Testimonios visuales de un líder
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La imagen de Fidel ha estado en el imaginario popular desde los años 50. Llegado el tiempo justo, ha prevalecido sólo en determinados soportes visuales. Además, la modernidad como forma y proyecto de vida se ha impuesto frente a ciertas manifestaciones artísticas. Habría que valorar incluso cuál de aquellos será más duradero. Asumiendo el valor intrínseco de cada representación (fotografías, pinturas, dibujos, carteles, videos...), resulta inminente este grado de comparación e inquietud. El solo hecho que desde la creación artística se logre el abrazo con una figura histórica, propiciándose una cálida hibridez, denota una señal a tener en cuenta.
Tony López, autor hasta donde sabemos de una caricatura tridimensional y de más de un pequeño busto de Fidel –piezas que hoy día resultan desconocidas– 1 causó sensación por sus caricaturas escultóricas durante más de una década en el circuito artístico habanero de mediados del siglo XX. Tanto en su galería de la capitalina calle Galiano como en los Salones de Humorismo cubanos, el público podía apreciar sus tinadas piezas en caricaturas tridimensionales. Una variada galería de caricaturas personales de personalidades políticas y personajes populares logró hacer este escultor. Una de esas fue la de Fidel, que corresponde aproximadamente a 1955.
La obra constituye un registro de un momento, de ciertas circunstancias. Evoca al líder juvenil, el de las manifestaciones, las acciones y los mítines revolucionarios. Precisamente, aquel que al unísono comenzaba a dejar de ser un joven desconocido y del cual unos tenían ya la convicción –desde entonces– que estaban frente a una importante figura histórica.
La caricatura personal cubana emuló con sus semejantes visuales. En el plano perceptivo valía tanto como una convincente fotografía. Era casi una constante como medio expresivo en diarios y semanarios, revistas y exposiciones. La caricatura personal entrañaba identificación o todo lo contrario por parte de su realizador: el caricaturista y/o editor de la publicación que acogería la obra en cuestión. Tony López tuvo a su favor tales precedentes de la caricatura personal –en particular–, esa que se apreciaba como ameno hábito tanto en la prensa periódica, en las posiciones u otros componentes de la realidad. Pero eso sí, sus piezas tridimensionales se debían al espacio, su razón de ser estaba en éste. Sólo después casi todo podía quedar documentado en el soporte periodístico. Ocurrió con algunas de sus caricaturas.
A Fidel se le caricaturizó más de una vez. Y en ese amplio conjunto se distingue en especial la creación realizada por el escultor Tony. Una caricatura extremadamente rara, atípica y que resalta por encima de una de su tipo (bidimensional), debida –por ejemplo– a Juan David o Conrado W. Massaguer. En parte, también, porque fue posiblemente la pionera como representación volumétrica de Fidel: de punta a punta, de cuerpo entero. Entre las pocas conocidas con estas características formales de representación espacial –recordar los bustos de 1959 de los escultores Fernando Boada Martín y Enzo Gallo Chiapardi– la figura fue trabajada por el escultor Tony en su totalidad. Le importó no sólo el rostro...
Otros caricaturistas, además de Juan David y Massaguer, aportaron en cierto instante sus retratos caricaturescos de Fidel como consecuencia de un interés más bien editorial de algunas de nuestras publicaciones periódicas. Este sería el caso de la aportada por David para las páginas de Bohemia (No. 1, 3 de enero de 1954) en el contexto de una amplia mini-galería de caricaturas sobre "Las figuras más destacadas en el año 1953". El interés que tenía esta publicación se advierte con sólo leer el pie de imagen que acompaña a la caricatura hecha a Fidel: "LA TRAGEDIA CUBANA DE AÑO. –Fidel Castro fue el protagonista de uno de los hechos más dramáticos de nuestra historia republicana: el asalto a los cuarteles de Santiago y Bayamo, que conmovió profundamente a la opinión pública nacional." Con esta de David medió el encargo editorial, algo que por ejemplo no ocurrió con Conrado W. Massaguer, quien por iniciativa personal gestionó la publicación de su ¿Voy bien, Camilo? Recuerdo de una fecha: primero de enero de 1959. (Estudio Massaguer, La Habana, Cuba, [1959]): un folleto-libro de unas cuantas páginas a modo testimonial de una realidad como la de 1959 y desde la caricatura personal. Hechos, personajes (líderes) y ciertos aspectos de la nueva Cuba que habría de ser inmediatamente con el triunfo revolucionario de enero de 1959 fueron recogidos por este caricaturista de antaño. Si Eduardo Abela, por ejemplo, celebró gráficamente la Revolución triunfante con su Bobo barbudo, banderita cubana en una mano y asomado hacia la calle por una ventana de dos hojas,2 su colega Massaguer lo haría auxiliado con la diversidad de páginas en ¿Voy bien, Camilo?... Fueron éstas posiblemente la antesala –o el anuncio– de la retirada gráfica del viejo Massaguer que, durante el resto de sus días de vida, sería un empleado en el Archivo Nacional de Cuba. Él fallecería en 1965.
Hasta aquí un mínimo y conciso acercamiento a esa otra geografía visual sobre el líder de la Revolución. Exactamente, la que se deduce y aflora con la búsqueda persistente por lo diferente de la cotidianeidad, caracterizada por la imagen constante en la prensa, la televisión, los libros... Por demás, una imagen fidedigna, veraz, fotográfica. Esa nos circunda, de ella tenemos noción precisa en el día a día.
De conjunto con sus fotografías (digitales, impresas, cinéticas) otros registros artísticos han calado en su dimensión humanista, de pensador, líder, combatiente y revolucionario. Cada una y todas suman una amplia galería visual en torno –ya lo expresamos– al cartel, el documental, la pintura, el dibujo, la fotografía, la caricatura, etcétera.
Ninguna figura pública escapa a los medios masivos de la contemporaneidad. En tanto, aquellos con interesante carisma se advierten en la diversidad. Ha ocurrido así con Fidel, ya fuese con la mediación de la metáfora, la fantasía o el documento histórico.
Nuestra selección gráfica para estas páginas ha procurado ser equilibrada y diversa, auténtica y amena. No basta con la fotografía, medio convincente y sutil que, con Fidel, posee una cifra infinita. Lo mucho supone lo escaso a modo de selección, y en estos tiempos en el que coexisten viejas y nuevas técnicas artísticas, se agradecerá siempre pensar en (casi) todas. Significa mucho tomarlas en cuenta, hacerlas valer para bien de la historia.
Aquí, se trata apenas de momentos puntuales que, complementados con el talento de Korda, Raúl Corrales, Servando Cabrera Moreno, José Ángel Toirac, Oswaldo Guayasamín, Osvaldo Salas, Pedro Pablo Oliva y tantos más, indiscutiblemente nos darían la sobredimensión justa y precisa del líder a través de las artes visuales. Esa, la que arraiga muy adentro como legado histórico-cultural.
Notas
1. El paradero del original de esa caricatura tridimensional se ignora hoy día. De acuerdo con un testimonio del profesor y martiano Jorge Lozano, él conoce que el escultor y caricaturista Tony López hizo tres pequeños bustos de Fidel muy cercanos temporalmente: dos en 1958 y el otro en 1959.
2. Véase de Adelaida de Juan: Caricatura de la República, segunda edición, Ediciones UNIÓN, 1999, p. 230.