Usted no cesa de sorprendernos
Data:
26/01/1997
Fonte:
Juventud Rebelde
Autor:
El niño no espera la pregunta. Está con sus padres en el acto popular del parque Almagro. Se turba. Vacila. "¿Qué quieres ser cuando seas grande?" -repite la reportera. - Algo como Fidel... desliza la criatura con una media sonrisa entre el rubor y el sueño que acaricia su cabecita infantil. A los anexionistas de Miami que se desplazaron hasta allí, a organizar mítines contra Cuba, la cuenta les ha salido mal. Cien asistentes según una agencia. Sesenta, según otra. Y en ambos casos la afirmación de que habían más periodistas que anticastristas.
Para "adornar" el festín, cuatro gatos de la ultraderecha pinochetista, que les debilitan todavía más la imagen de "demócratas" de la "sagüesera". Por sus vínculos de vieja data, y por el ruido que han hecho ahora, los chilenos los identifican con los momios del Barrioalto, con los detentores ilegítimos del poder luego del sangriento golpe de 1973. Y usted, entretanto, no cesa de sorprendernos.
Genio y figura a cualquier edad, porque está visto y comprobado que a usted no se le puede meter miedo. Ni antes, ni durante, ni después. Fascinerosos de diferente pelaje quisieron intimidarlo. Que si a la Fuerza Aérea le sería desagradable presentarle honores en la losa de Pudahuel. Que me iré para provincias para no encontrarme con Fidel Castro. Que si hay un comando armado listo para el magnicidio.
¡Quién sabe cuánta cantidad de presiones y amenazas! Pero usted llegó, aterrizó, y el pelotón de ceremonias lo recibió como a los demás jefes de Estado. Y ahí comenzó a latir el verdadero corazón de Chile, incluidas sus autoridades gubernamentales, con su correcto actuar.
Usted, que pisaba las calles nuevamente, "transmitió" el mensaje al pueblo chileno que iba a congregarse para esperar su paso. Y los chilenos lo captaron al instante: por eso abundan notas fílmicas de la TV en la que los parroquianos cantan aquello de "Fidel, Fidel, qué tiene Fidel, que los imperialistas no pueden con él".
¡Pero usted no está! Y es que se lo están cantando a los "milicos", que pasan presurosos garantizando el orden. Se lo están recordando, para que nadie olvide que usted sigue invicto.
Y luego, la sobrecogedora visita a su amigo Salvador. Tan emocionante como temeraria, porque usted no ignora que el cementerio general santiaguino podría haber sido escenario para cualquier cosa contra su integridad física. Para rematar, usted que se desplaza a la comuna de San Bernardo, en la periferia de la capital, para un acto de masas.
No le voy a negar que por aquí todos andábamos con el alma en un hilo, como supongo hayan estado los abnegados compañeros encargados de protegerlo. Pero tenía que ser así, porque usted no es de otra manera. Tal vez porque lo intuye o lo sabe, aquel chileno colmado de banderitas cubanas dijo que usted era "hombre del siglo XX" y "padre del siglo XXI".
¿Cómo descifrar aquel elogio? Permítame que le diga, yo que no he sido amigo de la apología arrebatada, sino más bien del razonamiento, que mi interpretación es que somos millones los que estamos en deuda con usted, y usted no cesa de sorprendernos con su sentido de la dignidad y el valor.
En Santiago, en la primera línea de fuego, como en todas partes en que se le ve, como cuando "Lili", o cuando se metió en Harlem o en el Bronx, o como cuando dijo que habría ido a la Cumbre de Miami del 94 -¡cómo no!- pero que a los anfitriones les faltaron agallas para convidarlo. Ese es usted, Fidel, desde que tengo noticias suyas.
Por eso me gustaría escribir entre interrogantes el Bienvenido a casa, al regreso, porque su casa es esta isla combatiente, pero es también el mundo entero, por quien nunca ha dejado usted de trabajar. Y si su hermano menor me lo permite, me voy a apropiar de aquello que dijo en la famosa conmemoración en Cinco Palmas, porque le salió de las entrañas. ¡Qué clase de Comandante en Jefe tenemos!
Para "adornar" el festín, cuatro gatos de la ultraderecha pinochetista, que les debilitan todavía más la imagen de "demócratas" de la "sagüesera". Por sus vínculos de vieja data, y por el ruido que han hecho ahora, los chilenos los identifican con los momios del Barrioalto, con los detentores ilegítimos del poder luego del sangriento golpe de 1973. Y usted, entretanto, no cesa de sorprendernos.
Genio y figura a cualquier edad, porque está visto y comprobado que a usted no se le puede meter miedo. Ni antes, ni durante, ni después. Fascinerosos de diferente pelaje quisieron intimidarlo. Que si a la Fuerza Aérea le sería desagradable presentarle honores en la losa de Pudahuel. Que me iré para provincias para no encontrarme con Fidel Castro. Que si hay un comando armado listo para el magnicidio.
¡Quién sabe cuánta cantidad de presiones y amenazas! Pero usted llegó, aterrizó, y el pelotón de ceremonias lo recibió como a los demás jefes de Estado. Y ahí comenzó a latir el verdadero corazón de Chile, incluidas sus autoridades gubernamentales, con su correcto actuar.
Usted, que pisaba las calles nuevamente, "transmitió" el mensaje al pueblo chileno que iba a congregarse para esperar su paso. Y los chilenos lo captaron al instante: por eso abundan notas fílmicas de la TV en la que los parroquianos cantan aquello de "Fidel, Fidel, qué tiene Fidel, que los imperialistas no pueden con él".
¡Pero usted no está! Y es que se lo están cantando a los "milicos", que pasan presurosos garantizando el orden. Se lo están recordando, para que nadie olvide que usted sigue invicto.
Y luego, la sobrecogedora visita a su amigo Salvador. Tan emocionante como temeraria, porque usted no ignora que el cementerio general santiaguino podría haber sido escenario para cualquier cosa contra su integridad física. Para rematar, usted que se desplaza a la comuna de San Bernardo, en la periferia de la capital, para un acto de masas.
No le voy a negar que por aquí todos andábamos con el alma en un hilo, como supongo hayan estado los abnegados compañeros encargados de protegerlo. Pero tenía que ser así, porque usted no es de otra manera. Tal vez porque lo intuye o lo sabe, aquel chileno colmado de banderitas cubanas dijo que usted era "hombre del siglo XX" y "padre del siglo XXI".
¿Cómo descifrar aquel elogio? Permítame que le diga, yo que no he sido amigo de la apología arrebatada, sino más bien del razonamiento, que mi interpretación es que somos millones los que estamos en deuda con usted, y usted no cesa de sorprendernos con su sentido de la dignidad y el valor.
En Santiago, en la primera línea de fuego, como en todas partes en que se le ve, como cuando "Lili", o cuando se metió en Harlem o en el Bronx, o como cuando dijo que habría ido a la Cumbre de Miami del 94 -¡cómo no!- pero que a los anfitriones les faltaron agallas para convidarlo. Ese es usted, Fidel, desde que tengo noticias suyas.
Por eso me gustaría escribir entre interrogantes el Bienvenido a casa, al regreso, porque su casa es esta isla combatiente, pero es también el mundo entero, por quien nunca ha dejado usted de trabajar. Y si su hermano menor me lo permite, me voy a apropiar de aquello que dijo en la famosa conmemoración en Cinco Palmas, porque le salió de las entrañas. ¡Qué clase de Comandante en Jefe tenemos!