Fidel en la palabra honda y sincera del Che (+Fotos)
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“Tu eterno chicharrón”, así se despidió jocosamente Camilo de su amigo, Che, en carta del 24 de abril de 1958, pues sabía cuánto detestaba el guerrillero argentino la adulonería.
Que no era hombre de dar elogios, ni de gustar recibirlos, también lo comprobó la Premio Lenin de la Paz de 1958, María Rosa Oliver.
En algún momento de su primera entrevista al Comandante Guevara, la escritora le preguntó cómo debía llamarlo. "Como quiera, menos doctor", le contestó él definitivo.
Ella sentía deseos de honrar de alguna manera a quien tanto admiraba, mas avisada de las características de su entrevistado y con tales preludios, prefirió no hacerlo; al menos no en principio de su conversación.
“Lo pienso mientras él habla: decírselo no podría: todo elogio sonaría a frase hecha si dicho a quien no emplea ni una', rememoraría la autora.
Sin embargo, en aquella entrevista con María Rosa Oliver, Che recalcó mediante detalles lo que significaba tener por jefe a Fidel, “todo sin el menor asomo de énfasis o retórica”, cuando ella -para no referirse directamente a él- le preguntó si convenía que los jefes se expusieran tanto al peligro, como el Comandante en Jefe.
Quizá porque el líder cubano era más extrovertido en sus modos de elogiar, en tanto, el guerrillero argentino, menos dado a esta práctica. Tal vez porque el primero sobrevivió muchos años al segundo, haya trascendido más en la tradición oral y escrita, el pensamiento de Fidel sobre el Che, y no a la inversa.
No obstante, al estudiar la vida y obra de Ernesto Guevara de la Serna encontramos que, aunque sin efusividades, él profesó admiración hacia el guía de la Revolución cubana, lo que acentuó su virtuosismo como amigo y revolucionario.
Probablemente, sus primeras palabras dedicadas a quien lo acogió sin reparos entre los expedicionarios del Granma, las tejió en versos, al calor de la pasión propia de su juventud.
Vámonos,
ardiente profeta de la aurora,
por recónditos senderos inalámbricos
a liberar el verde caimán que tanto amas.
Vámonos,
derrotando afrentas con la frente
plena de martianas estrellas insurrectas,
juremos lograr el triunfo o encontrar la muerte.
Cuando suene el primer disparo y se despierte
en virginal asombro la manigua entera,
allí, a tu lado, serenos combatientes,
nos tendrás.
Cuando tu voz derrame hacia los cuatro vientos
reforma agraria, justicia, pan, libertad,
allí, a tu lado, con idénticos acentos,
nos tendrás.
Y cuando llegue al final de la jornada
la sanitaria operación contra el tirano,
allí, a tu lado, aguardando la postrer batalla,
nos tendrás.
El día en que la fiera se lama el flanco herido
donde el dardo nacionalizador le dé,
allí, a tu lado, con el corazón altivo,
nos tendrás.
No pienses que puedan menguar nuestra entereza
las decoradas pulgas armadas de regalos;
pedimos un fusil, sus balas y una peña.
Nada más.
Y si en nuestro camino se interpone el hierro,
pedimos un sudario de cubanas lágrimas
para que se cubran los guerrilleros huesos
en el tránsito a la historia americana.
Nada más.
(Poema Canto a Fidel, escrito en los días previos a la salida de la expedición del Granma de México)
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“Y es que Fidel tuvo algunos gestos que, casi podríamos decir, comprometían su actitud revolucionaria en pro de la amistad. Recuerdo que le expuse específicamente mi caso: un extranjero, ilegal en México, con toda una serie de cargos encima. Le dije que no debería en manera alguna, pararse por mí la Revolución, y que podía dejarme; que yo comprendía la situación […].
“También recuerdo la respuesta tajante de Fidel: 'Yo no te abandono'. […] Esas actitudes personales de Fidel con la gente que aprecia son la clave del fanatismo que crea a su alrededor”.
(Testimonio del Che en el artículo Una Revolución que comienza, publicado en la revista brasileña O Cruzeiro, en junio de 1959)
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“Cuando estábamos llegando al lugar del combate, aprestándonos a tomar posiciones recibí este pequeño manuscrito de Fidel:
“'Te recomiendo, muy seriamente, que tengas cuidado. Por orden terminante, no asumas posición de combatiente'”.
(Testimonio del Che sobre Pino del Agua II: 16 de febrero de 1958, en Ernesto Guevara. Obras Escogidas, 1977-1967)
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“Esa fuerza telúrica llamada Fidel Castro, nombre que en pocos años ha alcanzado proyecciones históricas. El futuro colocará en su lugar exacto los méritos de nuestro primer ministro.
“[…] Fidel es un hombre de tan enorme personalidad que en cualquier movimiento donde participe, debe llevar la conducción […] Tiene las características de gran conductor que sumadas a sus dotes personales de audacia, fuerza y valor, y a su extraordinario afán de auscultar siempre la voluntad del pueblo, lo han llevado al lugar de honor y de sacrificio que hoy ocupa”.
(Palabras del Che en el artículo "Cuba ¿Excepción histórica o vanguardia en la lucha anticolonialista?, publicado el 9 de abril de 1961 en la Revista Verde Olivo)
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“Y si nosotros estamos hoy aquí y la Revolución cubana está aquí, es sencillamente porque Fidel entró primero en el Moncada, porque bajó primero del Granma, porque estuvo primero en la Sierra, porque fue a Playa Girón en un tanque, porque cuando había una inundación fue allá y hubo hasta pelea porque no lo dejaban entrar […] Porque tiene como nadie en Cuba, la cualidad de tener todas las autoridades morales posibles para pedir cualquier sacrificio en nombre de la Revolución”.
(Fragmento del discurso del Che en el acto de graduación de la escuela de administradores Patricio Lumumba, de la Habana, el 2 de agosto de 1964)
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“Llega al ministerio; venía impresionado, tenía una brillantez en los ojos indescriptible, que a todos nos impactó. Algo grande había sucedido y, llegado el momento de su exposición, dio un duro golpe en la mesa y dijo: ¡Coño!, hoy más que nunca he podido apreciar la grandeza, la valentía y la condición de estadista de Fidel.
“Nos habló de cómo Fidel había explicado que no podíamos permitir que los americanos entraran a Cuba para inspeccionarnos como aceptaron los soviéticos. Mientras nos explicaba, los ojos le brillaban cada vez que mencionaba Fidel.”
(Testimonio de Orlando Borrego, viceministro primero de Industrias en la época en que Che era titular del ramo)
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“Haciendo un recuento de mi vida pasada… Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en ti desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente celeridad tus cualidades de conductor y revolucionario.
“He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe […] Me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar.
“Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo, a los que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos”.
(Fragmentos de la carta de despedida del Che, leída por Fidel el 3 de octubre de 1965)
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Curiosamente, uno de sus mensajes más hondos y sinceros relacionados con la persona de Fidel Castro, se forjó de manera encubierta.
Contó Orlando Borrego, viceministro primero de Industrias en la época en que el Comandante Guevara era titular del ramo, que en una ocasión, cuando las noticias sobre la guerrilla del Che en el Congo comenzaban a ser preocupantes y las informaciones sobre él empezaban a tergiversarse, llegó a sus manos uno de los tantos artículos llenos de falsedades sobre la actitud asumida por el camarada argentino, y con no pocas malas interpretaciones sobre su pensamiento teórico y su actitud como dirigente.
El artículo era de la escritora Sol Arguedas, quien se decía amiga de la Revolución Cubana, y en su artículo interpretaba, a su manera, los motivos por los que el revolucionario argentino se había marchado de Cuba.
“Yo leí y releí el artículo varias veces y finalmente me decidí a contestarlo mediante una carta que dirigí a su autora; la respuesta fue bastante dura y poco diplomática.
“Por ese entonces, para sorpresa mía, fui informado de que el Che se encontraba en Cuba y que solicitaba mi presencia. Una de las primeras cosas que se me ocurre es presentarle la carta (…) La leyó pacientemente, se dedicó durante varias horas a hacerle correcciones que creyó pertinentes, y luego le agregó, de su puño y letra, un párrafo final”.
“Quizás algún día el Che muera en un campo de batalla o emerja en una revolución triunfante; se percatará entonces de la autenticidad de su carta de despedida y de su identificación total con la Revolución Cubana y su jefe”, así quedó el texto rectificado por el Che.