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Frank País García, el más leal de los combatientes clandestinos

Дата: 

07/2024

Источник: 

Boletín Revolución

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Con estas palabras Fidel Castro cali­có certeramente al joven santiaguero que dedicó por entero todas sus energías y pasión, incluso ofrendó su preciada vida al triunfo de la Revolución.

La existencia de Frank Isaac País García, aunque breve, constituye un digno paradigma para la juventud cubana de todos los tiempos; si la estrella que simboliza a la Unión de Jóvenes comunistas llevara otra ­gura, por derecho propio debía estar allí junto a Mella, Camilo y el Che.

Desde que se incorporó al Movimiento Revolucionario 26 de Julio demostró plena de lealtad a Fidel Castro Ruz y a la Revolución, nunca hubo diferencias entre su forma de pensar, entre sus ideas revolucionarias y las del héroe del Moncada.

Pero esta historia comenzó mucho antes de conocer al Líder de la Revolución Cubana e identificarse con sus ideales. Frank siempre creyó que la única manera de derrocar a Batista era mediante la lucha insurreccional, e inicialmente buscó contactos con la organización Acción Libertadora de Justo Carrillo (más tarde traidor y cabecilla opositor en Miami), con la ­finalidad de conseguir armas para combatir al régimen. Posteriormente, jóvenes luchadores de esta organización: Otto Parellada, Casto Amador y César Pascual, a los que Frank después de las acciones del 26 de Julio exhortó a que abandonaran sus fi­las, porque esa organización no iba a hacer nada, se subordinarían a Frank.

Otra de las organizaciones de aquella época que combatían a la dictadura de Fulgencio Batista era el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), liderado por Rafael García Bárcenas, cuya estrategia para la toma del poder se fundamentaba en la organización de un putsch militar, apoyándose en o­ficiales de alta graduación, que conjuntamente con miembros civiles de la organización, tomarían como acción inicial el campamento de Columbia y otros bastiones militares, para después implantar, según él, un régimen de justicia social.

La acción que se proyectaba era un secreto a voces, por ello el domingo 5 de abril se produjo una redada policial que acabó apresando a los conspiradores, incluyendo a García Bárcenas, que luego fue juzgado y sentenciado a prisión. Frank militó en esa organización junto con Vilma y Nilsa Espín Guillois, Asela de los Santos, Pepito Tey y muchos otros jóvenes de todo el país.

Otras organizaciones seudorrevolucionarias, como la Triple A de Aureliano Sánchez Arango, que estaba constituida por los miembros del partido auténtico, se pasaban todo el tiempo prometiendo la entrada de expediciones y armamentos que siempre caían en manos de la policía, y nunca cumplían nada. Ante la falta de combatividad de las mismas decidió crear su propia organización insurreccional que aunara a la juventud estudiantil santiaguera, fundando Decisión Guiteras, con la cual realizó varias acciones.

Después de Decisión Guiteras, amplió su organización denominándola Acción Revolucionaria Oriental, que luego al extenderse a Camagüey y Las Villas adoptó el nombre de Acción Nacional Revolucionaria. Ya la trayectoria de Frank como dirigente era bien conocida entre la juventud estudiantil insurrecta de aquellos tiempos. Tanto en una como en la otra se destacó por sus condiciones de líder, y muy pronto se hizo sentir por las osadas acciones llevadas a la práctica que él personalmente concibió y ejecutó: el asalto al Club de Cazadores de Santiago de Cuba, el asalto al cuartel de la policía del Caney y más tarde el asalto al polvorín del Cristo, todos con el objetivo de obtener armas.

En julio de 1953, cuando se produjo el asalto al cuartel Moncada, Frank no había cumplido diecinueve años. Aquella acción lo marcó profundamente, y posteriormente la lectura del alegato defensivo de Fidel Castro o Programa del Moncada, confi­rmó su apreciación de que la juventud podía organizarse y dirigir un movimiento revolucionario que la condujera a subvertir el desorden establecido sin contar con los politiqueros al uso, con los millones robados a la nación por los auténticos ni con los grupos gansteriles disfrazados de revolucionarios, como era el caso de Aureliano Sánchez Arango. Tampoco creía en una denominada lucha de masas, que tal vez para las calendas griegas lograría acabar con aquel régimen ilegítimo y el dominio colonial, como él catalogaba al ejercido por un gobierno extranjero sobre nuestra patria.

Frank presidía el Buró Campesino de la Federación estudiantil universitaria de Oriente y como tal se propuso entrar en contacto con los combativos campesinos del Realengo 18. En junio de 1954, en unión de cuatro compañeros se trasladó a esa zona donde compartió con diferentes líderes de la región, tuvo la visión real de sus problemas y conoció sus ansias de justicia. Él era partidario de armarlos para llevar a cabo una revolución «pura y justa». La vida después le daría la razón con el apoyo y la incorporación masiva del campesinado al Ejército Rebelde en la Sierra Maestra y en todos los demás frentes de combate.

La excarcelación de Fidel y los moncadistas se produjo el 15 de mayo de 1955, después de una tenaz batalla por la amnistía política librada por el pueblo. El 12 de junio de ese mismo año Fidel fundó el Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR 26-7) y designó a Léster Rodríguez Pérez como coordinador de la provincia de Oriente y a la doctora María Antonia Figueroa Araujo como tesorera, encargándoles el completamiento de los otros frentes. El doctor Baudilio Castellanos, Bilito, asumió el frente cívico-jurídico; Gloria Cuadras el de propaganda; Ramón Álvarez, el obrero; y conociendo su destacada trayectoria combativa y su valor a toda prueba María Antonia le propuso a Fidel que Frank era el idóneo para el frente de acción. Cuando Léster le consultó a este último esa decisión, inicialmente no aceptó. En julio de ese año Pedro Miret se entrevistó con él pero se mantuvo fi­rme en su decisión. En noviembre Miret conversó nuevamente con Frank en Santiago de Cuba y lo convenció de sumarse al Movimiento; esta vez aceptó asumir el frente de acción y sabotaje en la provincia oriental.

En agosto de 1956 viajó a México para entrevistarse con Fidel Castro, que a la sazón preparaba a los futuros expedicionarios en ese país, el que quedó gratamente impresionado con el joven santiaguero, lo que comunicó posteriormente a la doctora María Antonia Figueroa.

El 23 octubre del mismo año 1956 Frank volvió a México para participar en una reunión de los dirigentes del Movimiento en la isla convocada por Fidel Castro, para conocer en detalle cómo se encontraban los preparativos para apoyar el desembarco de la expedición e ir a la huelga general. El día 24 se produjo el encuentro en el hotel Chulavista, y con la honestidad que lo caracterizaba, le solicitó a Fidel que pospusiera la expedición para el año siguiente para preparar y asegurar las acciones a ejecutar por la provincia. Mientras el resto de los compañeros a­rmaron estar listos. Fidel que ya había empeñado su palabra con el pueblo, de que en el año 1956 serían libres o mártires, no pudo aceptar el planteamiento de Frank, previendo que el pueblo cubano que tantas veces había sido engañado por los politiqueros prometiendo falsas expediciones y alzamientos, se sintiera defraudado o interpretara sus palabras como pura palabrería.

La mañana del 29 de octubre Frank regresó de México por el aeropuerto de Camagüey y desde allí inició un recorrido por varias provincias. En cada lugar comunicó a sus coordinadores las últimas orientaciones de Fidel respecto al plan de apoyo a la expedición y las acciones que debían emprender según sus fuerzas. Puntualizó que el telegrama les llegaría desde México o Santiago de Cuba. Fidel lo designó en esta oportunidad jefe de acción a nivel nacional, otorgándole atribuciones ilimitadas al frente del MR 26-7 en Cuba.

A su regreso Frank a Santiago de Cuba se consagró a la preparación de las acciones que debían desarrollarse tres días después que recibiera el cable con la noticia de la partida de los expedicionarios. Al arribo de la expedición la respuesta más contundente la dieron Santiago de Cuba y Guantánamo, con el heroico alzamiento del 30 de noviembre en esa ciudad, organizado y dirigido por aquel pequeño gigante y la huelga de los trabajadores ferrocarrileros, dirigida por Octavio Louit, Antonio Torres y otros dirigentes obreros, la toma del puesto de la guardia rural del central Ermita en Guantánamo por Julio Camacho Aguilera, y el intento de alzarse en la Sierra Canasta.

¿Cómo se alcanzó este resultado en tan breve tiempo? Solo treinta y un días mediaron desde su arribo de México y el alzamiento de Santiago de Cuba. Por el coraje, la inteligencia, el valor, la capacidad de organización y el sentido de responsabilidad del líder juvenil santiaguero y de los compañeros que lo secundaron en ese empeño.

A pesar del esfuerzo extraordinario desplegado por Frank en el cuidado y la preparación del más mínimo detalle, los resultados del alzamiento del 30 de noviembre en Santiago de Cuba demostraron en la práctica cuánta razón tenía. Otros grupos comprometidos no pudieron realizar en la provincia oriental otras acciones importantes. Y hubo menos respuesta en el resto del país.

Es necesario aquí hacer un breve paréntesis pero de gran importancia, que pone de manifi­esto lo que se a­rmó anteriormente: En enero de 1956, Frank viajó a Manzanillo para contactar con la dirección del Movimiento en esa ciudad, puesto que era uno de las zonas más cercanas a un posible lugar de desembarco de la expedición, le acompañaba Pedro Miret Prieto. Allí después de pernoctar esa noche, partieron al día siguiente para Pilón junto a Manuel Echevarría Martínez y Andrés Luján Vázquez a reunirse con Celia Sánchez Manduley, reconocida revolucionaria de la región, quien conocía mejor que nadie a los campesinos que podían colaborar con ella, por haber estado involucrada en otros intentos subversivos para terminar con el régimen de Batista.

En una embarcación facilitada por el administrador del central Cape Cruz, Celia y sus acompañantes recorrieron la costa desde Pilón hasta Chivirico planteando que iba de pesquería con unos amigos, cosa que no extrañó a nadie porque todo el mundo conocía su acción a la pesca. El piloto era Navea, el viejo pescador que mejor conocía la costa desde el Cabo Cruz al Turquino. No se le comunicó a Celia lo de la expedición, pero ella era muy sagaz para no darse cuenta del objetivo de aquella visita. Posteriormente, resolvió también las cartas náuticas con las profundidades y un mapa de la zona del probable desembarco, que envió a Fidel a México con Pedro Miret.

Dos meses después del desembarco, el 16 de febrero de 1957 junto con Celia Sánchez, Frank subió a la región del Jíbaro, en la Sierra Maestra a la fi­nca Los Chorros, propiedad del campesino Epifanio Díaz, para entrevistarse con Fidel Castro. Allí pudo apreciar las condiciones paupérrimas en que se encontraban. Recibió como encargo de Fidel la misión de suministrar todo tipo de medios a la guerrilla, de la Sierra Maestra y enviar un contingente de 50 hombres escogidos y armados, para reforzar al grupo de sobrevivientes de la expedición. A pesar de los momentos azarosos que atravesaba Fidel no renunciaba a su decisión de continuar la lucha en las montañas orientales.

En los días posteriores Frank se multiplicó, personalmente se dedicó a seleccionar compañeros fuertes, sanos que fueran capaces de soportar los rigores de las condiciones de la Sierra Maestra, el hambre, el frío, la persecución incesante del enemigo, y que estuvieran decididos a cumplir con la misión que se les encomendaba. Celia Sánchez encargada en Manzanillo de recibir y alojar a los compañeros hasta su salida para la Sierra Maestra. Se ocupó de albergarlos en un inhóspito marabuzal de la ­finca La Rosalía, cerca de la cárcel de Manzanillo, pero un lugar muy seguro porque nadie podía sospechar que allí había un grupo de hombres escondidos.

Frank viajó a Manzanillo y allí, en el Marabuzal, organizó el contingente por pelotones, nombró sus jefes, les entregó el armamento y designó como jefe del destacamento al capitán Jorge Sotús (después traidor) El 9 de mayo, cuando regresó a Santiago de Cuba, fue detenido y remitido a la cárcel de Puerto Boniato hasta que se celebrara el juicio (Causa 67/57) donde se le acusaba de participar en el alzamiento del 30 de noviembre de 1956, pero al no poder probarle nada resultó absuelto, el 15 de mayo, justamente en la fecha en que dos años antes fueron excarcelados los moncadistas.

Celia tuvo que concluir la misión encomendada por Fidel, con el apoyo de la familia Llópiz, Armando Hart y Haydée Santamaría que la acompañaron en la despedida de los muchachos que partieron para la Sierra Maestra el 15 de marzo de 1957. A solo un mes más tarde de la solicitud hecha por Fidel.

Tanta era la preocupación y responsabilidad que sentía Frank por el aseguramiento a los hombres que combatían en la Sierra Maestra que en carta fechada el 17 de mayo de 1957, dos días después de ser excarcelado, dirigida a los responsables del Movimiento en todo el país, les señaló que había un grupo creciente de alzados en la Sierra Maestra que había que abastecer con armas, municiones, alimentos, vestuario, medicinas y equipos de toda clase; les exponía que un grupo de 200 hombres consumían en desayuno, almuerzo y comida alrededor de 0.70 centavos diarios, lo que multiplicado daba 140 pesos diarios y 4200 al mes. El gasto mínimo en vestuario, incluye botas, calculado a 7 pesos diarios por hombre eran 1400 pesos mensuales lo que sumado a la cifra anterior hacía un total de 5600 pesos mensuales. Si además se tomaban en cuenta otros gastos extras en la clandestinidad y el pago de comida a los campesinos en la Sierra Maestra, a los que los rebeldes les pagaban rigurosamente, ello representaba más de 6000 pesos mensuales. Sin contar la compra de armamentos que representaba un gasto infinitamente mayor que los relacionados anteriormente.

Y se cuestionaba ¿quién podía sufragar esos gastos sin el apoyo de ninguna organización de las que se consideraban «revolucionarias», sin la ayuda de ningún pueblo hermano y apelaba a la conciencia de los militantes del MR 26-7 y del pueblo que combatía contra Batista y comparaba la situación entre la Sierra y el llano: «Es muy fácil y cómodo comer diariamente, y a sus horas, tener un lecho y una casa, tener máquinas y ómnibus para trasladarse de sitio y no pensar en el frío, la lluvia, el hambre, las largas caminatas, los sufrimientos a la intemperie y la amenaza constante del enemigo» .1 Y a­rmaba que la responsabilidad del Movimiento en todas las provincias, de los clubes en el extranjero debía ser preocuparse por crear los fondos necesarios para el mantenimiento de la Revolución. Exhortándolos a salir de los marcos estrechos del egoísmo y los recelos y contribuir generosamente para el mantenimiento de los combatientes de la Sierra Maestra que en estos tiempos dependían totalmente de los recursos que el Movimiento que desde el llano podía proporcionarles.

Su extraordinaria labor auxiliado por Celia Sánchez, con la que siempre mantuvo relaciones muy estrechas y sincero afecto, permitió la supervivencia y crecimiento del pequeño grupo guerrillero. Celia se convirtió en el enlace entre Frank y Fidel o entre la Sierra y el llano, como fue designada más tarde ofi­cialmente. Ella no solo se ocupaba de encontrar el momento más efectivo para que subieran a combatir a la Sierra Maestra los jóvenes que se autorizaban, sino que también era quien buscaba las vías para que los abastecimientos que él aseguraba en el llano llegaran a la Sierra Maestra.

El tiempo que Frank estuvo prisionero en la cárcel de Boniato le permitió una maduración políticamente más profunda y completar su concepción del mundo, concientizar, si cabe decir, su papel dentro del movimiento revolucionario y analizar certeramente la situación interna del Movimiento Revolucionario 26-7, que para él en ese momento no estaba a la altura de lo que el momento revolucionario exigía. En su informe a Fidel del 17 de mayo le planteaba que se carecía de una organización efectiva, la intercomunicación era de­ciente, no existía la coordinación de los esfuerzos, la propaganda era escasa, la tesorería pobre y que la unidad en general del Movimiento no existía. Era un análisis sumamente crítico y sobre todo muy honesto.

Al reincorporarse al trabajo clandestino tomó medidas organizativas para realizar tareas que se había propuesto desarrollar y otras que consideró debían perfeccionarse. Se entregó al trabajo, no descansaba, es como si presintiera que su ­final estaba cerca y quería dejar todo encauzado, no quiere dejar nada al azar y la improvisación. Designó a Vilma Espín Guillois coordinadora para Santiago de Cuba, Agustín Navarrete en el frente de acción y sabotaje, a Taras Domitro encargado de la logística, que hacía tiempo venía trabajando en esa dirección. Eso le liberó un poco de tiempo.

Se propuso dar coherencia a las acciones del Movimiento clandestino, se dedicó con celo y pasión a elaborar los reglamentos que regirían la actividad clandestina, que dejó plasmado en cartas y circulares. Organizó los grupos de acción clandestinos en destacamentos bajo la jefatura de un capitán, dotándolos de una estructura militar (anteriormente se organizaban celularmente), entendió que así se evitaba la creación de grupos relacionados entre sí por la obediencia al jefe que los captara, y por relaciones de amistad o conocimiento e impedir la formación de grupúsculos.

Redactó planes para la ejecución simultánea de actividades clandestinas en todas las provincias en cada día del mes, para terminar con las improvisaciones; preparó los documentos con vista a crear el Reglamento de Acción y las planillas para el juramento de los miembros de la organización. Redactó el sistema de grados tanto para los que combatían en la Sierra como para las milicias clandestinas en el llano, que envió a la consideración de Fidel, quien estuvo de acuerdo, excepto con su propio grado, que mantuvo siempre. Estableció como debía reglamentarse el trabajo en los frentes de propaganda, obrero, y recaudación de fondos.

Bajo la dirección de Fidel creó el Movimiento de Resistencia Cívica para incorporar a los miembros de las clases medias, mediana y pequeña burguesía que estuvieran dispuestos a colaborar con el MR 26-7. Trabajaba incansablemente día y noche, sin dejar a un lado el de acopio de alimentos, medicinas, armamentos y municiones, medicamentos y hombres para la Sierra Maestra. Además, mantenía contactos con ofi­ciales de la Marina de Guerra, lo que remitió en un informe a Fidel.

Se involucró profundamente en la preparación de un segundo frente en la región del central Miranda, que previamente había sido consultado con Fidel, con el objetivo de desviar o dividir las fuerzas enemigas para evitar que concentraran todo su poderío militar contra los combatientes de la Sierra Maestra. El plan fue descubierto por una delación el 30 de junio; cuando ya todo estaba listo fueron sorprendidos, perdieron las armas y demás avituallamientos que con gran esfuerzo había logrado reunir. Afortunadamente, parte de esas armas, remanentes de las abandonadas cuando el asalto al Palacio Presidencial el 13 de marzo habían sido enviadas a la Sierra Maestra y con ellas se combatió en Uvero el 28 de mayo de 1957. Como si esta desgracia fuera poca, ese mismo día murió en desigual combate con el enemigo en el paseo de Martí y Calzada de Crombet su hermano menor Josué, junto a los valerosos combatientes clandestinos Floro Vistel Somodevilla y Salvador Pascual Salcedo, lo que le produjo un dolor insuperable que volcó en un poema.

Refi­riéndose a la idea de Frank de abrir un segundo frente en la zona norte de Oriente, Celia Sánchez Manduley anotó en su diario de campaña: 1º de marzo de 1958 Se asciende a Raúl a comandante el día 27 de febrero para separarse de Fidel e ir a abrir el Segundo Frente en la Sierra Cristal. El segundo frente que tanto soñó Frank. Cuando fui a Santiago, después (junio 1957) del ataque a Uvero preparaba Frank el segundo frente y me dijo que él pensaba que este frente lo abriría Raúl que le daría más fuerza. Que había pensado escribirle a Fidel pidiéndole de capitán y que este fuera Raúl, pero no se había atrevido porque si a Fidel no le convenía. Por la petición que él le hacía. Le dije mi parecer: que no creía conveniente que Raúl se separara de Fidel en aquellos momentos. Que nuestro Ejército en la Sierra crecía mucho. Con el ataque a Uvero se habían armado buenos hombres, todos eran gente nueva que había que entrenar. Había quedado el Che con los heridos, entre los heridos estaba Almeida, estaba Pena. No me parecía prudente por todo esto. Y por ser Raúl el que se atrevía a plantársele a Fidel en los combates. Fidel expone mucho la vida y ya era hora que se cuidara un poco más. De esta conversación nunca quise escribir ni contar a Fidel. Temía que se llevaran a Raúl.

Cuando decidió a mandar a operar el norte de Oriente a Raúl fue que hablé a Fidel la idea que tuvo Frank, ya Raúl estaba en los preparativos de su columna y viaje. Me han dicho que su columna se llamará Frank País. Ha sido una columna de hombres escogidos que sabrá honrar el nombre de Frank.

Naturalmente, en estos momentos Celia se preocupaba por preservar la vida de Fidel, y no pudo captar toda la importancia del planteamiento del combatiente. El más valeroso, el más útil, el más extraordinario de nuestros combatientes Fidel Castro Ruz te clandestino. Frank País fue más allá de vislumbrar y luchar solo por el derrocamiento de Fulgencio Batista, sus lecturas políticas entre ellas José Martí, sus intercambios con Fidel le permitieron comprender la necesidad de liberar a Cuba del dominio de EE.UU.

Así lo expresó en la comunicación del 15 de mayo de 1957, dirigida a los responsables provinciales del MR 26-7: Aspiramos, y esto debe quedar bien claro en todos los militantes del M-26-7 a encauzar a Cuba dentro de las corrientes políticas, económicas y sociales de nuestro siglo… Aspiramos a remover, derribar, destruir el sistema colonialista que aun impera…extraer los verdaderos valores e implantar de acuerdo con las particularidades de nuestra idiosincrasia las modernas corrientes fi­losófi­cas que imperan actualmente en el mundo. Aspiramos no a poner parches para salir del paso, sino a planear concienzuda y responsablemente la construcción de la patria nueva con la seriedad, inteligencia y desinteresado amor patrio que caracteriza al Movimiento 26 de Julio.

Cuando se refi­rió a implantar de acuerdo con las particularidades de nuestra idiosincrasia las modernas corrientes fi­losófi­cas que imperaban en el mundo en ese momento, es obvio que se refi­ere al socialismo, pero a un socialismo autóctono, no como calco ni copia de otros socialismos. En 1957 Frank estaba consciente de que no podía hablar más claro porque muchos no lo habrían entendido y tal vez hubieran desertados de las ­las del Movimiento.

Al recorrer su breve pero intensa vida, se oprime el corazón y duelen las palabras que redactó en la carta que hizo a los padres de Nano Díaz, muerto también en la flor de la juventud en el combate de Uvero: A veces pienso si sería mejor morir y ser eternamente joven y cesar de sufrir y no vivir sintiendo la muerte de cada hermano que cae y temer angustiosamente que los que quedan no puedan cumplir con los que nos cuesta tanto heroísmo, tanta abnegación, tanto sacrifi­cio.

Acató sin vacilaciones y trató de llevar a la práctica las orientaciones que Fidel le daba, reconociendo en él al máximo dirigente de la Revolución. Nunca interpuso sus decisiones a las de Fidel y antes de tomar una medida se la consultaba; cuando las circunstancias no lo permitían, trataba por todos los medios de hacerle llegar la información. Nunca surgieron entre ambos contradicciones que pusieran en peligro la labor que llevaban a cabo. Siempre tuvieron plena identi­ficación, tanto desde el punto de vista ideológico como estratégico y táctico.

A los veintidós años murió, pero otros jóvenes siguieron y seguirán su ejemplo para que su muerte y la de muchos más no sean en vano. Solo al estudiar su trayectoria revolucionaria se pueden comprender las palabras que Fidel le escribió a Celia al conocer la muerte de Frank: «¡Qué monstruos! No saben la inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado. No sospecha siquiera el pueblo de Cuba quién era Frank País, lo que había de grande y prometedor en él».5 Y parafraseando a Martí, coincidimos con él cuando a­rmó que la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida.