DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN EL INSTITUTO TECNOLOGICO OBRERO DE SUELOS, FERTILIZANTES y ALIMENTACION DEL GANADO “RUBEN MARTINEZ VILLENA”, EL 30 DE ENERO DE 1967
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Compañeros y compañeras de los institutos tecnológicos agropecuarios (APLAUSOS):
Hace algunas semanas, cuando nos reunimos en la escalinata universitaria con motivo de la graduación de los primeros alumnos de este plan, les explicaba cómo en nuestra concepción era absolutamente imprescindible la combinación del trabajo y del estudio.
Les explicaba el tipo de técnicos que deseábamos formar. Les explicaba también la idea perspectiva de cuando decenas de miles, y aun cientos de miles de ciudadanos —ciudadanos, por supuesto jóvenes—hayan adquirido el dominio de la técnica; y cómo cuando ese instante se presentara en nuestra sociedad, el trabajo manual e intelectual de todos los hombres y mujeres capaces de producir en nuestro país sería una realidad.
Les explicaba que en estos años es una necesidad económica la incorporación de los jóvenes todos, de los estudiantes todos, a la producción; que en años venideros no sería una necesidad económica, puesto que con el incremento de la productividad del trabajo a través de las máquinas no serían necesarias estas movilizaciones masivas, mas cuando ese instante llegara y no existiera una necesidad puramente económica, habría una necesidad pedagógica de incorporar a los estudiantes a las actividades de trabajo físico productivo.
En estos años prevalece la necesidad en su carácter económico. Habíamos planeado incorporar los institutos tecnológicos de este plan en el mes de marzo; sin embargo, se presentó la imperiosa necesidad de hacerlo ya desde el mes de febrero. Esto significaba alterar en parte los planes, esto introducía cierto trastorno en nuestra programación. Sin embargo, estas escuelas se caracterizan por su espíritu dinámico, por su flexibilidad; y por eso, al presentarse la necesidad, lo planteamos a los compañeros de la dirección de este plan: les planteamos la necesidad de hacer un esfuerzo rápido, emergente; plantearles el problema a los estudiantes, y adoptar las medidas pertinentes para promover esta movilización ya desde el mes de febrero.
Serán igualmente movilizados no solo los estudiantes de los institutos tecnológicos obreros, agropecuarios, sino también los estudiantes de los institutos tecnológicos del Ministerio de Educación. Y serán igualmente promovidos a este esfuerzo los estudiantes del instituto de educación física del “Manuel Fajardo” (APLAUSOS). Es decir, todos los institutos tecnológicos, bien de carácter agropecuario o bien de carácter industrial, o de otro tipo. Esto significa ya la puesta en marcha, en un grado alto, de las ideas que expresábamos en la escalinata universitaria.
Tal vez algunos piensen, aquellos que son una especie de “tecnócratas” en la educación, que esto podría tal vez afectar el aspecto de la formación técnica. Nosotros no lo creemos así.
Ayer conversábamos con el conjunto de profesores de la primera escuela rural integral que recién inauguramos en la provincia de Pinar del Río. Y les explicaba cómo en nuestro concepto si lográbamos en aquellos muchachos y muchachas que dedicaran un 50% al estudio, un 30% al trabajo productivo y un 20% a la educación física y actividades deportivas y recreativas, en general, habríamos logrado lo que no ha logrado nunca ninguna escuela. Jamás antes, en ninguna escuela, nunca, los estudiantes emplearon en estudiar el 50% del tiempo.
Es que la misma concepción de la escuela resultaba repelente para los estudiantes; y la permanencia en el aula. Por razones que no comprendíamos, porque éramos incapaces de comprenderlas, porque eran incapaces de explicárnoslas, y porque no nos las podían explicar, puesto que habría que decirle en aquella época a una parte de los niños: “Métanse todo este tiempo en esta aula y escuchen a estos profesores, y olvídense del trabajo, porque hijos de ricos no tendrán que trabajar nunca”; o “métanse en esta aula los que vengan a estas escuelitas ‘zarrapastrosas’ y escuchen si les da la gana a este maestro que viene dos o tres veces a la semana, porque ustedes no importa que estudien y si no estudian, mejor, porque tendrán toda la vida que trabajar como esclavos para los burgueses y los terratenientes.” A unos por ser hijos de ricos y a otros por ser hijos de pobres.
Y para vivir en una sociedad dividida en estas dos categorías no había por qué instigarlos gran cosa al estudio, ni había forma de explicarlo, ni había gentes capaces de explicarlo, ni había nadie capaz de comprenderlo.
Y veíamos por eso el aula como una prisión, el libro como un enemigo, el maestro como un personaje antipático e insoportable. Por eso nunca, nunca, en ninguna escuela estudió ningún estudiante más del 50% ni llegó al 50%, tal vez ni al 30%. Y las horas la pasaban los muchachos en babia, lo mismo en las horas de clases; la disciplina era una cosa obligada, no podía ser consciente.
La concepción de las vacaciones ustedes saben cómo era: tres meses “mataperreando” el maestro y los alumnos (RISAS). ¿Haciendo qué? ¿Deportes? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Teniendo realmente vacaciones? ¿Dónde? ¿Cómo? Y luego para Navidad otras vacaciones, y luego para Semana Santa otras vacaciones, y luego el sábado y el domingo completos, vacaciones, y luego muchas veces el lunes y el martes, el jueves y el viernes (RISAS). Y entre los días en que el maestro no iba y los días en que el muchacho no iba... Y no iba el maestro porque no quería, o estaba muy lejos; y no iba el muchacho porque no quería, o porque no podía. De lo contrario no habrían tenido que empezar los alumnos de estos institutos tecnológicos por el segundo grado, o por el tercer grado. Y eso después de la alfabetización y de los cursos de superación; porque hay muchos en estos institutos tecnológicos, ya avanzados en los estudios, que eran analfabetos al triunfo de la Revolución.
Nosotros también explicábamos a los maestros y profesores de la escuela de Pinar del Río cómo el concepto de vacaciones hay que cambiarlo por verdaderas vacaciones, de manera que la escuela organizara las vacaciones de los muchachos, y si les daba un mes, pues tendría que ser un mes organizado en que irían o a las playas, verdaderamente de vacaciones, o en excursiones por los bosques, o a realizar actividades que constituyeran verdaderas vacaciones. Y entonces no harían falta tres meses, bastaba con un mes, y una semana y media a fin de año, y una semana intercalada, entre fin de año y el verano: unos 50 días de verdaderas vacaciones, y además actividades deportivas y recreativas los sábados.
Es cierto que si usted se pasa toda la semana con el libro, por muy consciente que esté de la importancia del libro, siente una vez a la semana el deseo de no abrir un libro (APLAUSOS); como cuando está muchos días sin abrir un libro, siente deseos de abrir un libro (APLAUSOS). Y, en la medida que avancen y en la medida que adquieran más preparación y más cultura, sentirán cada vez más esa necesidad de los libros.
Es decir que se puede y se debe organizar los estudios y la vida de los niños y los jóvenes, de manera que la combinación del trabajo, del estudio, del deporte, de las vacaciones, de las actividades recreativas, de la educación física, haga incomparablemente más feliz y más entusiasta la actividad del niño y del joven.
Desde luego, nuestra conversación de ayer versaba sobre escuelas donde comienzan a los 10 años, no son este tipo de institutos. Estos institutos tecnológicos en el futuro se nutrirán ya de esos alumnos, en un futuro lejano, porque estas instituciones son demasiado voluminosas para que hoy puedan nutrirse de aquellas escuelas que son todavía muy pocas. Se nutrirán, sí, de las escuelas primarias, que nosotros llamamos las escuelitas aisladas, o más gráficamente —o no sé si gráficamente, pero sí más peyorativamente—, las escuelitas ”zarrapastrosas” del campo. Son esas escuelitas aisladas donde no puede haber, como en esas escuelas integrales, el profesor de educación física, el profesor de secundaria, la biblioteca, la discoteca, el salón para pelarse, la asistencia del médico, los campos deportivos, todas esas cosas que hay en esas escuelas, y donde está todo el mundo uniformado, bien vestido, bien alimentado; al revés de la escuelita aislada donde llega por la mañana cada uno, unos sucios, otros limpios, unos descalzos, otros con zapatos —porque a veces aunque tengan los zapatos tienen la costumbre de no ponerse los zapatos—, unos bien alimentados, otros mal alimentados —porque en algunos casos son muchos en la casa y no alcanza la comida, y en otras no son muchos, pero no es mucha la diligencia de los que los atienden, o porque son demasiados y no hay quien pueda lavarles la ropa y cocinarles a tantos muchachos.
Y, naturalmente, en estas escuelas integrales como la de San Andrés hay una cocina con todos los equipos modernos donde el cocinero multiplica su productividad también, y una lavandería muy moderna donde las lavanderas multiplican su productividad también considerablemente. Y la vida va cambiando y la batea va siendo abolida. Pero a la batea todavía le queda bastante tiempo, desgraciadamente, en este país; porque podremos —y esto si nos apuramos mucho y si trabajamos duro, y si triunfamos frente al burocratismo, y si creamos una conciencia cada vez más de estudio, de trabajo y una mejor organización y una mayor eficacia en todo— en 10 años posiblemente haber desterrado la batea; y tendremos por lo menos en ese tipo de escuelas integrales un millón de alumnos. Entonces todo eso se hará —el lavado, el planchado, la cocina—fundamentalmente con máquinas.
Mientras tanto han crecido y crecerán mucho más estos institutos tecnológicos. Y ha sido posible porque nos hemos instalado a veces en casas de campaña, no siempre hemos podido construir unas instalaciones tan modernas como esta, aunque las llegaremos a tener iguales en dondequiera.
Pero vamos hacia un cambio total, progresivamente, en nuestra pedagogía. Y no creo que le quede duda a nadie —y si alguien se para aquí ahora y mira, se da cuenta de que es verdad—, no le quede duda a nadie, de que nosotros marcharemos a la vanguardia del mundo en materia de formación de las nuevas generaciones.
Y eso significará —lo digo sin ningún temor, sin chovinismo, por supuesto, y sí con una gran convicción—, significará ponerse a la vanguardia en las ideas revolucionarias, significará ponerse a la vanguardia en el camino del socialismo, y significará ponerse a la vanguardia en el camino del comunismo (APLAUSOS).
Y no es que nos hayamos propuesto dejar atrás a los demás; pero si los demás se quedan rezagados, nosotros no tenemos la culpa; si nos convertimos sin proponérnoslo, y sí simplemente queriendo hacer bien las cosas, en una vanguardia revolucionaria e ideológica, nosotros no tenemos la culpa.
Pero, sin dudas, por lo que vemos y por lo que oímos y por lo que leemos y vemos, muchos se están quedando atrás. Y nosotros avanzamos y este es el camino, y los hechos justifican nuestro optimismo.
Y ustedes son dentro de esa vanguardia, o deben ser dentro de esa vanguardia, vanguardias.
Nosotros tenemos una gran confianza depositada en este plan y en estas escuelas. ¿Lograremos que los de las escuelas integrales en el futuro sean mejores que ustedes? No lo sabemos, pero lo esperamos. Pero sabemos que ustedes, en su inmensa mayoría, como obreros que son, en su inmensa mayoría —repito—, como hombres que han conocido esto de que les hablo, que han conocido de la vida los rigores, y los rigores de una vida sin esperanza y sin futuro, ustedes tienen derecho a comprender esto, ustedes tienen posibilidad de ser vanguardias, ustedes tienen posibilidad de saber jugar ese papel. Y nosotros —aunque, como hemos dicho otras veces, esperamos a que siempre los nuevos sean mejores— podemos decir que pensamos que los de ahora, es decir, ustedes, son buenos.
¿Qué significa la incorporación de ustedes desde esta fecha a la actividad productiva como resultado de la necesidad, y de dónde surge esa necesidad? Surge de la contradicción entre el enorme esfuerzo educacional de la Revolución, el enorme esfuerzo en una serie de frentes, sobre todo en el frente de la educación, en el frente de la defensa, en el frente de las construcciones y, a la vez, los planes económicos de la Revolución que han de servir de base a este desarrollo, fundamentalmente los planes agrícolas que constituyen el eje de nuestro esfuerzo en estos años de aquí a 1970.
Como consecuencia de esto tenemos ya, por ejemplo, en este plan, cerca de 20 000 obreros estudiando, todos procedentes del campo, de las montañas, bien hijos de pequeños agricultores o bien hijos de obreros u obreros jóvenes.
Y si crece por un lado esa masa, crece la masa de hombres que se encargan del manejo de nuestras armas, cada vez más abundantes; crece el número de hombres que se dedican a la construcción de viviendas, de escuelas, hospitales, carreteras, almacenes, fábricas y construcciones económicas en general. Y crecerá más cada año. Y parejamente crece la producción agrícola, crecen las cantidades de cañas a cosechar, las cantidades de caballerías a cultivar.
Y ese crecimiento de esa producción, tanto en la construcción como en la agricultura, por ejemplo, no va acompañado todavía de un grado de mecanización que se traduzca en una productividad duplicada, triplicada, cuadruplicada o quintuplicada, y en muchos casos centuplicada. ¿En qué caso se centuplica la productividad agrícola? Cuando un hombre, en vez de regar el fertilizante a mano, lo riega en un AN-2 como se puede hacer con la urea. Pero no la centuplica sino que la miliplica, porque hace un piloto el trabajo de 1 000 hombres. Y ya en este año más de 50 aviones trabajarán intensamente en la fertilización de las cañas y también de los pastos.
Pero todavía no está resuelto el problema porque no es tan fácil —ni mucho menos— la cosecha a máquina de las cañas, no de cualquier caña sino de las cañas de alta productividad por caballerías que vamos desarrollando. Y todavía el problema de cortar campos de caña de 80 000 ó de 100 000 arrobas, donde la caña además de su altura tiende a caer, no está totalmente resuelto. Y se trabaja en varias direcciones: cañas de poca paja, cañas que crezcan erectas y no tiendan a acostarse, y a la vez tengan mucho azúcar y mucha caña por caballería; mucho azúcar por caña y mucha caña por caballería o por unidad de superficie que a la vez no se acuesten, como les decía.
Esa es una de las direcciones donde se trabaja. Pero se trabaja también en las máquinas para el desarrollo de máquinas que corten cañas que sean altas y a la vez se acuestan. Y en ese sentido se avanza. Han trabajado técnicos soviéticos, trabajan técnicos cubanos; algunas de las máquinas desarrolladas ya por los técnicos soviéticos —sobre todo las últimas— han avanzado en la tarea de cortar cañas altas y que se acuestan hasta cierto grado. Por nuestra parte, la introducción de los centros de acopio contribuirá considerablemente a resolver el problema de la mecanización de la cosecha de caña, porque ya no tendrá que tener cada combinada los ventiladores arriba, y bastará resolver el problema de cortar caña alta y caña que se acuesta para llevarla a los centros de acopio.
Los centros de acopio —de los cuales tenemos ya este año más de 50— han demostrado algunas cosas muy interesantes. Han demostrado que permiten fácilmente duplicar la productividad del cortador de caña; han demostrado que se eleva en un 10% el rendimiento industrial, es decir, la capacidad industrial de los centrales cuando procesa la caña que pasa por los centros de acopio; han demostrado que se aumenta la capacidad del transporte, pero, además, el centro de acopio lo mismo puede servir para caña cortada a mano que para caña cortada a máquina con paja. De manera que hoy lo hacemos y elevan nuestra productividad a mano, pero el día de mañana nos ayudarán a resolver lo de la máquina, porque podrá cortarse con combinadas y enviar la caña con paja a los centros de acopio.
De manera que en materia de combinadas el problema principal por resolver es: máquinas que corten cañas de alto rendimiento y máquinas capaces de cortar cañas que se acuestan o tienden a acostarse. Y aun cuando eso esté logrado, vendrá después de 1970 un período ulterior en donde toda la caña que está en lugares montañosos y que no pueda mecanizarse sea trasladada a lugares llanos donde hoy pueden haber pasto u otros cultivos que como el mismo pasto pueda sembrarse y explotarse perfectamente bien en terrenos ondulados. Vendrá un problema de racionalización de las plantaciones, de manera que queden las plantaciones cañeras en áreas que puedan ser mecanizables.
Ustedes comprenden perfectamente bien que esta tarea es compleja y llevará años. Pero, sin embargo, en estos años tendremos que cortar cada vez zafras mayores. Este mismo año tenemos ya en la provincia de Oriente un estimado de la posible cantidad de caña, que se eleva a 1 500 millones de arrobas de caña. Esto significa la existencia, en la provincia de Oriente, de más caña de la que jamás hubo en esa provincia. Es decir que ya en esa provincia deberá producirse este año más azúcar que el máximo de azúcar que se produjo en aquella zafra de siete millones y tantos.
No es así todavía con relación a toda la caña del país, y no rebasaremos todavía este año esa cifra que fue la más alta —aquella vez cuando cortaron los terratenientes todas las cañas, porque comenzaban otra vez las zafras restringidas—; pero deberemos, el próximo año, rebasar ya esa cifra ampliamente.
Y ya desde ahora un enorme trasiego de fertilizantes se ve por todo el país: fertilizantes para el café, fertilizantes para la caña. Ya desde ahora —lo que jamás se hizo— se están fertilizando las cañas recién cortadas; de manera que, terminada la zafra, casi toda la caña ya habrá recibido el fertilizante completo, de una fórmula de mucho mejor calidad que la que se ha empleado en los años anteriores. Y, además, toda la caña —estatal y privada— recibirá la fertilización temprana. A eso habrá que añadir varias aplicaciones de urea foliar en avión para la caña estatal, y aplicaciones de nitrato de amonio adicional para la caña de los privados, donde no resulta tan racional emplear la aviación, puesto que está dividida en parcelas aisladas.
Esto, unido al incremento en la superficie —que deberá ser aproximadamente de 90 000 caballerías a cortar el año que viene—, deberá permitirnos rebasar ampliamente ya la zafra famosa en que toda la caña fue cortada, y que rebasó los 7 millones.
Y esto, unido a un inmenso plan de desarrollo de los pastos —puesto que ha crecido la ganadería y no ha crecido proporcionalmente la siembra de pastos—, más el desarrollo de otra serie de cultivos, planes de todo tipo en la agricultura —incluyendo los forestales—, requiere, naturalmente, la presencia de una gran masa de trabajadores, sobre todo en estos meses de zafra y en los meses de primavera.
Cuando se aproxime la primavera movilizaremos entonces, también, a los estudiantes de las secundarias y de los preuniversitarios (APLAUSOS). Esa será la reserva que nos quede para ese momento. Pero, como les decía, es mucha la caña que hay que cortar.
En Oriente... (DEL PUBLICO LE DICEN: “¿Y la universidad?”) También. Oportunamente también; está en la reserva.
Les decía que en Oriente teníamos 1 500 millones de arrobas; terminarán este mes con unos 300 millones cortados; habrá que cortar todavía cerca de 1 200 millones. Es decir, habrá que cortar, desde los primeros días de febrero, aproximadamente 12 millones de arrobas diarias; que es precisamente en esos meses de febrero, marzo y abril cuando más rendimiento tiene la caña.
Y en Camagüey habrá que rebasar los 10 millones diarios para terminar la zafra temprano, para poder cumplir los planes de primavera, para poder sembrar la superficie de caña, de pastos, de viandas, de arroz y, en general, de los diversos cultivos en esa provincia que tiene metas considerablemente altas.
En Oriente todavía no han llegado a los 10 millones diarios; en Camagüey todavía no han rebasado los 7 millones por día. De ahí la necesidad de movilizar esta reserva para Camagüey y de movilizar la de la ciudad escolar para Oriente; que marcharán también los alumnos que ya llevan más tiempo, desde los primeros días de febrero, y los alumnos que se incorporaron este año a aquel centro irán a los cortes de mediados de febrero. Yo pienso que ellos también estarán impacientes por participar, igual que ustedes, de este gran esfuerzo.
¿Pero qué significa para este plan la contribución eficaz e importante de los estudiantes de los tecnológicos a nuestras zafras en estos años? Significará la posibilidad de ampliar el plan. Si no hacemos esto, habría que frenar aquí, y decir: “¡Ni un obrero más con posibilidad de estudiar y convertirse en un técnico!” Ni un obrero más de nuestros campos, de nuestras montañas, podría ingresar en estos planes. Sin embargo, este esfuerzo de ustedes les abrirá el camino ilimitadamente a nuestros trabajadores; nos permitirá, ya para el año que viene, alcanzar la cifra de 40 000 estudiantes en este plan. Nos permitirá crecer indefinidamente este plan, puesto que desaparecerá la contradicción entre estos planes —que se nutren principalmente de jóvenes del campo— y el incremento de nuestra agricultura; porque en el momento en que hace más falta la fuerza de trabajo, estarán ustedes ahí.
Se pensaba alcanzar 40 000 estudiantes en 1970. Pues, bien: ¡los alcanzaremos ya a fines de este año! (APLAUSOS.) y el compañero Lionel me hablaba ya de las cifras de 1968, de 1969 y de 1970, y yo tuve que decirle: “ Lionel, me has ganado la emulación (RISAS y APLAUSOS), porque ya tus cifras son cifras que van ampliamente por encima de lo que los más optimistas —como era mi caso— habíamos imaginado.”
¿Qué nos enseña esto? Que los propios problemas de la Revolución, lejos de retrasar la Revolución, lejos de dificultar nuestras aspiraciones, nos enseñan a superar las dificultades e incluso superar esas aspiraciones. Ha sido este problema precisamente, y su solución, lo que nos permitirá un incremento de estos planes. Y esto sí que es dialéctica. Y cuando a ustedes les enseñen cuestiones de materialismo dialéctico y materialismo histórico, cuando quieran un ejemplo claro, este es un ejemplo: la contradicción, cómo esta contradicción entre el crecimiento de nuestros planes educacionales y el crecimiento de nuestros planes económicos nos plantea un problema, y cómo la solución del problema nos permite ampliar esos planes. De manera que si no hubiese surgido la contradicción no nos habríamos desarrollado tanto.
Y nuestros planes se van a desarrollar como resultado de la contradicción.
Naturalmente que no se incorporarán absolutamente todos ustedes, porque una parte, los que se van a graduar este año, la necesidad que tenemos de la conclusión de sus estudios nos obliga a poner el acento con respecto a ese grupo en el esfuerzo que están haciendo para terminar este año y asignarles otro tipo de actividades; están también los de algunos de los institutos tecnológicos que han ingresado, como el de forestal, que habrán de prestar ese servicio más adelante en las plantaciones de bosques; están los alumnos de los institutos tecnológicos de café y de frutales; están los que tienen que permanecer —mínimos— en las escuelas. Y, por último, movilizaremos a las compañeras a otros planes, en este caso fundamentalmente a Isla de Pinos (APLAUSOS), donde hay que recoger enormes cantidades de semilla de kudzú para plantar en la próxima primavera (APLAUSOS). Y los de Oriente ya expliqué cómo se incorporarán una parte a principios de febrero y otra parte a mediados de mes.
También se están incorporando miles y miles de jóvenes a la agricultura, a distintos planes. Pienso que es posible que muchos de esos jóvenes que se incorporen a la agricultura, les gustará ulteriormente incorporarse a este programa de formación de técnicos, a este programa que adquiere dimensiones cada vez mayores.
Se han incorporado decenas de miles de soldados, y el año que viene ya tendrá que ser una consigna general, se incorporarán ya el máximo de hombres de las Fuerzas Armadas, se incorporarán los estudiantes de los institutos tecnológicos todos. De manera que prácticamente todos nuestros jóvenes, en la zafra y en la primavera, se incorporarán a los planes agrícolas.
Esto nos convierte cada vez más en un pueblo de trabajadores, de estudiantes y de soldados. Porque ustedes además de estudiantes son soldados y son trabajadores. Ustedes simbolizan esta idea, y simbolizan una consigna imprescindible de este país en los años futuros: la necesidad de ser un pueblo de todos trabajadores, todos estudiantes y todos soldados (APLAUSOS).
Y para esto hay que continuar profundizando en la conciencia, profundizando en la ideología; para esto hay que continuar barriendo con el espíritu pequeño burgués; para esto hay que ir barriendo cada vez más con las ideas conservadoras y reaccionarias, hay que ir barriendo cada vez más con las ideas anacrónicas en todos los órdenes, hay que ir barriendo cada vez más con el espíritu burocrático.
Y este movimiento de ustedes, y ese movimiento de jóvenes hacia la caña, y esta contraofensiva antiburocrática, todo forma parte de la misma cosa. La batalla contra el espíritu burocrático es casi una batalla tan difícil como la batalla contra el imperialismo. Y, por supuesto, más difícil que la batalla contra los terratenientes, porque los grandes terratenientes eran menos, y los que tienen mentalidad burocrática en este país son muchos más.
No es esto menoscabar la importancia de las tareas administrativas. Cuando nosotros decimos burocracia —entiéndase bien— no decimos administración, sino hipertrofia de las tareas administrativas, concentración masiva e inútil, parasitaria e improductiva, en tareas no productivas. Cuando decimos luchar contra el burocratismo significa reducir al mínimo necesario el número de hombres y mujeres dedicados a actividades no productivas de bienes materiales directamente. Y la única manera de dignificar el trabajo administrativo es liberando al trabajo administrativo de la concepción burocrática y del lastre burocrático, de manera que cada vez sean menos en proporción y cada vez más en eficacia. Esto exige la superación incesante de los que tengan que dedicarse a actividades netamente administrativas, porque muchas veces la burocracia es consecuencia de la ineptitud. La ineptitud no es, desde luego, la única causa, pero es una de las causas; aunque la causa principal es el espíritu pequeñoburgués, es la falta de conciencia de lo que significan los recursos humanos de un país, la falta de conciencia de lo que significan los recursos materiales de un país.
Crear burocracia es echar por el vertedero recursos humanos, es convertir un hombre o una mujer en un ciudadano inútil y parasitario; es echar por la borda la energía y la inteligencia humanas, que deben emplearse en cosas útiles a la sociedad, en cosas útiles a los seres humanos.
Por eso debemos ser inflexibles contra ese derroche criminal, antisocial e injustificable, de los recursos humanos, mal que existía en el capitalismo y no ha desaparecido en el socialismo. Y lo mismo el despilfarro de los recursos materiales: los que no se ocupan de las máquinas y de su mantenimiento; los que no se ocupan de ahorrar las materias primas, el combustible, el aceite, es que no tienen conciencia de lo que valen las cosas, y no tienen conciencia porque militan en la ideología de una clase que nunca se vio en la necesidad de producir bienes materiales y, por lo tanto, no saben el esfuerzo que cuestan, la energía que cuestan, el sudor que cuestan.
Y en esta batalla contra la burocracia, que forma parte de la formación de la conciencia y de la profundización de nuestras ideas revolucionarias, ustedes juegan un importante papel, porque cada hora que transcurra en esos cañaverales donde el trabajo es duro, cada hora bajo el sol dando el máximo esfuerzo —más que sudando la camisa bañándose en sudor—, cada hora, cada minuto estará formando en la conciencia de ustedes —que son la generación que avanza, que son el futuro de la patria y de la Revolución— la importancia que tiene cada centavo, cada peso; la importancia que tiene cada bien material del hombre, cada recurso material y natural de nuestra sociedad y, sobre todo, la importancia que tienen los recursos humanos de una sociedad.
Y el camino que necesita andar una sociedad para ganarse el pan —que no cae del cielo—, el esfuerzo que vale cada bien material que se produce, y la necesidad no solo de ser ahorrativos de los recursos humanos y materiales, sino la necesidad de elevar la productividad del trabajo para que, con el mismo mar de sudor de hoy, produzcamos océanos de bienes materiales y espirituales en el mañana, mediante la multiplicación por dos, por tres, por cuatro, por cinco, por diez, de la productividad del trabajo.
Y si algunos necesitan tener conciencia de la necesidad de elevar la productividad del trabajo son ustedes —masa gigantesca de técnicos del futuro— que estarán al frente de las unidades productivas y que participarán como técnicos, pero además como trabajadores físicos, en la producción.
Y este trabajo duro, sí, también paradójicamente, también dialécticamente, será lo que ayude más a crear en ustedes la conciencia de la necesidad del estudio, la conciencia revolucionaria proletaria, la conciencia del ahorro de los recursos materiales y humanos, la conciencia de la necesidad de elevar la productividad del trabajo, ¡la conciencia socialista y la conciencia comunista!
Los jóvenes de nuestra generación dieron prueba de una alta conciencia y abnegación en la lucha en las montañas; dieron prueba de abnegación en las largas marchas de día y de noche, con hambre y con sed, comiendo muchas veces una vez al día cualquier cosa; ¡dieron prueba sacrificándose! Ganaron glorias y honores en aquel empeño. Muchos de aquellos hombres continuaron —prácticamente todos— superándose, manteniendo aquel mismo espíritu.
Hoy, o al menos en este momento, las glorias que ayer se ganaban con aquel esfuerzo hay que ganarlas en la producción. En esos campos de caña estarán ustedes escribiendo parte de la historia de hoy. Y digo parte porque no sabemos si tenemos que escribir también de la otra historia: ¡de la historia de Girón, de la historia de la Sierra con las armas en la mano! (APLAUSOS.) En los campos de caña estarán escribiendo parte de la historia abnegada y estoica de hoy; estarán escribiendo la historia de ustedes, la historia de los años presentes y estarán echando los cimientos del futuro.
Porque ya ustedes recibirán parte considerable de los frutos de ese esfuerzo. Los que hace 8 ó 9 años luchaban en las montañas, muchos ni siquiera vieron el fruto de la victoria, es decir, los que cayeron ni siquiera vieron la victoria; otros sabían que los frutos de la obra de la Revolución estaban muy distantes todavía y poco sería lo que disfrutarían de esos frutos. Mas ustedes estarán llamados a recibir gran parte de los beneficios de esta obra.
Cuando ya se habla de una economía desarrollada, de una elevada productividad, es algo que en años no muy lejanos los beneficiará a ustedes directamente, beneficiará a todo el pueblo, beneficiará, eso sí, más que nada a sus propios hijos, beneficiará a los que hoy entran en esas escuelas integrales en un grado mayor, y mayor todavía a los que ingresan en los círculos infantiles.
Pero ya ustedes trabajan para ustedes, trabajan para el porvenir de ustedes mismos. Yeso los alentará en el trabajo, cada vez que alcen el brazo en medio del calor y del esfuerzo riguroso para cortar una caña, pensarán —y pensar esto los alentará— que están trabajando para ustedes mismos, que están trabajando para un porvenir y para una sociedad cuyos beneficios materiales y, sobre todo, cuyos beneficios morales disfrutarán ustedes ampliamente.
Y por eso apelando a esa conciencia, apelando a esta verdad, esperamos de ustedes que se diga lo que ya se ha dicho otras veces y que se diga en un grado más alto: ¡que los de los tecnológicos son magníficos trabajadores, que los de los tecnológicos cortan caña de verdad! (APLAUSOS.) Aspiramos de ustedes a que conserven e incrementen este prestigio.
Cuatro grandes centrales de Camagüey quedarán en manos de ustedes (APLAUSOS). Ya no será, como otras veces, caña mala siempre; ahora les tocará caña buena o caña mala, les tocará en cuatro centrales. Pues bien: que de esos centrales se oiga decir que están al tope de la producción; que de esos centrales se oiga decir que no pueden cortar más caña o que no pueden moler más caña de la que ustedes son capaces de cortar.
Y que para el 1ro de Mayo, ¡para el Primero de Mayo!, esa meta de 200 millones, entre ustedes y los tecnológicos de ciudad escolar, esté cumplida (APLAUSOS).
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos! (OVACION)