El Olimpo del ajedrez en La Habana
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Jesús G. Bayolo
Entre el 25 de octubre y el 20 de noviembre de 1966 en La Habana cobró vida el mayor acontecimiento deportivo organizado por Cuba hasta ese momento. La XVII Olimpiada Mundial de Ajedrez fue el inicio de una época dorada que se completa con los siguientes campeonatos mundiales: 1967, caza submarina; 1969, esgrima; 1971, béisbol; 1971, gimnasia rítmica; 1973, levantamiento de pesas; 1973, béisbol y 1974, boxeo.
La inauguración en el coliseo de la Ciudad Deportiva trajo la primera novedad universal, porque la partida que reprodujo el duelo que Capablanca le ganó a Lasker en Moscú 1936 fue más que eso, fue el primer ballet de ajedrez registrado en la historia. El espectáculo estuvo dirigido por Fernando Alonso y la reina blanca se movía al compás de la figura de Alicia Alonso.
Me gusta decir que Fidel jugó la primera partida de la Olimpiada porque de la Ciudad Deportiva se trasladó al Salón de los Embajadores del Hotel Habana Libre, donde al día siguiente comenzaría la batalla. Allí conversó con varios ajedrecistas, entre ellos el mexicano Filiberto Terrazas, a quien convidó a disputar una partida, que pronto se convirtió en un espectacular duelo Fidel-Petrosian contra Terrazas-Fischer, ganado por los primeros.
El líder de la Revolución le hizo otra invitación a Terrazas para jugar ellos solos y Fidel, conduciendo las piezas negras, triunfó en 19 lances de un Gambito del Rey Aceptado. El Gran Maestro Robert Byrne, segundo tablero del equipo norteamericano, publicó esa partida en The New York Times y seguidamente le dio la vuelta al mundo.
Los equipos de 52 países participantes, cifra récord, se repartieron en siete grupos preliminares, para clasificar a los dos primeros a la final A, los siguientes a la B, luego a la C y por último a la D. Cuba cayó en el grupo 6, que tenía como favoritos a Hungría y Holanda, pero su inspirado desempeño le permitió llegar a la ronda final con chances de avanzar.
Ese tope concluyente fue con Bélgica. Restaban las partidas de los dos primeros tableros y si nuestro equipo hacía punto y medio lograba repetir la hazaña de Buenos Aires 1939, cuando con Capablanca a la cabeza se clasificó para el grupo principal…
Ocurrió una detonación de júbilo en el momento que el campeón nacional Rogelio Ortega derrotó a Josef Boey. De inmediato Eleazar Jiménez le propuso tablas a O´Kelly y Cuba pasó al grupo de cabecera con los mejores del planeta. Allí finalizó en el puesto 14 al caer en los 13 matches.
El éxito estuvo en poder batirse con los grandes. El equipo cubano estuvo integrado, en este orden, por Eleazar Jiménez, Rogelio Ortega, Eldis Cobo (único que rindió por encima del 50 %), Jesús Rodríguez, Silvino García y Hugo Santa Cruz. Capitán, Francisco Planas. El más joven era Silvino, con 22 años, único sobreviviente en el cincuentenario, primer Gran Maestro de Cuba y actual presidente de nuestra federación de ajedrez.
Fidel Castro Ruz presidió el Comité de Honor. José Luis Barreras Meriño fue el director general, y tuvo como directores adjuntos a Carlos Calero y a José Raúl Capablanca, hijo del campeón mundial.
Aunque el gran favorito era el equipo soviético, había expectación por su duelo con el norteamericano, por la presencia de Robert Fischer. Tocó un sábado y por razones religiosas Fischer propuso jugar su partida más tarde (las rondas empezaban a las 4:00 p.m.). No aceptó el capitán Igor Bondarevsky y la URSS ganó por no presentación 4-0.
Fue esa la página gris, que se aclaró cuando luego de no pocas presiones los soviéticos accedieron a jugar el 14 de noviembre, día de descanso. Sentaron a Petrosian y Fischer tuvo como rival a Spasski, con resultado de tablas. La Unión Soviética ganó el tope por la mínima y más tarde el título por octava ocasión consecutiva, escoltada por Estados Unidos y Hungría.
El equipo soviético lo integraron Petrosian, Spasski, Tal, Stein, Korchnoi y Polugaevski. En los tableros uno, tres y cinco conquistaron medallas de oro individuales.
El 19 de noviembre, 78 aniversario del natalicio de Capablanca, se efectuó una sesión de partidas simultáneas en la Plaza de la Revolución (6 mil 840 tableros), que por largos 35 años fue la más grande de las celebradas en todo el planeta. La Olimpiada de La Habana 66 nos dejó prestigio organizativo, momentos de placer rodeados de las grandes figuras del mundo y un lugar en la historia ajedrecística universal. También
La Casa del Ajedrez, inaugurada por Petrosian en 15 y C, Vedado, hoy en 21 entre 4 y 6, donde radica el Instituto Superior Latinoamericano de Ajedrez (Isla) y entre otras cosas un restaurante, El Conejito.