Gracias al Fidel previsor, hoy la escuela vuelve a casa
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Hoy la sala de la casa de Danay vuelve a convertirse en aula, en la que su hijo de ocho años, Antonio, recibe las clases a través del televisor. Regresan los momentos en que con frecuencia se escucha un "¡Shhhhhhh!" imperativo, de alguien que exige silencio para que nada interfiera entre el alumno y el teleprofesor. Nuevamente jornadas en que algunas mamás y papás tienen que imponerse para que su hijo asista a la “escuela”; días en que tal vez los abuelos se privan de ver un programa de la tv porque al pequeño o al adolescente le corresponde materia audiovisual; tardes-noches en que los más diestros del hogar ayudan a sus estudiantes a hacer las tareas escolares…
Rutinas que ya la familia cubana conoce, pues como consecuencia de la expansión del coronavirus en el país, se suspendieron las actividades presenciales docentes en el territorio nacional y el Mined apoyado por la empresa Cinesoft y el ICRT recurrió a la alternativa de la trasmisión de teleclases por el Canal Educativo y otras plataformas, para dar continuidad al proceso docente-educativo y vencer los contenidos de la etapa.
En una población como la nuestra, -muy sociable-, estas formas de orientación del aprendizaje, aunque no son nuevas, aún generan cierta resistencia porque es cierto que nada como poder asistir a la escuela tradicional en compañía de otros educandos y el maestro, “el alma de la escuela”. Sin embargo, constituye una opción que bien implementada aporta grandes oportunidades y resultados. Fue por ello que el 9 de mayo del 2002, cuando muy pocos países en el mundo contaban con uno, Fidel fundó el Canal Educativo.
Orientado a la educación de todos los cubanos, en especial, a la transmisión de las teleclases, entre las 7 de la mañana y 5 de la tarde hacia los centros educacionales de todo el país, este canal mediante su programación contribuyó a la elevación de la calidad de la educación, en ese entonces muy afectada por problemas objetivos y subjetivos, a los cuales el Comandante se refirió en su alocución en el acto de inauguración oficial del curso escolar 2002-2003, el 16 de septiembre del 2002.
“Por variadas causas disminuía, por ejemplo, el número de jóvenes que solicitaban el ingreso en los Institutos Pedagógicos para convertirse en Licenciados en Enseñanza Primaria. Cientos de aulas en la capital tenían más de 40 alumnos, el promedio era de 37. Los maestros, en su gran mayoría, tenían entre 15 y 30 años de graduados. Las escuelas se quedarían un día casi abruptamente sin los docentes de mayor experiencia y calificación. En las secundarias, escasez creciente de profesores especializados para once, doce y trece asignaturas por grado. Una sola sesión de clases para muchos alumnos. Reducciones en el contenido de la materia a impartir. Menciono sólo algunas dificultades (...)
“En la batalla de ideas, cada día surgían entre nosotros precisamente nuevas ideas; cada una de ellas engendraba otras (…) Quizás lo más trascendente fue la idea de utilizar los medios masivos y los equipos audiovisuales y de computación para impartir conocimientos a niños, adolescentes y adultos en las escuelas y en los hogares. Se generalizó el uso de la televisión y el video como medios audiovisuales de gran impacto en la enseñanza primaria y media. Se dispone en la actualidad de un televisor por aula en todo el país: 81 mil 169, y un video por cada 100 alumnos. El pasado curso fueron introducidos 44 mil 790 equipos de computación y formados más de 12 mil jóvenes profesores para impartir esta enseñanza.
La idea de extender la enseñanza universitaria a cualquier rincón del país —como necesidad impuesta por las decenas de miles de maestros y profesores emergentes, trabajadores sociales, instructores de arte, obreros y técnicos en cursos de capacitación de nivel superior, alumnos de los planes para la formación integral de jóvenes y de otros programas en desarrollo, muchos de los cuales deberán continuar desde sus puestos de trabajo y lugares de residencia estudios universitarios— tendrá igualmente una enorme trascendencia”.
Casi dos décadas después del inicio de la implementación de estos programas de la Batalla de Ideas, Cuba refrenda la estrategia fidelista de los teleprofesores, las teleclases, ahora junto a otros métodos de enseñanza para dar continuidad al proceso docente-educativo. Tal vez muchos cuestionen la efectividad de estos medios, pero al igual que entonces resulta válida la aclaración que las clases en soporte audiovisual son realizadas por profesores cubanos muy competentes.
Gracias a la capacidad de previsión de Fidel, -artífice del Canal Educativo y gestor de muchas otras formas de orientación del aprendizaje-, hoy Antonio y miles de alumnos cubanos de las diferentes enseñanzas, pueden continuar los estudios desde sus “aulas hogareñas”.