Semilla de la ciencia cubana actual
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Fundado el 1ro. de julio de 1965, el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC) es obra genuina del pensamiento visionario de Fidel de gestar un futuro de hombres de ciencia en Cuba, expresado apenas un año después del triunfo revolucionario.
Perteneciente en la actualidad al Grupo Empresarial BioCubaFarma, la institución se concibió y edificó con las condiciones requeridas para propiciar la formación de especialistas y promover la investigación de alto nivel, en particular en las ciencias naturales, biomédicas, tecnológicas y agropecuarias. Por su carácter multidisciplinario devino en un centro de nuevo tipo en el país.
En sus inicios acogió, sobre todo, a médicos recién titulados y, en menor medida, a egresados de otras carreras universitarias. Vale resaltar que muchos jóvenes que con el paso del tiempo se convirtieron en reconocidas figuras de la ciencia nacional, adquirieron allí los conocimientos y cualidades que, después, los harían brillar como investigadores o directivos del sector.
Tales son los casos de las doctoras Rosa Elena Simeón y Lidia Tablada, así como el de los doctores Gustavo Kourí e Ismael Clark, todos ya fallecidos.
La entidad sentó las bases para organizar el sistema de grados científicos que regiría en Cuba, además de ser escenario de la defensa de los primeros doctorados en Ciencias vinculados a temáticas de particular interés para la nación.
También se le considera, con toda justicia, la semilla de la ciencia cubana revolucionaria, porque no pocos de los profesionales preparados en sus instalaciones contribuyeron a fundar después diferentes instituciones investigativas de primer nivel.
Baste citar los ejemplos del Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria, el de Inmunoensayo, el de Ingeniería Genética y Biotecnología, y el Centro de Neurociencias de Cuba.
COLMENA DE APORTES
Más allá de su indiscutible protagonismo en la creación de capital humano (el número de especialistas formados allí supera los 30 000), el CNIC exhibe en sus 55 años de labor resultados científicos de apreciable impacto.
Aparece, entre los más prominentes, el Policosanol o PPG, medicamento obtenido de la cera de la caña de azúcar para el tratamiento de la hipercolesterolemia.
Reconocido como un efectivo antiagregante plaquetario y reductor del colesterol en sangre (mejora la composición de la placa ateroesclerótica e inhibe la proliferación de las células musculares lisas), el fármaco mereció una de las dos Medallas de Oro conferidas a productos de la entidad por la Organización Mundial de la Propiedad Industrial (OMPI).
Igualmente, en 2004 fue premiado con la Medalla de Oro del Buró Conjunto de Salud y Biotecnología de Taiwán.
Nuevas investigaciones desarrolladas en los últimos años han probado la eficacia del fármaco en el tratamiento del ictus isquémico, dolencia cerebrovascular que afecta con más frecuencia a los adultos mayores de 60 años.
Un estudio clínico hecho con 1 470 ancianos, demostró que el Policosanol, administrado durante tres años, redujo la frecuencia de eventos adversos severos vasculares, coronarios, cerebrovasculares y la mortalidad.
Otros ensayos clínicos evidenciaron los efectos favorables del producto en la recuperación del déficit neurológico en pacientes que han sufrido ictus isquémico a corto, mediano y largo plazos, superior a la alcanzada con la terapia convencional con aspirina, a la par que influye de manera positiva sobre factores de riesgo, al reducir significativamente los niveles del llamado colesterol malo LDL y colesterol total, elevando al mismo tiempo los niveles del colesterol HDL.
Los resultados mostraron que el uso del PPG, junto al empleo de la aspirina de 81 miligramos, reduce de forma significativa la discapacidad resultante a corto, mediano y largo plazos en los más de 400 pacientes que fueron tratados tras sufrir un ictus isquémico, así como una reducción significativa del porcentaje de pacientes con ictus recurrente.
Resalta, en la relación de aportes notables del CNIC, el sistema Diramic, para el diagnóstico rápido microbiológico de agentes causantes de infecciones (mereció en 2007 la otra Medalla de Oro otorgada por la OMPI a productos de la institución), el desarrollo de los equipos de ozonoterapia y de sistemas de desinfección de agua de uso doméstico e industrial, basados en el empleo del gas ozono, y la obtención de la Hidroxiapatita coralina HAP-200, un efectivo biomaterial utilizado como implante para reconstruir el tejido óseo dañado por diferentes causas y en la confección de prótesis oculares.
Más reciente, sobresalen los productos logrados a partir de fuentes naturales Abexol y Prevenox, con efectos favorables sobre la salud humana, y el denominado Vasoactol, que influye de manera favorable en procesos como el envejecimiento, enfermedades cardiovasculares, ateroesclerosis, diabetes y cáncer.
EN LA BATALLA CONTRA EL NUEVO CORONAVIRUS
Al igual que otras instituciones científicas del país, el CNIC se sumó también a la batalla contra la COVID-19.
Como informó en el espacio Mesa Redonda el doctor Julio Alfonso Rubí, director general de la entidad, el CNIC desarrolló un jabón de aceite de girasol ozonizado, que por sus propiedades germicidas, es ideal para el lavado y desinfección de las manos, junto con la elaboración e introducción de un nuevo diseño de jabón destinado a instalaciones hoteleras, hospitales, oficinas y otros lugares de uso público.
Dentro de las contribuciones del centro, resaltan también la obtención de un gel hidroalcohólico de suma utilidad en la desinfección de las manos y superficies, denominado Oleosol, así como la puesta en marcha de dos ensayos clínicos a fin de evaluar los efectos de la ozonoterapia en pacientes contagiados y convalecientes de la COVID-19, a partir de la utilización del equipo Ozomed-Plus, creado y producido allí.
Junto con el Ministerio de Salud Pública, se evalúa la posibilidad de utilizar el Policosanol para prevenir las complicaciones trombóticas en pacientes con el nuevo coronavirus.
A más de cinco décadas de creado, el cnic es paradigma de los esfuerzos por transformar a la ciencia cubana en una dinámica fuerza productiva, que sustituya importaciones, genere nuevos fondos exportables, contribuya al bienestar de los cubanos, y garantice para el futuro la soberanía tecnológica del país.