Los tres días y dos noches de una batalla
Дата:
Источник:
Автор:
Ha pasado mucho tiempo desde aquella pregunta y todavía le parece ver entrar a Fidel a uno de los espacios del antiguo campamento militar de Columbia, y dirigirse a su persona señalándole con el dedo: ¿Tú eres Fernández?
El Jefe rebelde había citado sorpresivamente para esa instalación a los integrantes del movimiento de Los Puros el día 12 de enero de 1961.
«Yo le dije que sí», nos relata ahora José Ramón Fernández, en el inicio de un diálogo de más de dos horas. «Fidel habló ese día muy bien, firme, persuasivo, político, revolucionario, cuidadoso, pero claro. Explicó el papel del ejército del futuro en síntesis, que debía estar al servicio del pueblo. Todo eso era muy grato para nosotros, los oficiales jóvenes que habíamos sido parte de la conspiración que nos llevó a prisión.
«Designó a todos los presentes como asesores, y cuando llegó a mí me dice que yo sería director de la escuela de cadetes. Yo no le digo no, sino que le pido hablar con él en privado.
«Cuando terminó el encuentro, me llevó para un cuartico aledaño y me preguntó qué era lo que yo quería. Le expliqué que no sentía que yo realmente hubiera hecho nada por la Revolución, aunque no tenía nada en contra del Ejército Rebelde y del proceso revolucionario, todo lo contrario.
«También le manifesté que no tenía interés en volver al Ejército, el cual había que transformar desde sus raíces, y le dije que, además, ya yo tenía trabajo.
«Entonces me interrumpió y me preguntó: “¿Qué trabajo tienes?”. Le informé que administrador de un central. Volvió a preguntarme: “¿Cuánto ganas?”. Le respondí que mil pesos —que vale decir que en aquella época era mucho dinero—. Y me dijo: “Yo no sé si podría pagarte tanto” —como si él fuera quien lo pagara— y yo seguí argumentando…
«Fidel comenzó a dar pasos dentro de aquel pequeño salón, de un lado a otro. De repente se detuvo, se dirigió hacia donde yo estaba, me puso la mano en el hombro, y me dijo: “Creo que tienes razón; tú te vas para el central, yo voy a escribir un libro y la Revolución que se vaya para el carajo”.
«Ese mismo día, en horas de la tarde, tomé posesión como director de la Escuela de Cadetes de Managua, cobrando un salario de 25 pesos los primeros meses y luego de 75 pesos. Así fue como conocí a Fidel».
El Héroe de la República de Cuba, general de división (r) José Ramón Fernández Álvarez, me recibió en la puerta de su oficina en el Consejo de Ministros. Me saludó sonriente y me pidió que tomara asiento. Comenzó a mostrarme fotos de Girón y de otros momentos de su vida, mientras me comentaba quiénes eran los que estaban junto a él. De momento interrumpió la explicación, se recostó en su silla, y me dijo: «A mí no me gusta dar entrevistas; quizá es porque tengo un poco de miedo escénico».
Me consta, le digo, porque le he pedido en varias ocasiones entrevistas y me las ha negado…
«Sí, eso es cierto, pero a esta no me podía negar, y debe ser buena, veraz, que descubra cosas nuevas de Fidel y su andar por la vida de la Revolución, de Girón».
Trato de recordar por unos instantes aquellas enseñanzas de la academia sobre las mejores fórmulas para realizar una entrevista, y no puedo menos que sonreír. Tener ante mí a un hombre que es una leyenda de los días gloriosos del ataque mercenario a Playa Girón, y que además tiene una edad que dobla la mía, me hace comprender que la tarea de tratar de conducir la conversación no será fácil.
«Primero te voy a caracterizar qué fue Girón», me dice, y se toma un pequeño espacio de tiempo para continuar. «Girón fueron tres días y dos noches de continuo batallar, donde el pueblo de Cuba, todas las fuerzas militares y, especialmente las unidades de milicias, dirigidas siempre por Fidel hasta el detalle, combatieron sin cesar hasta obtener la victoria en 65 horas y media».
—¿La dirección de la escuela de cadetes fue entonces su primera tarea como militar después del triunfo de la Revolución?
—Comencé dirigiendo la escuela de cadetes y luego Fidel me fue dando tareas adicionales, pero los oficiales no alcanzaban para la cantidad de cosas que había que hacer.
«Fidel me visitaba muchas veces en la escuela, y le planteé el problema que tenía, pues por distintas razones muchos de aquellos oficiales abandonaban el país. Mandó a convocar a jóvenes para ingresar y formarse como oficiales del Ejército Rebelde. Se presentaron 300, ingresaron al centro 175 y se graduaron 55.
«El día 29 de octubre de 1960, en el acto de esa primera graduación, Fidel habló de la importancia de esos oficiales y anunció que muy pronto se graduarían 500 jefes de milicias —porque se creó la escuela para oficiales de las Milicias Naciones Revolucionarias (MNR) en Matanzas, también a las órdenes mías. De ese centro se graduaron 1 427 oficiales en dos cursos.
«En su discurso Fidel dijo: “Significa que estamos creando; sin eso no habría milicia, sin eso no habría defensa, sin eso no habría poder revolucionario, porque a la gran masa de milicianos hay que organizarla, hay que constituirla en unidades de combate, con máxima disciplina y máxima eficiencia, y esa es la tarea”.
«Fidel tenía la convicción, que tuvo siempre, de que había que llevar adelante la defensa del país y a esa defensa nos dedicamos nosotros. Vale decir que tres días después de ese acto el primer batallón de milicias estaba recibiendo instrucción.
«Todos los batallones de La Habana pasaron un curso de dos semanas y recibieron la preparación muy elemental. Ellos fueron, en su mayoría, los de La Habana que combatieron en Girón.
«Yo tuve la ventaja, si se quiere, de que una buena parte de esas unidades tenían como jefes a mis alumnos, y yo los conocía, incluso por su nombre. No solo el batallón, la compañía, los pelotones eran mandados por ellos.
«Esas dos semanas de preparación también tuvieron un efecto psicológico. Aprender a marchar, escuchar las voces de mando, es obedecer, cumplir; no es analizar lo que me dijeron. En una acción combativa, frente al enemigo, no se puede comenzar a discutir si hay razón o no. Es necesaria una reacción inmediata, una obediencia absoluta.
«Fidel tenía eso claro, porque es el más grande estadista que tuvo el siglo pasado y que tenemos hoy, para ventaja nuestra, lúcido y laborando».
—Cuando la invasión por Playa Girón, usted había cursado estudios militares, pero no tenía experiencia en el campo de batalla. ¿Cómo asumió dirigir una tropa inexperta y, además, con un jefe tan exigente como Fidel?
—Un periodista que estuvo en Playa Girón dijo en un trabajo que yo estaba embullado, y es verdad. Yo no había combatido en la Sierra y no fui del 26 de Julio; esa era mi oportunidad, solo por la generosidad de Fidel y Raúl sobreviví como participante activo, discutí, hablé, pero cumplí lo mejor que pude cuanta tarea pude.
«Fidel es persuasivo, explica, convence, controla, rectifica lo que ve mal; en definitiva, ayuda.
«Hubo tiempos que no fueron fáciles, pero nunca di motivo a lo contrario. Y tengo que agradecer toda la vida que me permitieran trabajar, que fueran tolerantes conmigo.
«En algún momento hubo una campaña fuerte en contra mía, incluso después de Girón, siendo yo dirigente de las Fuerzas Armadas. Recuerdo que en una reunión amplia llegó Raúl y dijo que había personas hablando no bien de mí, e incluso eso era en la unidad en que estábamos, que yo dirigía no de modo directo, y que deseaba saber si alguien tenía algo que decir. Todo el mundo se quedó callado. Reiteró la pregunta y pidió que hablaran. El silencio continuó y Raúl dijo: “Pues entonces está ahí y va a seguir ahí, ya lo saben”».
—¿Estuvo usted alguna vez en desacuerdo con alguna de las decisiones que Fidel asumió en Girón?
—No. Siempre lo entendí. Fidel es muy claro, y vivo agradecido de su ayuda. Fidel fue el artífice de la defensa de Cuba, y directamente de Girón, pero hubo momentos en los que tuve que tomar decisiones.
«Fidel me llamó a la escuela de cadetes a las dos de la madrugada del día 16. A las 8:05 de la mañana yo estaba en el puesto de mando del Central Australia —eso está registrado en los documentos— y la escuela que yo mandaba en Matanzas llegó como hora y media o dos horas después.
«Pero Fidel me había dicho que no moviera la escuela por el peligro de la aviación enemiga, al cruzar la Ciénaga por el terraplén, hasta que él me mandara un avión que la protegiera.
«A los 15 minutos me llama y me pregunta si ya había llegado el avión, y le digo no —esto se repitió tres veces consecutivas— y en definitiva moví la escuela, pero yo estaba seguro de que con aviones no nos iban a atacar a esa hora, y te voy a decir porqué.
«Aquellos aviones, los B-26, tardaban cuatro horas volando desde allá hasta acá. Si habían atacado al amanecer, cuatro para allá y cuatro para acá son ocho, más el abastecimiento; me dije, no vienen, no tienen tiempo. Y definitivamente llegaron sobre las dos de la tarde; nos atacaron cuando hacía más de cuatro horas que habíamos pasado la Ciénaga, y nos causaron bajas en Pálpite.
«Desgraciadamente algunas de las indicaciones de Fidel no las cumplimos bien. Algo muy criticado por el Comandante en Jefe es que no se cumplió su propósito y orden de cortar al enemigo por la Caleta del Rosario y por Helechal, de modo que quedara dividido en tres grupos: uno en Playa Larga, otro en Girón, y el tercero al norte de Helechal y San Blas.
«El día 17, en horas del mediodía, cuando llegó el Batallón 227 al mando del capitán Pérez Díaz, le ordenamos que desde Pálpite se dirigiera hacia el este hasta Soplillar, y de ahí a la Caleta del Rosario, donde debía ubicarse para evitar que el enemigo que estaba en Playa Larga tuviera contacto con su fuerza principal, que estaba en Girón.
«El movimiento se hizo, pero cuando el enemigo se retiró el día 18 al amanecer, el batallón no interfirió haciendo fuego y luego se ha explicado, de modo reiterado, que no lo hizo porque el enemigo tenía tanques y un armamento más poderoso, y por ello no lo combatió.
«El día 18, en horas tempranas de la mañana, llegaron tres batallones a Pálpite, el 144, 123 y el 180. De inmediato ordené a uno de esos batallones, el 144, cumplir la orden de Fidel, aparte que ya lo había hecho con el 227.
«Le ordené al 144 tomar la ruta Soplillar a Caleta del Rosario; allí cortaba a la agrupación enemiga. El teniente Zamora, jefe de ese batallón, equivocó el camino, tomó a la derecha en su recorrido desde Soplillar y fue a salir a las cercanías de Playa Larga. Cuando se dio cuenta volvió a tomar la dirección correcta, pero al llegar a la Caleta del Rosario ya el enemigo se había retirado hacia Playa Girón.
«El día 17 por la noche, en Pálpite, Fidel ordenó al comandante de la Sierra Borges Alducín, que con el batallón 111 se dirigiera y cortara al enemigo en Helechal, y ordenó al compañero Maciques que le sirviera de práctico, quien estuvo de acuerdo y dijo que podía. No llegó a Helechal; se detuvo en las inmediaciones de Cayo Ramona. Posteriormente se indicó a la Columna 2 del Ejército Rebelde que hiciera el mismo tránsito, tampoco llegó a tiempo a Helechal.
«En definitiva el enemigo se retiró de la zona de San Blas, Helechal, al mediodía del día 19, cuando ya las operaciones en el propio Girón indicaban que la fuerza invasora estaba completamente derrotada y en buena parte en fuga.
«Como te decía, Girón tiene tres carreteras de acceso por tierra firme, pasando los pantanos», me dice Fernández y solicita a su ayudante que nos alcance un mapa. Le traen uno grande, de toda la Isla de Cuba, pero especifica que no, que quiere el otro, el de Girón, el de los mercenarios. Sorprendida le pregunto: ¿Pero este es el mapa de ellos?… Sí, contesta con naturalidad… Y continúa su explicación.
«Hay tres carreteras que unen a Cuba con el territorio que ellos querían ocupar y que ocuparon. Una desde el Central Australia, pasa por Pálpite hasta Girón; otra desde el central Covadonga, San Blas, hasta Girón; y la tercera, que parte de Yaguaramas, Horquitas, con igual sentido, pasando por Babiney.
«Esta que ves aquí —me dice Fernández mostrándome una marca de color azul— es la línea de responsabilidad. Es decir, los mercenarios tenían el objetivo de ocupar este territorio y mantenerlo durante varios días para situar allí un Gobierno organizado por la CIA, por Estados Unidos.
«Habían lanzado paracaidistas en esos tres accesos, y con eso cerraban la Ciénaga. Los de Pálpite cayeron fuera de la zona y después del mediodía del 17 no se movieron. Los capturamos en el cerco después de la victoria.
«Nosotros tomamos Pálpite, tuvimos la ventaja de que por ahí entramos hasta el territorio que ellos en su plan debían ocupar. Estábamos en su cabeza de playa, pero por las otras dos entradas no pudieron avanzar a ese ritmo nuestras fuerzas».
Fernández abandona el mapa, y me dice: «Esto es algo de lo cual no se ha hablado mucho. El día 18 Fidel estaba en el puesto de mando del central Australia, y llegó el aviso de que había un desembarco por Bahía Honda, Pinar del Río.
«Tengo la convicción de que Fidel no hubiera salido nunca de allí, pero Bahía Honda es un punto vulnerable cerca de La Habana. Fidel pidió que se lo confirmaran, y se lo confirmaron, le dijeron que estaban combatiendo ya en tierra, lo cual era mentira».
En ese momento Fernández me muestra la nota manuscrita que le envió Fidel cuando marchó hacia Bahía Honda, fechada abril 18, tres de la madrugada, y me pide que lo lea en alta voz: «Estoy resolviendo lo del parque de cañón, los otros tanques llegarán a Australia en el amanecer, por el día decidimos el momento oportuno de moverlos.
«Augusto quedará en Australia y tendré que salir dentro de un rato hacia La Habana. Estaré en comunicación constante con ustedes, mándeme noticias constantemente, para saber el curso de las operaciones, Adelante. Fidel Castro Ruz.
«PD: Todavía no he recibido noticias desde el papelito donde me informaba que ha disminuido el fuego».
—¿Cómo pudieron engañar de ese modo. No había radares, medios para saber la verdad?
—En Cuba, entonces, no había radares, ahora sería más difícil. Fue una operación con los medios de engaño del enemigo, medios de artificio, mostraron un desembarco donde no había nada. Eso no es nuevo; tampoco es muy conocido, pero se hace, y lo hicieron.
«Fidel fue para allá a enfrentar aquella zona más peligrosa, cerca de La Habana. Además, ya nosotros teníamos al enemigo embotellado. Él se encontró con la mentira y regresó el día 19 en horas del mediodía a Girón.
«El enemigo también tuvo el plan de desembarcar por Baracoa, en la zona oriental, pero no ocurrió. Raúl, que estaba allí, desplegó en la costa numerosas fuerzas, se acercaron, vieron cómo estaba aquello y no desembarcaron».
Entonces Fernández me dice: «Nos ha faltado algo muy importante, la Operación 40. Era una agrupación dentro de la Brigada mercenaria, y tenía la tarea de ocupar el Gobierno.
«Estaba dirigida por el coronel del ejército anterior Vicente León León. Fue una pena no poderlo capturar vivo, pues una patrulla que recorría la zona ocupada recogiendo prisioneros (se capturaron 1 200), chocó con él; no quiso rendirse, contestó con fuego y murió en el hecho.
«Como te decía, la misión de la Operación 40 era detener, interrogar y liquidar físicamente, a discreción, a los principales jefes militares y civiles del Gobierno Revolucionario. Además, ocupar los archivos de los cuerpos de inteligencia, los edificios públicos, bancos, centros de comunicación y las industrias.
«Estaban preparados, además, para la ejecución de misiones en la retaguardia enemiga, seleccionar y designar personal civil de confianza en los puestos clave de las ciudades para echarlas a andar. Tan pronto cesaran las hostilidades pasarían a formar parte de la inteligencia que se crearía en Cuba».
—¿Cuál considera el momento más difícil para usted en Girón?
—Fueron muchos los momentos difíciles. Mandar un hombre a pelear es difícil. Cuando atacan los aviones enemigos, nosotros teníamos artillería, pero hay que estar bien entrenado para tener rapidez, porque mientras se emplaza, prepara, dispara, se requiere de tiempo y nuestra gente no estaba bien adiestrada; lo que sí tenían el cinturón bien puesto.
«Nunca dudé de las órdenes e indicaciones de Fidel, pero hubo momentos en que tomé las decisiones por mí mismo. Y te voy a decir el momento que considero fue el más difícil.
«Cuando a las tres de la tarde un compañero me señaló hacia el mar, miré con los binoculares y vi dos barcos de guerra, dos destructores a menos de dos millas de la costa, y se detuvieron frente a nosotros. Yo dirigí toda la artillería hacia ellos, pero para tomar una decisión estaba solo, tú sabes lo que es solo, solo con otro compañero.
«Y la gente nuestra pidiendo tirarles a los barcos; era imposible no darles, porque estaban muy cerca, pero yo indiqué tirarles a los botes que intentaban escaparse, y no a los barcos que estaban ahí.
«Algunos que para ese momento ya habían llegado y estaban a pocos metros en sus baterías, comentaban que estábamos acobardados, entre otras cosas. Estaban enardecidos, habíamos tenido muchas bajas y aquello no era fácil. Yo repetía, “A los barcos no, a los barcos no”, y no se les tiró, si lo hubiéramos hecho…».
«En la línea de fuego cubana había una batería de cañones de 85 milímetros, una de morteros de 120, cañones de cien milímetros autopropulsados y tres tanques con cañones de 85 milímetros, y minutos más tarde se incorporó otra batería de cañones de 85 milímetros, lo cual hacía un total de más de 30 bocas de fuego.
«En ese momento —recuerda Fernández—, y por primera vez durante el combate, vimos aviones de la Fuerza Aérea cubana que comienzan a atacar las pequeñas embarcaciones.
«Llegan también tres tanques que abrieron fuego, y uno de los proyectiles pasó por encima del puente y cayó a unas 50 yardas de los barcos. Los artilleros del barco estaban listos para iniciar el fuego. Los comandantes de los dos barcos discutían si disparar o no a nuestra fuerza. Nadie quería iniciar la tercera guerra mundial.
«Cuando el evento en La Habana: Girón 40 años después, en el libro Bahía de Cochinos: la historia no contada, del historiador Peter Wyden, se conocieron las declaraciones de los jefes de los buques, y Fidel me preguntó delante de la televisión: “A quién le consultaste qué hacer”. Y yo le contesté: “A los dioses… a quién iba a consultar, si no había nadie”.
«Aquello duró más o menos una hora. Cuando los barcos se movieron y dieron la vuelta, me pareció que todo se había acabado, en realidad para mí Girón se acabó en ese momento».
—El Fidel guerrillero terminó por ser un insoslayable estratega político y militar, creador de la concepción de la Guerra de todo el pueblo…
—En el pensamiento de Fidel estuvo presente siempre la preparación del pueblo para la defensa y actuó consecuentemente con ello. Él sabía que teníamos que defendernos no en la guerra convencional, donde el enemigo tenía inmensidad de ventajas sobre nosotros, sino mediante la estrategia de que la mayoría de la población esté entrenada y preparada, que sepan su lugar para combatir.
«Fidel, como Comandante en Jefe, tiene la brillantez de un gran estadista. Incorporó a sus métodos de trabajo sus experiencias en batallas anteriores. Recordemos que denunció el zarpazo de Batista, hizo el Moncada, le dio una utilidad política y de formación de convicciones a su tiempo en la cárcel, estuvo en el exilio, organizó la invasión, y vino en un yatecito, el Granma, y desembarcó en un lugar inhóspito.
«Fidel se quedó casi solo luego del combate de Alegría de Pío, y fue siempre optimista, siempre en pos de la victoria, siempre pensó: Podemos y lo vamos a hacer.
«Esa voluntad de vencer, unida a su inteligencia y a sus capacidades de diplomacia y persuasión, hacen de él un líder invencible. También está por supuesto la justeza de la causa que defiende; esos méritos y razones puestos en el corazón de él como jefe son los que han dado vitalidad y permitido que en una Cuba sitiada, sometida a un bloqueo, a campañas mediáticas y amenazas de todo tipo, el pueblo reaccione y mantenga en alto la voluntad de resistencia.
«Hemos tenido tiempos muy duros, llenos de complejidades como en los años 62, 63; el período especial, con grandes dificultades materiales… La Revolución se enfrentó con todo tipo de conspiraciones, desde que el Ejército Rebelde estaba en la Sierra, para evitar que esta tomara el poder.
«Sin embargo el pueblo siempre tuvo confianza en Fidel, en Raúl; eso está reflejado a lo largo de la historia de la Revolución. Fidel es la imagen de la victoria, de la lucha de un pueblo que siempre será libre, soberano e independiente. Un pueblo que tiene firmes convicciones de su compromiso con la historia».
—A propósito de la anécdota que contó de Raúl, usted que ha tenido el privilegio de conocerlo también como estadista y jefe revolucionario militar, ¿cómo lo describiría?
—Al triunfo de la Revolución, cuando Raúl regresó de Oriente para La Habana en el mes de marzo, me mandó a buscar y me dijo que quería que yo trabajara con él. Yo, que no era demasiado político, le dije que no, que no me gustaba, que quería trabajar con la gente. Entonces me dijo: “Vamos a hacer una cosa, por la mañana estás en el mando y por la tarde conmigo”; pero te voy a contar una anécdota:
«Al final de esa conversación con Raúl, él me preguntó la edad, y yo le dije que tenía 36 años, entonces me dijo una palabrota, y añadió: ¡Pero qué viejo tú estás!
«Para mí eso era un insulto, porque estaba orgulloso de mi espíritu juvenil. Yo llegué a viceministro de las Fuerzas Armadas, y cuando Raúl cumplió 36 años le pedí permiso para ir a verlo, y le llevé de regalo un pisapapeles que era un calendario azteca. Se lo di y le dije: ¡Ministro, qué viejo usted está!
«Se quedó mirándome y me respondió: “¿Por qué me dices eso”… Y le contesté: ¿Usted no se acuerda?... Y se echó a reír a carcajadas.
«Raúl tiene un sentido muy espontáneo del humor, y en el plano personal es una persona excelente. Te narro otra anécdota: Hace unos años me caí por las escaleras de la casa. Rodé de espaldas unos 15 escalones y me hice varias fracturas, estaba hecho “leña”. En el suelo sangraba por todos lados, tenía dos costillas rotas, la cabeza… Estaba solo con Asela en la casa y le dije: “Si no me muero hoy, no me muero nunca”. Me llevaron en ambulancia para el hospital, muchos pensaron que yo no iba a sobrevivir.
«Tres días después podía pararme a duras penas, pero con entusiasmo. Raúl fue a verme y lo esperé de pie. Cuando me vio se echó a reír y mandó a buscar al director del hospital, y le dijo que no me dejara salir de allí en esas condiciones, que nadie podía verme hasta que no estuviera curado. Ahí estuve preso; dio esa orden y se acabó, estuve meses…
«Raúl, con ese sentido del humor, es un hombre excepcional, es uno de los mejores compañeros que he conocido: franco, sincero, critica lo que hay que criticar y estimula lo que hay que estimular. Sabe analizar las cosas, es muy organizado, previsor, ordenado y sistemático.
«Es muy firme, muy exigente; hace que se cumpla lo que predica, y no solo es predicar, sino tener esa prédica como ejemplo para los subordinados. Además es enemigo acérrimo de la injusticia; profundamente humano, sabe escuchar, y digo escuchar y no oír, que son dos cosas diferentes.
«Creo que Raúl, en su desempeño actual al frente de la Revolución, está realizando un trabajo excepcional. En Panamá, con la primera participación de Cuba en una Cumbre de las Américas, hizo un resumen de nuestra historia, en un breve tiempo, en un discurso que sirvió de referencia para la reunión, y allí estaba Barack Obama. Posteriormente, en Naciones Unidas, pronunció un discurso que despertó no solo gran interés, sino admiración. Los aplausos no cesaban, y quien presidía la reunión tuvo que detener la sesión y despejar la sala para que Raúl pudiera salir.
«El Presidente de Estados Unidos dijo durante su visita a Cuba que debía obviarse la historia; y se equivocó, porque la historia no puede ser olvidada, es nuestra razón de vida, es nuestra cara, es nuestro compromiso. Hoy por hoy, tenemos que trabajar todos bajo el influjo de nuestra historia, de lo que se ha hecho y de lo que el próximo Congreso del Partido nos traerá con seguramente sabias, firmes, claras, revolucionarias y socialistas medidas para el futuro».
—Usted que estuvo presente en los momentos en que se declaró el carácter socialista de la Revolución, un día antes de marchar a defender al país en las arenas de Girón. ¿Cómo ve el futuro del Socialismo en Cuba a partir del proceso de actualización en marcha?
—Justamente hace muy poco, donde se debatían documentos del Congreso, me referí a ese tema. A través de mis ya largos años de vida no he conocido de nadie que haya tenido éxito en la construcción del Socialismo, y sobre todo nadie ha enfrentado las condiciones tan particulares, difíciles y complejas que han tenido Cuba y su Revolución.
Nos corresponde hacer el Socialismo capaz de dar respuesta a nuestras necesidades, que sea autosustentable y se corresponda con las características e intereses de nuestro pueblo. Que sea propio, preserve nuestra soberanía, el compromiso con nuestra historia. Debe ser hecho con calidad, con firmeza, con inteligencia y con valentía.
En la Primera Conferencia Nacional del Partido, Raúl nos expresó: “No olvidemos que solo el Partido, como institución que agrupa a la vanguardia revolucionaria y garantía segura de la unidad de los cubanos en todos los tiempos, solo el Partido, repito, puede ser el digno heredero de la confianza depositada por el pueblo en el único Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, el compañero Fidel Castro Ruz”.