Fidel Castro y su alerta de hace 63 años a la América Latina
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A solo cuatro meses del triunfo de la Revolución Cubana, el 27 de abril de 1959, a bordo del avión que lo conduce a la Conferencia de los 21, a efectuarse en Buenos Aires, Argentina, el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, alertó a los pueblos de América a buscar verdaderas soluciones al atraso económico.
En declaraciones a un periodista de la radio cubana, Fidel aseguró que «es hora ya de buscar verdaderas soluciones a lo que constituye la fuente de las grandes preocupaciones, los grandes trastornos sociales, económicos y políticos de América, que es el subdesarrollo y la crisis crónica que en el orden económico están viviendo todos los pueblos latinoamericanos».
Ante el Consejo Económico de los 21, en el Palacio del Ministerio de Industria y Comercio de Buenos Aires, el 2 de mayo de 1959, Fidel precisó más la defensa de acciones reales, soberanas, en beneficio de los pueblos, lo que sería una constante a lo largo de su vida en numerosos foros internacionales.
«Las conferencias internacionales se convierten en meros torneos oratorios. La consecuencia de ello, y debo decirlo aquí con entera franqueza —afirmó Fidel—, es que los pueblos apenas sí se enteran de las cosas que se discuten en las conferencias internacionales, los pueblos apenas sí se preocupan por las cuestiones que se discuten en las conferencias internacionales; los pueblos apenas sí creen en las soluciones a que se llega en las conferencias internacionales. Sencillamente no tienen fe, y no tienen fe porque no ven realidades, no tienen fe porque las realidades muchas veces están en contradicción con los principios que se adoptan y se proclaman en las conferencias internacionales, no tienen fe porque hace muchos años que los pueblos nuestros están esperando soluciones verdaderas y no las encuentran».
Y ponía énfasis en que, «se hace necesario despertar la fe de los pueblos, y la fe de los pueblos no se despierta con promesas, la fe de los pueblos no se despierta con teorías, la fe de los pueblos no se despierta con retóricas; la fe de los pueblos se despierta con hechos, la fe de los pueblos se despierta con realidades, la fe de los pueblos se despierta con soluciones verdaderas. Nosotros debemos tener muy en cuenta que el más terrible vicio que se puede apoderar de la conciencia de los hombres y de los pueblos es la falta de fe y la falta de confianza en sí mismos».
«Tenemos como una especie de tendencia a aplicar anestesia más que remedios, paliativos más que remedios, y nos volvemos a encontrar prontamente, de nuevo, con los mismos males; por lo tanto, el ánimo con que nosotros emprendamos esta obra es lo esencial», agregaba a inicios de 1959.
«Soy de los hombres que creen firmemente que no hay obstáculo por difícil que sea, que no hay dificultad que realmente no se venza cuando se enfrenta con verdadera decisión de resolver, y para nosotros, para este continente, para todas las naciones de este continente, para todos los pueblos de este continente y para todos los gobiernos de este continente, los problemas que implica el subdesarrollo de América Latina, son problemas de la mayor trascendencia y de la mayor importancia, más grandes tal vez de lo que se ha planteado aquí; más graves tal vez de lo que se ha dicho aquí, porque los representantes de los diversos países de América Latina que han acudido a esta reunión, no pueden ignorar los problemas de todos y cada uno de sus pueblos, no pueden ignorar los problemas específicos y concretos que están padeciendo en el interior de sus países».
Y fustigaba, «aquí se ha dicho que una de las causas del subdesarrollo es la inestabilidad política, y quizás la primera verdad que deba sacarse en claro, porque es evidentísima, es que la inestabilidad política de los gobiernos y de los pueblos de América Latina en estos tiempos no es la causa del subdesarrollo, sino la consecuencia del subdesarrollo».
«A los pueblos muchas veces les hablan de democracia los mismos que la están negando en su propio suelo; a los pueblos les hablan de democracia los mismos que la escarnecen, los mismos que se la niegan y los pueblos no ven más que contradicciones por todas partes. Y por eso nuestros pueblos han perdido, desgraciadamente, la fe. Han perdido la fe, que se hace tan necesaria en instantes como este para salvar al continente para el ideal democrático, mas no para una democracia teórica, no para una democracia de hambre y miseria, no para una democracia bajo el terror y bajo la opresión, sino para una democracia verdadera, con absoluto respeto a la dignidad del hombre, donde prevalezcan todas las libertades humanas bajo un régimen de justicia social, porque los pueblos de América no quieren ni libertad sin pan ni pan sin libertad», afirmó Fidel seguido de prolongados aplausos.
«Cuando se hablan realidades no puede haber segunda intención; cuando se señala un mal, no puede haber una intención oculta. Si a Estados Unidos le preocupa que América corriera esa suerte, a Latinoamérica nos interesa más que a Estados Unidos que no corramos esa suerte; porque América no quiere convertirse en campo de batalla, América no quiere convertirse por descuido, por error, por falta de visión clara y oportuna, en el escenario de lucha en que se han convertido otros lugares del mundo; por lo tanto, al hablar así, estamos pensando en el interés latinoamericano, porque nosotros corremos peligros que Estados Unidos no corre, nosotros tenemos problemas que Estados Unidos no tiene, (…) por eso se hace difícil que a veces comprendan estos problemas de América Latina».
Pocos meses después, el presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower impuso, el 19 de octubre de 1960, un embargo parcial y rompió las relaciones diplomáticas con Cuba el 3 de enero de 1961, continuando la escalada de bloqueos y agresiones desde el mismo triunfo de la Revolución Cubana.
El 31 de enero de 1962, por presiones de Estados Unidos, Cuba era expulsada de la Organización de Estados Americanos (OEA) y la casi totalidad de los países de la región, con la honrosa excepción de México, fueron obligados a romper relaciones diplomáticas con la Isla, que constituía un «mal ejemplo» a juicio del imperio norteamericano.
El bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba, decretado por el presidente John F. Kennedy el 3 de febrero de 1962, es el más prolongado y extenso contra un pueblo en la historia de la Humanidad ya con más de 60 años, y sus consecuencias extraterritoriales, recrudecidas de modo criminal durante la pandemia de COVID-19, califican como delito de genocidio contra un pueblo, como han condenado la casi totalidad de los países de las Naciones Unidas en 29 votaciones anuales consecutivas de su Asamblea General.