El día que Fidel vibró con Guantánamo
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Sobre los hombros del teniente del Ejército Rebelde, José Antonio Boró, y con un ramo de gladiolos en la mano, Zelma se abrió paso entre la multitud delirante, y llegó al jeep descapotable en el que estaba Fidel.
La pequeña de nueve años tenía instrucciones de obsequiarle las flores a la más autóctona de la Revolución. Pero, «Celia Sánchez no pudo venir», le comunicó alguien desde el vehículo. Entonces el Comandante tomó del brazo a la niña y le dijo: «vamos conmigo».
Así relató Zelma Carvajal Borges su encuentro con el líder de la Revolución Cubana el 3 de febrero de 1959, cuando el «fidelísimo retoño martiano» visitó por primera vez a Guantánamo.
Poco después del medio día la caravana irrumpió en el céntrico parque José Martí; «la gente se apretujó como pudo en las calles aledañas», para recibir a tan ilustre visita. Zelma había ido al lugar acompañada por su mamá, Isabel Luisa Borges Giró (Cuchita).
Mi madre (ya fallecida), integrante de la Brigada de Primeros Auxilios del Movimiento 26 de Julio, recitó una poesía de contenido patriótico cuando se detuvo la caravana –recordó Zelma–; entonces el Comandante le dijo: «Con mujeres como ustedes cualquier pueblo se libera»; ahí mismo cantamos el Himno Nacional, y de inmediato empezó el recorrido.
Diez cuadras anduvo Zelma junto a Fidel. El periplo, aunque corto, «demoró bastante entre el río humano. En las calles no cabía ni un alma, había gente hasta en los techos, alcancé a ver un hombre encima de un poste del tendido eléctrico».
«Ese día el Comandante vibró con Guantánamo. Me dijo: "sujétate de mi canana", y dando por sentado que yo no había entendido la indicación colocó mi mano sobre el objeto. Me decía: "Saluda, saluda al pueblo"».
«Pero yo solo me fijaba en Fidel, en el uniforme de verde olivo intenso, en su barba negra. Estaba hechizada con su imagen y hasta con las gotas de sudor que le adornaban el rostro».
Llegaron a la Escuela de Comercio (hoy Politécnico de Economía, Asdrúbal López), desde donde una multitud, en su mayoría campesinos procedentes de toda la provincia, había ido al encuentro del Comandante.
A Zelma la llevó un jeep militar a su casa, antes concluir el acto. Por eso no escuchó lo que le dijo Fidel a su pueblo aquel día. «No he venido aquí como gobernante, he venido como revolucionario», dejó claro el líder; «el objetivo de esta concentración campesina es solicitar del Gobierno Revolucionario de la República la inmediata aprobación de una amplia Ley de Reforma Agraria».
«En la Sierra Maestra hicimos la Ley Agraria del Ejército Rebelde, pero en uno de los apartados de esa ley decía: por cuánto será tarea del Gobierno Revolucionario cumplir el artículo de la constitución que dice: "se proscribe el latifundio"»
Habían transcurrido apenas 33 días de la Revolución triunfante, y ya su líder advertía lo que tendríamos que resistir para sostenerla. «Cuando a nuestra Revolución nos la vayan a agredir con medidas de orden económico, cuando traten de sofocar en el hambre a la Revolución cubana, llamaremos al pueblo a la unión».
«¡Yo sé que estos hombres, estas mujeres, jóvenes, viejos, todos, son hijos de un pueblo dispuesto a todo! La Revolución seguirá su curso, pues ustedes somos nosotros, y nosotros, que somos ustedes, estamos en el poder».
Y otra vez la historia le dio la razón a Fidel, quien aquel día anticipó una etapa nueva, con la que, a decir Cintio Vitier: «comenzaban otros combates, pero desde entonces el devenir tiene raíz, coherencia, identidad».