Un pueblo testigo
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Ayer en la Plaza, al pie de la imagen de mármol de Martí, confirmamos que no se han acabado todavía, ni en Cuba ni en el extranjero, los testigos de la obra y el ideal de Fidel. Además, se hace realidad aquello que Haydée Santamaría dijera de su hermano Abel, y puede ahora aplicarse también al Comandante en Jefe: «Todo se hace más hermoso cuando se sabe que después, físicamente, no se va a tener».
Pasaron por delante de nosotros algunos jóvenes llorosos, en las horas del mediodía, y poco a poco cientos y cientos de cubanos de todas las edades y de otras partes del mundo, quienes también llevaban en sus ojos y en su andar, un montón de amor, de lágrimas y de agradecimiento por todo lo aprendido de Fidel.
Abel Aguilera Quevedo, jubilado de las FAR, de 78 años, rebelde de la Sierra Maestra, expresó: «El que dejó de respirar el 25 de noviembre es uno de los hombres más grandes que ha dado el mundo». «Una vez Fidel dijo que la vida humana es efímera, que inexorablemente tendrá su fin, pero quedarán las ideas», comentó el historiador Jorge Renato Ibarra Guitart, sobrino del héroe y mártir del Moncada, Renato Guitart.
Jorge Petinaud Martínez, periodista de Prensa Latina, enfatizó con sus ojos húmedos: «Cualquiera que sea decente y agradecido en estos días de duelo tiene que rendir tributo a Fidel».
Silvio Platero Irola, presidente del Movimiento Cubano por la Paz y la Soberanía de los Pueblos, aseguró que el principal mérito del Comandante en Jefe es haber mantenido y defendido con valor y dignidad la independencia y la soberanía de nuestro país.
«No ha existido un estadista como Fidel, ni tan justo y solidario con los hambrientos y enfermos, tan humano y firme en sus convicciones», compartió Suilberto Espinosa Pérez, de la Columna 12 Simón Bolívar del Ejército Rebelde.
Rosa María González Garrido, de la industria biofarmacéutica, quien estuvo en la Plaza junto a su esposo Salvador Pérez Armas, jubilado del taller de cámaras fotográficas del Comité Central, dedicó este poema a Fidel:
«Fidel, te has ido sin avisarme / a recorrer el mundo, / pues sabes que te esperan en una ciénaga, / en una favela, en un iglú, en un monte. / En todas partes adonde lleguen tus finas, / pero justas y firmes manos, / grandes como tus misiones, / como tus pensamientos, / que hacen fuerte a los débiles, y débiles a los que te enfrentaron. / Seguirás siendo mucho más grande y fuerte que tu propia grandeza. / Por eso, Fidel, avísanos cuando llegues / en las alas de esa paloma blanca, / que supo ver en ti algo más infinito que el universo».