17 de julio de 1959 en el Palacio Presidencial
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*Contralmirante José Luis Cuza Téllez de Girón
“Renuncia Fidel” fue la impactante noticia que apareciera a toda página aquella mañana de 1959, Año de la Liberación, en el periódico Revolución, órgano que desde la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista venía manteniendo informado al pueblo cubano, primero desde la clandestinidad y luego, al triunfo del 1ro de enero de ese año, como órgano de la nación. Así que no había duda…Había renunciado al gobierno revolucionario el máximo y querido líder de la Revolución. El que la había hecho triunfar tras múltiples sacrificios de todo un pueblo, frente a una asesina tiranía.…
¿Qué había pasado?
En ese momento, me encontraba como jefe de la Policía Nacional Revolucionaria en el Palacio Presidencial, nombrado el 3 de marzo por el Comandante Efigenio Ameijeiras Delgado, siguiendo instrucciones del Comandante Raúl Castro Ruz, jefe de las Fuerzas de Tierra, Mar y Aire de la República. Por razones de mi cargo, dormía en el propio Palacio en las habitaciones destinadas en el tercer piso -residencia de los presidentes- para los jefes y ayudantes militares pertenecientes a la Casa Militar.
Al ser dada también la noticia por las estaciones de radio y televisión, ya antes del amanecer acudía al Palacio, tanto el pueblo en la calle, como varios ministros del gobierno. Junto al Dr. Luis Buch Rodríguez, ministro de la Presidencia, llegaban el Dr. Armando Hart Dávalos, ministro de Educación, y el Comandante Augusto Martínez Sánchez, ministro de Defensa, quien, al verme, me dio instrucciones de controlar militarmente el Palacio, ayudando al Capitán Gilberto Cervantes, jefe de la Casa Militar, el que se ocuparía de auxiliar al Dr. Buch.
La situación militar del Palacio no presentaba ninguna dificultad: La Compañía de Seguridad exterior estaba integrada por combatientes del ER de la columna 2 “Antonio Maceo” bajo el mando del Comandante Orestes Guerra, jefe de su vanguardia, la Seguridad personal del presidente la integraban miembros de la lucha clandestina de La Habana, como Reynaldo Aulet, Sergio Casariego, Fernando García, Manolito Graña y combatientes del ataque al Cuartel Moncada como Reinaldo Benítez y Carlos González. El jefe era Rodobaldo Pineda y su segundo, Carlos Alemán. De los ayudantes presidenciales, solo dos podían presentar problemas, el Capitán Aníbal García y Zacarías Trujillo Collazo. La PNR estaba bajo mis órdenes y los jefes de pelotones eran de mi tropa en el II Frente “Frank País”.
Los ministros se fueron reuniendo en el Salón del Consejo, dirigidos por el Ministro de la Presidencia. Allí acordaron que los ministros doctores Osvaldo Dorticós Torrado, de Ponencia y Estudio de las Leyes Revolucionarias, Raúl Cepero Bonilla, de Comercio, y Regino Boti, del Consejo Nacional de Economía, prepararan una nota de prensa dirigida al pueblo pidiendo calma y confianza, y esperar las palabras de Fidel en horas de la noche por las ondas de radio y televisión como se había anunciado oficialmente.
Aproximadamente a las ocho y treinta, vi al presidente Manuel Urrutia bajar al segundo piso con un diario Revolución en su mano y penetrar con rapidez en el Salón del Consejo de ministros. A media mañana se había concentrado una multitud frente al Palacio por la calle Refugio y el presidente Urrutia fue para la terraza Norte acompañado por los ministros Hart y Martínez Sánchez, su secretario particular, Benjamín Deyurre, el Capitán Pedro Sarría Tartabull, ayudante militar de Guardia ese día, el presidente de la FEU José Puente Blanco y funcionarios y empleados de la presidencia.
Desde allí Urrutia habló a la población y expresó que la Revolución solo podía ser dirigida por Fidel y que el pueblo no le aceptaría la renuncia. Puente Blanco formuló lo importante de la unidad entre los estudiantes, obreros y pueblo junto a Fidel y exhortó a los presentes a ir hacia la Escalinata Universitaria a escuchar las esclarecedoras palabras del máximo líder de la Revolución.
Armando Hart, en su intervención, pidió ecuanimidad y que fueran escuchadas las palabras de Fidel en las que seguramente él aclararía los pormenores de la situación que había generado su renuncia a Primer Ministro del Gobierno Revolucionario. El breve mitin culminó con vivas a Fidel y a la Revolución. El presidente Urrutia subió a sus habitaciones en el tercer piso del Palacio y allí, en unión de su familia, se mantuvo durante la tarde.
El pueblo, consciente de que algo muy grave tenía que haber ocurrido para que Fidel renunciara a seguir conduciendo el gobierno constituido por voluntad popular al triunfo de la Revolución, permanecía en los alrededores del Palacio.
Las estaciones de radio y televisión se dieron a la tarea de entrevistar a personas del pueblo en las calles y ciudades de la capital y el resto del país. La opinión generalizada era que no se podía aceptar la renuncia de Fidel… de lo necesario que era que Fidel siguiera al frente del Gobierno Revolucionario promoviendo las leyes que muchos beneficios estaban trayendo para el pueblo que tanto había luchado contra la dictadura de Batista y que había triunfado gracias a su sabia conducción.
El Capitán Gilberto Cervantes y el Dr. Carlos Olivares mantenían el contacto entre el presidente Manuel Urrutia, en el tercer piso, y el Consejo de Ministros, en el segundo, donde se colocó un televisor de pantalla grande.
A las 8 de la noche, comenzó el programa “Ante la Prensa” con las explicaciones del Comandante Fidel Castro Ruz a los periodistas de Revolución, Diario Nacional y Diario de la Marina ante las cámaras de televisión de la emisora CMQ y los motivos de su dimisión.
Comenzó expresando la absoluta fe que tenía en la Revolución y el destino del pueblo cubano; que no debía haber intranquilidad con respecto al futuro del proceso revolucionario, pues era tan sólido que nada podría frustrarlo; que la razón de su renuncia era de orden interno, obedecía a la imposibilidad de seguir desempeñando el cargo por dificultades con el presidente de la República, por discrepancias de tipo moral, cívico y revolucionario que pudieran desatar anarquía y grandes convulsiones y que eso no se podía permitir; que Urrutia se estaba convirtiendo en el campeón de la lucha contra el comunismo, al realizar una labor divisionista dentro de las filas revolucionarias, y promover con ello la alianza de poderosos intereses extranjeros, afectados por las leyes revolucionarias que habían beneficiado al pueblo, por lo que podría provocar con ello la agresión extranjera contra Cuba.
Enumeró los campos en los que habían surgidos discrepancias con el presidente: los juegos de azar; los salvoconductos a los asilados en embajadas latinoamericanas; la solicitud de licencia sin que se hubiese previsto constitucionalmente el cargo de vicepresidente; la demora injustificada en firmar leyes aprobadas por el Consejo de Ministros; la negativa a rebajarse el salario que heredó de Fulgencio Batista; la supresión de la invocación a Dios en la Constitución, entre otros. Siendo lo más importante la labor divisionista que estaba realizando en contubernio con periodistas nacionales y extranjeros, relacionados con entidades foráneas enemigas del pueblo cubano.
Mientras el Comandante Fidel Castro explicaba la razón de su renuncia, el pueblo se iba presentando con llamadas telefónicas a las estaciones de radio y televisión, con manifestaciones por las calles y avenidas, y también se fue aglutinando alrededor del Palacio Presidencial para exigir la renuncia de Urrutia y el regreso de Fidel al gobierno revolucionario.
Esto motivó de inmediato la renuncia escrita de Manuel Urrutia LLeó y su solicitud de marchar para la casa de un cuñado en el pueblo cercano de Bauta.
Una vez recibida la autorización, organicé su salida preparando los tres carros presidenciales por la calle Monserrate, frente a la iglesia del Ángel. Cuando el pueblo sintió que se preparaban esos conocidos carros, se concentraron en esa salida, por lo que aprovechamos para sacar a la familia Urrutia LLaguno por la puerta de la calle Refugio. Las maletas fueron en un convertible preparado al efecto y la familia en otro de los carros de uso del servicio del Palacio. No ocurrió ningún inconveniente en todo el trayecto. Allí se les aseguró materialmente por un presupuesto de la administración de las oficinas del Ejecutivo, hasta que, dos años después, Urrutia y su familia se asilaron en la Embajada de Brasil.
Esa noche, el Consejo de Ministros se reunió bajo la dirección del Ministro de la presidencia, Dr. Luis Buch, quien dio lectura a la renuncia del Dr. Manuel Urrutia LLeó a la presidencia de la República, la que fue aceptada por unanimidad. De conformidad con el Artículo134 de la Ley Fundamental de la República, correspondía al Consejo de Ministros cubrir la plaza vacante.
El Dr. Armando Hart Dávalos, ministro de Educación, solicitó la palabra y propuso para presidente de la República al Dr. Osvaldo Dorticós Torrado. Hizo una síntesis de sus cualidades personales, políticas y revolucionarias, siempre vinculado a las más nobles causas en su natal Cienfuegos.
Su participación en la Resistencia Cívica, como Coordinador, así como su estrecha relación con el Comandante Ernesto Guevara y la Columna 8 “Ciro Redondo”, en Las Villas. Habló de su encarcelamiento en diciembre de 1958, de las torturas a que fue sometido sin claudicar y de cómo se logró salvar su vida mediante su deportación por la intervención del Colegio de Abogados de Cuba. Recordó a los presentes la extraordinaria labor de Dorticós, junto a Fidel, en las leyes promovidas por la Revolución.
La gran calidad personal del Dr. Dorticós Torrado hizo que él manifestara no tener las cualidades para tan alta investidura. Solo la insistencia de los demás integrantes del Consejo de Ministros hizo posible que él aceptara asumir la gran responsabilidad de la Presidencia de la República de Cuba en Revolución.
A continuación, el Consejo de Ministros en pleno salió a la terraza Norte del Palacio Presidencial y el Dr. Armando Hart informó al pueblo congregado allí la renuncia del Dr. Manuel Urrutia LLeó y anunció que el Consejo de Ministros había acordado por unanimidad designar al Dr. Osvaldo Dorticós Torrado como nuevo presidente de la República, lo que fue acogido con grandes muestras de alegría, pues el pueblo conocía que junto a Fidel, el Dr. Dorticós Torrado era el ministro de las leyes revolucionarias.
Delante del pueblo soberano, el Dr. Osvaldo Dorticós Torrado prestó el juramento de rigor para asumir la más alta Magistratura de la Nación cubana.
Allí, en la Terraza Norte, el Comandante Augusto Martínez Sánchez, ministro de Defensa, me comunicó la orden del Comandante Raúl Castro Ruz de designarle la escolta personal al nuevo presidente. Escogí a compañeros que habían integrado la compañía B “Pedro Sotto Alba” bajo mi mando en el II Frente Oriental “Frank País”: Jefe, Teniente José Mateo Rodríguez Matos; 2do. Jefe, Sargento Andrés Agüero Lamorú; Sargento Manuel Dosil López; Cabo Víctor Díaz Hernández y como chóferes, Amaury y Angelito, conocedores de la ciudad de La Habana.
Esa noche, el Comandante Raúl Castro Ruz, acompañado por el jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde, Comandante Camilo Cienfuegos Gorriarán, y el jefe de la Marina de Guerra Revolucionaria, Capitán de Fragata, Juan Manuel Castiñeiras, fueron al Palacio Presidencial a presentar sus respetos al nuevo presidente.
También, varios magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, encabezados por el Dr. Enrique Hart, concurrieron al Palacio Presidencial para saludar al presidente Dorticós Torrado. La prensa acreditada en la Mansión Ejecutiva ofreció una amplia divulgación de los hechos de ese trascendental día.
Esa madrugada, acompañamos al presidente Dorticós a visitar los órganos de prensa de la capital: Revolución, Hoy y Prensa Latina. Casi amaneciendo llegamos a su apartamento en el piso 10 de Prado 20, pues nunca Dorticós y su esposa, María Caridad Molina, vivieron en el Palacio Presidencial… “¡No me obliguen a vivir en Palacio!”…Había sido su única condición al asumir la dirección del Estado cubano aquel 17 de julio de 1959, Año de la Liberación.
*Capitán ER, jefe de la Compañía B “Pedro Sotto Alba”, Columna 19 “José Tey”, Segundo Frente Oriental “Frank País”.