DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN LA INAUGURACION DEL COMBINADO DE EQUIPOS MEDICOS Y DE UN BANCO DE SANGRE EN CIUDAD DE LA HABANA, EL 28 DE OCTUBRE DE 1988
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Compañeras y compañeros constructores;
Trabajadores del banco de sangre, de la fábrica de equipos médicos, e invitados:
Como aquí se ha dicho, hoy se inauguran dos importantes obras: en primer término, el banco de sangre.
Cualquiera dice: un banco de sangre debe ser una caseta donde se recibe sangre. No sé cómo serían antes, pero tengo la impresión de que los que había aquí eran unas caseticas. Cuando se dice hoy un banco de sangre, hay que tener idea de lo que realmente es un banco de sangre como el que nosotros inauguramos en la tarde de hoy. Es toda una institución moderna, realmente bien concebida sobre una base científica, que tiene casi un millón de dólares en equipamiento —solo en equipamiento importado creo que son alrededor de 700 000, sin contar otros equipamientos producidos en el país—, que costó 2 millones y medio de pesos y que tiene 3 100 metros cuadrados de construcción.
Fue construido, realmente, con calidad; tiene todas las condiciones técnicas, de ambiente, de aireación, de climatización; un personal excelentemente preparado con numerosos graduados universitarios; que presta servicios de gran importancia para el pueblo; que tiene allí los locales donde se recibe al donante de sangre, se le atiende como se le debe atender, se le examina la sangre como se le debe examinar, puesto que es fundamental evitar cualquier tipo de enfermedad contagiosa a través de las donaciones de sangre, y se toman todas las medidas para garantizar a la población un suministro de sangre sana y de alta calidad. No solo eso, sino también un suministro de materias primas para la industria de hemoderivados, donde se producen numerosos componentes para la asistencia médica y donde también, incluso, se pueden producir algunos componentes para exportación.
De modo que ese banco de sangre no es solo una institución hospitalaria, es casi una industria por lo que se hace allí, donde se trabaja con equipos muy especializados y con un personal bien preparado. Por eso decimos que un banco de sangre de ese tipo, como el que se inauguró en la capital, parecido al que se inauguró hace algunos meses en Santiago de Cuba, es una institución importante y de gran valor para garantizar la asistencia médica y la salud de nuestro pueblo; que, con estas instituciones, unas tras otras, va acumulando un potencial tremendo, un potencial del cual ya nuestro país puede empezar a sentirse orgulloso por lo que significa para bienestar y seguridad de nuestra población.
Los holguineros le dieron su ayuda solidaria, casi internacionalista, a la Ciudad de La Habana, que no tenía suficiente fuerza de trabajo para construir esta obra. Como ustedes vieron, aquí se entregó un diploma de reconocimiento a un joven holguinero que se destacó en aquella construcción.
La otra obra importante es esta en que nos encontramos. Ya aquí el compañero director explicó que su industria empezó por una herrería situada en el Vedado, y en aquel local empezaron a producir algunos equipos médicos.
Esa ha sido la tragedia de nuestra industria mecánica, que, en primer lugar, no existía; y, en segundo lugar, se ha desarrollado en gran número de viejas instalaciones, que eran cualquier cosa. Claro que tiene instalaciones nuevas, hay algunas industrias mecánicas nuevas; digamos, la fábrica de combinadas de Holguín, totalmente nueva, que construye cada año 600 máquinas —tanto como señalaba su capacidad de diseño, e incluso por arriba de su capacidad de diseño—, que empezó construyendo combinadas KTP-1 y ahora construye KPT-2, más productivas, más eficientes, y ya tienen diseñadas la KTP-3, que será todavía más eficiente y más productiva.
¿Qué sería de nuestro país sin esa fábrica de combinadas? Creo que cualquiera lo comprende. Era un país que tenía que movilizar 350 000 macheteros, no a los carnavales —a los carnavales es fácil movilizar 350 000; incluso, hasta 3 millones—, ¡al corte de caña!, a ese trabajo semiesclavo al que tenían que acudir cientos de miles de desempleados en nuestro país, como una necesidad para vivir, o para mal vivir, como vivían los cortadores de caña. Y hoy casi 300 000 hombres han sido sustituidos por las máquinas y por los procesos de mecanización, que incluyen las alzadoras, los centros de acopio.
Pero todavía en el año 1970 se empleaban 350 000 hombres para cortar caña. Si uno analiza esta cifra, se da cuenta de la gigantesca importancia que tiene esa fábrica de combinadas, para citar nada más que un ejemplo, y un ejemplo de industria mecánica creada por la Revolución en instalaciones nuevas; o la fábrica 26 de Julio, de Holguín, y otras plantas, como planta mecánica, de Santa Clara, donde se producen los tándemes de los centrales azucareros y donde se producen componentes, incluso, para el laminador 200, de Las Tunas, que si se fueran a importar como plantas completas requerirían 15 ó 20 millones de dólares cada laminador, y que nosotros, con un pequeño gasto de convertible en importación para materias primas y algunos componentes, los hacemos ya en nuestro país; o una planta mecánica como la de Camagüey, que tendrá que ser inaugurada en fecha próxima. Creo que ya está, prácticamente, en pleno funcionamiento, ¡es una tremenda industria la que allí hay!
Pero muchas de nuestras industrias mecánicas, sobre todo las de la capital, son industrias nuevas en instalaciones viejas; instalaciones viejas donde se han ubicado nuevas máquinas y de las cuales ha surgido nuestra industria mecánica, que es una creación de la Revolución.
Recuerdo cuando surgió la idea de las fábricas de equipos médicos —las fábricas, porque son dos—, no hace mucho tiempo, en una visita que hicimos en ocasión del dengue a la ciudad de Santiago de Cuba y vimos que allí, en un taller de mantenimiento, un grupo de técnicos santiagueros estaba fabricando equipos médicos, entre ellos el riñón artificial, cunas para prematuros y otros similares. Allí, en una casa, estaban fabricando todo aquello.
Desde luego, ya aquí en la capital había los esfuerzos de que se habló en este acto, que de una herrería partió un taller productor de equipos médicos. Fue cuando analizamos la posibilidad y la conveniencia de desarrollar la producción de equipos médicos en las instalaciones apropiadas para ello, y así surgió la decisión de construir dos fábricas, una en Santiago de Cuba y otra aquí en La Habana que, desde luego, no son las únicas que producirán equipos médicos, porque ya en la capital se habían desarrollado otros talleres productores de muebles médicos, de instrumental médico y de otros artículos en apoyo de la salud pública.
Además, estos equipos son muy caros, y son cada vez más caros; son pocos los que conseguimos en el área socialista —algunos conseguimos, afortunadamente, en el área socialista, pero pocos—, la inmensa mayoría de estos equipos médicos hay que comprarlos en área capitalista y gastar divisas convertibles. Incluso cuando se importan todos los componentes, se ahorra una cantidad importante de dinero; y, claro, en la medida en que los componentes que produzcamos nosotros sean más, componentes mecánicos o componentes electrónicos, menor será el gasto a realizar en componentes importados.
Pero estas fábricas no solo podrían suministrar a nuestro país muchos importantes equipos para la salud, sino que podrían ser capaces, incluso, de exportar a otros países una parte de la producción.
Desde luego, no vamos a producir aquí resonancia nuclear magnética, por ahora, o tomografía axial computarizada. Siempre habrá algunos equipos nuevos, sofisticados, como la litotricia extracorpórea o el acelerador nuclear que se va a montar en el "Hermanos Ameijeiras", que tengamos que adquirir en el exterior, sobre todo algo nuevo, sofisticado, eficiente, de gran utilidad, de lo que produzca la industria mundial de equipos médicos. Siempre habrá que adquirir algunos equipos, no podemos quedarnos detrás, no podríamos empeñarnos en usar solamente lo que nosotros descubrimos o solamente lo que nosotros producimos; pero una gran parte de nuestras necesidades podemos cubrirlas con los suministros de estas fábricas. Y el desarrollo creciente de nuestros servicios públicos exige una demanda creciente de estos equipos.
Pónganse a pensar, por ejemplo, en el médico de la familia, cuántas cosas necesita el médico de la familia. Cualquiera dice que un médico de la familia es un médico allí en una casa, en un apartamento, con un buró y un asiento para recibir personas, con la colaboración de la enfermera. Pues necesita muchas cosas: las autoclaves, por ejemplo, independientemente de determinados equipos para diagnosticar, para examinar. No los equipos que deben estar, desde luego, como uno de rayos x, en el policlínico; pero en algunos lugares, como en las zonas rurales, incluso, equipos para detectar si hay algún problema cardíaco, pesas que tiene que fabricar la industria mecánica, muebles médicos que tiene que construir la misma industria mecánica.
Y no crean que es una bobería la cuestión de las autoclaves. Cada una de esas autoclaves, que están produciendo aquí ya, si se importa cuesta 2 500 dólares, y si en un solo año se incorporan 2 000 médicos de la familia, necesitamos 5 millones de dólares en autoclaves. Claro, ahora no gastamos 5 millones, gastamos algo más de 2 millones, porque traemos los componentes y producimos aquí las autoclaves. Pero no solo los médicos de la familia necesitan autoclaves, en otros lugares se necesitan, y no solo se necesitan para los nuevos médicos de la familia, en el futuro se necesitarán autoclaves para reemplazar algunas de las que hayan envejecido por su uso.
Este solo ejemplo de lo que necesita un médico de la familia da idea de los gastos que hay que hacer, sobre los cuales hay que meditar.
Muchas veces la gente recibe los servicios y ni siquiera se detiene a pensar un minuto cómo es posible recibir esos servicios. Todavía gastamos la mitad del dinero que costaría una autoclave. Pero los compañeros me decían que en el futuro es posible que ese gasto de 1 200 dólares que hoy se requiere, se reduzca a 300 dólares. Cuando ya, gracias al desarrollo de nuestra producción de equipos y de componentes para equipos médicos, las produzcamos con solo 300 dólares de importación en estas fábricas, solo con ese renglón nos estaríamos ahorrando más de 4 millones de dólares por año. Porque hay que ver no solo lo que se puede lograr en incremento de exportaciones, sino lo que se puede lograr ahorrando importaciones.
Ahora hacemos estas autoclaves pequeñas, pero allí mismo, en el banco de sangre, preguntaba yo cuáles eran los equipos más caros, y los equipos más caros de ese banco de sangre, de los equipos importados, son, precisamente, las autoclaves. En el futuro produciremos aquí también esos equipos que son mucho más costosos, aunque haya que traer determinados componentes.
Claro, algunos equipos costosos los producimos aquí ya. Decía sobre el equipo más costoso de los importados; pero el equipo más costoso del banco de sangre es el sistema ultramicroanalítico, un equipo que producimos en Cuba, de una calidad que no hay en otros países; incluso, ese equipo no existe con esas características en otros países, fue desarrollado en nuestro país. Si se fuera a adquirir en el mercado mundial, caso de que allí existiera, costaría 160 000, 170 000 dólares, y nuestro país lo produce con un gasto en componentes —tiene que comprar algunos componentes— de unos 12 000 dólares, y ya se están produciendo decenas de ellos por año en nuestro país para uso nacional y para la exportación de algunos servicios a través de esos equipos.
Da gusto ver el pequeño taller donde se produce ese equipo SUMA, que puede hacer no 20 exámenes de sangre simultáneamente, sino de 90 a 100, y los hace por duplicado. Cuando hay que analizar todas las donaciones de sangre para ver si puede haber el virus del SIDA o el virus de la hepatitis, u otros problemas que se quieran investigar, comprenderán ustedes la importancia de un equipo que puede hacer casi 100 exámenes simultáneamente, en cuestión de minutos, por medios electrónicos, por medios bioquímicos y por medios ópticos, porque es una combinación de todos estos factores lo que hace posible un equipo de esas características, ya usándose en nuestro país y hecho por nosotros.
Es decir que Inmunoensayo, que es un centro de investigación, es, a la vez, un taller de producción de equipos para uso médico, ese y otros. Es un tallercito pequeño, pero realmente es una joya. Allí todas las fresadoras y tornos son automáticos, programados. Allí hay un clima fresco y son ingenieros —porque son como aquí— todos los que manejan esos tornos programados.
De manera que los que se preocupen de si va a haber empleo para todos los ingenieros que se gradúen o se puedan graduar en el país, cuando uno puede ver ingenieros al lado de las máquinas, controlándolas, dirigiéndolas, observándolas, muchas veces limitándose a observarlas, porque necesitan quien las observe, se aprecia que si en el futuro va a tener miles de máquinas, el país puede necesitar miles de ingenieros para manejar esas máquinas, y es una gran ventaja un ingeniero manejando una máquina de este tipo con una gran productividad.
Antes, cuando se pensaba en un ingeniero, se imaginaba un individuo allá en una oficina, en un sillón, haciendo planitos, haciendo mapitas, haciendo cálculos, o allá en la administración, de cuello y corbata. Hoy están de cuello y corbata también, pero al lado de la máquina, porque es que esas máquinas necesitan unas condiciones especiales de climatización. Ahí es el trabajo intelectual lo fundamental y no el esfuerzo físico; y digo que puede estar allí, pero mucho más contento que en la oficina, porque yo he visto a esos ingenieros enamorados de sus máquinas, maravillados de sus máquinas. Los he visto allí en Inmunoensayo, los veía hoy aquí, con sus batas, limpios. No hay que imaginárselos manchados de aceite, embarrados de aceite de pies a cabeza, porque realmente no están así.
Esas máquinas elevan la productividad extraordinariamente, garantizan la calidad mejor que el hombre cuando produce en un torno convencional, y humanizan muchísimo el trabajo humano. Y llaman la atención esas máquinas, realmente es como para enamorarse de esas máquinas programadas, y como para soñar el día en que prácticamente se cumpla lo que yo le preguntaba a un ingeniero: ¿Y sería posible un día que todas las piezas que hay que hacer en esta fábrica se hicieran en máquinas programadas? Y él me dijo: "sí, sería posible".
Es decir que el futuro de la industria mecánica —e industria mecánica no tiene solo el SIME, la tiene el Azúcar, la tienen muchos organismos en el país— son las máquinas programadas, y, óiganme, qué disciplinadas son esas máquinas, no se detienen ni un segundo a conversar, a mirar para ninguna parte, no detienen su trabajo. Desde luego, si falla la electricidad se nos paran las máquinas, pero mientras tienen energía van cumpliendo su programa y no se equivocan, a no ser que esté equivocado el programa; pero tienen una disciplina elevada, la disciplina de los equipos automáticos, de los robots; ya eso incluso es parte de la robotización, la automatización de los procesos productivos. Algún día habrá robots también en muchos lugares donde hoy tiene que trabajar el hombre con sus brazos y haciendo un esfuerzo físico enorme.
Se ve toda una perspectiva en esta industria, con la aplicación de la ciencia y de la técnica, de la electrónica, de la computación, de la automatización. ¡Y allí en aquel pequeño tallercito de que hablaba lo veíamos, como lo vimos hoy; en relativamente poco tiempo me he encontrado dos veces con esas máquinas programadas, o de control numérico, como las llaman, y uno no duda de que el futuro está ahí, y que tenemos que apoderarnos de ese futuro, que tenemos que avanzar en esa dirección.
Hace unos días estuvimos reunidos con representantes de 55 fábricas de la industria mecánica de la capital, y 4 de la provincia Habana, 59, para analizar los problemas de la industria mecánica en detalles. Creo que fue una reunión importante.
Ya habían sido visitadas las fábricas principales del país, entre ellas las de la capital, y se analizaron todos los problemas de la industria mecánica, para elaborar un programa de desarrollo de esta industria y de superación de sus dificultades actuales.
Estaban presentes los representantes de las fábricas: el administrador, el del Partido, el del sindicato, el secretario de la Juventud, y un obrero directo de la producción invitado: soldador, pailero, tornero, fundidor. Y allí estuvimos analizando en profundidad, realmente, las dificultades, porque esta industria es la industria de la cooperación por excelencia, todas dependen de las demás; 10 fábricas trabajan para un producto. No es como una refinería, que le llevan petróleo y saca su producción final allí; diesel, fuel oil, gasolina, nafta; o no es como un hospital, que le llevan un hombre enfermo, y del hospital debe salir sano el hombre.
La industria mecánica necesita de la cooperación entre todas las plantas, entre muchas plantas; es la industria de la cooperación por excelencia.
Allí estuvimos examinando los problemas y elaborando ideas, para resolverlos en breve tiempo. Ese método de trabajo ha demostrado su utilidad. Ya en una ocasión lo utilizamos con los hospitales, en diciembre de 1985, hace casi tres años. De aquella reunión salió todo un programa, un programa que se está cumpliendo; un programa que ahora en diciembre estará cumplido, prácticamente, en el ciento por ciento, incluso sobrecumplido. Y, desde luego, la importancia de esta industria exige un esfuerzo similar, y todos debemos tomar conciencia de la enorme importancia de esta industria.
Aquí se habló de la herrería convertida en fábrica de equipos médicos, se habló hoy que tenemos una fábrica nueva; pero la herrería no se demolió, al contrario, se remodeló, y ahora va a estar instalado allí un equipo de ingenieros y técnicos jóvenes, muy valiosos, que están trabajando en el desarrollo de la robótica. Ellos trabajaban en una casa por acá por Boyeros, allí estuvieron años; cuando vimos que pronto se terminaría esta planta, se decidió entregarles aquel local para un centro de desarrollo de la investigación sobre robótica y de construcción de prototipos de robots.
Las microbrigadas han ayudado a la remodelación, y podemos decir que hoy tienen un gran local para sus trabajos de investigación, en este campo tan importante que no podemos olvidar.
De modo que en breve tiempo, quizás no pase un mes, ya podrá inaugurarse ese centro. De ahí saldrá algún día, posiblemente, un taller para la construcción de robots, y ya eso es otro sueño más allá de los tornos programados, porque algún día los robots van a humanizar más todavía el trabajo y a sustituir al hombre en esfuerzos muy duros. Pero no se vayan a creer ya que los robots están construidos, porque hay gente en este país que actúa como si los robots lo pudieran hacer todo. No están construidos todavía, por eso hay que trabajar duro en muchas cosas.
Aprovecho para decir que en el mismo momento en que se inaugura esta fábrica de equipos médicos, se libera un taller que para esto no servía ya, resultaba muy pequeño; pero es muy bueno para el nuevo uso, que es el de Centro de Robótica, y que va a ser creo que otra joya de nuestra industria mecánica.
No podemos olvidarnos por un momento en la noche de hoy, de que aquí está el fruto del esfuerzo de nuestros constructores, tanto en el banco de sangre como en esta fábrica.
Estas fábricas se concibieron, se decidieron en 1983 y empezaron a construirse en 1984. Iban lentas, les pasaba algo de lo que les estaba pasando a todas las construcciones, aunque, quizás, no en un grado tan alto. Después que se inició el proceso de rectificación, estas fábricas, igual que la de Santiago de Cuba, y al igual que otras muchas construcciones, se impulsaron.
No podemos decir que hemos tardado cuatro años y medio en construir esta fábrica, podemos decir que esta fábrica se construyó realmente en dos años y no en cuatro, cuando se tomó la decisión de trabajar en serio. Lo conozco porque vine varias veces por este lugar cuando estaba en construcción, y aquí no había ni camino, no se sabía cómo llegar, por dónde dar la vuelta; había que entrar por calle 100, de calle 100 por unas callejuelas, y después llegar aquí. Y óiganme, cuando uno llegaba aquí no sabía si estaba en La Habana o en la Ciénaga de Zapata, fango y arcilla pegajosa por todas partes, era un mundo de fango lo que había aquí; además, en este lugar hasta en los años secos llovía, porque muchas veces llueve donde no tiene que llover.
Por ejemplo, yo cada vez que veo un gran aguacero en la Ciudad de La Habana, lo primero que pido es: llamen a Güines, llamen a Madruga, llamen a Güira de Melena, para saber si este descomunal aguacero está cayendo allí en las cuencas de las presas, o en las cuencas de las aguas subterráneas para enriquecer el manto freático, para disponer de toda el agua que gasta y malgasta esta ciudad, y no solo la ciudad, no solo la población, sino las redes de acueductos también, que son prehistóricas y que habrá que reconstruirlas casi todas. Siempre pregunto, y casi siempre, por desgracia, dicen: "no, no está lloviendo", o, "en Bauta cayeron tres milímetros y dos por allá", y aquí parece que el mundo se está acabando. Y esa agua, qué bien vendría en otras zonas.
Por alguna razón en esta ciudad llueve más de lo que debe llover, parece que por algún fenómeno climático que la propia ciudad promueve. ¿Será el calor, que yo digo que hace el efecto de Meteotrón? Meteotrón, como creo que se llamaba, era un ensayo que se hizo una vez en nuestro país con vistas a promover las lluvias mediante producción de calor en un área determinada, y, según han estudiado algunos científicos, es posible. Pienso que la ciudad en el verano, por la gran masa de hierro, de cemento, de asfalto, de todo eso que puede calentarse, debe producir algún efecto particular en la atmósfera, porque lo he observado a lo largo de muchos años: llueve más en la ciudad que en la provincia, y donde nos conviene más que llueva es en las cuencas de los mantos freáticos y de las presas.
Pues bien, decía que en la ciudad llueve, y en este lugar y donde está el contingente "Blas Roca", no muy lejos de aquí, llueve bastante, llueve muchísimo. Y este lugar no es llano, tiene algunas ondulaciones, pero tiene una arcilla pegajosa y esa capa de arcilla no tiene fin.
Lo hemos visto allí construyendo la autopista este-oeste, cuánta tierra han tenido que mover. Y les digo que aquí llovía con mucha frecuencia y las lluvias obstaculizaban. Recuerdo que el año pasado, antes de la primavera, ellos nos solicitaron algunos equipos, y se le dio un refuerzo a esta brigada para poder hacer excavaciones y movimiento de tierra antes de que llegaran las lluvias, porque cuando llegaran las lluvias iba a ser difícil.
Y aquí no solo llueve en época de lluvias, cuando vienen los nortes también llueve fuerte en la ciudad, en ocasiones, sin que se extienda hacia el sur; eso tiene más lógica, porque es el punto de contacto de las masas húmedas que vienen del norte y topan con la tierra aquí en las áreas costeras donde está la ciudad. La lluvia obstaculizaba esta obra, pero se empeñaron los constructores. Claro, esto no se parece en nada a lo que se veía aquí cuando estaban construyendo montañas de fango, de tierra, de todo.
Hubo que tomar decisiones sobre los techos, que iban a ser de siporex, no daban ninguna garantía de seguridad, no daban garantía contra las filtraciones. Se tomó la decisión de utilizar esas láminas de acero, conformadas especialmente para el techo. Hoy por la tarde nos estaban diciendo que el techo había quedado muy bueno y que había resistido las lluvias. Yo preguntaba cuántas toneladas se consumieron, porque en muchos lugares, quizás, tengamos que aplicar esta fórmula, ya que hacer placas en estas construcciones de naves altas no tendría sentido; en ningún lugar del mundo se suelen hacer en este tipo de fábrica, o en algunos tipos de fábricas, aunque en ocasiones sí hay que hacer una nave de techo bajo como la que está construida allí, para climatizar el área donde están los tornos programados. Se tomó la decisión de buscar una solución para los techos, y así hoy vemos este panorama.
Varias veces vi este edificio que está a nuestro lado cuando estaban poniendo los paneles, después los cristales, y hoy vemos esta hermosa fábrica, esta hermosa instalación, bien iluminada, bien distribuida, donde, sin duda, estará la base de una importante industria.
Como decía el compañero, quizás en el futuro lleguen a producir hasta 30 millones de pesos en equipos. Hoy tienen un surtido, pero esos surtidos pueden variar. A la fábrica le quedan espacios para nuevas máquinas, hay una buena reserva de espacio, y en el futuro habrá más máquinas, y procuraremos que sean máquinas de las más eficientes y de las más modernas. Quizás en un futuro puedan sobrepasar el valor de 30 millones de pesos de producción, ¡quizás! Eso va a depender de la calidad de las máquinas, de la eficiencia de las máquinas, de la productividad de las máquinas y, sobre todo, del colectivo de trabajadores.
Hoy todos hemos recibido la agradable impresión de un colectivo joven, de un colectivo bien preparado. Debemos procurar que esta industria nueva nazca sin vicios viejos y que la moral, la disciplina, el espíritu de ese colectivo joven no decaiga, que el amor por esta fábrica no decaiga, que el desarrollo de la eficiencia y la calidad no decaigan; que podamos seguir contando con que todo el mundo tiene su uniforme de trabajo, su ropa de trabajo, o la bata de trabajo, o los monos de trabajo —como los llamen—, que eso da muy buena impresión en una fábrica, una impresión de organización, de disciplina, Que no decaiga el suministro de esa ropa de trabajo, que no decaiga; es una de las cosas que debemos procurar en la industria mecánica.
No tuvimos oportunidad de ir por los comedores. A lo mejor un día, dando una vuelta por aquí, con menos bullicio que hoy, podamos llegar a otros sitios; por ejemplo, al comedor, la cocina, ver cómo están, qué tienen; las áreas frías, si tienen conservado el alimento, qué están recibiendo. Porque tampoco debe renunciarse al esfuerzo por mejorar la alimentación de los trabajadores de esta industria.
Todos estos aspectos relacionados con la atención al hombre tienen una importancia extraordinaria, y lo demuestra el contingente "Blas Roca". El contingente "Blas Roca" es una organización productiva de la que podemos sentirnos orgullosos, por el espíritu de sus integrantes, por su elevadísimo productividad, por su capacidad de hacer en un abrir y cerrar de ojos cosas que antes tardaban mucho tiempo, y en esa organización productiva los problemas relacionados con la atención al hombre son claves. Nosotros no nos cansamos nunca de insistir en esto.
Lo menos que puedo desearle hoy a este colectivo joven de obreros de esta fábrica es que traten de convertir su fábrica en un modelo, en un ejemplo para la industria mecánica del país, y esperamos que los trabajadores que marchan a otros sitios importantes a continuar su noble tarea de creadores, de constructores, trabajen en esos lugares con el mismo espíritu con que se trabajó en la última etapa, en los dos últimos años en esta fábrica.
Pienso que para todos deben ser motivo de satisfacción estos avances, estas nuevas obras, que es lo que constituye eso que se llama el desarrollo. Porque el desarrollo no es algo que se les puede pedir a los Reyes Magos el Día de Reyes, no es algo que se les pueda pedir a Gaspar, Melchor y Baltasar, aquellos a los que les escribíamos cuando éramos muchachos —los que habíamos tenido la suerte de aprender a leer y a escribir—; el desarrollo tiene que ser fruto de nuestro esfuerzo y de nuestro trabajo. Y desarrollo es esto: desarrollo económico; como desarrollo social es el banco de sangre; desarrollo es cada hospital que construimos, cada fábrica, cada presa, cada camino, cada centro de producción y de servicio. ¡Y es mucho lo que hay que hacer! Desconfíen y miren con recelos a aquellos que crean que tales cosas pueden caer, como el maná bíblico, desde el cielo.
El progreso, el desarrollo, el bienestar, la elevación del estándar de vida del pueblo: más vivienda, más ropa, más zapato, más alimento, solo se puede lograr trabajando, luchando y desarrollando nuestro país. Y creo que en este momento el país viene haciendo un gran esfuerzo en muchos campos y en muchos lugares. Por eso siempre será motivo de reconocimiento para nuestros trabajadores cada vez que se inaugure una obra como esta y motivo de estímulo para todos nosotros.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)