Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la clausura de la Asamblea Provincial del Partido de Ciudad Habana, efectuada en el Palacio de las Convenciones, el 29 de noviembre de 1987
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Compañeras y compañeros:
Nuestro trabajo voluntario de este domingo está a punto de finalizar.
Realmente no tendría que decir muchas cosas; he intervenido muchas veces a lo largo de estos tres días, expresando opiniones, criterios, ideas, prácticamente en torno a cada una de las cosas que íbamos discutiendo. Creo que nuestro pueblo también en parte ha podido participar, a través de la televisión, de las intervenciones y de las ideas que aquí se han discutido. Y como tres días no se pueden recoger en un noticiero en unos minutos, me imagino que el lunes, el martes, el miércoles, nuestra televisión y nuestra prensa —por supuesto— le brinden a nuestra población la más amplia información de nuestra asamblea.
No podemos ocultar ninguno de los que hemos participado en este evento durante tres días, que nos marchamos con una profunda satisfacción y con una altísima valoración del trabajo de nuestro Partido, que ha sido objeto de análisis en esta asamblea de balance; y no es una satisfacción infundada, o algo simplemente subjetivo, sino que parte de la convicción de que estamos trabajando mejor, de que estamos verdaderamente rectificando, de que estamos avanzando.
Hemos tenido, como partícipes de esta asamblea, a compañeros de todas las provincias. Le prestamos mucha atención a la idea de que participaran los primeros secretarios del Partido de cada una de las provincias y del municipio especial de Isla de la Juventud, de que participara el mayor número posible de miembros del Comité Central y del Buró Político, de que participaran los dirigentes del Estado y, prácticamente, todos los ministros. Si alguno no ha estado presente es, o porque tuvo que marcharse para un ineludible compromiso internacional, o porque estaba fuera del país. Y sé de algunos que llegaron hoy por la madrugada y ya por la mañana estaban aquí en la asamblea; sé de muchos compañeros que no querían perderse de la asamblea por ningún concepto. Algunos tuvieron que salir, y expresaban un gran dolor de no poder participar en la asamblea. Nunca un evento, digamos, regional o provincial de nuestro Partido, suscitó tanto interés, despertó tantas expectativas.
También hemos tenido el gran honor de que ha participado con nosotros una representación del Partido Comunista de la Unión Soviética (Aplausos), presidida por el compañero Ribakov, que por segunda vez participa en una de nuestras asambleas, ya que la primera vez fue en ocasión de la asamblea del municipio de Playa, y tan vivo interés despertó en él nuestro debate, nuestra reunión, el contenido de las discusiones, la amplitud de aquellas discusiones, que lo invité, le cursé una invitación pidiéndole que, por favor, participara junto a nosotros en la asamblea provincial del Partido (Aplausos). Y a pesar de la distancia y de que hay que volar casi 30 horas para venir a Cuba y regresar a la URSS, tuvimos la gran satisfacción de conocer que sí, que venia; ha venido y ha participado.
Y como algo también muy simbólico, junto a nosotros ha estado una representación de un partido revolucionario y de un país que tanto apreciamos: una delegación del Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua (Aplausos).
Han sido nuestros invitados no a presenciar nuestra asamblea, sino yo diría más bien a participar como hermanos entrañables, como miembros que somos de una misma familia (Aplausos).
Yo le decía al compañero Ribakov que si esta asamblea se hubiera efectuado hace 18 meses —y esto se lo expresaba cuando le iba explicando algunos temas, algunas de las características de la asamblea, qué discutíamos, por qué discutíamos—, habría sido durísima, ¡muy dura!, porque habríamos tenido que analizar, precisamente, aquella infinidad de cosas que marchaban mal, aquella infinidad de cosas que hoy se reflejan, pero se reflejan en el recuento del esfuerzo realizado en estos 18 meses, en el recuento de la batalla librada en estos dos años, podríamos decir, desde el Tercer Congreso de nuestro Partido, pero fundamentalmente desde hace alrededor de año y medio, en que adquirió su mayor intensidad.
En el recuento aparecen muchas de aquellas cosas, y sé de compañeros que han expresado su asombro con estas palabras: "No podíamos imaginarnos lo mal que estábamos marchando." Y lo peor no es marchar mal, sino cuando marchamos mal y no estamos conscientes de que marchamos mal, cuando marchamos mal y nos creemos que marchamos bien.
Así, algunas cosas de las aquí mencionadas —y sería larga la lista—, pero bastaría recordar aquella impresión que nos hizo el día en que supimos que a nuestros trabajadores de Mambisa, que transportaban mercancías entre nuestros puertos, les estaban pagando en dólares —para citar una de las tantas calamidades que hoy empiezan a aparecer como un recuerdo.
Pero no significaba esto, ni mucho menos, que nos imaginemos que estamos trabajando óptimamente, que todo es una maravilla, o que vayamos a hacer lo que se ha dado en llamar por ahí —y hay que tener cuidado con el abuso de algunos términos— triunfalismo, y algunos abusan de la palabrita. A veces es una palabra que sí tiene significado y a veces también se convierte en una palabreja, porque hay quienes se duelen del proceso de rectificación y solo añoran la negación total de cada éxito o avance del pueblo.
Hay quienes, tal vez instintivamente, se percataban de que los errores o las tendencias negativas irían debilitando la conciencia revolucionaria de nuestro pueblo, irían debilitando la Revolución; hay quienes se imaginaban que los errores y las tendencias negativas abrirían paso a tendencias y a posibilidades pequeñoburguesas, a las posibilidades del antisocialismo y el anticomunismo; incluso, a las posibilidades de la reacción y la contrarrevolución, puesto que si hay algunos que se creen revolucionarios y no lo son, también hay quienes son reaccionarios y no lo saben, los que en ocasiones actúan por simple instinto. Hay algunos gusanillos que se imaginan que este proceso de crítica enérgica y de autocrítica, significa la hora de intervenir en nombre de ideas burguesas o liberales, o es la hora de intervenir en nombre de sueños pequeñoburgueses, o es la hora de que la gusanera, la reacción y la contrarrevolución participen en nuestro debate. Por eso es muy bueno aclarar que este debate, que esta crítica y esta autocrítica solo pueden ser de revolucionarios y desde posiciones revolucionarias (Aplausos); de marxista-leninistas y desde posiciones marxista-leninistas; de socialistas y de comunistas, desde posiciones socialistas y comunistas, y que aquí la reacción, la contrarrevolución, el espíritu pequeñoburgués no tienen nada que hacer y nada en qué participar.
Es bueno aclarar la cuestión para que se sepa qué cosa es lo que estamos haciendo y desde qué posiciones lo estamos haciendo.
Claro que se duelen de los éxitos —el instinto en los que no saben que son reaccionarios y la mala fe en quienes son conscientemente reaccionarios; los que tienen en la piel una especie de alergia, que se muestra en grandes ronchas a todo lo que sea verdaderamente Socialismo, a todo lo que sea verdaderamente comunismo, a todo lo que sea verdaderamente marxismo-leninismo—, y se duelen si la Revolución rectifica, y se duelen si la Revolución avanza. Desde luego, quisieran negarle a la Revolución todo, y que la crítica sea desde un ángulo pesimista, derrotista; que la crítica sea desde un ángulo liberal-burgués y pequeñoburgués, y nuestra crítica es, y tiene que ser, y será siempre, desde un ángulo revolucionario, porque tenemos suficiente vergüenza, suficiente dignidad y suficiente valor para hacer y para hacernos cuantas criticas sean necesarias, por duras que sean las críticas; pero las haremos siempre desde un ángulo optimista, no desde un pesimismo ruin y pérfido, de los que no creen en el hombre, de los que no creen ni siquiera en sí mismos, sino de los que creen en el hombre, de los que creen en el pueblo, de los que creen en sí mismos. No es la crítica para amargarnos y autoflagelarnos, es la crítica para rectificar, es la critica para superarnos, es la crítica por avanzar, es la crítica por rectificar errores, es la crítica por consolidar y hacer progresar nuestra Revolución socialista, nuestra Revolución marxista-leninista, nuestra Revolución comunista (Aplausos).
Es en la conciencia de esos valores, de esos principios que defendemos; es en esa confianza en el hombre, en el pueblo, en nuestro Partido, en nuestros militantes, donde radica la esencia y el sostén de esa satisfacción que todos hemos experimentado a lo largo de estos días, cuando hablaban los representantes de nuestros militantes y de nuestros excelentes trabajadores, bien fueran de la Planta de Herrajes, o fueran de Planta Habana, o fueran de los astilleros de Casablanca, o fueran de "Enrique Varona", o fueran de Vanguardia Socialista, o fueran de cualesquiera de esos centros, que son numerosos y, sobre todo, no solo numerosos, sino también importantes, que un día fueron baluartes y empezaban a desviarse, empezaban a deformarse, porque aquí hemos estado discutiendo, sobre todo, de aquellos lugares, no donde marchábamos bien, o relativamente bien, sino, en primer término, de aquellos lugares en que marchábamos mal, realmente bastante mal y se iban convirtiendo en símbolo de deformaciones, de errores y de tendencias negativas.
Y no es que hayan cambiado los hombres, es que han cambiado los conceptos, ha cambiado el estilo de trabajo; y por eso muchos de nuestros delegados cuando hablaban decían: "Son los mismos hombres, son los mismos trabajadores", aquellos de allá de la Planta de Herrajes, con sus grandes éxitos en brevísimo tiempo, o los de los astilleros, o los de "Enrique Varona", o los de la electrónica, con sus grandes avances en el proceso de rectificación. Aquellos mismos trabajadores donde, digamos, como los de la planta electrónica, de 1 900 solo uno marchaba de voluntario a la zafra, y hoy cada día cientos de ellos permanecen trabajando voluntariamente después de la jornada.
Aquí mismo nos recordaba, el compañero Lázaro Vázquez, la época en que decenas de miles de trabajadores de la capital marchaban largos meses a Camagüey, Ciego de Avila y todos aquellos lugares; del mismo modo que marchaban también nuestros estudiantes de preuniversitario a la provincia de Matanzas, meses enteros para realizar la zafra, cuando no teníamos siquiera una sola máquina, una sola combinada cañera para cortar y alzar las cañas, en aquella época en que teníamos que movilizar 350 000 trabajadores para hacer la zafra. ¡Asombroso!, y había 1 voluntario entre 1 900, y llegaría el día en que habría 1 entre 2 000 maestros para ir a cumplir una misión internacionalista en Nicaragua, o habría 1 entre 2 000 trabajadores, no digo ya para una misión internacionalista para enseñar, sino 1 entre 2 000 para ir a cumplir misiones internacionalistas, con grandes sacrificios y grandes riesgos, a miles de kilómetros de distancia de nuestra patria.
Por ese camino enajenante, por ese camino deformante, por ese camino del egoísmo individual, por ese camino en que los valores iban quedando atrás, y junto con los valores se irían quedando atrás el espíritu de solidaridad interna, el espíritu de fraternidad, tanto nacional como internacional, en un pueblo como el nuestro, tan entusiasta, tan combativo, tan lleno de virtudes patrióticas y de virtudes revolucionarias, no llegaríamos muy lejos.
El trabajo voluntario había languidecido, parecía no más que un entretenimiento para adultos y jóvenes, una cosa formal, y no esto que hemos visto hoy, esta cosa impresionante, esta fuerza, este milagro que se expresa en todo; en todas esas cosas, precisamente, de las que nos enorgullecemos en estos momentos, con este cambio de concepción, que se expresaba en las palabras de la compañera dirigente de la FEEM, cuyo próximo congreso tendrá lugar los días 5 y 6 de diciembre, cuando dice: "Si nos dan materiales, nosotros reparamos los edificios. Si nos dan recursos, nosotros no necesitamos que vaya nadie a hacerlo." Y, quizás, sí tenga que ir alguien, alguien que los instruya cómo deben hacerse los trabajos, ahora, porque dentro de algún tiempo tal vez no necesiten a nadie, porque ellos mismos van a saber tanto como cualquier carpintero, o cualquier albañil, o cualquier obrero de la construcción; con ese espíritu con que se plantean los obreros arreglar sus propias fábricas; con ese espíritu con que los representantes del hospital "Salvador Allende" expresan que no sabían si hablar, cuando se discutían los temas de la construcción, o los temas de la salud pública, porque ellos se han vuelto constructores, con los comunistas al frente; cirujanos y todo, yo me los he encontrado, los he visto con guantes trabajando afanosamente, he estado más tranquilo; participo de ese principio que expresó Tania. No tendría sentido que mandáramos al cirujano a una brigada permanente; pero ese trabajo que hace el Partido de enviarlo 10 días, 15 días, hasta un mes, a trabajar con los obreros, no sencillamente por convertir cada obra en una escuela, sino por una necesidad del desarrollo, que a la vez se vuelve escuela.
Cuando me he encontrado especialistas en esos trabajos, y los he visto, los he visto felices, como quien descansa de un trabajo de toda la vida para hacer algo nuevo; como quien se siente orgulloso cuando es capaz de medirse con un obrero en una tarea dura, cuando es capaz de hacer un trabajo físico, cuando es capaz de crear con sus manos- y no solo con su inteligencia. Los he visto, los he visto felices, y he dicho: ¡Cómo aprenden del obrero, qué modestia! Qué lección de modestia, un militante del Partido, especialista nada menos que en cirugía o en otra cosa, allí compartiendo, de sol a sol, 10 horas de trabajo, junto a los albañiles, junto a los carpinteros, de ayudante, ¡de ayudante! ¡Qué lección de modestia! Es posible únicamente en una revolución, mas no en cualquier revolución, sino en una profundísima revolución. Y qué lección para el trabajador, cómo lo estimula y cómo lo enseña, cuando ve a aquel cirujano convertido en su modesto ayudante.
El día en que en una visita, precisamente, al "Salvador Allende", a una de las obras que allí se construyen —que construye el contingente de Marcos—, vi eso, reflexioné, no pude menos que reflexionar y pensar en todo eso, porque aquello era verdaderamente conmovedor, aquello se vuelve una escuela de comunistas, eso sí desarrolla sentimientos de igualdad y fraternidad. Cómo se siente de honrado el obrero y cómo se siente de honrado el intelectual, el científico, el especialista.
¿Qué es lo que nos ha estimulado, qué es lo que nos ha dado confianza, optimismo? Son esas cosas; porque aquí vemos como una revelación, de manera clara y concreta, que el espíritu de solidaridad o la conciencia revolucionaria expresada en el trabajo voluntario es algo más que una idea, es algo más que un bello sentimiento, es algo que se traduce de forma muy concreta en cosas que parecen sueños, en cosas que parecían imposibles.
¡Ah!, si perdemos esa conciencia, si perdemos ese espíritu, ¿qué nos queda? ¿Qué le queda a un pequeño país frente al imperio? ¿Qué le queda a un pequeño país que trata de construir el socialismo a partir del subdesarrollo y la pobreza, de la ignorancia y la incultura? ¿Qué le quedaba? ¿Cómo se defendía? ¿Cómo se desarrollaba? Es que no se trata simplemente de ideas, sino de cosas muy concretas. Aquí nos maravillamos cuando la compañera del "Salvador Allende" dice que había tantos sótanos y que han transformado todos esos sótanos en instalaciones útiles; cuando los obreros del contingente "Blas Roca" nos dicen: hemos hecho tantos viajes por camión, y tantos cientos de metros de terraplén, o tantas metas hemos cumplido con tal productividad y con tales insignificantes costos; o cuando la compañera de la fábrica de calzado nos dice cuántos zapatos más han producido, cuando se expresa que han tenido un 26% más de producción con una muy superior calidad, con un buen número menos de trabajadores; o cuando los del CENIC nos dicen que la plantilla de 1 400 quedó reducida a 600, que discutieron eso, y que fueron los trabajadores los que analizaron cuántos sobraban allí, qué podía ser ahorrado y qué podía ser racionalizado, no por ucase que baja de arriba. Cuando nos dicen que producen mucho más; o cuando en la fábrica de herrajes nos expresan cuántos millones de piezas han producido con la mitad de la plantilla, con los mismos obreros jóvenes que estaban allí; o cuando los del Astillero nos dicen que van a producir 35 y 40 millones al año con unos pocos obreros más, a medida que se desarrollen las inversiones; o cuando nos dicen que van a exportar por allá tantos millones en divisa convertible y van a reducir por aquí los costos.
Entonces, cuando empezamos a hablar de números, de millones, de cientos de millones —porque Máximo decía que el próximo año las microbrigadas de la capital van a producir alrededor de 300 millones en construcciones, y los van a producir sin un centavo más en salarios, con los mismos salarios que estábamos pagando a esos trabajadores en sus centros—, a veces se habla de milagros económicos, ¿y este qué tipo de milagro es, que sin un centavo más en salarios se produzcan 300 millones en construcciones? O cuando nos dice la compañera Zita que allí en Marianao los mismos trabajadores de aquella empresa fantasma, que era rentable robando y vendiendo los materiales al mismo precio como si hubiesen ejecutado la obra, esos mismos trabajadores ahora no solo trabajan tantas y más cuantas horas, sino que tienen tal y más cual productividad y que están enseñando a aquellos jóvenes que se incorporaron, que ni estudiaban ni trabajaban. Empiezan a aparecer milagros, cifras extraordinarias, que si habían hecho 400 en ocho meses y ahora estaban haciendo 500 en tres meses, y que, por esa vía, una de las muchas agonías de un país del Tercer Mundo, como es el problema del mantenimiento de la vivienda, etcétera, se iba a resolver. Y a unos costos increíblemente bajos, pues estoy seguro de que el día que se saque la cuenta se demostrará que esas microbrigadas sociales van a estar reparando a un costo 10 veces inferior; si no quieren 10, 8 veces, y si no quieren 8, por lo menos —de eso estoy seguro—, ¡por lo menos!, a seis veces menos costo del que lo haría aquella empresa de mantenimiento constructivo de la vivienda, que han ahorrado tanto personal administrativo y que han incrementado tanto el trabajo directo en la producción.
Eso se traduce, como decía, en cientos de millones, y se traducirá en miles de millones en todo el país, ¡miles de millones! Creo que a nivel nacional, en el año 1990, las microbrigadas solas estarán aportando nacionalmente alrededor de 800 millones al Producto Social Global.
Ahora, si todos hacen lo de los Astilleros, lo de herrajes, lo de la fábrica de zapatos; si en la industria textil, si en la industria siderúrgica, si los profesionales de la construcción; si allí en la agricultura, con la jornada de 8 horas dividida en dos partes; si se generaliza ese espíritu de trabajo en cientos de miles de trabajadores agrícolas, en cientos de miles de trabajadores industriales, entonces, ¿a cuánto asciende eso? Prácticamente con los mismos salarios, o mejores salarios, como los que van a tener los obreros agrícolas por una decisión de la Revolución como algo absolutamente justo, puesto que se pretendía tener agricultura con unos salarios ridículos, en un proceso social donde los hombres y las mujeres tienen todo tipo de oportunidades. ¿Quiénes iban a permanecer allí cultivando la tierra, produciendo azúcar, produciendo arroz, o viandas, o vegetales, o leche, o carne, con salarios ridículos? En este proceso de rectificación, una de las cosas que se hizo fue elevar en un 40% los salarios de menos ingreso en la agricultura, como se elevó en los hospitales a aquellos que le daban el aseguramiento a la asistencia médica, que no eran médicos ni enfermeras, pero tenían que lavar, tenían que limpiar los pisos, tenían que atender las necesidades esenciales de los enfermos directamente.
En este proceso ha habido también justicia social, justicia social rectificadora de una cierta tendencia a ir elevando más los ingresos más altos, de permitir que algunos recibieran hasta 1 000 pesos sin correspondencia con el trabajo productivo, y que aquel modesto trabajador estuviera recibiendo 100 pesos, 102, 105. Ha habido muchas cosas en este proceso rectificador.
Pero decía que si se hace lo que debe hacerse, este movimiento se traduce en miles de millones, y sin más salarios como no sean estos incrementos de salario por justicia distributiva, sino con el salario que se devengaba y no se producía lo suficiente; con normas correctas, con normas justas, con normas racionales.
Yo hago una pregunta: ¿Alguien podía imaginarse que las microbrigadas solas —y las microbrigadas comprenderán tal vez 70 000 trabajadores en un momento dado en todo el país, tal vez 80 000— iban a ser capaces de producir 800 millones? Y son apenas un 5% de los trabajadores del país en la esfera productiva. Pienso que si el 5% de los trabajadores de la esfera productiva son capaces de producir 800 millones, si ese estilo, si ese espíritu se trasmite a todos los trabajadores del país, ¿a cuántos miles de millones ascenderá el valor económico de este esfuerzo rectificador? De modo que no es una cuestión simplemente de ideas, de conciencia, son ideas y es conciencia que se traducen en hechos y en frutos concretos considerables.
He hablado de la esfera de la producción material. ¿Y qué significará este espíritu de las microbrigadas trasmitido a los maestros, a los trabajadores de la salud, al sector de los servicios? Si la compañerita de la FEEM expresaba su satisfacción por lo que están haciendo ahora los profesores, el placer de verlos allí de noche con los estudiantes, trabajando, profundizando en el proceso docente, elevando el nivel de la educación. ¿Qué significa este espíritu trasmitido también a todos los trabajadores de la salud —como ya, efectivamente, se está trasmitiendo—, este espíritu de hacer, resolver, construir? Atender a la ciudadanía, atender a los enfermos, ¿cómo se puede calcular el valor de todo eso en bienestar y satisfacción para el pueblo?
Los capitalistas dentro de su producción social valoran económicamente los servicios, es decir, incluyen los servicios; ellos les dan un sentido económico, los traducen en dinero. ¿Cuánto dinero valdrían en una sociedad desarrollada esos servicios educacionales de que hablábamos, esos servicios de salud de que hablábamos, producto del trabajo de cientos de miles, producto del trabajo de alrededor de 600 000 compatriotas? ¿Cuánto valdrían esos servicios con calidad? Busquemos, si se quiere, la vara del dinero, para medirlo como lo miden los capitalistas. ¿A cuántos miles de millones ascendería el valor de esos servicios, en calidad y en cantidad?
¿De qué hablábamos hoy, cuando se mencionaba la esfera de la salud? Cosas que habrían parecido irreales en otros tiempos, cosas que en un país del Tercer Mundo parecen irreales, o, más que parecen, son irreales, ¡son irreales! ; cosas que, incluso, en muchos países desarrollados, en muchos países capitalistas industrializados son irreales.
Cuando hablamos del trabajo del médico de la familia allí, en la puerta de cada casa; allí, en la puerta de cada familia, el médico y la enfermera, velando por su salud, y que al policlínico ya apenas van, como no sea a eso que le llaman interconsulta. Pero a medida que estos médicos sean especialistas de medicina general integral, hasta las interconsultas van a disminuir. Vamos a tener que necesitar un superespecialista en el policlínico para una superinterconsulta; porque, realmente, lo que hoy hace el especialista del policlínico, dentro de unos pocos años ¡ni eso! Puesto que no se puede tener un equipo de laboratorio, ni un equipo de rayos X en cada casa-consulta del médico de la familia, habrá que ir allí para algunos servicios técnicos.
De lo que hablaba la compañera María Cristina son cosas irreales, pero no irreales allá en Haití o en cualquier país de América Latina, incluso en los más ricos. ¿Qué es eso? Si uno habla de gimnasio fisioterapéutico, dirán: ¿Esa palabra extraña de dónde ha salido? ¿Qué es eso? Eso es algo que pasa en un policlínico, algo que puede llegar a pasar relativamente pronto en 400 policlínicos; algo que significaría atender las necesidades de más de 200 000 personas en la capital en tres meses, que significaría las necesidades de más de un millón de personas en todo el país.
Pero nosotros hablamos de eso aquí como de cosas naturales, no hacemos más que enterarnos de ellas y ya estamos pensando cómo la ampliamos y masificamos, y cuántos especialistas se necesitan de medicina deportiva o de rehabilitadores —como decía nuestro Ministro de Salud Pública—; y ya inmediatamente nos empezamos a preocupar de cuántos metros cuadrados hacen falta, y si los proyectos de los nuevos policlínicos lo incluyen, y si lo deben incluir o no, o debe estar al lado. Eso constituiría un sueño en cualquier parte del mundo.
Vaya usted a ver si en Estados Unidos —¡en Estados Unidos!, el rico imperio— se usan esos términos y se usa ese lenguaje, y si hablan de esas cosas; puede ser que el multimillonario sí, tienen la gran clínica allá unos pocos. Pero que se hable de esas cosas masivas para todo el pueblo, o venga el compañero Dotres a decirnos cuántas operaciones hicieron en solo 13 meses, y cómo han roto esquemas, cómo han roto parámetros, cómo han acelerado el proceso, cómo han obtenido eficiencia, cómo han salvado cientos de vidas. Pero no está hablando de operaciones de apendicitis, que eran de las cosas que se hablan por ahí, si acaso, en un país del Tercer Mundo; estaba hablando de cirugía cardiovascular infantil, operaciones a corazón abierto, con circulación extracorpórea o a corazón cerrado sin la circulación extracorpórea. Habla la compañera de Centro Habana y dice: "Los trasplantes, hay que hacer equipos polivalentes para cuestiones de trasplantes, utilizar la técnica del trasplante del corazón y pulmones, del hígado, trasplante renal en niños."
Eso comprenderán ustedes que seria irreal, incluso si nosotros mismos hace 10 años hubiéramos hablado de eso; irreal, cosa no soñada en cualquier otro país latinoamericano —así, con esas palabras— o en cualquier otro país del Tercer Mundo.
0 cuando nos hablan de los niños ecuatorianos a los que les salvaron la vida, no tiene nada de extraordinario. Los niños se iban a morir, a los familiares se les ocurrió acudir a nuestra Embajada; y más bien en este caso no fue así, sino que representantes de instituciones oficiales se dirigieron a nuestra Embajada, y un avión cubano de los que tenía que regresar de Perú hizo escala, trajo a los niños, y los niños ya ustedes ven qué excelente noticia recibimos acerca de su progreso.
Bueno, los padres escriben una carta, una hermosa carta, y al final ponen un párrafo: "Usted puede lo que otros no pueden." Yo le pregunté a Dotres: ¿Qué quiere decir eso? Dice: Bueno, es que le pidieron ayuda a mucha gente, y decían: "No puedo, no podemos." El sentido que tiene esa frase es que Cuba dijo que si, y Cuba podía, y Cuba resolvió, y Cuba les salvó la vida a los niños; no solo les salvan aquí la vida, sino que les reconstruyen las partes afectadas de la mejor manera posible. De modo que eso se convierte en algo así como un símbolo de solidaridad; pero no se hizo por propaganda, sino que son cosas naturales y normales en nuestro país.
Según leí, uno de los padres ya debía 10 000 dólares en unos pocos días. Vinieron a Cuba. Cualquier niño que aquí tiene ese accidente o cualquier otro, es atendido inmediatamente, nadie se extraña de eso, es lo más natural del mundo; pero son cosas no soñadas, ¡ni siquiera soñadas en otras sociedades!
La compañera del pediátrico de Centro Habana habla de la sala de politraumatizados que debemos tener, con perspectivas inmediatas; en cualquier otro lugar del Tercer Mundo se hablaría de eso como para el año 2025, y aquí ya esos objetivos ambiciosos se plantean como cosas posibles, y se discute si debe haber una o dos, tres o cuatro. Y un especialista nos dice: Puede ser mucho, porque hay que tener guardia todo el tiempo.
Yo meditaba si en La Habana, con 2 millones de habitantes, habría que tener tres o cuatro; en Matanzas por lo menos una, y otra habría que ponerla en Cienfuegos, una en cada provincia, en su momento.
Médicos vamos a tener. Sí, estamos teniendo ya todos los que queramos tener, y buenos médicos.
Como cada vez la productividad crecerá más en la esfera material, más ciudadanos podrán pasar a la esfera de los servicios, y si tiene que estar un médico de guardia, tendremos el médico de guardia. Si hacen falta dos centros, dos centros; mientras no se puede tener más que uno, uno solo, y quizás ambulancias; y cuando se pueda, dos, tres o cuatro. Pero esas cosas se plantean aquí como cuestiones naturales.
Se hubiera podido seguir hablando de otros programas. Dotres explicaba el método y el programa para detectar las malformaciones congénitas cardíacas incompatibles con la vida, o compatibles con la vida; y si son incompatibles con la vida, interrumpir el embarazo en las primeras semanas, no interrumpir un embarazo de ocho meses o siete meses; en embarazos de tres meses o de cuatro meses.
Hubieran podido aparecer las noticias de los policlínicos, con médicos de la familia, que no tienen un solo caso de mortalidad infantil, aunque los casos de mortalidad infantil no dependen solo de la atención médica. Hay casos que nacen incompatibles con la vida, no los pueden salvar en el policlínico; pero significa que todo niño que llegó allí fue atendido óptimamente, porque ningún caso compatible con la vida ha fallecido en el primer año de vida.
Yo siempre pregunto en el policlínico: ¿Tuvieron cuántos, tres, dos, cinco muertes? ¿Cuáles eran las causas? Me encuentro que muchas eran problemas congénitos incompatibles con la vida. Ni siquiera esos casos incompatibles con la vida que tanto traumatizan a los padres se producirán, sean malformaciones congénitas cardíacas o de otra índole, porque podrá producirse a tiempo la interrupción; hasta eso, es un programa sofisticado. Yo les puedo asegurar que muchos países desarrollados no tienen eso.
Y si nosotros vemos que estas maravillas las podemos conseguir con nuestro trabajo, ¿con qué las conseguimos y cómo las consigue un país del Tercer Mundo? Claro está que Cuba las obtiene por su trabajo, aunque parte importante de los recursos necesarios se basa en las excelentes relaciones económicas que tenemos con los países socialistas, especialmente con la Unión Soviética; pero no estamos exentos del daño que nos produce la crisis económica internacional en todos aquellos recursos de otras áreas que tenemos que importar.
Sin embargo, ¿cómo podemos hacer estas cosas? Si trabajamos bien. Si trabajamos bien podemos hacer lo que queramos, si logramos un uso óptimo de esos recursos que tenemos hoy; pero no para holgar, para holgazanear, para vaguear, para perder el tiempo. Nos íbamos desviando del camino correcto, si es que alguna vez estuvimos ciento por ciento en lo correcto; no podemos decir que alguna vez estuvimos ciento por ciento en lo correcto, pero sí, unas veces mejor que otras, sin tantas cosas incorrectas. ¡Qué no lograremos si marchamos por el camino correcto! Si optamos por las mejores variantes, si hacemos las cosas de manera óptima o que traten de ser óptimas, podemos obtener prácticamente lo que queramos. Y lo que sostengo es que esta batalla rectificadora, sí, es una batalla de ideas, pero ideas que se pueden transformar en frutos y en hechos fundamentales para el porvenir de nuestro pueblo, que se pueden traducir en riquezas materiales —¡riquezas materiales!—, que se pueden traducir en bienes y servicios en cantidad y en calidad para el pueblo. Quiere ello decir que en esta época de crisis internacional y en el año de más dificultades para nuestro país, cuando nuestras importaciones en divisas convertibles han tenido que reducirse a la mitad de las mínimas que se consideraban indispensables y a la cuarta parte prácticamente de lo que importamos en 1984, hoy empiezan a aparecer soluciones por todas partes: soluciones para ahorrar divisas, soluciones para obtener divisas, soluciones para sustituir tal importación y tal cosa y la otra; en el año más difícil, se empiezan a ver los resultados de estas ideas, convertidas en hechos.
Y de qué manera sin esas ideas, sin esa rectificación estuviéramos construyendo 50 círculos, de qué forma, si ya no había manera de construir un círculo, si el Estado, el Gobierno central y la dirección del Partido llegaban a la conclusión de que hacía falta un círculo en Guanabacoa, quiero que ustedes sepan, compañeras y compañeros, que el Estado, el Gobierno y el Partido, no podían decidir sobre la construcción de un círculo en Guanabacoa, porque no había ni fuerza de trabajo, ni espíritu, ni capacidad constructiva, ¡no había capacidad constructiva!
Apelar al MICONS y decirle que como ministerio encargado de las construcciones, por favor, construyera un círculo en Guanabacoa porque habla una nueva fábrica —llámenla si quieren la de herrajes— que necesitaba fuerza de trabajo y no la tenía, o porque había una tragedia, ya que 200 mujeres tenían que pagar 60 pesos, 70, 80 cada una, más la comida, para que le cuidarán al niño; MICONS no podía construir un solo circulo, ¡uno solo!, porque simplemente decirle: por favor, construye un círculo, ya producía un desmayo. Usted corría el riesgo de que al compañero que estuviera al frente de la institución le diera un colapso, una crisis lipotímica, cualquier cosa, pérdida de conocimiento, desmayo, alguna de esas cosas: ¡Cómo esa cosa terrible, construir un círculo en Guanabacoa, con todos los compromisos que tenemos y todas las obras que no las terminamos nunca!
Y si decían: Bien, disciplinadamente vamos a construir un círculo en Guanabacoa, usted podía estar seguro de que bien podía tardarse tres años, cuatro años en hacer el círculo de Guanabacoa, y que después decía: Bueno, no se terminó este hospital, ni esta fábrica, ni esto ni lo otro, porque tuvimos que hacer un círculo en Guanabacoa. Esos eran los métodos que nosotros llamamos tecnocráticos, burocráticos, renuncia al pueblo, renuncia al trabajo voluntario.
"Ese cero, no lo ponga a la derecha, póngalo a la izquierda", un uno con un cero a la izquierda, excepto que le ponga una coma, no dice nada; si le ponen el cero a la derecha, dice 10 pero ese cálculo tan elemental, los tecnócratas, los burócratas, los que se creen que son revolucionarios, incluso sin saber que son rematadamente reaccionarios, el cero lo ponen a la izquierda, y la diferencia entre una revolución o una degeneración está en poner el pueblo a la derecha o a la izquierda, si lo pone a la derecha, multiplica (Aplausos).
Ponga el cero a la izquierda y no lo ponga a la derecha, entonces usted no hará el círculo en Guanabacoa, ni en ninguna parte, ni arregla la Planta dé Herrajes, ni arregla los astilleros, ni arregla nada. Tire a un lado el trabajo voluntario, tire a un lado la conciencia, trate de resolverlo todo con el dinero, y tendremos Miami, no La Habana; tendremos el capitalismo, no tendremos jamás el socialismo, y ni soñar siquiera en el comunismo.
No es que despreciemos ni mucho menos la compensación, ni siquiera la fórmula socialista de retribución; aquí lo dijo el jefe del contingente "Blas Roca", que ellos dijeron que no querían horas extras, que no querían esto, y lo otro, y yo les dije: "No." Ellos sí dijeron: "No queremos primas." "Bueno, eso no, eso es otra cosa"; pero les digo: "Les vamos a pagar las horas que ustedes trabajen, y les vamos a pagar por la calificación que tienen: el que maneja el camión, el que maneja el buldócer, el que maneja este equipo, el otro, vamos a aplicar la siguiente fórmula: recibirán una remuneración socialista, y trabajarán con espíritu comunista." Es decir, comprendemos, con realismo; no le pedimos a un obrero sacrificarlo por gusto, y pensamos no solo en el obrero, sino en su mujer, en sus hijos, en su familia, en sus necesidades, y las cosas que pueden resolver con ingresos adicionales.
No es el caso de las microbrigadas, que están trabajando 10 horas, a veces 11 y 12; estoy hablando de unos obreros que están trabajando 12 horas, 14 horas, 16 horas. El microbrigadista está vinculado a la fábrica, sería crear un caos empezar a decirles a los microbrigadistas: Mira, te vamos a hacer una nómina larguísima, vamos a empezar a pagarte por horas. Está perfectamente bien que el microbrigadista, como norma, vaya y trabaje por el salario que recibe en la fábrica y el Estado le compense a la fábrica, no así los contingentes de trabajo intenso que prácticamente se convierten en profesionales de la construcción por tiempo indefinido. Lo bueno que tienen las microbrigadas es que el obrero no se siente desvinculado de su centro de trabajo, no se siente desvinculado de su fábrica; él no se hace profesional de la construcción; él va allí a las construcciones el tiempo que quiera, a lo mejor se está 10 años; él sabe que cuando quiera vuelve a la fábrica. Si un día quiere estar estable allí en el trabajo, está en la fábrica.
Ya el caso de estos contingentes que mencionaba con trabajos excepcionales casi los profesionalizamos como constructores; pero quiero decir que con mucho realismo tomamos en cuenta una forma de retribución socialista, aunque con espíritu de trabajo comunista. Tenemos que combinar esas dos cosas: retribución socialista con espíritu de trabajo comunista.
Ustedes escucharon aquí lo que se dijo del contingente de jóvenes que trabajó en el acueducto de El Gato, a cualquier hora del día, de la noche, en la madrugada, realizaba una tarea, y ellos venían con el salario de la fábrica.
Aquí hemos visto algunos de esos problemas, decía: Vamos a estudiar con mucho cuidado toda esta cuestión del salario por acuerdo, que trae tantas complicaciones y tantos problemas. Yo digo: No lo toquen. Organizadamente podemos hacer pruebas en algunas obras. Cuando los factores subjetivos se crean en el trabajador, se puede hacer cualquier cosa, porque la respuesta del trabajador siempre es la mejor, siempre es excelente. Pero qué íbamos a hacer nosotros si no acudíamos a estos métodos de masa, métodos revolucionarios, si no renacíamos las microbrigadas.
Ahora no es que construyamos un circulo en un año, un círculo nos parece algo ridículo, ahora decimos 50; y 50 son los que se iban a hacer en 50 años, no solo porque no tenían fuerza de trabajo, sino porque tampoco tenían fuerza en la cabeza, ni tenían fuerza en la imaginación; los propugnadores de ideas reaccionarias en el seno de la Revolución decían que construir un círculo infantil era gasto social. Gasto social no sirve, gasto en inversión productiva sirve; como si fueran bueyes y vacas, caballos y yeguas, mulos y mulas los qué van a trabajar en las fábricas y no seres humanos, no hombres y mujeres con sus problemas, y, sobre todo, mujeres con sus problemas. Pero se hacía tal razonamiento: gasto social para acá, gasto en inversión productiva de bienes materiales para acá, pero se quedan con su fábrica solita, porque sin el hombre no se puede realizar la producción. El español lo dijo, y fue realmente conmovedor que nuestro amigo español nos dijera: hay que tratar al hombre, hay que preguntarle cómo le fue en la luna de miel, hay que preguntarle cómo está el hijo, hay que preguntarle por tales y más cuales problemas, porque eso a su juicio es esencial, la atención al hombre. Y el colmo es que los capitalistas comprendan la necesidad de atender al hombre y haya esquemas o concepciones pretendidamente socialistas que ignoren la necesidad de atender al hombre. Y donde dicen: círculo no, ahí hay sin duda concepción tecnocrática, burocrática, reaccionaria. Están negando la realidad de un círculo que cuesta 225 000 ó 250 000 pesos; ahora lo estamos haciendo sin gasto en salario, adicional, el que venimos haciendo, con cero gasto de salario, con el trabajo de microbrigadistas, de estudiantes, de abuelas como Juana Alonso, o Petra. Juana Alonso 600 horas con sus 75 años, esto último quedó esclarecido a la hora del almuerzo. Le digo: "Siempre te cambian la edad, a veces dicen 70, otras veces 73, otras veces 76." Ella responde: "Nací en 1912." "¿Qué día?" Creo que me dijo que el 6 de junio de 1912, entonces son 75. Con el trabajo de esa compatriota, de los microbrigadistas, sin afectar la producción ahora se hacen 50. Y cada círculo de esos que cuestan poco, significa 210 mujeres que se incorporan a la producción o a los servicios como trabajadoras altamente calificadas o como técnicas, profesionales, médicas, ingenieras, proyectistas, son jóvenes. Las abuelas no necesitan del círculo, el círculo lo necesitan mujeres jóvenes.
No les cabía en la cabeza a los tecnócratas la idea de que un círculo era indispensable para la producción y los servicios, y que las viviendas y los seminternados eran indispensables también para el desarrollo económico y social. Esos conceptos, desde luego, se han rectificado.
Hay también cosas de conceptos en otras cosas por parte de los tecnócratas reaccionarios. Todo les parecía mal; en realidad, las escuelas en el campo muy malas, porque chocaban con su esquema.
Eso se lo explicaba yo el otro día a los economistas de América Latina. Cuando me preguntaron qué era el proceso de rectificación, les expliqué largamente la cuestión. Y no les expliqué todo, les expliqué una parte de los desaguisados que había aquí. Todo eso chocaba con esos esquemas, o terminaban vinculando al estudiante aquel y haciendo producciones por acuerdos, no sé qué cosas habrían hecho hasta con un joven adolescente.
Yo decía que hacemos 50 círculos, los que antes iban a hacer —decía— en 50 años, porque había cinco en el quinquenio, 100 años para satisfacer las necesidades de 19 500 capacidades requeridas y no estaban todas. Ahora vienen las milagrosas microbrigadas y hacen los 100 círculos en dos años, ahora vienen las milagrosas microbrigadas y van a hacer 300 en el resto del país en tres años. ¡Trescientos círculos!, algo milagroso, ¿verdad? Trescientos círculos en las otras provincias, cuatrocientos en total. ¡Ochenta y cuatro mil madres incorporadas a la producción y a los servicios! Eso, en cuatro años, pero en La Habana alrededor de 100, en dos, para el total de las necesidades. Y estamos hablando de una sola cosa, círculos. No se desmayó nadie, no hubo crisis, no hubo pérdida de conocimiento. Y en Guanabacoa, solo allí terminaron tres en unos meses. Le digo al compañero del Partido: "¿Satisfacen las necesidades con los tres del año próximo?" Dice: "Faltaría uno." Le digo: "Inclúyelo, chico, para nosotros qué es uno más." Llegamos a Plaza y hacían falta dos más, y le dije a la compañera: "Ponlos en el plan, inclúyelos; quien hace 50 hace 53 y hace 55, y no es ninguna exageración." Le digo: "¿Tienen fuerza?" Dice: "Sí." "¿Lo pueden hacer?" "¡Sí!" "Pues no te ocupes que les daremos los materiales para que lo hagan." Por eso ustedes vieron que discutí tanto en la asamblea sobre los materiales, porque la clave está en eso: que dispongamos de los materiales.
En este solo año las microbrigadas han hecho 600 casas-consulta y están trabajando en 11 escuelas especiales, en poco tiempo más van a estar trabajando en 24. La compañera Zoila decía que tenía en la actualidad 60 escuelitas dispersas, ya me imagino lo que son 60 escuelitas de conducta regadas por toda la capital. Ahora es rica Zoila. Seguramente cuando preguntamos cuántas escuelas especiales hacían falta, y la provincia analizó, dijo: 24. Hay escuelas para niños que tienen problemas en la vista, niños que tienen limitación física, otras para niños con problemas acústicos y otras para niños con problemas de conducta también son necesarias. Si ese joven no recibe la educación adecuada, se convierte en un delincuente, no un trabajador de los que nos mencionaba el director de la escuela "Makarenko". Y los compañeros dijeron 24 escuelas, allá van las 24 escuelas.
Díganme, sin este proceso de rectificación, si la Ciudad de La Habana podía llamar al Ministerio de la Construcción y al Poder Popular, y decirles: "Oigan, amiguitos, compañeritos, por amor de Dios —ya no por amor a Marx, a Lenin, ni a Engels, por amor de Dios (Aplausos)—, ¿podrían ustedes construir en dos años 24 escuelas especiales que necesitamos?" Es posible que a partir de ese momento empezaran a sacar la conclusión completa, y no sin razón, de que todos nosotros estábamos locos. Si les hablábamos de una dicen que no, que no pueden y no pueden, porque ya no tenían ni fuerza de trabajo, nada tenían ya, era la desmoralización total. Ahora resulta que les preguntamos cuántos círculos necesitaban, como dijeron que eran 100, porque tenían tanto de matrícula solicitada, dijimos: Hagan la mitad este año, 50 círculos. Cien círculos en dos años, pero no solo 100 círculos en dos años, sino, además, 24 escuelas especiales.
Les preguntaron: "¿Cuántos policlínicos viejos tienen por ahí, destartalados, en casas que no sirven para nada y que están brindando un pésimo servicio, que no tienen el mínimo de condiciones materiales?" "Veinte." "Háganlos." Y, además, les decimos a las microbrigadas: "Oigan, ¿pueden ustedes hacer 600 casas-consulta del médico de la familia en 600 lugares diferentes, y en estos pocos meses, de manera que cuando estén los 600 médicos que se incorporan, o los 500, más los que se habían incorporado antes que no tenían casa, para que tengan su casa-consulta?" "Sí." En, un santiamén llegan y las microlocalizan, buscan los lugares, buscan los espacios, organizan las fuerzas, bajo la dirección del Partido y el Poder Popular, con métodos de masa, métodos de pueblo.
Imagínense si a esas pocas empresas constructivas del MICONS, que no terminaban nunca ninguna obra —y digo que no es un problema de hombre, lo digo realmente, es un problema de conceptos; y, bueno, los conceptos vuelven a los hombres impotentes, incapaces de resolver problemas—, les decimos que tenían que hacer 600 casas-consulta del médico de la familia, ¿qué habría ocurrido? ¿Qué piensan ustedes que habría ocurrido? ¿Se imaginan esa conversación?, una reunión del Buró Político, en que llaman al Ministro de la Construcción y al Presidente del Poder Popular y les hubieran dicho en aquellas condiciones: Hay que hacer 600 casas-consulta del médico de la familia. Eso, sin que se nos ocurriera la locura de decirles: Oigame, hay que ampliar el "González Coro", el Instituto de Neurocirugía, el Instituto de Cardiología, tantas camas; hay que hacer una sala de terapia intensiva y tantos salones de operaciones en el "Salvador Allende"; hay que ampliar esto por aquí y por allá; pero todo eso ahora, inmediato, ¿qué hubiera pasado, qué habrían pensado esos compañeros?
Luego, habíamos caído en una revolución que no podía hacer ni una casa-consulta del médico de la familia, ni podía hacer un círculo. ¿Esa es una revolución? ¿Qué es eso? La impotencia, una parodia de socialismo. Sí, puede haber un plan, correcto, y debemos tener planes, ¡y los mejores planes!; pero también la vida plantea problemas nuevos, constantemente plantea la vida problemas nuevos. Hay que estar preparando para darles respuesta a los problemas nuevos. No se puede actuar con una camisa de fuerza, hay que tener siempre reservas, desde luego; pero nosotros donde tenemos una enorme reserva es en el pueblo, donde tenemos la reserva de lo más importante, que es la fuerza de trabajo; del trabajo salen las riquezas; sí, del trabajo, y tenemos una reserva enorme.
Claro que necesitamos materiales, pero del trabajo salen los materiales también, del trabajo sale el elemento que hace posible que se haga la inversión, o que se pague la inversión, porque podemos tener escasez de ciertos recursos para comprar algo, pero les decimos a los trabajadores: Hay que crear más recursos para poder comprar esto y lo otro. Ustedes vieron el ejemplo en los trabajadores de hoteles de turismo, centavo a centavo dieron 10 000 dólares que pueden servir, quizás, para equipos destinados a la preparación de los alimentos de las microbrigadas. Sí, hay que invertir, solamente en eso hay que invertir algunos cientos de miles, en las 245 cocinas de las microbrigadas de la capital en el año 1988.
Bueno, dedicaremos los 10 000 dólares a círculos, a alguna cosa, o a algún gimnasio terapéutico, veremos cuál es el mejor uso; pero ellos han creado un recurso ahí, sencillamente. Si nosotros les decimos: Hay que recaudar mucho más por el turismo —lo que decía cuando la reunión de las microbrigadas—, si no tenemos recursos, debemos crearlos, y tenemos muchas formas de crear más recursos si todos trabajan bien donde están, porque ya la Planta de Herrajes nos promete en exportaciones 2 millones de dólares, que no contábamos con ellos. Y los del turismo pueden, tratando bien a los turistas y haciendo un mejor trabajo, recaudar más; los del petróleo pueden producir más petróleo; y los de la agricultura más caña; los del cítrico más cítrico, y todos y cada uno en su esfera hacer lo mismo. Nosotros podemos crear recursos, para las inversiones y gastos necesarios en materiales y equipos.
Todo esto se traduce en un poco más de gasto de combustible; pero nosotros, ahorrando, podemos obtener ese mismo combustible. Nosotros, trabajando en las perforaciones de petróleo y trabajando mejor los geólogos, los perforadores, podemos tener todo el petróleo que necesiten estos planes. A última hora se traduce en gasto en combustible, fundamentalmente, y no mucho.
Sí, el 1 400 000 toneladas más de cemento de que vamos a disponer en 1990 sobre el año 1986, va a requerir alrededor de 200 000 toneladas de petróleo. Doscientas mil toneladas de petróleo, aproximadamente, es el incremento por año que están teniendo nuestros trabajadores de perforaciones petroleras.
Una sola termoeléctrica, la de Matanzas, nos ahorrará 70 000 toneladas de petróleo. Lo que ahorramos en una inversión nueva, si la terminamos pronto. Cuando tengamos la electronuclear de Cienfuegos, nos ahorrará 2 millones y medio de toneladas de petróleo. Y cualquiera comprende que si 1 400 000 toneladas de cemento es algo esencial para todos estos programas que vamos a hacer en todo el país, su producción en planta de proceso seco, no llegarían a 150 000 toneladas, y en planta de proceso húmedo, 200 000 toneladas. Está probado que si faltan estos recursos podemos crearlos. Y ya ven ustedes cuántas cosas pueden hacerse.
Cuando Máximo nos leyó el programa del año próximo, era realmente impresionante. El nos hablaba y nos decía, a grandes rasgos: 13 000 viviendas; 50 círculos especiales, que van a ser 55 aproximadamente; terminar las 24 escuelas, los 20 policlínicos, las 600 casas-consulta, que son más grandes; 28 panaderías, una sola de las cuales habría puesto en crisis al Ministerio, y se van a dar el lujo las microbrigadas de hacer 28 en un año.
Pero dice Máximo: Además, vamos a trabajar en el neurológico, en el "González Coro", en el otro, en el otro y en el otro, y vamos a seguir trabajando en el otro, en el otro y en el otro. Y dice: Además, estamos haciendo una obra que no se menciona mucho, pero que es un gigante: el Centro Nacional de Exposiciones, que va a ser formidable para ilustrar a los niños, ilustrar al pueblo, despertar vocaciones, llevar a los visitantes a un punto donde se reflejen en concreto los progresos económicos, sociales y científico-técnicos de nuestro país; gran obra allí, donde los microbrigadistas están haciendo cantidad de cosas y cantidad de obras. Me imagino que el año que viene estén trabajando, simultáneamente, en alrededor de 1 500 a 1 600 objetos de obra en la capital.
¿Pero qué significa eso, qué significa todo esto? Significa que ya nosotros podemos concebir el tipo de ciudad que queramos y decir: Bueno, ¿cómo queremos que sea la ciudad en el 2000 —y el 2000 no está muy distante—, cuántas viviendas necesita nuestra capital? Y estoy hablando de la capital; nunca debemos olvidar, ni un segundo, que todo lo que se está haciendo aquí, todo lo que se empezó a hacer en el año 1987, es exactamente lo que se empieza a hacer en el resto del país en 1988.
Por eso la cuestión de los materiales de construcción era tan seria, porque se trata de atender la demanda de la capital y de todo el país. En 1990 estaremos parejos en todo el país, ese año será ya el cuarto año de trabajo de las microbrigadas en la capital; será el tercer año del trabajo de las microbrigadas y de los programas similares en el resto de la nación.
En algunas provincias, si tenemos excedente de fuerza de trabajo, lo vamos a incorporar pagándole. Es decir, no tendrán en las provincias orientales las microbrigadas el mismo peso en un principio, porque daremos empleo a muchos jóvenes. Pero vamos a necesitar jóvenes constructores en otras tareas. ¡Cómo van a tener que construir los jóvenes, porque hay otros programas!, hay planes de desarrollo relacionados con el turismo en excelentes sitios del país, lugares ideales para el turismo. Estamos a punto de poder explotar un cayo que está en las proximidades de Ciego de Avila; la playa de Santa Lucía, playas por el norte de Oriente, la costa sur de Santiago de Cuba; en fin, muchas posibilidades están surgiendo. Importantes posibilidades, ¡pero muy importantes!, de inversiones turísticas. Es decir, en forma de empresas conjuntas, puesto que el turismo es un giro muy especial, no es el níquel, no es el azúcar, no es la industria mecánica; hay organizaciones internacionales que poseen capitales y poseen, además, experiencia, que poseen sobre todo el mercado del turismo. Es en el tipo de actividad en que resulta fácil, y resulta conveniente y útil hacer algunas empresas conjuntas. Y esas posibilidades están surgiendo.
No se sabe si además de todo el programa social de que estamos hablando tengamos que hacer aceleradamente cadenas completas de hoteles. Fíjense si tenemos necesidad o no de seguir perfeccionando el trabajo de la construcción, elevando la eficiencia, porque un hotel de esos no se puede construir como aquel de El Ancón, en 14 años, un hotel de esos hay que construirlo en 18 meses, en 20 meses, máximo 24 meses; hay que adquirir las técnicas, las experiencias, para proyectar rápido, asistido de las computadoras, y construir rápido. A lo mejor un día tenemos que ponernos a construir hoteles al ritmo de los círculos infantiles; una posibilidad, debemos alegrarnos. Porque si nuestro país con alrededor de 600 millones de dólares en importaciones del área convertible se está defendiendo este año, ¿qué sería si el país pudiera disponer de 500 millones más, de 1 000 millones más, de 2 000 millones más de dólares?, estoy hablando de un dólar que valga algo, no de ese dólar que todos los días vale menos, digamos de los dólares al valor que tenía en 1984, 1985; lo utilizamos como medida de las divisas. Podríamos hablar de yenes, de liras y de pesetas, pero nos volveríamos locos sacando números. No nos queda más remedio para hablar de divisas convertibles que usar esa moneda, que fue moneda internacional.
Surgen posibilidades grandes. Claro que para desarrollar el turismo tampoco podíamos hacerlo sin este proceso de rectificación, porque si no sería el caos, ¡el caos! Imagínense un hotel funcionando como la Planta de Herrajes antes de que la arreglaran, ¡ya se imaginan ustedes!, como con 2 000 trabajadores, 100 turistas, un caos y un desorden completo, una falta total de productividad, etcétera, etcétera.
Si podemos pensar con optimismo no solo en numerosas áreas de desarrollo, sino, incluso, en esta, es porque pensábamos tener un pueblo mucho más organizado, con mucha más eficiencia y mucha más conciencia. Mezclen el turismo con aquellas bajas defensas, porque las defensas estaban bajando, no había anticuerpos, había una especie de SIDA (Risas). Los tecnócratas y burócratas padecían, trasmitían una especie de SIDA ideológico; algo como el SIDA, que destruía las defensas de la Revolución. Ahora, si levantamos las defensas, ¿podemos o no podemos?, ¿o es que a nosotros nos van a comprar con cuatro dólares? (Aplausos); ¿o es que cualquiera puede venir y comprarnos con cuatro dólares y corrompernos? Con las defensas bien elevadas, como las estamos elevando, entonces podemos; con la capacidad de nuestro pueblo, su inteligencia, sus virtudes, estoy seguro de que podemos ser buenos anfitriones de los turistas que sean necesarios.
Si hay un cierto excedente de fuerza de trabajo en la región oriental, y en esas provincias podemos preparar a muchos como constructores, decía por ello que quizás más adelante esas provincias tengan que utilizar también a los microbrigadistas al máximo, porque les digamos: Miren, toda esa fuerza de muchachos jóvenes reclutada vamos a ponerla a hacer hoteles y obras turísticas. Es decir que puede ser que en un momento hasta en las provincias orientales tengan que echar mano a los microbrigadistas al tope, para obras sociales, porque les pidamos esa fuerza para obras de otro tipo. Si hay que construirlas, a lo mejor hay que enviar 10 000 hombres a trabajar en un cayo, a construir allí, y otros 10 000 a otro lugar, pueden ser decenas de miles; a construir con el espíritu del contingente "Blas Roca".
Díganme: Si trabajamos con el espíritu del contingente "Blas Roca", o de los del "Julio Díaz", o de los del hospital "Salvador Allende", ¿hacemos o no hacemos hoteles, los hacemos o no los hacemos? (Aplausos.) Si trabajamos con el espíritu que les estamos pidiendo a los trabajadores del hospital "Miguel Henríquez" o a Antillana de Acero, ¿hacemos o no hacemos hospitales; hacemos o no hacemos fábricas? (Aplausos.) Si trabajamos con el espíritu de los obreros de la cuenca del acueducto de El Gato, ¿hacemos o no hacemos cualquier obra? Si trabajamos con el espíritu de los microbrigadistas que van a terminar los 50 círculos, ¿hacemos o no hacemos lo que nos propongamos?
Eso está en nuestras manos. ¿En manos de quién estaba? ¿Nos íbamos a dedicar a echarle la culpa al imperialismo de nuestras imbecilidades? El imperialismo tiene bastante culpa, no necesita cargar las de nosotros, las que son cosecha propia nuestra. ¿Avanza o no avanza el socialismo? ¿Se desarrolla o no se desarrolla el país trabajando con ese espíritu?
Imagínense ustedes cuando tengamos 30 000 microbrigadistas, o quizás 40 000 —no sabemos dónde está el límite de lo que podemos—, para los planes que tenemos en la capital. Llega un momento en que hay más que lo que necesitamos, o que lo que dan nuestros materiales. Imagínense, de los 800 000 trabajadores de la capital, que los 750 000 restantes trabajen con el espíritu de los microbrigadistas, dondequiera que estén: en una escuela, en una fábrica, en un hospital, en un centro cualquiera de trabajo. Por eso digo que estamos empezando.
Claro que los microbrigadistas se han convertido en la vanguardia de este movimiento, por sus características, por sus respuestas, por su entusiasmo, y todo el mundo incorporándose. Ahora, vean eso, los estudiantes diciendo: dennos los materiales; entréguennos los materiales, que vamos a construir, reparar toda la escuela. Y a lo mejor los ponemos también a construir escuelas, no solo a repararlas, porque algunas tenemos que repararlas y otras hay que construirlas nuevas; algunas de ellas tenemos que construirlas en el campo. Ya hablamos con el compañero Máximo sobre eso, de lo cual no dijo nada en su intervención; pero vamos a hacer como cuatro brigadas para construir preuniversitarios en el campo.
Se nos han acumulado muchos preuniversitarios en la capital. Hay algunos preuniversitarios en la ciudad que tienen 2 500 estudiantes. ¿Ustedes creen que un preuniversitario con 2 500 estudiantes puede funcionar? ¿Ustedes creen que un director lo puede dirigir, un colectivo de profesores puede ser así eficiente?
Claro, pensamos que los de secundaria en la ciudad; pero muchos estudiantes preuniversitarios pueden hacerlo en el campo. No estoy hablando de Pinar del Río ni Matanzas, sino de la provincia de La Habana. En los planes de producción de vegetales y viandas para la capital, se incrementarán 500 caballerías, ya se están incrementando. Yo les pedí a los compañeros de educación y la agricultura: estudien cuántas escuelas caben si ponemos un área menor de 40 caballerías, un área donde pueda estar una escuela con 500 estudiantes para esos planes de incremento de vegetales y viandas para la capital, para todos esos huertos de la capital, que vamos a crear y que van a funcionar con programas de computación que —como les explicaba— van a señalar cada cosa que se va a sembrar.
Se podían construir 36 escuelas. ¡Ah!, es que necesitamos escuelas, porque los mismos compañeros que pasan el Servicio, que después reciben un curso, necesitan escuelas de ese tipo; y tenemos alrededor de 15 000 ó 16 000 estudiantes de pre en la capital, es la única provincia que tiene tan alto porcentaje de pre en las áreas urbanas, y tenemos pre en el campo con mucho prestigio, pero que tenían 700 estudiantes, no cabían. La "Che Guevara" tenía 700. La "Che Guevara" es la escuela donde estudió la compañerita aquella que habló aquí en el Congreso de la Juventud, Johanna Tablada, que impresionó a todo el mundo, estaba en ese pre. Pasé por allí con una delegación soviética y me entero de que había 700 alumnos, ¡setecientos en una escuela de 500!
¿Cuántas escuelas hacen falta?, pregunté. Dicen: Hacen falta alrededor de 36, caben todas en la provincia Habana.
Hay, por tanto, otro programita que no mencioné, ni habló sobre él Máximo, y es que vamos a hacer cuatro brigadas de microbrigadistas para construir alrededor de dos escuelas en el campo por año por brigada. Así que incluso ese problemita lo vamos a resolver.
Claro, están un poco lejos; los estudiantes de preuniversitario de la capital no nos pueden ayudar a construir esas escuelas, tendrán que trabajar en las de aquí. Pero en la ciudad, vamos a construir bastantes escuelas en la ciudad, bastantes, no solo vamos a reparar las que haya que reparar; hay que construir muchas, pero, también, posiblemente 36 escuelas preuniversitarias en el campo, ubicadas en aproximadamente 6 500 hectáreas nuevas de vegetales y viandas para la capital. Vamos a ver si tendremos que envidiarle algo a la época aquella de los "bandidos de Río Frío", haciendo las cosas bien hechas, de una manera revolucionaria, de una manera socialista.
En la capital tenemos importantes planes, no solo estos que hemos mencionado, no solo estos, y que han demostrado nuestra capacidad de hacer lo que queramos, ya, sencillamente.
Podría decir algo más: Con este movimiento se ha estado creando la capacidad de hacer lo que queramos, cuando queramos; los límites ya los conocen, pero aquí, para satisfacción de todos, fue posible que nos informáramos de qué esfuerzos se están haciendo en la cuestión de la producción de materiales para la construcción, porque todos sabemos, lo repito una vez más, que lo que nos puede parar es eso; no es la fuerza de trabajo, sino eso.
Hablaba, desde luego, de que quizás necesitáramos a los miles de jóvenes orientales, y no para venir a construir a La Habana. Eso que ustedes hacen ahora es un préstamo. En Antillana de Acero y en algunos de esos lugares, bueno, hasta pinareños hay, espirituanos, de dondequiera.
En la Siberia tenemos una empresa conjunta con los soviéticos y allá van a trabajar unos 8 000 ó 10 000 cubanos, van a producir la madera que necesita el país para construcciones, para muebles y otros usos; así que necesitamos nuestra fuerza, no crean, y mientras más fuerza dispongamos, más nos vamos a desarrollar económicamente y más nos vamos a desarrollar socialmente, si nuestros planes son inteligentes. Y lo mejor que tiene todo esto, ¡lo mejor que tiene todo esto!, es que no sacrificamos en lo más mínimo los planes de desarrollo.
Ustedes han podido ver aquí cómo hemos sacado decenas de miles de trabajadores y, sin embargo, los centros están produciendo más y mejor, como hemos visto en cada uno de los centros con problemas que hemos examinado. Puede haber problemas porque les faltó una materia prima, puede tener problemas por algún recurso determinado que no está disponible o porque faltaron unas piezas, pero no porque les falte fuerza de trabajo.
En estos ambiciosos planes de desarrollo social no vamos a sacrificar en lo más mínimo el desarrollo económico del país; de manera que tenemos que trabajar inteligentemente, meditar, programar bien, para hacer parejamente los planes, llevar a cabo los ambiciosos proyectos de desarrollo económico y ambiciosos programas de desarrollo social, con el concepto de que estas dos cuestiones se entrelazan. No puede haber desarrollo económico en el socialismo sin desarrollo social; no se puede hacer como en el capitalismo: construir dos grandes plantas de níquel y construir solo las viviendas para el administrador y 30 ó 40 jefes de la planta, mientras los trabajadores hacen un bohío, hacen cualquier cosa para ir allí. Nosotros no podemos construir las grandes plantas de Punta Gorda y de Las Camariocas, de 30 000 toneladas cada una, con muchos miles de trabajadores, si allí no construimos al mismo tiempo miles de viviendas; como no podemos construir la textilera de 80 millones de metros cuadrados en Santiago de Cuba, si no construimos al mismo tiempo miles de viviendas necesarias. No estamos en el capitalismo, ni podemos trabajar como en el capitalismo; tenemos que combinar desarrollo económico con desarrollo social.
Sin los círculos cómo incorporamos a las mujeres al trabajo, a la producción y a los servicios; sin escuelas de seminternado de primaria cómo las incorporamos; sin escuelas de seminternado de secundaria cómo las incorporamos. Recientemente, inaugurando una escuela secundaria, vimos que unas niñas allí de 12 años tienen que ir para la casa y calentar la comida que la madre trabajadora le prepara la noche anterior; de 12 años, adolescentes, solos en sus casas.
Hemos luchado por la doble sesión, en la primaria ya la tenemos en casi todo el país; hay que luchar ahora por la doble sesión en la secundaria. La compañera de San Miguel del Padrón, directora de Educación, nos hablaba de cómo debía ser una escuela, los alumnos que debe haber en una escuela, en un aula, cómo deben ser atendidos, para que haya una óptima educación. Pues bien, ya estamos pensando en todo eso. Son ambiciosos nuestros planes de desarrollo de la capital y del país.
En la capital, en dos años vamos a resolver ya tres cuestiones importantes: todos los policlínicos que necesitábamos, en condiciones adecuadas; todas las escuelas especiales que necesitábamos, en condiciones adecuadas; y todos los círculos infantiles que necesitábamos, en condiciones adecuadas, todos, liberamos fuerzas para otras tareas. Pero ya el año que viene —como decía Máximo— empezamos tres complejos de piscinas; van las obras del Panamericano, con Panamericano o sin Panamericano, y porque nosotros las obras las hacemos para el pueblo, y van a ser obras de carácter duradero y de utilidad duradera para nuestro pueblo; las instalaciones esas las haríamos aunque mañana nos dijeran: "Les quitamos los Panamericanos." Nosotros ya el velódromo y todas esas instalaciones las vamos a hacer, las salas polivalentes completicas, encantados, con o sin Panamericanos.
Pero ya en el año 1989 vienen los programas de escuelas, y la idea que tenemos es renovar totalmente, desactivar todas las escuelas primarias que estén en instalaciones inadecuadas; donde hay lugares sin ventilación, sin comodidad ninguna, una casa vieja adaptada, un aula agregada allí, las vamos a hacer nuevas; dejaremos solo aquellas escuelas primarias que estén en buenas condiciones.
Pero vamos a hacer escuelas racionales. Esa reunión de que se habló aquí fue la reunión del Ministerio con los más experimentados directores de escuelas primarias, para saber qué es una escuela primaria ideal. "Dígannos, compañeros, ustedes que llevan tantos años y tienen tanta experiencia, ¿cómo debe ser una escuela primaria?" Nosotros hemos planteado parámetros: que no tenga exceso de alumnos; que no tengan los niños que caminar un kilómetro y medio o dos kilómetros para ir a la escuela; que la escuela quede cerca de los lugares de residencia de los niños, para que no tengan que estar cruzando 10 ó12 calles, ni mucho menos tener que estar viajando en ómnibus. Será una escuela de unos 450 alumnos, una escuela que pueda ser bien dirigida, una de 1 500 ó 2 000 no hay quien la dirija; una escuela que pueda ser dirigida por un director normal, un buen director; una escuela que tenga capacidades para la doble sesión; una escuela que tenga sus instalaciones deportivas, una escuela que tenga comedor para los hijos de las madres trabajadoras, y capacidad en el futuro, por si un día queremos extenderlo ya a todos los niños, para que se pasen el día allí; mientras tanto, debemos actuar acorde con las necesidades más apremiantes. La escuela ideal, y ya están trabajando en el proyecto de la escuela primaria ideal.
Exactamente se está haciendo con las escuelas secundarias, vamos a hacer lo mismo. Todas las escuelas secundarias en casas adaptadas las vamos a cambiar. Lezcano habló de unas 350 escuelas entre secundarias y primarias, tal vez sean menos. Ahora están haciendo el censo, escuela por escuela, para saber cuántas escuelas primarias y secundarias tenemos que hacer; y ya en el año 1989 empieza el programa de escuelas primarias y secundarias, en un máximo de cinco o seis años empezando en 1989. Calculo unos cinco años, si tenemos que hacer unas 50 ó 60 escuelas por año: 1989, 1990, 1991, 1992, 1993 y tal vez 1994, podemos decir, completa la red de escuelas de la capital.
Pero lo mismo vamos a hacer con las panaderías, completa la red de panaderías. Por aquí nos han estado exponiendo un muestrario, que dice: panes para diplomercados y mercados paralelos; pero es que ese tipo y esa calidad de pan vamos a tratar de hacerlos en todas las panaderías. ¡Tendremos alrededor de 250 panaderías, del 80% al 90% de los núcleos podrán ir allí a recoger el pan caliente! Mejora la calidad del pan, la variedad del pan, y tendremos también en tres años, construyendo en 1988, 1989 y 1990, la red completa de panaderías; pero lo mismo vamos a tener la red completa de tiendas, con programas similares. Red completa de médicos de la familia, ¿cuándo la terminamos?; en 1992 terminamos la red completa y todos los habitantes de la capital tendrán su médico de la familia.
Como ustedes vieron hoy, ahora tenemos que enfrascarnos en la tarea de meditar y analizar la cuestión de los gimnasios fisioterapéuticos, y posiblemente de todo eso salga la necesidad de hacer setenta y tantos gimnasios fisioterapéuticos. Alguien tiene un problema determinado y debe ir al "Frank País", allá en La Lisa; calculen, o tenían que llevarlo en ambulancia, o tenía que alquilar un carro, o tenía que montarse en un ómnibus. Imagínense a alguien con un problema de cierta seriedad en un ómnibus de Guanabacoa a La Lisa, o de Guanabacoa a Boyeros, para el "Julio Díaz". Haremos los gimnasios fisioterapéuticos, esa es la idea, por eso se hizo el primero; queríamos saber a qué nivel, si debíamos hacer uno por municipio o uno por policlínico. Por lo que se ve, parece que habrá que hacer uno por policlínico. Pues habrá que hacer un programita también de gimnasios fisioterapéuticos y los programas de formación de enfermeras en ese terreno, de especialistas en medicina para nuestro programa. También deberemos crear gimnasios de uso general para la población.
Y tendremos que hacer la red de áreas deportivas, los complejos de piscinas. Actualmente La Habana tiene uno allá en el Parque "Lenin", y viendo cómo allí se reunían 5 000 un domingo, a pesar de la distancia, dijimos: ¿Qué sería si esto se pudiera hacer más próximo a la población? En una reunión con el Comité del Partido en el Cerro, planteamos que hicieran una prueba, ya no recreativa, sino instructiva, deportiva, y que un grupo de ómnibus llevara a los niños de las escuelas primarias a esas piscinas del Parque "Lenin". Pues bien, ya han aprendido a nadar miles de niños, con un solo complejo y lejísimo, apoyados en unos pocos ómnibus.
Ahora, ya nos estamos planteando hacer estos complejos por municipio, y habrá municipios que tengan más de uno.
Imagínense, Centro Habana, Cerro, Diez de Octubre, que todos los municipios tengan como mínimo uno, y algunos dos o tres complejos de estos; y todos los niños de primaria, durante el curso del año, aprendiendo a nadar, haciendo ejercicios; y la población, en el verano, utilizándolos recreativamente. Podríamos llegar a tener 10, 20, 30, 40, bueno, sencillamente los que necesitemos.
Lo mismo con instalaciones deportivas. Ya en el Cerro hicimos una experiencia, de la cual habla el informe, salió de aquella misma reunión: cómo dotar de instalaciones deportivas, áreas deportivas a todos los alumnos. Y se logró, ya esa experiencia se está extendiendo con soluciones sencillas a los demás municipios.
Claro que en el futuro todas nuestras escuelas nuevas deberán tenerlos, estén donde estén, aunque sea en el techo, si es en Centro Habana o en algún lugar similar; o en el sótano, escarbaremos hacia abajo, como hicieron los compañeros del "Salvador Allende". Ya ustedes vieron, dicen: "Eran tan bajos los techos que no podíamos subirlos, tuvimos que bajar el piso." Nosotros encontraremos espacio, porque tendremos viviendas; y donde sea necesario demoler una manzana de viejas casas, la demoleremos, excepto que sea en la Habana Vieja; y entonces haremos como en el "Miguel Henríquez", tres manzanas necesitábamos, tres manzanas; después se necesitaron dos medias manzanas más y se negoció el espacio, los vecinos felices, recibieron viviendas nuevas. Si los vecinos vivieran en casas como las de Miramar, sería más complicado; pero como partimos de la situación de que muchos viven en viejas viviendas, incómodas y todo eso, dondequiera que necesitemos espacio para hacer una escuela o un complejo de piscinas, una instalación social, se puede obtener.
Y luego las instalaciones comerciales. También se está estudiando la red, para conocer toda la red de mercados, supermercados y tiendas que debe tener la capital.
Habrá que hacer una mejor distribución también, decía, de algunos centros de recreación, salir del centro hacia la periferia. Por eso aquellas familias nos decían que querían un restaurante, por allá por Diez de Octubre; en Diez de Octubre hay muy pocos restaurantes, casi todos estaban aquí alrededor de La Rampa y de las zonas de los hoteles.
Habrá que hacer muchas cosas, ¡pero las haremos! Habrá que reconstruir las redes de acueducto y alcantarillado, pero las reconstruiremos. Habrá que abrir avenidas amplias, lo cual no solo ayuda al tránsito y ahorra tiempo, sino también que ahorra importantes recursos económicos. Ya expliqué la avenida que están haciendo los del contingente "Blas Roca".
Tendremos en el futuro que hacer el metro de la ciudad.
Ya será algo que pensamos comience en el decenio de 1990; y eso sí lleva mucho tiempo, porque se van construyendo kilómetros, por tramos que se van usando, es casi un trabajo de toda la vida. Hemos adquirido una gran experiencia en hacer túneles; nuestras Fuerzas Armadas han adquirido una extraordinaria experiencia en ese terreno, porque han tenido que perforar la provincia de un lado a otro. Por eso le hemos encargado al Ministerio de las Fuerzas Armadas organizar, programar todos los trabajos previos, y crear las condiciones para cuando llegue el momento de hacer el metro de la capital.
Haremos una ciudad nueva, moderna, funcional, estética
Ayer veíamos qué pueden hacer las microbrigadas sociales. Veíamos también que necesitábamos reparar, de una forma o de otra, o reconstruir, o remodelar, reparación mayor o menor, alrededor de 25 000 viviendas por año. ¿Alguno de ustedes duda que si tenemos los materiales podemos reparar las 25 000 viviendas, a partir de la información que hemos recibido de esa excelente experiencia y con la magnífica noticia de que han incorporado cientos de jóvenes que no estaban vinculados al trabajo? Eso quiere decir que podemos incorporar quizás de 3 000 a 4 000 en esa tarea, un potencial de jóvenes que pueden ir a trabajar cerca de sus casas, ayudados por unos obreros que hasta hace poco eran una calamidad como constructores y ahora son maestros de los jóvenes, y están reparando con calidad, con la ayuda de los vecinos; y no solo con la ayuda, con la participación, y no solo con la participación, sino con la fiscalización de los vecinos; ellos cuidarán que los materiales no se pierdan, ellos cuidarán que las obras tengan calidad. Son fuerzas infinitas, inmensas.
No se cuente con eso y díganme si hay reparación de viviendas aquí en la capital, si se ponen a esperar que una flamante empresa, superorganizada, con una superplantilla burocrática, 50 modelos y dos millones de papeles, para reparar los viejos edificios, para pintar las cuarterías; si nos ponemos a esperar eso, o si nos vamos a creer eso. ¡No! Que hagamos una gran empresa en Antillana de Acero, que hagamos grandes empresas constructoras de hoteles, que hagamos grandes empresas mineras, empresas industriales de distintos tipos, está bien. ¿Pero estas cosas las podemos resolver sin la participación del pueblo, sin la participación de las masas?
Bien, ¿qué tendremos en nuestra capital? —y hablo de la capital porque lo de la capital es la experiencia que van a seguir todas las demás provincias. ¿Qué tendremos en nuestra capital en el año 2000, si trabajamos así, si trabajamos bien, si continuamos impulsando este movimiento de masas constructivo?; y no solo un movimiento de masas constructivo, un movimiento de masas por la rectificación, por el trabajo con más calidad en todas partes. ¿Cómo será nuestra ciudad? Si logramos controlar la inmigración, prácticamente con 250 000 nuevas viviendas y otras 250 000 viviendas reparadas, reconstruidas, tendremos alrededor de 500 000 viviendas adecuadas para vivir. Espero que para esa época no haya un solo barrio insalubre, creo que mucho antes van a desaparecer los barriecitos insalubres; no son muchos, pero hay unas 50 000 personas que viven en ellos.
Ayer la compañera Glenda nos explicaba sus magníficas impresiones sobre los microbrigadistas sociales de un barrio insalubre, cómo estaban trabajando, el espíritu que tenían.
Sabemos que nuestra capital tiene 70 000 viviendas apuntaladas, ¡setenta mil viviendas apuntaladas! Decenas de miles de familias viven en edificios llamados ciudadelas, declarados inhabitables, ¡declarados inhabitables!; y viven ahí porque no hay albergues, o no quieren ir para un albergue, es muy dramática la situación y no se les va a sacar por la fuerza, hay que estar constantemente apuntalando, arreglando. ¿Cuándo íbamos a salir de eso?
Yo les pregunto, compañeras y compañeros, ¿creen ustedes que con 3 800 viviendas por año se podía resolver ese problema alguna vez? ¿Adónde íbamos? ¿Cómo íbamos a resolver esos problemas? Sí, es cierto, la Revolución resolvió otros muchos: dio empleo, hizo escuelas, hizo policlínicos, formó médicos, desarrolló hospitales, y sobre todo en el interior del país hizo muchas cosas. ¿Pero por qué no resolvía el problema de la vivienda en la capital y otras ciudades? ¿Por qué no resolvía otros problemas serios? Si los servicios que tenía empezaban a deteriorarse: educación, salud, etcétera, producto de las mismas tendencias negativas, del mismo pantano que se iba extendiendo.
¡Podíamos resolver los problemas de la vivienda! Hace 17 años surgió la fórmula de las microbrigadas. Si hubiéramos seguido consecuentemente este camino, ¿adónde habríamos llegado? Claro, ahora las hemos restablecido, con más fuerza y hasta mucho más racionales, mejor organizadas, mejor distribuidas por municipio, con ideas mejores, sin discusión. Pero si aquella idea que surgió hace 17 años y que dio lugar a la construcción de miles de edificios, se hubiera seguido durante estos 12 años la situación sería distinta.
Es por eso que ahora tenemos que recuperar ese tiempo perdido, ya no el tiempo que perdió el país en el capitalismo y en el colonialismo, sino también, en cierta forma, tiempo perdido en el socialismo. Por eso, a aquellos que sean alérgicos a las cosas fuertes, a las cosas dignas de los pueblos, al espíritu proletario —y espíritu proletario quiere decir, primero que nada, espíritu de trabajo y disciplina de trabajo—; a aquellos que se sienten alérgicos y ven surgir las ronchas que provoca este espíritu de trabajo, les decimos: queremos trabajar fuerte, pero no por capricho; queremos trabajar fuerte, pero no por manía de trabajar; queremos trabajar fuerte porque tenemos que trabajar fuerte, porque somos un país del Tercer Mundo, porque perdimos siglos de colonialismo, casi 60 años de neocolonialismo, y hemos perdido unos cuantos años también en la Revolución. ¡Tenemos que recuperar el tiempo perdido!
Díganme si vamos o, no a ser felices trabajando; si vamos o no a ser felices recuperando el tiempo perdido; si vamos o no a ser felices creando para esta generación y para las nuevas generaciones que vienen detrás de nosotros. ¿Acaso nos sentimos desgraciados por las escuelas especiales, las casas-consulta que estamos haciendo, los círculos que estamos haciendo? ¿Acaso nos sentimos desgraciados porque 330 000 compatriotas de la capital hayan recibido el bono de las 40 horas, o nos sentimos desgraciados porque una abuela ha participado en 600 horas de trabajo voluntario en unos cuantos meses, con 76 años? Le podríamos preguntar a la abuela si se siente más feliz o menos feliz haciendo eso; le podríamos preguntar si se siente más saludable o menos saludable haciendo eso (Aplausos).
¡Allá los pequeñoburgueses asustadizos con su miedo y sus dudas!, que a nuestro pueblo trabajador no lo asusta nada, que a nuestro pueblo trabajador no lo asusta el esfuerzo, que a nuestro pueblo obrero y revolucionario no lo asusta el rigor del trabajo, y qué más bien que triste se ha visto alegre nuestra población ante los primeros frutos de este esfuerzo; se ha visto feliz nuestra Asamblea ante los primeros frutos de este esfuerzo rectificador. Y más que preocupaciones por el exceso de trabajo que nos pueda caer encima, la preocupación es otra: que no tenemos suficientes materiales para trabajar más, que no tenemos suficientes proyectos para trabajar más, que no podemos incorporar más decenas de miles a este movimiento de microbrigadas, que no podemos dedicar cientos de miles a trabajar en apoyo a esas microbrigadas en horario extralaboral, o por parte de estudiantes, amas de casa, vecinos o trabajadores jubilados. Nuestra pena no es por el temor de que vamos a tener mucho trabajo, sino que nos lamentamos que no podamos emplear más trabajo, ese trabajo que surge de los músculos y de la sangre de una población vigorosa, de una población sana y de una población relativamente joven, que comparada con la población de los países capitalistas desarrollados es una población muy joven.
¡Lo que nos sobra son energías! El riesgo que corremos es que no podamos emplear toda la que somos capaces de desplegar. El riesgo que corremos es que tengamos que hacer mucho ejercicio físico en un gimnasio o en algún lugar por el estilo, porque no podamos realizar ese ejercicio con un pico y una pala, o poniendo ladrillos, o cargando ladrillos, o llevando una carretilla. Esa es la realidad (Aplausos).
En días recientes recorrí varios municipios, cinco municipios, inaugurando círculos infantiles y pude apreciar el estado anímico, la alegría, realmente, la alegría fundada, la alegría que se basa en la nueva esperanza, la efervescencia de las masas. Nadie se imagine que yo confundo cualquier cosa con la efervescencia o los estados anímicos, o que voy a medir la efervescencia o el estado anímico por las veces que saluden, o griten, o digan "¡Fidel!", y repitan "¡Fidel, Fidel!" A mí me pasa como a Lezcano cuando estaba parado ahí, que, cuando aplauden o cuando repiten nuestros nombres, lo que hacemos es caer en una situación embarazosa, molesta.
Yo aprecio la efervescencia por las expresiones de la gente, por el rostro de la gente, por los ojos de la gente, lo que no se refleja en palabras, sino los matices y el tono con que la gente exclama, habla, saluda, reacciona.
Por ahí creo que han hecho un documental con los materiales de ese recorrido, se puede observar una efervescencia grande, basada en este espíritu que se ha ido creando, en una confianza, en una esperanza, en un optimismo y en una disposición de hacer las cosas, total, absoluta.
Ya empezamos a ver los primeros frutos de estos esfuerzos, y debe incrementarse esa confianza, esa decisión y esa voluntad de llevar adelante estos programas, con un nuevo estilo de trabajo en el Partido; de un partido que es hoy un gran partido, un partido que solo en nuestra capital tiene más de 100 000 militantes y cuenta con más de 100 000 militantes de la Juventud.
Hoy contamos con lo que no contábamos al principio de la Revolución, ni en ningún otro tiempo: la fuerza del Partido, el nuevo estilo de trabajo del Partido, la impresionante capacidad de movilización del Partido, a través de sus comités municipales, de sus núcleos, en estrecha e indestructible relación con las organizaciones de masa.
Cualquier cosa que se le pida al Partido, tiene una respuesta inmediata, instantánea, en silencio; si hay que movilizar en una semana a 200 hombres de tal característica y el Partido entra en contacto con los municipios, en cuestión de días aparecen los 200 hombres con las características exactas; que hay que movilizar 1 000, en cuestión de días están los 1 000 movilizados, de las cualidades, características, incluso, de los conocimientos necesarios; que hay que movilizar 10 000, en cuestión de días están los 10 000 movilizados, en silencio, no se escucha ruido alguno.
Usted llega a los lugares y se encuentra al contingente tal, este, el otro, el Partido, la Juventud, los sindicatos; hay un nuevo estilo, hay un nuevo espíritu, hay una nueva actitud. Hay lo que pudiéramos llamar una revolución en la Revolución.
Eso es lo que hemos podido nosotros observar, eso es lo que se palpa aquí, cosas impresionantes en esta misma asamblea. Yo pienso que esta es una de las mejores asambleas que se haya realizado nunca. No lo hemos discutido todo porque habríamos necesitado una semana, pero hemos discutido cosas importantes, muchas cosas importantes, y las que hemos discutido con profundidad, hemos tomado conciencia de cada uno de nuestros problemas fundamentales.
Ustedes tienen el informe. El informe se va a cumplimentar con una serie de ideas, y ese informe debe ser como un programa de trabajo para el Partido en la capital.
Discutimos con mucha seriedad y profundidad, y las intervenciones, en general, han sido intervenciones muy serias, que han causado un gran impacto en todos nosotros.
Fue especialmente conmovedor también cuando aquí vino el representante de los impedidos físicos y habló; pero, sobre todo, fue conmovedor escuchar cómo el Partido en nuestra capital, en cuestión de semanas, respondió a sus peticiones y a sus planteamientos de mediados de agosto, y creó 14 talleres, y dio empleo ya a más del 50% de los que tenían dificultades laborales. Porque me explicaba él que había alrededor de 500 con problemas laborales. Trajo el álbum, ahí se ven las fotos, se puede apreciar la atmósfera que reina en esos colectivos de hombres y mujeres en sillas de rueda, participando en la producción en un taller. Cuánto mil veces es más importante eso, más noble, más digno, que lo que venía ocurriendo en nuestra capital, que estaba siendo cada vez más invadida por merolicos, mercachifleros e intermediarios que estaban haciéndose ricos, a veces, incluso, explotando a uno de estos limitados físicos. ¡Qué cosa tan diferente que el Partido organice los talleres y se sientan allí seres humanos, se sientan útiles a la sociedad y se sientan participantes del desarrollo de nuestra patria! Eso lo hizo el Partido en unos días, el Partido en las nuevas condiciones puede hacer lo que quiera, puede hacer milagros o cosas que parecen milagrosas.
¡Ah!, qué difícil era la vida del Partido hace dos años; qué impotencia total cuando llegaba una mujer y le decía que se le estaba cayendo la casa. Y recordaba yo que había 70 000 casas apuntaladas, y la casa apuntalada no es solo la fealdad y la incomodidad, sino el temor de los vecinos, del núcleo de que le caiga la casa encima; es algo más que la molestia de la casa vieja, casi en ruinas y apuntalada.
Cuando al Partido venía un núcleo a plantearle ese problema, ¿qué le decía el Partido, qué cuento le hacía, qué historia? "Calma, hijo", ¿acaso eso? Consolarlo diciendo "¡calma!", ¡calma que hemos inventado unos métodos fabulosos, milagrosos y hemos inventado unos mecanismos tan bárbaros, tan increíbles, que un día van a tener ustedes todas las casas que necesitan! Sí, posiblemente en el año 3500. Quizás unos robots, si tuviéramos robots, iban a hacer las casas. ¿Qué le explicaba el Partido? Y si el núcleo familiar decía: pero si cada vez hay menos casas, si las casas que se construyen son menos que las que se deterioran, ¿cuándo vamos a tener casas? ¿De qué manual, de qué texto, de qué libro se sacaría la explicación? Porque aquí había algunos sesudos, y no fue poco el daño que causaron, que sabían la página exacta, de la frase exacta, del día exacto de lo que Lenin dijo en cualquiera de los 40 volúmenes de las "Obras Completas" de Lenin, pero en ninguna de esas citas, en ninguna página podía el militante del Partido encontrar explicación para aquella familia que vivía en una ciudadela, cuando en la práctica del socialismo había que resolverle la vivienda a aquella madre desesperada. O cuando decía: Mi hijo tiene alergia a esto, mi hija padece de asma, tengo esto, no hay agua. 0 cuando venía una madre y decía: Estoy pagando 60 pesos a una señora para que cuide y le dé la comida a la niña, etcétera, etcétera, quiero un círculo o quiero más tranquilidad para mi hijo, porque tiene tales problemas y está en la calle mientras yo estoy en el trabajo, es un adolescente de secundaria, o los niños en una sola sesión que no tenían adonde ir y andaban mataperreando por la calle.
Qué problema podía resolver el Partido, qué respuesta podía darles el Partido a los ciudadanos que llegaran a plantearle este tipo de problemas, qué libro, qué cita, qué texto podía ayudarlo a dar la respuesta. Así ha trabajado el Partido. Años tuvo que trabajar el Partido en esas condiciones, esperando a ver si los famosos mecanismos resolvían la cuestión.
Ahora el Partido tiene una respuesta, ahora el Partido tiene qué decirles a los ciudadanos, a todo el que venga a pedir cualquier cosa. Si es en una ciudadela: a ver, vamos a organizar la microbrigada social, a trabajar en la microbrigada social, y a los estudiantes les podrán decir lo que ellos mismos pidieron: arreglen la escuela; y a los otros, vamos a trabajar en la escuela, vamos a trabajar en el círculo, vamos a trabajar en la panadería, vamos a trabajar en la construcción de viviendas. El Partido tiene hoy una respuesta concreta, clara, precisa para cada uno de los problemas, y ha desplegado una fuerza impresionante.
Yo diría que de este proceso las dos cosas que más se destacan son: la reacción del pueblo y el trabajo impresionante del Partido
Creo que debe ser un motivo de sano orgullo para todos nosotros contar hoy con tal instrumento, con tal fuerza, con tal Partido, con la autoridad que tiene en el seno de nuestros trabajadores y de nuestro pueblo, y los militantes lo han estado demostrando con la ejemplaridad, esa maravillosa palabra tan llena de contenido: iejemplaridad!, que se traduce en el hecho de que el secretario del Comité del Partido de Antillana dice que él va dos veces a la semana el primero, que se traduce en el hecho de que los militantes sean los que den el paso al frente en todo, que se traduce en el hecho de que se podía estar buscando una tarde al compañero Lezcano, y localizarlo al mediodía dando pico y pala, o cargando arena en un círculo social, cumpliendo sus 40 horas de trabajo voluntario (Aplausos).
Esa fuerza y ese prestigio se muestra en las 300 y tantos miles de personas que recibieron el bono de las 40 horas, y en los cientos de miles que les faltan algunas horas y que están amargados de no haber podido cumplir las 40 horas para esta fecha, en los 13 millones de horas de trabajo voluntario que realizaron los trabajadores y los vecinos de nuestra capital.
Toda esa legítima satisfacción, toda esa legitima esperanza, todo ese sano orgullo, se ha reflejado en esta asamblea, sin triunfalismo, pero con profundo optimismo y felices, porque vemos que estos son simplemente los primeros frutos y no tanto por lo que hemos hecho, sino por lo que estamos seguros que vamos a hacer; y no tanto por lo que hemos construido, sino por lo que estamos seguros de que vamos a construir; no tanto por lo que hemos mejorado, como por lo que estamos seguros de que vamos a mejorar en los próximos años (Aplausos).
Esa nueva conciencia, ese espíritu se mostró aquí en la participación de tantos delegados, en la precisión, en la seriedad y profundidad de sus planteamientos.
Se expresó aquí cuando hablaron los jefes de los contingentes: Marcos, del contingente del "Salvador Allende"; Fillo, del contingente "Julio Díaz"; Palmero, del contingente "Blas Roca". Ustedes lo veían en sus expresiones concisas, claras, breves y, sobre todo, en sus respuestas, porque un hombre puede preparar un discurso, un hombre puede preparar una frase, pero nadie puede saber de antemano una pregunta, nadie puede preparar la respuesta a una pregunta que ignora y para mí era particularmente impresionante cuando yo decía: "es posible que tengamos que trabajar algún tiempo", y respondían inmediatamente: "todo el tiempo que sea necesario", en fracción de segundos: "haremos lo que sea necesario", como contestaba otro. Y a cada pregunta una respuesta inmediata, precisa, clara, que no admite dudas, que no admite vacilación. Esa es la confianza en el Partido, ese es el espíritu proletario (Aplausos), ese es el espíritu revolucionario, esa es la confianza de los hombres en si mismos, en sus ideas, en su causa; esa es la convicción que emana cada vez más, con más fuerza, de este proceso rectificador: que cumpliremos lo que prometamos, que seremos capaces de realizar lo que nos propongamos.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(Ovación)