La batalla contra el mujalismo y la corrupción
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Fidel se reunió con los sindicalistas en un ambiente muy tenso. Su discurso se convirtió en una lección de valor y disciplina revolucionaria
La tradición de «Una flor para Camilo» caló hondo en el pueblo cubano, que tuvo su antecedente el 15 de noviembre cuando se depositaron ofrendas en alta mar a la memoria del Héroe de Yaguajay. Desde el parque Martí, de Cárdenas, partió una gigantesca manifestación, portadora de las ofrendas, hasta el espigón del puerto. Allí se dijeron hermosas palabras de recordación y fidelidad a su memoria. Las ofrendas fueron trasladadas hasta Varadero, y a la entrada de Palo Alto numerosas embarcaciones esperaban a la comitiva, para finalmente arrojarlas en alta mar.
La noche del miércoles 18 de noviembre se inicia el X Congreso Obrero Nacional de la Confederación de Trabajadores de Cuba y el 1 de la CTC revolucionaria.
Más de 3 000 delegados en representación de los 1 615 sindicatos obreros de todo el país asisten al acto inaugural.
Fidel cierra las intervenciones de ese primer día ante una estruendosa ovación. Ya ha comenzado la madrugada del jueves 19. Comienza sus palabras explicando la significación del Congreso en una Cuba revolucionaria, pues era el primero después del triunfo revolucionario.
Recordó los años tristes pasados y la situación en que vivían los obreros y cómo hoy, en el primer año de Revolución, esa misma clase obrera se había convertido, en virtud de su esfuerzo y de su triunfo, desde el Primero de Enero, en factor preponderante y decisivo de la vida política del país.
Y antes de concluir esclareció que el hecho de entrenar a los trabajadores, organizarlos en milicias y entregarle armas definen el carácter verdaderamente democrático de la Revolución Cubana.
En horas de la noche del sábado 21 se clausura el X Congreso Obrero. Durante el desarrollo del Congreso salió a relucir el divisionismo y las manifestaciones mujalistas, que aún se mantenían entre la clase obrera.
Fidel se reunió con los sindicalistas en un ambiente muy tenso. Su discurso se convirtió en una lección de valor y disciplina revolucionaria.
Fidel comienza a dar soluciones para enfrentar las divisiones en el seno de la clase obrera, pues lo que interesa es que haya una dirigencia revolucionaria y que la política sea revolucionaria, pues los cargos aquí no importaban, lo que importa es una línea de verdadera depuración en el movimiento sindical y en los cuadros del aparato sindical.
Casi al terminar plantea que quedaba pendiente la elección de los dirigentes sindicales, sobre lo cual, Fidel emite sus opiniones, sin dar nombres, pero si propone la erradicación total, como acuerdo del Congreso, de los últimos vestigios del mujalismo y de inmoralidad en la clase obrera y que sea tarea del Ejecutivo que se elija, cumplir el mandato de este Congreso: de erradicar hasta los últimos vestigios de inmoralidad o mujalismo en el seno de la clase obrera.
Un delegado al Congreso propone que se otorgue un voto de confianza a Fidel para que sea él quien arranque de raíz el mujalismo.
Fidel de inmediato responde «que en parte estamos dando esa batalla y que esa es una batalla que debemos dar desde cualquier posición en que estemos, igual que le hemos dado una batalla al vicio del juego, a la deshonestidad administrativa, al nepotismo, tenemos que darle la batalla al mujalismo y a la corrupción, donde quiera que se encuentren. Y puntualizó que esa era una tarea que debe ser realizada principalmente por los propios trabajadores».