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El pueblo venezolano se volcó a las calles para apoyar a sus Comandantes

Data: 

28/10/2000

Fonte: 

Granma

El Panteón Nacional, el Cuartel de San Carlos, el Colegio Santa María, donde en 1881 José Martí dictó clases de literatura francesa y de oratoria, la Casa Natal de El Libertador y la Plaza que lleva su nombre, devinieron esta mañana históricos meandros desde donde, con Fidel y Chávez  al frente, avanzó caudaloso, potente e incontenible el pueblo de Caracas que  acompañó a sus dos Comandantes a esta  nueva cita  con la Historia.   

En el Altar de la Patria, como también se le reconoce, Fidel depositó ante el sarcófago que guarda los restos de Simón Bolivar, hecha en flores, una Bandera Cubana. Allí, presidiendo el solemne lugar, habían colocado la espada original que  la municipalidad de Lima había regalado a El Libertador al día siguiente de la Batalla de Ayacucho.   
Cuarenta años llevó guardada en la bóveda del Banco Central la celosa compañera del "hombre de las dificultades" la que , fundida en oro y piedras preciosas, simboliza el agradecimiento de una parte de los latinoamericanos a sus esfuerzos por liberarnos.   

Fue el Presidente Chávez quien desde que asumió el poder, la ha expuesto en el lugar que le corresponde en  los aniversarios del natalicio de Bolívar. Esta  es la primera vez que se coloca en el Panteón  Nacional con motivo de la visita de un Jefe de Estado.   

Antes de que Chávez  le mostrara el arma a nuestro Comandante en Jefe, ambos se pusieron guantes blancos. El mandatario venezolano sostuvo la espada y de manera imperceptible le contó a su amigo la historia. Fidel la sostuvo unos minutos, los suficientes para imaginarlo sintiendo estremecido el galope de Bolívar y su férreo brazo liberando naciones.   Unos minutos se detuvo en el lateral del sarcófago y frente a la escultura de El Libertador. Respeto y admiración. Quién puede asegurar que en esos instantes no evocara al Maestro cuando escribió:  No ha muerto la leyenda. Indómitos y fuertes, prepárense sus hijos a repetir sin miedo, para acabar esta vez y sin tacha, las hazañas de aquellos hombres bravos y magníficos que se alimentaban de raíces, que del cinto de sus enemigos arrancaron las armas del combate, que domaban por la mañana los caballos con que batallaban por la tarde.   

Después, nuestro Presidente firmó el libro de visitas y, siempre acompañado de Chávez, se dirigió al mausoleo erigido a la memoria del Mariscal Antonio José de Sucre, cuyas cenizas se encuentran en Quito, custodiadas y respetadas por el pueblo ecuatoriano.   

Antes, la banda ceremonial había interpretado los himnos de Venezuela y Cuba y escuadras del Ejército con sus penachos blancos, la Aviación y la Guardia Nacional le habían rendido honores. A ambos lados del pasillo central, representantes de ambos pueblos y niños caraqueños participaron de la solemne ceremonia.    

La gran plazoleta que preside el Panteón,  sede en el siglo XVIII de la capilla de la Santísima Trinidad, estaba abarrotada de pueblo, ansioso por acercarse a los dos líderes. Otros pensarían que el protocolo quedaría inmóvil. Los que conocemos de la estirpe revolucionaria de ambos, de su necesidad de estar cerca y rodeados de sus gentes, nutriéndose de ellas, sabíamos que aquello no lo pararía nadie.   

Hugo Chávez y Fidel Castro echaron a andar cuesta arriba hasta el Cuartel de San Carlos. Detrás y a sus lados, el pueblo que a partir de ese momento no pudo contenerlo nadie.  

El referido cuartel es hoy museo. Allí desde época de la colonia guardaron prisión presos políticos y militares. En febrero de 1992 estuvo preso Chávez, tras la intentona cívico-militar. De aquí lo trasladaron para evitar que se fugara como antes, en la década de los años 60 lo había hecho de manera espectacular, un grupo de guerrilleros.   
En el cuartel se le explicaron los diferentes lugares y tuvo oportunidad de conocer la celda de su amigo, a la que llegó tras una breve conversación con un grupo de repentistas venezolanos y dos luchadores indigenistas.   

El Presidente venezolano le explicó a nuestro Comandante que una de ellas era una líder de su etnia que participó en la Constituyente y ahora era asambleísta. Fidel inquirió entonces: ¿Las dos son diputadas? A lo que la otra respondió con orgullo: "No, yo soy guarao",  defendiendo su identidad.   

Asimismo, se interesó por las maderas de los techos del cuartel y preguntó si eran de caoba. El historiador del lugar le comentó que eran de mangle y allí mismo comenzó nuestro Comandante en Jefe a interesarse por la técnica pues, dijo, el mangle es muy estrecho y no creía que sirviera para tales menesteres. Chávez fue quien recordó que se mineralizaba y así se hacía más fuerte.   

Del San Carlos fuimos al Colegio de Santa María, donde nuestro Apóstol dio clases en 1881. El lugar fue comprado por el actual gobierno para repararlo y conservarlo como cita obligada de venezolanos, cubanos y de cualquier  visitante que quiera aprender y comprender las raíces de esta amistad que en la mañana de este 27 de octubre se ha expresado con tanta fuerza.   

Tras firmar junto a su amigo el acta con que quedan oficializadas las labores de reconstrucción, Fidel obsequió a los encargados del lugar que desde hoy se llamará Casa José Martí de Caracas, una réplica en miniatura de  la escultura del Maestro que preside la Tribuna Antimperialista.   Fidel les explicó a los presentes su gusto por la escultura.

En ella Martí, cargando al Ismaelillo, indica y advierte con su brazo al Norte y simboliza la lucha de los cubanos por el rescate del niño cubano Elián González.

Nuestro Comandante en Jefe explicó los días en que durante casi nueve meses batallamos contra la injusticia. Recordó que comenzamos la lucha en una esquina cercana a la Oficina de Intereses sobre un yipi, al otro día levantamos una improvisada tribuna y unos días después "con la complicidad de 200 constructores" construimos una plaza la cual está presidida por Martí.   Indagó con el arquitecto a cargo de la remodelación, dónde la colocarían y, tras una breve conversación con un ligero golpecito en el pecho, le dijo que se lo dejaba a su cargo.    

ENTRE UN  MAR DE PUEBLO

La ola humana era incontenible a esta altura de la mañana y Fidel y Chávez decidieron continuar avanzando, a pie, por el extenso bulevar que los condujo a la Casa Natal de El Libertador y más tarde a la Plaza que lleva su nombre.  

Más de diez cuadras recorrimos detrás y a sus lados. De los balcones salían las gentes, cocineros con sus gorros se asomaban a las ventanas de varios restaurantes.
Era imposible saber de dónde salía tanta gente y todas a una voz le reiteraban a Fidel consignas antimperialistas.   Algunos pisaban, empujaban, para ubicarse cada vez más cercanos a ellos.

Otros pedían querer tocar al Comandante y  todos expresaron su cariño, su respeto y su admiración por la figura paradigmática de Fidel.   
La Primera Dama y la hija mayor del Presidente Chávez quedaron rezagadas entre la multitud y los periodistas tuvimos que hacer un cordón de seguridad muy cercano a ellos. Cuidarlos era el deseo de todos, pero la emoción de los del patio desbordaba toda racionalidad.   Fue una verdadera  apoteosis.  

HIJO ILUSTRE DE CARACAS

La Plaza Simón Bolívar fue el escenario donde el alcalde de la ciudad, Freddy Bernal, leyó el decreto por el que se le reconocía Hijo Ilustre de la ciudad de Caracas, "aquí donde un día José Martí llegó, atravesando los cerros del Avila para, sin quitarse el polvo del camino, homenajear a El Libertador", expresó.   Igualmente, le entregó las Llaves de la Ciudad, las que Fidel levantó para que todos las vieran.  

Al agradecer  su condición de Hijo Ilustre de la ciudad de Caracas, Fidel explicó las emociones que ha sentido en las horas en que ha estado en el país. Dijo ser un gran observador del rostro humano y vio entre las multitudes que lo acompañaron semblantes de alegría y confianza.    

Comparó esta situación con los pobladores de Vargas, donde se les notaba todavía la angustia por la tragedia vivida.   Asimismo, comentó su gusto por la ciudad, y sobre todo por la conservación de su vegetación y patrimonio. Entonces se refirió a la necesidad de no destruir nada antiguo y puso de ejemplo cómo al triunfo de la Revolución Cubana a alguien se le ocurrió derrumbar con una grúa el monumento al Maine. Les contó la historia y cómo desde entonces nos hemos preocupado por cuidar toda esa historia pasada.   Si de alguna forma, dijo, podría agradecerles estas Llaves, es recomendarles que preserven el patrimonio de esta ciudad.   

Entre aplausos, vítores y voladores, Fidel y Chávez dejaron la Plaza Simón Bolívar, en lo que constituyó una jornada histórica lo mismo para Cuba que para Venezuela porque demostró, a despecho de los exiguos detractores de esta visita aquí, que el pueblo venezolano no solo apoya a su Presidente, sino que admira y quiere al líder de la Revolución Cubana.    

La prueba nos la dio una mujer sencilla que sin distinguir en nosotros a  periodistas cubanos nos advirtió con el dedo en alto: Miren a ver si escriben la verdad de lo que vieron.   

Estas líneas son un compromiso con ella y con nuestro pueblo.