Fidel, dinos qué otra cosa tenemos que hacer
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Llegaron de todas partes a La Habana, en trenes de pasajeros o cañeros, en camiones u ómnibus, y este día, con sus uniformes de brigadistas Conrado Benítez, y sin gota de cansancio en sus juveniles rostros, se concentraron en la Plaza de la Revolución para declarar a Cuba Territorio Libre de Analfabetismo.
La Mayor de las Antillas realizó la proeza de reducir el flagelo en el país al 3,9 % de su población total, lo cual incluyó a 25 000 haitianos en zonas agrícolas de Oriente y Camagüey, quienes no dominaban el idioma español, a impedidos físicos y mentales, y a personas de avanzada edad o deficiente salud, declarados no alfabetizables.
La población de La Habana, al llamado del líder de la Revolución, Fidel Castro Ruz, acogió en sus casas a los brigadistas y los acompañó muy temprano a ocupar sus puestos en la plaza. Habían sido alfabetizados en menos de un año 707 000 cubanos, lo que colocó a la Isla entre las naciones de más bajo índice de analfabetismo en el mundo.
Este extraordinario logro revolucionario fue obra de una poderosa fuerza, constituida en total por unos 100 000 brigadistas Conrado Benítez, 121 000 alfabetizadores populares, 15 000 brigadistas Patria o Muerte, y 35 000 maestros voluntarios, para un total de 271 000 educadores directos. Esto, unido a dirigentes de Educación, cuadros políticos, de los Jóvenes Rebeldes, y trabajadores administrativos, elevaron la impresionante cifra a más de 300 000 participantes a tiempo completo en la Campaña.
Solo la mitad de los niños en edad escolar asistía a clases antes del triunfo de la Revolución, por lo cual una de las primeras tareas emprendidas por el Gobierno Revolucionario fue la creación, en marzo de 1959, de la Comisión Nacional de Alfabetización y Educación Fundamental.
En cumplimiento del Programa del Moncada, para el curso escolar 1960-1961 se crearon 15 000 aulas en las zonas rurales, en tanto la matrícula llegó a 1 118 942 alumnos, pero se necesitaban más maestros voluntarios y en muchas zonas no había escuelas.
El 22 de abril de 1960 Fidel expresó: «Necesitamos mil maestros que quieran dedicarse a enseñar a los niños campesinos. Hace falta que ellos nos ayuden para mejorar la educación de nuestro pueblo y para que los campesinos aprendan a leer y se hagan hombres útiles para cualquier tarea». Así surgieron los maestros voluntarios.
Meses después, en su discurso del 26 de septiembre de 1960, ante la Organización de Naciones Unidas, Fidel anunciaba: «En el próximo año, nuestro pueblo se propone librar su gran batalla contra el analfabetismo, con la meta ambiciosa de enseñar a leer y escribir hasta el último analfabeto».
Y se cumplió. El 22 de diciembre de 1961 Fidel dio la noticia al mundo de la culminación exitosa de la Campaña de Alfabetización. Cuba fue proclamada Territorio Libre de Analfabetismo y declarada la fecha como Día del Educador.
Ese 22, en la Plaza de la Revolución, dijo Fidel: «Hemos ganado una gran batalla, y hay que llamarlo así: batalla, porque la victoria contra el analfabetismo en nuestro país se ha logrado mediante una gran batalla, con todas las reglas de una gran batalla. Batalla que comenzaron los maestros, que prosiguieron los alfabetizadores populares, y que cobró extraordinario y decisivo impulso cuando nuestras masas juveniles, integradas en el ejército de alfabetización Conrado Benítez, se incorporaron a esa lucha».
«Por llanos y montañas el brigadista va...», cantaba el himno que esos jóvenes, muchos de ellos adolescentes que nunca habían salido de sus casas y ciudades, entonaban constantemente. Llevaban en sus hombros, con orgullo, el emblema con el rostro de Conrado Benítez, un joven maestro voluntario asesinado por bandas contrarrevolucionarias, que poco después acabarían también con las vidas del brigadista Manuel Ascunce y el campesino Pedro Lantigua, antes de ser liquidadas por el Ejército Rebelde y las milicias.
El año 1961 fue decisivo para la historia del pueblo cubano. A la proclamación del carácter socialista de la Revolución, la victoria de Playa Girón contra la invasión mercenaria y otros importantes acontecimientos, se sumó la exitosa Campaña de Alfabetización, que forjó a cientos de miles de jóvenes.
A la afirmación de Fidel de que «esa capacidad de crear, ese sacrificio, esa generosidad de unos hacia los otros, esa hermandad que hoy reina en nuestro pueblo, ¡eso es Socialismo!», los jóvenes alfabetizadores respondieron, como puestos de acuerdo: «Fidel, dinos qué otra cosa tenemos que hacer», fue la disposición asumida por cientos de miles de muchachos, quienes luego se convertirían en profesionales, científicos u obreros calificados, puntales de los logros de la Revolución, y cuyos hijos y nietos siguen el legado hoy, frente a los nuevos desafíos, seguros de seguir venciendo.