Fidel nos guarda
Дата:
Источник:
Автор:
No es parte de la familia, pero su retrato permanece en mi casa. Nunca lo tuve cerca. Ni siquiera viví su tiempo dorado…, sin embargo, lo conozco y admiro sus hazañas.
Mis abuelos y padres, los libros de historia... todos me hablaron de él y era inconcebible no acercarme a su ideario, y percibir en Fidel –gracias a ese camino de aprender sobre el pueblo de Cuba y de sus héroes– los lazos que me unen a él, de justicia y de querer dar hasta la médula por otros.
Escudada en la ingenuidad de la infancia, alguna vez hice con mamá un concurso para ver quién era más martiana, más fidelista; y aprendí que las dos palabras no pueden separarse. Una es consecuencia de la otra.
Su inmortalidad me fue creciendo de a poco, tras visitar, en varias ocasiones, la casa de su infancia en Birán; estudiar allí, donde pasó sus primeros cursos, en el Colegio Dolores, hoy Instituto Preuniversitario Rafael María Mendive; y vivir en Santiago de Cuba, emblemática ciudad que lo vio batallar sin descanso por un país diferente al que lo vio nacer.
Fue Fidel un gigante, profeta de muchos destinos, que puso en manos de las juventudes la persistencia de luchar por revolucionar el mundo y la vitalidad necesaria para soñarlo y hacerlo posible.
Me pregunto si algo hubo que lo angustiara cuando estaba haciendo de su patria un lugar más justo y resiliente; si temió la cercanía a la muerte; si pensó en rendirse alguna vez...
¿Cómo homenajear a quien pidió no levantar monumentos o bustos con su imagen? Pero un hombre que antepuso a su país siempre: «esté donde esté, como esté y con quien esté, está allí para ganar», diría de él Gabriel García Márquez.
El Fidel de mi casa nos guarda, mientras lo admiro en silencio y me convenzo de que sigue aquí, protegiendo a su pueblo, a su país.