema el próximo lunes, busco las elecciones y no aparecen las elecciones en el editorial. Claro, muchos de ustedes no lo han visto porque no alcanzan los periódicos, no mencionaba las elecciones y estamos en pleno proceso para los primeros días de enero.
No voy a decir que el día 31, a las 12:00 de la noche, pongan un anuncio sobre las elecciones. El buen publicista, el buen trasmisor de mensajes tiene que saber escoger el momento para hacerlo; incluso, los que trazan la estrategia deben saber con qué programas chocan. No hay que poner las elecciones a chocar, digamos, con un buen episodio o un buen programa de esos que todo el mundo está esperando la hora para verlo. No hay que disgustar a nadie, hay que saber escoger el momento, pero lo que no se puede olvidar es un solo momento.
Hay que trabajar con los medios masivos de aquí a las elecciones, en el momento oportuno; no enviar ningún tipo de mensaje esquemático, sino razonar, razonar y razonar, persuadir y persuadir a nuestros compatriotas.
Por eso, Lazo, si tú te olvidaste del congreso, podemos excusar al redactor del editorial de que se haya olvidado de las elecciones (RISAS Y APLAUSOS), con una diferencia: el congreso pasó y las elecciones están por delante.
Bien, mi propósito era hablar de las elecciones, pero no tengan temor, voy a hablar el mínimo. Es que no hace falta, quiero decir, no hace falta que yo argumente mucho ahora; más bien quiero hacer algunas recomendaciones, más que hacer una larga explicación sobre lo que son nuestras elecciones y la importancia que tienen. Eso sí lo digo y lo afirmo: es necesario que estas elecciones sean superiores a cualquier otra; es necesario que estas elecciones demuestren lo que es la Revolución y la fuerza de la Revolución; es necesario que estas elecciones, aunque traten de ignorarlas nuestros enemigos, constituyan un mensaje al mundo y a las ilusiones de imperialistas y reaccionarios que podrían un día aplastar esta Revolución, de que podrían un día liquidarla, o que podrían ganar la batalla ideológica contra la Revolución, o que vamos a cambiar nuestra línea y principios revolucionarios, como otras veces soñaron aplastarla con bandas contrarrevolucionarias, sabotajes, crímenes, invasiones mercenarias, amenazas de guerras nucleares, planes de asesinatos de todo tipo, plagas, guerra económica, leyes y más leyes, etcétera.
Hay que demostrarles que se equivocan, como se equivocaron cuando imaginaron que el socialismo se derrumbaría en Cuba. Hay que trasmitirles claramente la idea de que los revolucionarios no son de merengue. Hay que demostrarles que son de acero (APLAUSOS), y que ese acero, ese verdadero acero del cual está hecho el temple de un revolucionario, es más duro mientras más grande es el desafío, mientras más grande es la prueba, mientras más difíciles son las circunstancias.
Por eso hay tres cosas: estas elecciones tienen una enorme trascendencia, después de cinco años en pleno período especial, después de los casi cinco años transcurridos entre 1993 y el 11 de enero de 1998.
Es muy importante por encima de todo que vean la participación y la actitud del pueblo. Por eso hay que hacerles ver a los compatriotas esa importancia y, por lo tanto, tenemos que estar conscientes de eso y actuar en consecuencia.
Hay que hacer que el máximo de ciudadanos participe en las elecciones que, como ustedes saben, es un acto absolutamente voluntario, nadie está obligado; no existen leyes que sancionen en ningún sentido, ni con multa de un centavo, el hecho de no votar. El país ha adquirido la moral y el prestigio de ser posiblemente el lugar del mundo donde de manera voluntaria, realmente voluntaria y libre, participa el mayor porcentaje de ciudadanos.
Hay que trabajar intensamente para que el número de votos en blanco sea menor; para que el número de boletas anuladas por tachaduras, por lo que sea, o por consignas, en contra o a favor de la Revolución, porque hay algunos que en un exceso de entusiasmo lo hacen, sean mínimas, y hay que lograr que el voto unido sea el máximo posible de los votos emitidos por la Revolución y por la patria.
Cuando escuchaba hablar del voto unido en las otras reuniones, señalé que lo más importante, lo número uno, es la participación, persuadir a los ciudadanos de que voten; eso es lo número uno, y después persuadirlos de la conveniencia del voto unido.
Ahora, independientemente de lo que se haga en las urnas, aparte de la importancia que tienen las elecciones, idea que hay que trasmitir a nuestros compatriotas, hay que demostrarles, hay que argumentarles, apoyándose esencialmente en la idea de que nuestras elecciones y de que nuestro sistema electoral es el más democrático que exista hoy en cualquier lugar del mundo (APLAUSOS), que no hay nada parecido. Ningún otro país socialista hizo lo que hicimos nosotros en materia de proceso electoral. Aquí se ha hablado de eso y hay muchos argumentos.
Una de las cosas que más me emocionan de nuestro sistema electoral es que un humilde ciudadano de cualquier lugar del país puede ser diputado a la Asamblea Nacional, independientemente de la importancia que tienen las asambleas provinciales; pero diputado a la Asamblea Nacional significa ser miembro del órgano supremo del Estado, en un país de dirección política y estatal colegiada.
Existen muchos parlamentos en el mundo, y tenemos muchas relaciones con los parlamentos y conocemos muy buenos y excelentes parlamentarios, y se han abierto paso de una forma o de otra en medio de los sistemas. Hasta en el propio Estados Unidos hay representantes demócratas que son incesantes críticos de la política de Estados Unidos hacia Cuba, están contra el bloqueo, contra la Helms-Burton, y no solo del Partido Demócrata, sino del Partido Republicano también, allí donde tanto lobby hizo la mafia anexionista de Miami y tantos millones han invertido.
Desde luego, en ese país solo excepcionalmente un hombre puede llegar al Parlamento sin grandes recursos, o con los recursos que les puedan dar los amigos, gente modesta; pero los grandes caudales de miles de millones que se gastan en esas elecciones es dinero de las grandes empresas, de los grandes negocios, es dinero de la gente rica. Y si no tienen esos recursos no pueden salir electos ni senadores, ni representantes, ni para cargos de gobernadores u otros poderes ejecutivos; quiero decir gobernadores, o alcaldes, o presidentes, o vicepresidentes. Los escándalos detrás de cada elección sobre la recaudación y uso de los fondos electorales duran cuatro años, hasta que viene la otra elección, y son cada vez más grandes, en el caso de Estados Unidos.
Ocurre, como regla, en muchos lugares del mundo, en gran parte del mundo, la demagogia, la politiquería, las maquinarias políticas. Son las que deciden todo: postulación y elección.
Las recetas políticas y económicas que le han aplicado al Tercer Mundo, incluso al Africa, en países que fueron colonias hasta muy recientemente y que tienen muchos problemas derivados de la conquista, esclavización y explotación durante siglos, y a veces incluso dificultades de tipo étnico, tribal, han tenido consecuencias desastrosas para muchos de ellos. Hay decenas y decenas de países con guerras y conflictos de todo tipo que nosotros no hemos conocido.
No quiero argumentar, después les explico por qué; pero hay un enorme arsenal de argumentos en la comparación entre aquellos sistemas y el nuestro.
El hecho de que la mitad, aproximadamente, de la Asamblea Nacional sean delegados de base, es conmovedor.
El hecho de que un trabajador abnegado, cumplidor, heroico en el cumplimiento del deber, aunque no tenga un centavo, mediante nuestro sistema electoral pueda ser diputado a la Asamblea Nacional y pueda ir en una comisión a cualquier Parlamento del mundo, a cualquier país del mundo, con orgullo y con la frente alta, es conmovedor.
El hecho de que un científico, aunque no lo conozcan o no sepan de sus proezas, o de que un joven estudiante universitario de 20, 22 ó 23 años puedan ser diputados a la Asamblea Nacional es algo realmente conmovedor. Y uno se puede preguntar: ¿Dónde más? ¿Dónde?
El hecho de que un joven de la FEEM, de 18 ó 19 años, pueda ser diputado a la Asamblea Nacional es conmovedor; el hecho de que un cuadro sindical, un combatiente del MINFAR o del MININT, un miembro de las organizaciones de masa sea diputado a la Asamblea Nacional, aunque no tenga un centavo, es realmente conmovedor; pero el hecho de que ninguno de los 601 diputados que se van a elegir necesite un centavo es conmovedor; el hecho de que nadie en absoluto se autopostule, como tuve que hacer yo, en las condiciones que expliqué, es realmente conmovedor.
El hecho de que unas elecciones no sean una guerra de todos contra todos es conmovedor.
El hecho de que unas elecciones unan al país en vez de dividirlo es conmovedor.
El hecho de que todo el mundo vaya a hacer la campaña junto a los otros candidatos es conmovedor; que no haya ni politiquería, ni demagogia, ni compra de votos, ni publicidad al estilo con que se impulsan las ventas de una marca de cigarro, o de bebida, o de refresco, o cualquier otro producto, es realmente una excepción conmovedora en el mundo.
El hecho de que el mérito sea la base exclusiva para alcanzar esos honores y ese rango político es algo que conmueve. Se pueden enumerar muchas cosas.
El hecho de que se pueda ser pobre, de origen modesto, negro y diputado es conmovedor; y quien dice negro, dice mulato, dice amarillo, dice indio, a los que les queda un poquito de la poca sangre india que dejaron los conquistadores en esta tierra.
El hecho de que ser diputado no sea privilegio de ricos, de aristócratas, o de blancos, como sucede en una gran parte del mundo occidental, es conmovedor, y el hecho de que se pueda ser mujer y madre y diputada es conmovedor.
En dos palabras: el hecho de que haya real igualdad, reales derechos para todos, sin excepción, y que incluye creyentes que compartan las ideas de justicia social, las ideas de la igualdad, de la independencia, eso también es conmovedor.
No está discriminado nadie; están discriminadas la injusticia, la desigualdad, la politiquería, las ambiciones personales, las vanidades, la demagogia. Todos esos vicios tan comunes en el mundo capitalista, esos no tienen espacio en nuestra sociedad, ni en nuestro sistema, están discriminados.
El divisionismo no tiene ni debe tener nunca el menor chance en esta Cuba revolucionaria y heroica de hoy, de mañana y de siempre (APLAUSOS).
Un pueblo unido es hoy una excepción en el mundo. Una fuerza de revolucionarios y de patriotas unidos es hoy una excepción en el mundo. Una fuerza constituida por lo mejor del país, no solo como parte del Partido, sino como parte de las organizaciones de masa y de la Asociación de Combatientes Revolucionarios, ese hecho es realmente único en el mundo.
Lo que liquidó a las revoluciones fue la división, lo que impidió la victoria de nuestros patriotas en 1868 fue la división, esa división que con tanta clarividencia vio Martí, y luchó para preverla y evitarla después; fue la división impuesta por los intervencionistas del entonces naciente imperio lo que nos hizo neocolonia.
Fue la unión la que nos hizo triunfar, fue la unión la que nos dio capacidad de vencer, fue la unión la que nos dio fuerzas para resistir exitosamente al más poderoso imperio que haya existido jamás. Y lo repito, para resistir al más poderoso imperio que haya existido jamás. ¡Y aquí está la Revolución, y aquí seguirá estando la Revolución!
¿Y qué fue lo que hizo un terrible daño al movimiento comunista internacional, algo que vimos casi desde el triunfo de esta Revolución? La división entre las dos grandes potencias socialistas: URSS y China.
¿Qué liquidó a la URSS? La división.
Una encuesta reciente publicada por la prensa internacional señalaba que un 61% de los rusos sentían nostalgia por la URSS y deseaban la existencia de la URSS.
Hay cosas que cuesta mucho trabajo construir y mucho tiempo construir. Fue destruido aquel Estado enorme, con tantos, casi infinitos recursos naturales, científicos, técnicos; desapareció. Hoy decenas de millones pueden lamentarse, pero el daño está hecho.
¿Qué retrasó la revolución en este hemisferio? La división. Sí, la división de los partidos comunistas, que se dividieron en fragmentos y más fragmentos.
Pudo ser otro el curso de la historia en estos años, y digo en estos años porque el curso de la historia no lo puede detener nadie; se puede adelantar o se puede retrasar, pero el curso de la historia es inexorable.
No diré mucho más sobre ese tema, acerca de la historia. Tengo la más profunda convicción de que al final desaparecerá el imperialismo y desaparecerá el capitalismo. De eso estamos tan seguros como de que estamos aquí. Variarán las formas, variarán los caminos, pero desaparecerán como desaparecieron los sistemas esclavistas de la antigüedad, el sistema feudal de la Edad Media, las monarquías absolutas. Y ese imperio superpoderoso un día dejará de serlo, como resultado de sus propias contradicciones y de las propias leyes que rigen su sistema, como desapareció Roma.
Pero no hay que ir tan lejos, desaparecerá como desapareció tan recientemente el Imperio Británico. Estaba yo en la primaria —y no hace tanto tiempo, se lo aseguro (RISAS), a mí por lo menos me parece que fue ayer, cuando estaba estudiando geografía, historia—, en quinto grado, en sexto grado, y veía los mapas. Las colonias británicas estaban pintadas de rojo en el mapa, usted tenía un mapa y dondequiera veía rojo: Canadá, rojo; Australia, rojo; Nueva Zelandia, rojo; Africa, casi todo rojo; el Medio Oriente, rojo; la India, rojo. Después venían las colonias francesas que tenían otros colores. Me acuerdo, como si fuera ahora, de aquellos mapas. Bélgica tenía unos colorcitos en Zaire, que es mucho más grande que Bélgica; Portugal que es un país creo que hasta con menos superficie que Cuba, tenía millones de kilómetros cuadrados en Africa. En unas cuantas decenas de años desapareció el Imperio Británico.
La escuadra británica era la reina de los mares, protegió a ese país de la invasión nazi, una muralla que no pudieron atravesar los nazis, y reinó sobre el mundo cuando Estados Unidos no tenía el peso que tiene ahora. Estados Unidos reinaba en Centroamérica, en el Caribe, en América Latina, no era la potencia mundial que es hoy. El Imperio Británico en qué breve período histórico realmente desaparece; resultado de qué, de las leyes de la historia, de las contradicciones del sistema capitalista, del desarrollo desigual, de las guerras que tal sistema desarrolló por el reparto del mundo. Otro conjunto de factores históricos viabilizan una posibilidad u otra; del surgimiento de un imperio a partir del capitalismo, los recursos naturales, la extensión de un país, la geografía influye también. En el caso de Estados Unidos en este hemisferio, se hizo dueño de todo, frente a una América Latina dividida.
¿Qué fue lo que colocó, podríamos decir, a la zaga histórica a los pueblos de América Latina, que llegaban desde la Patagonia hasta la frontera de Canadá? Eran dueños del territorio de California, Texas, Nuevo México, todos esos lugares. ¿Qué los hizo débiles? La división, la balcanización. Y vean la diferencia entre el poder de pequeños países de América Latina, poder económico, político, y el poder del Norte. Aquellos hicieron una guerra cruenta cuando las primeras colonias estuvieron a punto de dividirse, fue la famosa Guerra de Secesión en los años sesenta y tantos del siglo pasado.
Lo otro es historia conocida: invasión del oeste, ocupación, exterminio de la población indígena, ocupación de más de la mitad de México, ocupación de Puerto Rico, intervención en todas partes, Haití, Santo Domingo, Centroamérica, la dinastía de los Somoza en Nicaragua, la satrapía de Trujillo en Santo Domingo. Son historias muy recientes todas, y América Latina impotente.
Bolívar soñó con la unidad, pero para aquella época era realmente una gran visión, un gran sueño, no existían comunicaciones, no existía prácticamente nada que facilitase la unión. Hoy la unión de América Latina es una necesidad vital, por eso surge el MERCOSUR, y por eso los del Norte tratan de dificultar la integración de América Latina. Y hay contradicciones, pero ya para los pueblos de América Latina no es simplemente un gran sueño, un ideal; hoy es una cuestión vital, no pueden sobrevivir en este mundo si no se unen.
Todos estos pueblos pequeños divididos son presa fácil del imperio. Si además de ser pueblos pequeños divididos entre sí, son pueblos divididos dentro de sí, no hace falta más: 5 partidos, 10 partidos, 15 partidos, fragmentados de cualquier forma, presa fácil es lo que son, presa fácil.
Europa guerreó durante siglos, hablan idiomas diferentes, tienen religiones diferentes; sin embargo, la necesidad de sobrevivir los obliga a unirse, y después de la Segunda Guerra Mundial luchan por unirse; después competirán con su aliado principal, Estados Unidos, ya están compitiendo. Al antiguo campo socialista lo desbarataron, lo fragmentaron en mil pedazos. Enormes recursos naturales, como el fabuloso yacimiento de petróleo del Caspio, están cayendo en manos de las empresas norteamericanas. Surge China como una gran fuerza; se debate Japón, segunda potencia económica mundial hoy, en problemas económicos tremendos.
Señalo esto nada más para decir que no tiene ningún porvenir el imperialismo ni el capitalismo, y hoy están desconcertados, en este momento, desesperados. Hay que leer sus artículos, sus noticias, y cómo ahora sí sacan a relucir problemas que antes no mencionaban. Presentaban como modelo el sistema que habían impuesto esos países, a los que les facilitaron mercados, recursos, todo, y ahora las economías de esos países se están derrumbando aceleradamente, el sistema no tiene porvenir.
Son convicciones profundas que albergamos. Hoy es el dinero lo que impera, el poder de los monopolios, de los bancos; el fenómeno que explicábamos en la Asamblea Nacional de cómo Estados Unidos estafó al mundo y hoy lo compra con papeles, y por qué. Eso no es sostenible. Ahora será a muerte la lucha económica; quizás no llegue a adquirir la forma de guerra porque hay una potencia dominante en lo militar, pero la guerra económica será creciente y a muerte entre las distintas zonas, entre Europa y Estados Unidos en primer lugar, y después la competencia con japoneses, el sudeste asiático, que vive ahora en tremenda crisis, que puede extenderse a todo el mundo capitalista. Surgirán otras potencias económicas como China; y ojalá puedan los rusos levantarse, aunque fuese bajo un régimen capitalista.
Los rivales potenciales de Estados Unidos expresan que prefieren un mundo multipolar a un mundo unipolar, y es lógico. Los europeos lo comprenden perfectamente y quieren la moneda única, una gran unión de países, para poder competir con el dólar.
Todo eso marcha, realmente, de una forma acelerada. Les he explicado en otras reuniones a los compañeros que estamos viendo pasar el cadáver de los modelos que preconizaban. Todas las recetas que le dieron a la antigua URSS, vean qué terribles resultados han tenido. Pero de los modelos que aplicaron a aquellos países del sudeste asiático a los que ayudaron tremendamente, estamos viendo pasar también sus cadáveres. Y las recetas que querían para nosotros fueron las que suministraron a la URSS y otros países socialistas; eso es lo que querían. Una cosa que ha quedado despejada en este período, de esta legislatura, como diría Alarcón.
Repito, no tenemos la menor duda de que el mundo verá pasar igualmente el cadáver del sistema imperialista y del capitalismo. Y reitero que no será un imperio de miles de años ni de cientos de años, no lo resiste el mundo, ni la atmósfera, ni la tierra, ni los recursos naturales, ni la humanidad, que tiene ya 6 000 millones de habitantes, habiéndose multiplicado por seis en solo un siglo. Las leyes del sistema lo llevarán a la decadencia y a la desaparición como sistema.
Los revolucionarios debemos saber esto, debemos profundizar en esto y debemos comprender esto. Y ese será como un premio al heroísmo, al valor con que nuestro pueblo ha resistido. Y los años pasan.
¿Cuánto tiempo no tardamos en alcanzar la plena independencia? Casi 100 años desde que empezaron en 1868, ¡y cómo hemos tenido que defenderla! ¡Qué lucha tan dura! Pasará el imperialismo, pero las ideas, los valores y los principios que defendemos no pasarán (APLAUSOS). Todo eso se juega en cada lucha política importante, como el esfuerzo del que hablábamos.
Pero yo, como les decía, quiero decir el mínimo de estas cosas para que tengamos una idea general y para sostener el criterio de que el arsenal es enorme a nuestro favor, desde el punto de vista ético, desde el punto de vista humano.
En la reunión de la Sala Avellaneda, Alarcón pronunció un excelente discurso, con argumentos muy interesantes, muy actuales. Yo lo escuché y hoy volví a leerlo. Hice lo posible para que no se quedara sin publicar, a pesar de la escasez de papel, porque me parece un material de gran utilidad.
Yo me ahorro muchos argumentos si con el material de Alarcón, que salió hoy en "Trabajadores", se hace un folletico rápido de esos —no sé cómo le llaman, plegable, ¿no?— y sacan 200 000 ó 300 000 ejemplares y los mandan a toda velocidad a todas las provincias —no como periódico, sino como material de trabajo—, al Partido, a las organizaciones de masa, a los que están trabajando en esta tarea de persuasión.
Este discurso se puede publicar. He usado algunos argumentos, algunas cosas, algunas experiencias realizadas; pero pedí una copia del discurso que pronuncié en la reunión de la CTC el 6 de febrero de 1993, lo revisé hoja por hoja. Aquí está la historia de lo del voto unido y si lo tengo que pronunciar otra vez, ni le pongo ni le quito una coma. Es breve, además, tiene 26 páginas (RISAS). Sí es breve, comparado con otros (RISAS).
Yo hablaba con Balaguer sobre lo del voto unido, y son muchos los argumentos utilizados. Lo planteo como una cosa permanente, porque todo esto de que hablábamos, de lo cual nos sentimos orgullosos de nuestro sistema electoral, toda esa justicia se complementa con el voto unido, que no es una ley, sino una estrategia política. Si no el joven de la FEU no sale, aunque sus méritos sean grandes; tiene que ser conocido, su biografía es muy pequeña.
Muchos de los delegados de la base podrían no salir. Lo que hace realmente justo nuestro sistema es precisamente las posibilidades de que sean electos a la Asamblea Nacional esos compañeros que no son muy conocidos. La posibilidad de que no haya lucha y competencia por los votos, ni búsqueda insana de publicidad, ni publicidad alguna; el hecho de que pueda fundarse en el mérito y la capacidad no sería posible, si no hay el principio del voto unido.
Todas esas cosas se razonan aquí. Pueden hacer otro plegable y enviarle los materiales a la gente que va a estar discutiendo aquí en los próximos días. Esto se puede hacer yo diría que de inmediato, sacar los dos plegables; son argumentos, y hay más argumentos.
Creo que esto les daría a todos los activistas que están en el trabajo de persuasión los argumentos para responder la inmensa mayoría de las inquietudes que puedan subsistir para hacer lo que deseamos, que sea un problema de conciencia, no un problema de disciplina. No tendría valor un voto unido que se haga sin comprender la razón de ser.
Hay que comprenderlo, hay que estar conscientes. No se puede apelar al sentido de la disciplina y no puede ser una consigna, tiene que ser una convicción de la gente que calza muchas de las mejores cosas que tiene nuestro sistema electoral. Hay que convencer a cada revolucionario, a cada compatriota, no con la ilusión de que el ciento por ciento lo va a hacer. Hay quienes dicen que cada ser humano es un mundo; pero, bueno, lo que importa es que cada uno se sienta libre y actúe por conciencia, porque esté persuadido de que debe hacerlo.
Si hay quien no quiere votar por alguno, está en su pleno derecho de no votar por alguno. Tiene derecho a votar por todos, por varios, por uno o por ninguno, debe sentirse realmente libre el ciudadano.
El valor del voto unido es que exige un trabajo de persuasión, de educación, de formación, y es una apelación a la conciencia, no a la disciplina, y así ocurrió la primera vez. Hoy lo necesitamos más que la otra vez, incluso, aunque entonces fue muy importante.
Se eligió la Asamblea que ha vivido los primeros cinco años del período especial; bueno, lleva más, no los primeros cinco años, los cinco últimos años del período especial, y ahora hay que elegir otra que tiene que seguir dando la misma batalla, a partir de los avances que hemos ido logrando, aunque sean modestos, pero que son sólidos. A la próxima Asamblea le espera una gran lucha, una gran batalla; debe tener fuerza, debe tener apoyo.
Entre revolucionarios no puede darse el fenómeno de que uno quiera sacar más votos que otro, o actúe pensando en los votos. El revolucionario tiene que cumplir su deber. A veces tiene que decir cosas que no resultan agradables, tiene que hacerlo; no se concibe que esté fingiendo, haciendo demagogia en algo. Por eso es tan estimulante el espectáculo de ver a los candidatos, asistir a los actos, a la asamblea, hablar todos.
Hay algunos que tienen mucha facilidad de palabra, hay otros que no, tienen facilidad para otra cosa. Yo conozco a gente de grandes méritos, de extraordinarios méritos para la guerra, o para la ciencia, o para la administración, que, sin embargo, no le gusta pararse en una tribuna, sufren mucho cuando tienen que pararse en una tribuna a hacer un discurso. Es un tormento, una tragedia para mucha gente.
El voto unido es el elemento que subsana todos esos problemas, y no es un sueño. Sabemos que habrá diferencias siempre, que habrá un número de personas que no voten, y ese derecho hay que respetarlo.
Requisito esencial: la persuasión. Tarea número uno, repito, la conciencia de la importancia; segundo, la convicción absoluta de la justicia y la democracia de nuestro sistema; tercero, la estrategia del voto unido. Ese es el trabajo que tienen ustedes delante.
Cómo no confiar en ustedes cuando los escuchamos hablar; cómo no confiar en ustedes cuando tenemos el privilegio de oír lo que nos dijo Maceo, nieto de Maceo, y un verdadero Maceo político (APLAUSOS). Cuando yo lo escuché, realmente me sentí muy estimulado por su elocuencia, su sinceridad, la fuerza con que trasmite sus ideas.
El decía que las nuevas generaciones debían reconocer la oportunidad que han tenido de alcanzar el triunfo de la Revolución, y añadía que "esto sí vale la pena". El sintetizaba todo lo que yo he tratado de decirles, ¡que esto sí vale la pena! Pero añadiría, en nombre de todos nosotros, el extraordinario privilegio que significa escuchar a un compatriota como él, a un hombre como él, a un revolucionario como él, que dice que el trabajador se puede retirar pero el comunista no se retira nunca. Valen la pena los esfuerzos modestos, porque no se pueden llamar de otra forma que modestos los esfuerzos o los aportes que hayamos hecho en nuestras vidas, los que siempre nos parecerán pocos. ¡Eso sí es, realmente, un gran privilegio! ¡Eso sí que vale la pena! Y que sean como tú todos, Maceo; que si muchos hombres como tú, con tus ideas y tus convicciones, actúan en el mundo, se acabará mucho más pronto el imperialismo, se acabará mucho más pronto el capitalismo, se acabarán mucho más pronto las injusticias (APLAUSOS).
Vale la pena una revolución que es capaz de inspirar sentimientos como los tuyos. En ti y como a ti, vemos a todos los demás; vemos a todos los revolucionarios, de la capital y del país, y albergo la más profunda convicción de que todos tienen una parte de tus virtudes, tal vez muchas de tus virtudes.
¡Que vivas muchos años! Que guardes más botellas (RISAS) para otros cumpleaños; que tu cumpleaños debemos celebrarlo todos (RISAS), aunque no sea en tu casa ni con tu botella, que es para el grupo de descendientes de mambises y los vecinos (RISAS).
Tú, con optimismo, hablabas de llegar a los 80, y nosotros lo compartimos.
Dijiste también, como comunista, que no era cosa que te preocupara de manera especial la duración de la vida. Eso es también virtud de comunista: no importa cuánto tiempo vivir, valen mucho más la nobleza, el mérito y la virtud de estar dispuesto a morir en cualquier momento, en cualquier minuto, a cualquier edad, por las ideas más nobles que existen.
El comunista no espera premios de ninguna índole, el comunista está dispuesto a darlo todo a cambio de nada. Y muchos cayeron en el camino muy jóvenes, algunos con menos de 20 años, otros con 20, 22, 23, para hacer posible esto que vemos hoy aquí; para hacer posible un pueblo como este, una conciencia como la que refleja esta Revolución.
Por eso, en el breve receso, le dije a la compañera que se ocupa de la publicación de estos actos que, antes de lo que yo diga, hay que trasmitirle a todo el pueblo de Cuba las palabras de Maceo en esta reunión (APLAUSOS PROLONGADOS). Vale la pena que todo nuestro pueblo tenga el privilegio de escucharlas, ¡vale la pena!, para que salgamos a la calle a luchar y para elegir el día 11 no solo a los 601 diputados, sino para elegir a los cientos de miles de patriotas que se sacrificaron y dieron sus vidas por esta Cuba heroica e independiente de hoy (APLAUSOS).
¡A votar por las ideas de los que murieron en 1868 y en 1895; a votar por las ideas y la victoria de los abuelos de los nietos que tú mencionabas!
¡A votar por los Maceo (APLAUSOS), a votar por los Martí (APLAUSOS), a votar por los Agramonte y los Céspedes, a votar por Máximo Gómez, a votar por los combatientes del Ejército Mambí!
¡A votar por los que cayeron defendiendo la Revolución luchando contra la tiranía; a votar por los que cayeron en Girón, en el Escambray; a votar por los que dieron su vida a lo largo de la Revolución y por los que los precedieron en aquella caricatura de república!
¡A votar por Mella, a votar por Guiteras, a votar por Jesús Menéndez y tantos como él, a votar por Abel Santamaría y Frank País!
¡A votar por los que murieron en el Moncada, en el "Granma", o en las numerosas acciones revolucionarias que serían muy largas de enumerar; a votar por los que cayeron en el asalto al Palacio Presidencial, a votar por aquellos estudiantes que se batían en las calles!
¡A votar por los que cumplieron honrosas, gloriosas y extraordinarias misiones internacionalistas (APLAUSOS), por los que lucharon por la libertad de numerosos pueblos africanos, por los que lucharon para derrotar el apartheid!
¡A votar por los que cumplieron misiones en otros pueblos hermanos de América Latina; a votar por los que cayeron junto al Che! (APLAUSOS.)
¡A votar por el Che y por Camilo! (APLAUSOS.) Ellos estarían en esas candidaturas, no tendrían un centavo para pagar campañas, porque nunca lo tuvieron, ni lo quisieron.
¡A votar por hombres y mujeres de todas las edades, que siguieron sus ideas y siguieron sus ejemplos!
¡A votar por la dignidad, por la independencia, por la justicia, por el honor de este país!
¡A votar por el presente heroico y abnegado!
¡A votar por el futuro de nuestra patria y de la humanidad!
¡A votar por nuestras ideas, por nuestros valores!
¡A votar por el mundo con el cual soñamos, aunque no seamos más que un granito de arena! ¡Pequeños como somos, al lado de los gigantes que dominan al mundo, la historia nos verá como montañas que fueron capaces de resistir!
¡Socialismo o Muerte!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)