VALIENTES: Enfermería en la primera línea, desde siempre
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Si se contabilizaran las horas en cualquier servicio de salud, y a punta de lápiz sacáramos la cuenta de quién pasa más tiempo junto a los pacientes, quizá muchos notaríamos con mayor claridad lo que es evidente, pero no siempre reconocido.
Ese lugar lo ocupan las enfermeras y enfermeros, días y noches completas. Ellos son, diría mi abuela, “oro en polvo dentro de cualquier sala”. Y a la vieja le digo siempre que un poco más, incluso fuera de los hospitales, porque no hay sistema de salud sólido, sin el trabajo coordinado de estos profesionales y técnicos.
Bien lo sabe luego de 31 años de experiencia como enfermera Vilma Martínez Bonne, quien de ese tiempo ha dedicado más de dos décadas a trabajar directamente en la atención a la mujer, desde el salón de parto del hospital América Arias, donde dirige ese servicio.
“Tengo un par de jimaguas que tienen 16 años, y prácticamente los crié aquí, porque no tenía quien me los cuidara para yo trabajar. Es un reto grande para una mujer escoger esta profesión, porque se sacrifica a la familia, sobre todo a los hijos, en tanto requiere mucha dedicación”, refiere Vilma.
A la pregunta sobre cuál es su misión no hay respuesta demorada: “Brindar cuidados de enfermería a la paciente durante el trabajo de parto, parto y puerperio inmediato. Es una labor muy bonita, la parte más difícil es en el preparto, porque a veces las mujeres vienen sin ningún tipo de preparación del área de salud sobre el parto”, explica.
Entonces, insiste, es cuando tenemos que “disminuir los temores, el miedo con que llegan a este momento y enseñarles los ejercicios y movimientos que deben hacer durante esta etapa para que este sea menos dolorosa”, dice Vilma.
No más fácil resulta “lidiar con los diferentes caracteres de las pacientes, que a veces no se dejan ayudar, o la familia, que en el afán de acompañar no siempre lo logra. Muchas no permiten que tú te les acerques, les enseñes, le pases la mano sobre todo en la región lumbar y cuando logras hacerlo, ya entonces no quieren que te separes de ellas”, comenta con dulzura, como quien revive el momento experimentado cientos de veces.
Ahora, enfatiza, “se está llevando mucho lo del parto humanizado y eso lleva varios ejercicios. Es increíble, porque se acorta el tiempo del parto, más que cuando la mujer está sola, sin movimientos”, apunta.
Vilma, quien es natural de la provincia de Santiago de Cuba, pero vive en la capital desde el año 1996, habla de un día en el hospital, de la felicidad de ver nacer la vida una y otra vez. ¿Crees que se reconoce suficientemente esta profesión?, indagamos.
No duda: “Creo que las enfermeras deberíamos ser más reconocidas, pero entiendo que también tenemos que ganarnos ese lugar. Antiguamente los partos eran realizados por enfermeras y los resultados eran favorables, porque las enfermeras se caracterizan por tener paciencia, calma”, opina.
¿Y ahora, se ha detenido la atención ante la emergencia del coronavirus?
“Qué va, ni pensarlo. La orientación es protegernos, cuidarnos, porque el programa no se para, los nacimientos van a seguir para bien. Es en momentos como este donde no podemos olvidar que somos enfermeras y tenemos que darlo todo. El enfermo, un parto, la salud de otra persona, no espera”, insiste.
La más valiosa de las trincheras
Después de concluir la pesquisa activa en su área de salud, como parte de la que hoy realiza el país ante la COVID-19, Leslie Hechevarría Nassar, conversó vía whatsapp con nosotros.
Esta enfermera, graduada en el año 1990, lleva casi tres décadas trabajando en la atención primaria de salud. “En el consultorio donde estoy ahora, el número nueve del reparto Flores, en el municipio Playa, y perteneciente al policlínico Manuel Fajardo, llevo ocho años”, apunta.
Antes del año 1994, cuando se volvió una enfermera de la familia, Leslie trabajó en el servicio de terapia intensiva del Hospital Materno Infantil Dr. Ángel Arturo Aballí, cuenta.
La enfermería, a su juicio, es la más noble de las profesiones. “Cómo no escogerla”, replica. “Siempre al cuidado de la salud de las personas, trabajando desde nuestro puesto en la comunidad, que es nuestra trinchera en la prevención de las enfermedades”, destaca.
“Ahora mismo —dice— damos charlas educativas cara a cara en cuanto a la forma de prevención de la COVID-19, la importancia de que las personas permanezcan en sus hogares cuidando a los ancianos, los niños y familiares con enfermedades crónicas que son la población más vulnerable a padecer el virus y sufrir complicaciones”, ilustra Leslie sobre la actual emergencia mundial de salud.
No es algo nuevo, refiere. “Lo que nos distingue en la atención primaria de salud es el trabajo preventivo a la familia ahora y siempre”.
Prevención, promoción, curación y rehabilitación, enumera Leslie, quien agrega además el trabajo con los pacientes en estadio terminal. “Somos nosotras desde la atención primaria quienes les brindamos muchas veces los últimos cuidados”, explica.
Si tiene que colocar en una balanza quien es el más sacrificado, Leslie escoge a la familia. “Tengo un hijo que estudia medicina en 5to año y está con nosotros en la pesquisa, cuando llego a la casa mi niña más pequeña de 15 años es quien me ayuda en muchos quehaceres junto a mi esposo, a quien le toca además masajear mis pies destrozados de todo el día en pie”, dice.
Pero la recompensa, agrega, es ese “seño” que le gritan los niños que ha visto crecer en el consultorio cuando la ven en la calle, o el saludo de cualquier paciente que denota gratitud.
Luchar por los pacientes como un sentido de vida
Nada alegra más a Regla Noylenis Balboa Reinoso que ver abandonar a un paciente la sala de terapia donde labora en el Centro de Investigaciones Médico-Quirúrgicas (Cimeq), donde trabaja desde el año 2009. Así ha sido desde dos años antes, en 2004, cuando al graduarse comenzó su servicio social en la terapia del Hospital Naval.
La medicina, o alguna profesión que guardara relación con ella, le llamó la atención desde niña. “Me encanta mi trabajo y definitivamente sí, esa vocación que sentí cuando joven hacia la medicina, no cambió cuando terminé la carrera. Continué pensando que esa era la profesión que yo quería estudiar”, señala.
Los motivos a Regla no le faltan. “En tantos años que llevo aquí he visto tantas cosas lindas, tantas cosas tristes, amargas, que lo que más me satisface es ver cómo se lucha con esos pacientes que por un momento crees que no van a salir adelante, pero lo logran”, dice. Sacrificio, dedicación y amor, son las palabras que esta profesional escoge para definir el día a día de esta profesión, para la cual considera falta aún reconocimiento.
“Me alegra que en estos tiempos de coronavirus la gente esté valorando al personal de la salud un poco más. Eso reconforta, pero siempre hemos estado aquí”, señala.
Aquí, y en otras tierras donde algún pueblo ha necesitado de la ayuda médica de Cuba y donde la enfermería ha sido puntal.
Desde Crema, Italia, el licenciado José Luis Sánchez Pérez— integrante de la brigada médica de la Isla que combate el coronavirus en esta nación europea— habla del idioma universal de la gratitud a la medicina que salva.
Enfermero de profesión, y con las huellas de haber vivido Sierra Leona y el combate contra el Ébola, el terremoto del 2016 en Ecuador, el golpe de estado en Bolivia y la agresión a los médicos cubanos, nos recuerda desde Italia una esencia:
“Hay cosas que pueden resumirse en un simple grazie, o gracias”.