En Pampatar, viento en popa
Data:
12/12/2001
Fonte:
periódico Granma
Autor:
Fidel había dicho al llegar a Venezuela que sentía envidia por el momento histórico que vive ese país bajo la conducción del Presidente Hugo Chávez. Y en la mañana de este martes, junto a la orilla caribeña de la bahía de Pampatar, el Comandante en Jefe podría haber evocado, en tiempo y circunstancias diferentes, aquellos tiempos de la Revolución en que se promulgaban las leyes para darle carácter y esencia al proceso transformador.
Venezuela no es la mayor de las Antillas, pero por estos días aquí está entrando en vigor la estructura jurídica que, como asegura Chávez, traza el camino para la reivindicación de los desposeídos.
Los protagonistas no podían ser mejores para el acto en el cual se promulgaron las leyes del sector acuático. En la explanada, cientos de pescadores, curtidos sus rostros por el sol y el salitre, con las manos fuertes, marcadas por los aparejos. La mayoría eran de la Isla de Margarita, Coche y Cubagua, que conforman el estado de Nueva Esparta. Había de otros puertos y asentamientos de la vasta cuenca caribeña venezolana. También estaban sus familiares.
Predominaba el rojo en los pullovers y gorras del movimiento bolivariano. Igual el amarillo y azul, de la bandera venezolana, que flameaba junto a otras de la mayor de las Antillas. Una gran pancarta mostraba la efigie del Che, otras daban la bienvenida a Fidel. En la mayor, a todo lo ancho, se leía: Con Chávez viento en popa.
Como era un acto con gente de mar, ambos estadistas llegaron por esa vía, junto a varios de los participantes en la Cumbre de la AEC. En las aguas tranquilas de Pampatar, fondeados y en saludo, varias unidades navales de variado porte, entre ellas dos goletas de alta arboleda. Alrededor, numerosas pequeñas embarcaciones de pescadores engalanadas para la ocasión.
Cuando el guardacostas atracó en el muelle contiguo, la multitud comenzó a corear vivas a Chávez, a Fidel, a Venezuela y Cuba. En los altavoces, sonaba la música del compositor local Miguel Serra o canciones revolucionarias de Carlos Puebla, con menciones a Playa Girón y los dos Camilo, Torres y Cienfuegos.
El líder de la Revolución Cubana subió primero a la tribuna, después de saludar en el trayecto desde el muelle a la gente de pueblo. En lo alto extendió la mano y, como siempre, comenzó a preguntar, para saber. "Fidel aquí", le decían de una punta, "Fidel acá", reclamaban de la otra. Luego pudo escalar Chávez, dando rienda otra vez a la efusividad popular, aún en medio de un sol que pegaba duro en la piel del periodista cubano, isleño que se creía inmune a tal insolación. Comenzó así el acto, en el cual primero se dio lectura a las siguientes normas: Ley General de Marina, Ley de Pesca y Acuicultura, Ley de Zonas Costeras, Ley de Comercio Marítimo y Ley de Procedimiento Marítimo.
Luego el Presidente venezolano juramentó al contralmirante Marcial González Castellanos, como presidente del Instituto Nacional de los Espacios Acuáticos (INEA). "Oigan bien", dijo Chávez al tomarle juramento. "Porque este hombre se está comprometiendo con el pueblo y la Constitución a cumplir con honor la responsabilidad asignada".
A continuación el nuevo presidente del INEA impuso la condecoración Honor al Mérito de la Marina Mercante Venezolana a tres cubanos que contribuyeron durante seis meses a la formación de pilotos en este país. Ocurrió algo inédito, pues nunca había sido conferida a una mujer: Isabel Jover, directora de la firma Trainmar, de nuestro país, la cual ejecutó el proyecto en cooperación con la UNCTAD. El capitán Blas Talle y su colega Eduardo Rodríguez, recibieron igualmente la medalla y ambos destacaron a este reportero la fraternidad que forjaron con los marinos venezolanos, a quienes formaron en especialidades como maniobras de buques, remolcadores y otras. "Hemos estado como en casa", expresaron. Los tres compatriotas no escondían su contento, tras ser felicitados por Chávez y Fidel. Ellos vieron su obra hecha. Algunos de sus alumnos recibieron el certificado que les acredita como pilotos oficiales, un fruto concreto de las relaciones que ambos pueblos van edificando.
Se anunció al Presidente de Venezuela, quien enmudeció al público cuando comenzó a entonar las notas del himno nacional de la tierra de Bolívar, cuyos hijos de hoy le siguieron a coro. Cuando terminó, un niño, con boina roja calada, le saludó militarmente. "Ese va a ser marinero revolucionario", le pronosticó el mandatario.
Presentó después a sus invitados, "a mi hermano y compañero revolucionario, el Presidente de Cuba". La gente le siguió: "Fidel, Fidel". El líder cubano se levantó de su asiento, volvió a saludar y con gesto humilde pidió al "soberano", como llaman acá al pueblo, a que permitiera continuar al ciudadano Hugo Rafael Chávez Frías. Y prosiguió el Jefe de Estado: "Ya le explicaba a Fidel que Margarita fue el primer territorio liberado del colonialismo español en el norte de Sudamérica y el sur del Caribe. Fue en la batalla de Matasiete...Venezuela es una tierra bendecida, plena de riquezas, cuyo pueblo vive empobrecido por la oligarquía que ha destrozado al país...
Ahora llegó la hora de la verdad, de comenzar a cambiar a fondo la situación y por eso nos comprometemos con las nuevas leyes... La primera ley fue la Constitución de la revolución constituyente, y no la hicimos para engavetarla... El paro de la oligarquía significa que vamos por buen camino... Estamos rompiendo una tiranía de muchos años...".
En un momento alguien lo interrumpió para entregarle un alicate: "Yo había pensado comprármelo, para apretar un poco las tuercas...la Ley de Pesca es para los pescadores lo que la Ley de Tierras para los campesinos...El Estado que estamos construyendo no es el del viejo esquema liberal, capitalista opresor y salvaje.
Estamos haciendo un Estado social y democrático, con justicia, y lo estamos sembrando aquí en Pampatar", concluyó. Juntos, Fidel y Hugo, bajaron trabajosamente de la tribuna, en medio del clamor popular. "Que hable Fidel", se escuchó decir en el público, pero el Comandante en Jefe saludó en despedida, mientras Hugo Chávez le acompañaba satisfecho, a sabiendas de que la envidia de la cual hablaba Fidel solo era expresión de una inacabable energía revolucionaria. Fidel no habló en Pampatar. "No debo opinar", había advertido a su llegada a Margarita. Pero en el acto de esta mañana todos intuyeron lo que habría dicho.
Venezuela no es la mayor de las Antillas, pero por estos días aquí está entrando en vigor la estructura jurídica que, como asegura Chávez, traza el camino para la reivindicación de los desposeídos.
Los protagonistas no podían ser mejores para el acto en el cual se promulgaron las leyes del sector acuático. En la explanada, cientos de pescadores, curtidos sus rostros por el sol y el salitre, con las manos fuertes, marcadas por los aparejos. La mayoría eran de la Isla de Margarita, Coche y Cubagua, que conforman el estado de Nueva Esparta. Había de otros puertos y asentamientos de la vasta cuenca caribeña venezolana. También estaban sus familiares.
Predominaba el rojo en los pullovers y gorras del movimiento bolivariano. Igual el amarillo y azul, de la bandera venezolana, que flameaba junto a otras de la mayor de las Antillas. Una gran pancarta mostraba la efigie del Che, otras daban la bienvenida a Fidel. En la mayor, a todo lo ancho, se leía: Con Chávez viento en popa.
Como era un acto con gente de mar, ambos estadistas llegaron por esa vía, junto a varios de los participantes en la Cumbre de la AEC. En las aguas tranquilas de Pampatar, fondeados y en saludo, varias unidades navales de variado porte, entre ellas dos goletas de alta arboleda. Alrededor, numerosas pequeñas embarcaciones de pescadores engalanadas para la ocasión.
Cuando el guardacostas atracó en el muelle contiguo, la multitud comenzó a corear vivas a Chávez, a Fidel, a Venezuela y Cuba. En los altavoces, sonaba la música del compositor local Miguel Serra o canciones revolucionarias de Carlos Puebla, con menciones a Playa Girón y los dos Camilo, Torres y Cienfuegos.
El líder de la Revolución Cubana subió primero a la tribuna, después de saludar en el trayecto desde el muelle a la gente de pueblo. En lo alto extendió la mano y, como siempre, comenzó a preguntar, para saber. "Fidel aquí", le decían de una punta, "Fidel acá", reclamaban de la otra. Luego pudo escalar Chávez, dando rienda otra vez a la efusividad popular, aún en medio de un sol que pegaba duro en la piel del periodista cubano, isleño que se creía inmune a tal insolación. Comenzó así el acto, en el cual primero se dio lectura a las siguientes normas: Ley General de Marina, Ley de Pesca y Acuicultura, Ley de Zonas Costeras, Ley de Comercio Marítimo y Ley de Procedimiento Marítimo.
Luego el Presidente venezolano juramentó al contralmirante Marcial González Castellanos, como presidente del Instituto Nacional de los Espacios Acuáticos (INEA). "Oigan bien", dijo Chávez al tomarle juramento. "Porque este hombre se está comprometiendo con el pueblo y la Constitución a cumplir con honor la responsabilidad asignada".
A continuación el nuevo presidente del INEA impuso la condecoración Honor al Mérito de la Marina Mercante Venezolana a tres cubanos que contribuyeron durante seis meses a la formación de pilotos en este país. Ocurrió algo inédito, pues nunca había sido conferida a una mujer: Isabel Jover, directora de la firma Trainmar, de nuestro país, la cual ejecutó el proyecto en cooperación con la UNCTAD. El capitán Blas Talle y su colega Eduardo Rodríguez, recibieron igualmente la medalla y ambos destacaron a este reportero la fraternidad que forjaron con los marinos venezolanos, a quienes formaron en especialidades como maniobras de buques, remolcadores y otras. "Hemos estado como en casa", expresaron. Los tres compatriotas no escondían su contento, tras ser felicitados por Chávez y Fidel. Ellos vieron su obra hecha. Algunos de sus alumnos recibieron el certificado que les acredita como pilotos oficiales, un fruto concreto de las relaciones que ambos pueblos van edificando.
Se anunció al Presidente de Venezuela, quien enmudeció al público cuando comenzó a entonar las notas del himno nacional de la tierra de Bolívar, cuyos hijos de hoy le siguieron a coro. Cuando terminó, un niño, con boina roja calada, le saludó militarmente. "Ese va a ser marinero revolucionario", le pronosticó el mandatario.
Presentó después a sus invitados, "a mi hermano y compañero revolucionario, el Presidente de Cuba". La gente le siguió: "Fidel, Fidel". El líder cubano se levantó de su asiento, volvió a saludar y con gesto humilde pidió al "soberano", como llaman acá al pueblo, a que permitiera continuar al ciudadano Hugo Rafael Chávez Frías. Y prosiguió el Jefe de Estado: "Ya le explicaba a Fidel que Margarita fue el primer territorio liberado del colonialismo español en el norte de Sudamérica y el sur del Caribe. Fue en la batalla de Matasiete...Venezuela es una tierra bendecida, plena de riquezas, cuyo pueblo vive empobrecido por la oligarquía que ha destrozado al país...
Ahora llegó la hora de la verdad, de comenzar a cambiar a fondo la situación y por eso nos comprometemos con las nuevas leyes... La primera ley fue la Constitución de la revolución constituyente, y no la hicimos para engavetarla... El paro de la oligarquía significa que vamos por buen camino... Estamos rompiendo una tiranía de muchos años...".
En un momento alguien lo interrumpió para entregarle un alicate: "Yo había pensado comprármelo, para apretar un poco las tuercas...la Ley de Pesca es para los pescadores lo que la Ley de Tierras para los campesinos...El Estado que estamos construyendo no es el del viejo esquema liberal, capitalista opresor y salvaje.
Estamos haciendo un Estado social y democrático, con justicia, y lo estamos sembrando aquí en Pampatar", concluyó. Juntos, Fidel y Hugo, bajaron trabajosamente de la tribuna, en medio del clamor popular. "Que hable Fidel", se escuchó decir en el público, pero el Comandante en Jefe saludó en despedida, mientras Hugo Chávez le acompañaba satisfecho, a sabiendas de que la envidia de la cual hablaba Fidel solo era expresión de una inacabable energía revolucionaria. Fidel no habló en Pampatar. "No debo opinar", había advertido a su llegada a Margarita. Pero en el acto de esta mañana todos intuyeron lo que habría dicho.