Fidel a Vietnam: el acuerdo más fácil del mundo
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“¡El acuerdo más fácil del mundo! Casi me besan Le Duan, Troung Chinh, (Vo Nguyen) Giap. Ahora es solo cuestión de los detalles y de un serio problema con la ley… veremos si puede resolverse. De ser así, él vendrá”.
Fueron esas las palabras con que el primer ministro, Pham Van Dong, le comentó al entonces embajador de Cuba en la República Democrática de Vietnam y ante el Frente Nacional de Liberación de Vietnam del Sur, Raúl Valdés Vivó, el resultado de la consulta con aquellos tres prominentes líderes sobre la posible visita del Comandante en Jefe Fidel Castro.
La idea inicial del viaje, explicó el diplomático en su libro “El gran secreto: cubanos en el camino Ho Chi Minh”, surgió durante una recepción ofrecida en La Habana a una delegación del alto nivel vietnamita a comienzos de la década de 1970.
Allí, el líder histórico de la Revolución lo llamó para comentarle que su embajada en Vietnam del Sur era la que más le gustaba de todas las de Cuba, pero no había sido invitado a visitarla. E inmediatamente después le aseguró estar listo “para ir tan pronto los vietnamitas me inviten y al riesgo que sea”.
En una casita sin paredes enclavada en plena selva, cerca de la frontera con Camboya, había quedado inaugurada el 4 de marzo de 1969 la primera y única misión diplomática, la cubana, ante el Frente Nacional de Liberación (FNL) de Vietnam del Sur, que para entonces era el representante auténtico de 14 millones de vietnamitas.
El gesto, al decir del presidente del Presidium del Comité Central del FLN, Nguyen Huu Too, constituía sin dudas “una noble manifestación de la aprobación y apoyo vigoroso e incondicional” del Partido Comunista, el Gobierno y el pueblo de Cuba, y un gran estímulo para la lucha.
PARA FIDEL, VIETNAM AHORA ES EL SUR
La traba legal que podía obstaculizar la visita, explicó Pham Van Dong, estribaba en el hecho que desde la Convención de Viena solo era permitido honrar con 21 cañonazos a los jefes de Estado… y Fidel era el jefe del Gobierno.
Según relata el embajador, él respondió que eso no era problema, porque el líder cubano solía citar la frase del Héroe Nacional, José Martí, de que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz.
De cualquier modo, aclaró el primer ministro vietnamita, el Buró Político, también por unanimidad, “acordó saludar a nuestro Fidel con los 21 cañonazos, aunque si hubiéramos seguido analizando el tema hubiéramos acordado que fueran 22”.
Conocida la aprobación, Valdés Vivó le recordó a Van Dong que existía una única condición para la visita y era el hecho que “para Fidel, Vietnam es ahora el Sur”.
La respuesta del primer ministro vietnamita fue clara y categórica: “¡Claro que sí! No querría que usted perdiera su puesto, ni yo mi cabeza: soy sureño y los conozco. Ellos son nuestros santiagueros. Si Fidel viene al Norte y no visita el Sur son capaces de sublevarse contra Hanoi con la fuerza con la cual lo hicieron contra Saigón”, relató.
En opinión del diplomático, más allá de los reales riesgos que implicaba viajar a un país en guerra había un problema mayor y era el largo itinerario, a través de una región tan convulsa, que debía cumplir el Comandante en Jefe para llegar aquí.
De La Habana, él viajaría a Argel para asistir a la Cumbre de los No Alineados, de ahí a la India para responder a una vieja invitación de la primera ministra Indira Ghandi y desde Nueva Delhi a la capital vietnamita, adonde llegó el 12 de septiembre de 1973 y, como era previsible, fue aclamado por una multitud.
Mas, hasta ese momento en el proyecto de programa (ni siquiera en el clasificado como muy secreto) había referencia alguna al viaje al Sur.
Un ingrediente adicional vino entonces a dificultar la proyectada travesía: la formación de un tifón en Filipinas, desde donde solían venir los peores fenómenos climatológicos de este tipo, que amenazaba con azotar todo el centro del país, dejándolo aislado y sin posibilidad de moverse de Hanoi.
“Fidel me oyó en silencio y dijo que su viaje tendría sentido verdadero si él iba al Sur: siempre había riesgos. No le importaba quedar aislado en el Sur y tardar días en regresar a Cuba. Confiaba en el pueblo cubano, a quien llenaría de entusiasmo saber que la delegación estaba en el Sur”, contó Valdés Vivó.
La nueva e inesperada situación motivó un nuevo encuentro entre el embajador antillano y el jefe de Gobierno vietnamita, quien se interesó por saber qué decía el líder de la Revolución cubana al respecto, a lo que el primero respondió: “¿Cuándo salimos para el Sur?”.
Después de exclamar “¡Fidel siempre Fidel”, Van Dong le señaló al diplomático que ambos arriesgarían no solo los puestos, sino también la cabeza (si algo sucedía en la riesgosa travesía).
Antes, sin embargo, subrayó que el Buró Político del Partido siempre había querido ese viaje, “que ayudará más que nada a levantar la moral de nuestros compatriotas en todo el país, en particular en el teatro principal de operaciones”.
Según las previsiones meteorológicas, el anunciado tifón ofrecía un margen de escasas 48 horas para salir hacia el Sur y al día siguiente estaba prevista la visita a la heroica Haiphong, que terminó por suspenderse. Así que el propio primer ministro pidió decirle a Fidel que “mañana salimos temprano para nuestra Sierra Maestra”.
UN SECRETO BIEN GUARDADO
El viaje al Sur (centro) de Vietnam del líder histórico de la Revolución cubana fue un secreto tan bien guardado que solo se supo por boca del propio Comandante en Jefe, quien durante su discurso en la recepción de despedida, el 16 de septiembre en Hanoi, dio a conocer la noticia.
“Hemos visitado también al Gobierno Revolucionario Provisional en la zona liberada de Vietnam del Sur. Cruzamos la frontera del territorio liberado por el paralelo 17”, dijo y habló de su visita a la célebre colina 241, donde efectuaron un acto de masas con integrantes de las Fuerzas Armadas Populares de Liberación.
Aludió a su reunión en Cam Lo con representantes del Gobierno Revolucionario Provisional, y a su estancia en la heroica provincia de Quang Binh, donde “no quedó en pie una sola vivienda, un solo edificio, una sola escuela, un solo hospital” y le fue obsequiado un puñado de tierra bañada con el sudor y la sangre de un pueblo tan heroico.
Hanoi por el presidente Ton Duc Thang y Le Duan
En su aplaudida alocución, Fidel Castro ratificó la profunda impresión que le causaran el pueblo vietnamita y “su unidad indestructible, su valor, su heroísmo, su conciencia revolucionaria, su espíritu internacionalista, su entusiasmo, su capacidad de sacrificio, su ánimo de lucha y de trabajo”.
Y señaló más adelante que en los vietnamitas pudo palpar la educación de un partido revolucionario y la extraordinaria huella que dejaron en el corazón y el alma de éstos las enseñanzas de Ho Chi Minh, quien sentenció que la raíz hacía fuerte el árbol y la victoria tenía sus raíces en el pueblo.
La primera visita de Fidel Castro a Vietnam no fue solo la primera y única de un jefe de Estado al paralelo 17, donde entró en el campo de batalla cuando el adversario acababa de retirarse de Quang Tri tras suscribirse los Acuerdos de París y aún bandas enemigas y comandos espías se mezclaban con la población local.
Fue también el colofón de un camino iniciado el 2 de diciembre de 1960 con el establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Democrática de Vietnam, un hecho inédito en América Latina, y continuado en septiembre de 1963 con la fundación del Comité Cubano de Solidaridad con Vietnam del Sur.
Es recordado invariablemente, por vietnamitas y cubanos, el discurso del Comandante en Jefe el 2 de enero de 1966, en el cual sentenció que “al pueblo de Vietnam estamos dispuestos a darle no ya nuestro azúcar, sino nuestra sangre, ¡que vale mucho más que el azúcar!”.
Un año ése en el que una delegación cubana encabezada por el entonces presidente Osvaldo Dorticós y el ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, Raúl Castro, viajó a la nación indochina cuando la guerra contra el invasor estadounidense estaba en su apogeo, y en el cual se celebró en Cuba el I Simposio contra el Genocidio Yanqui en Vietnam.
“Llegamos a esta tierra heroica con una gran admiración por el pueblo vietnamita y nos marchamos con una admiración aún mayor”, dijo Fidel Castro en sus palabras de despedida de una visita de la que afirmó regresaría solo con un dolor: el de “no haber tenido el privilegio de conocer en vida al presidente Ho Chi Minh, que tanto admiramos…”.