Encuentro con la ternura
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"¡Papá, qué grande es!", exclama la pequeña Yiset, una cubanita de nueve años, a Orestes, tras el encuentro "inesperado" con Fidel. Inesperado porque ninguno de los compañeros que trabajan en la Misión de Cuba ante la ONU podía imaginarse que lo primero que haría el Comandante en Jefe a su llegada a Nueva York, en horas del mediodía de este martes cinco de septiembre, sería un encuentro familiar, incluso íntimo, y por ello más emocionante. Los niños fueron su principal y primera atención en cuanto hizo entrada en el salón. Hacia ellos se dirigió para entablar una conversación que continuó con los maestros bayameses Solange Paneque y Guillermo González.
"Para nosotros aquí, los niños son todo, y que Fidel fuera hasta ellos nos emocionó especialmente", me confiesa uno de nuestros diplomáticos, mientras noto todavía un nudo en la garganta de otra de las compañeras, quien le hizo una petición y deseo muy especial: "Aunque mi hijo está en el vientre, quisiera que usted también le dijera algo".
La respuesta del Comandante no se hizo esperar: "Les deseo lo mejor, la felicidad. Para el niño y para ti". Apenas es un susurro lleno de ternura, pues Fidel estaba también impresionado, radiante, pleno, feliz. Se le vio así desde el momento mismo en que Daniela Oliva, con sus ojitos chinos, lo mirara de frente y con la estatura de sus tres añitos le entregara un ramo de flores como saludo y bienvenida. A su lado Harold Díaz, alumno de sexto grado, le llama la atención por su estatura, al punto que Fidel le pregunta qué le dan para tener ese tamaño. Con los maestros se informa: cuántos alumnos hay en la escuela y en el círculo; condiciones del aula...
Pregunta hasta por el programa que le espera en este primer día y si el salón en que se encuentran ahora es el mismo de hace cinco años, cuando también se reunió con los cubanos de la Misión durante el aniversario 50 de la ONU, en 1995. Se cantó el Himno Nacional. Vibró cada alma cubana en este viejo edificio de Lexington y 38 este día de septiembre que marca ya el otoño en la ciudad, y un vientecillo frío se cuela hasta los huesos, pero el cálido encuentro le gana la batalla. Apenas fueron 15 minutos de una verdadera fiesta cubana. El Comandante en Jefe debe comenzar su programa de trabajo: un encuentro en la propia Misión con el primer ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, y en esa misma tarde el diálogo amigo con Jiang Zemin, presidente de la República Popular China.