El mismo joven e invicto deportista
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Escuchaba a los deportistas tras cada triunfo, o después de su presentación, en los pasados Juegos Olímpicos de Tokio, hablar de su pueblo. Tronó el ¡Patria o Muerte! ¡Venceremos! de Julio César La Cruz en el ring de boxeo, su «Te amo, Cuba»; a Mijaín López, con su «Me debo a mi bandera»; a Luis Orta decirle al Primer Secretario del Partido Comunista y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez: «Lo que se hace con el corazón siempre sale bien, son la enseñanza de nuestro Comandante en Jefe, de Raúl y de usted».
Los canoístas dorados Fernando Dayán Jorge y Serguey Torres dijeron que «en cada paletada iba la fuerza de nuestra gente y en el pensamiento la alegría, desde el Cabo de San Antonio hasta la Punta de Maisí». Idalys Ortiz expresó que las dificultades fueron muchas, pero mayor era el compromiso. A Juan Miguel Echevarría no le hicieron falta palabras, sus lágrimas y su disposición de saltar, cuando lo sabía imposible, lo decían todo. Sus medallas de plata brillaban como las de oro.
Entonces pensaba, qué les hubiera dicho Fidel, en este 2021, justamente a 55 años de otra hazaña, ante una de las tantas jugarretas fallidas de un gobierno que no se cansa de perder, o se ha acostumbrado a estar fuera del podio de premiaciones. Quizá el invicto Jefe de la Revolución les hablaría como les habló, en 1966, a los deportistas que participaron en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de ese año, en San Juan, Puerto Rico, en los cuales la administración estadounidense de Lyndon Baines Johnson hizo que sus aviones sobrevolaran el barco Cerro Pelado y, sin éxito, intentaron que los atletas no desembarcarán en la isla de Borinquen.
Pero, como en el Granma de Fidel y sus hombres, salieron, llegaron y triunfaron. Él les dijo entonces: «Posiblemente a ninguna delegación nuestra Patria tenga que agradecerle tanto como a esta, por la batalla que libró, por los triunfos que obtuvo en los momentos más difíciles, por la dignidad que ostentó en cada momento». Aquella embajada de jóvenes fue bautizada como la Delegación de la Dignidad.
No conocen a los hombres y mujeres de esta tierra quienes dicen que se politiza el deporte. La cultura de este pequeño y heroico país, que hospeda al arte, al conocimiento, a la hidalguía, a los sentimientos de soberanía e independencia, al respeto por el ser humano y por la humanidad, cobija también al deporte, y como todas ellas tiene una expresión de Patria.
Fidel respondió ese lanzamiento con un jonrón: «El deporte no es en nuestra Patria un instrumento de la política, pero el deporte sí es en nuestra Patria una consecuencia de la Revolución».
Hoy, muchachos de entre 14 y 23 años, desde el viernes tendrán en sus pechos su bandera, en los i Juegos Panamericanos Juveniles, en Cali, Colombia. Para la juventud, además del profuso legado, Fidel siempre tuvo palabras de aliento, de confianza, porque fueron también sus compañeros, y él mismo, jóvenes en la batalla por la construcción del porvenir que ellos disfrutan.
«Creer en los jóvenes es ver en ellos, además de entusiasmo, capacidad; además de energía, responsabilidad; además de juventud, ¡pureza, heroísmo, carácter, voluntad, amor a la Patria, fe en la Patria! ¡Amor a la Revolución, fe en la Revolución, confianza en sí mismos, convicción profunda de que la juventud puede, de que la juventud es capaz, convicción profunda de que sobre los hombros de la juventud se pueden depositar grandes tareas!», afirmó con jovial convicción.
Quizá, a estos que se aprestan a representarnos, les hubiera dicho lo mismo que el 22 de octubre de 1973, a un grupo de atletas: «Si yo naciera en esta época ¿saben lo que me gustaría ser? Deportista.