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La Sierra Maestra en la táctica y estrategia del ejército rebelde

Data: 

2018

Fonte: 

Revista Cinco Palmas No.5

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Los cubanos durante toda la historia nos hemos enfrentado a enemigos inmensamente poderosos en medios y recursos materiales y financieros, cuyos ejércitos representaron en su momento las maquinarias de guerra más temibles y destructoras en el campo de batalla. Solo el patriotismo, la inteligencia y la perseverancia de los revolucionarios de la mayor de las Antillas, pudieron enfrentar con éxito el tremendo poder de los ejércitos opresores.

Cuando Carlos Manuel de Céspedes emitió el histórico grito de independencia o muerte, aquel 10 de octubre de 1868, los jefes insurrectos estaban decididos a luchar hasta las últimas consecuencias; aunque muy pocos vislumbraban las formas que debían desarrollar en aquella contienda tan desigual. Fueron el bregar diario, las escaramuzas, combates y batallas, los elementos que foguearon a nuestros mambises y les obligaron a buscar y perfeccionar las tácticas adecuadas para derrotar gradualmente al ejército colonialista español en su último enclave en tierras del nuevo mundo.

El conocimiento y aprovechamiento del terreno, la conversión del machete de labranza en terrorífica arma de guerra, la movilidad constante, el arte de supervivencia en lo más profundo de bosques y montañas, la sorpresa, el ataque fulminante y la retirada a tiempo, dotaron a las tropas mambisas de la táctica y estrategia correspondiente a una guerra irregular propia, donde la fuente principal de abastecimiento de armas y municiones estaba en los arsenales enemigos, a quienes se les arrebataba tales recursos en el fragor de las acciones combativas.

Durante la Guerra Grande—que no acabó en el Zanjón, sino que continuó en Baraguá—, la Guerra Chiquita que le siguió y la contienda desatada por Martí en 1895, surgió y se desarrolló el arte militar cubano como el producto genuino de un pueblo en armas dispuesto a conquistar la independencia a cualquier precio. La táctica y estrategia de los combatientes cubanos del siglo XIX, disimuladas por el paso de las intervenciones yanquis, de los gobiernos corruptos de la República mediatizada, irreconocible bajo la telaraña del tiempo y las manipulaciones, esperaban, sin embargo, el momento de despojarse del lastre y salir a la luz como armas revolucionarias en manos de los nuevos combatientes. Correspondió ese mérito histórico a Fidel Castro Ruz al frente de lo mejor de la juventud del centenario de José Martí.

La guerrilla en la Sierra Maestra se desarrolló de manera exitosa sobre la base del fogueo de sus hombres en las más duras condiciones de la vida en campaña, el conocimiento y aprovechamiento de las ventajas del terreno, la movilidad, la sorpresa, la emboscada y el ataque a puestos aislados. Como los mambises, los rebeldes armaban a sus hombres con los fusiles arrebatados al enemigo y aplicaron una política humana y de respeto con los prisioneros de guerra; se convirtieron además en los más directos representantes de los campesinos y las clases desposeídas y, sobre todo, la dirección de la guerrilla trazó a la par del accionar combativo una línea rigurosa en la formación de un ejército popular como factor principal de lucha, que garantizara la derrota del ejército dictatorial, la movilización de todos los sectores de la sociedad y la formación de los futuros cuadros político-militares de la Revolución.

De esa escuela surgieron los mejores alumnos para ganarse el primer puesto como combatientes y después, paulatinamente, ocupar cargos de mayor responsabilidad. Los soldados más destacados pasaban a comandar las escuadras; aquellos de mejores condiciones ascendían a jefes de pelotones. Por una selección mucho más rigurosa se designaban a los jefes de columnas y frentes como punto culminante de la pirámide o estructura de mando del Ejército Rebelde. El Comandante en Jefe se desprendía de sus mejores jefes, oficiales y combatientes para formar en un territorio determinado, un nuevo frente de combate. Sobre los jefes designados para esta misión estratégica recaía una responsabilidad superior al tener que cumplir las órdenes y disposiciones de la comandancia general en otros territorios lejos de la guía y orientación personal del jefe fundador. Ellos tenían que aplicar la táctica, la estrategia y la política de la Revolución de acuerdo con las condiciones específicas de las nuevas regiones, respetando los principios esenciales aprendidos en la escuela fidelista de la Sierra Maestra. Ese proceso, definido por el comandante Ernesto Che Guevara como el desprendimiento de la columna madre con el fin de repetir el ciclo del Ejército Rebelde en otros territorios, significó una de las líneas estratégicas más importantes de la guerra de liberación. (…)

A fines de 1957, mientras la Columna no. 1 acampaba en el Balcón de La Habanita, el Comandante en Jefe le expresó al entonces capitán Raúl Castro Ruz su idea sobre la extensión de la guerra a otros territorios. En fecha tan temprana Fidel habló sobre la formación y traslado de nuevas columnas a otros lugares fuera de la Sierra Maestra cuando las condiciones así lo permitieran. Más que un sueño, en las palabras del jefe del Ejército Rebelde se percibía un plan de acción de alcance estratégico, pues mencionó la sierra Cristal, las montañas alrededor de Santiago, y el centro y occidente del territorio nacional como las regiones hacia donde debían partir en su momento los nuevos destacamentos.

Durante las primeras semanas de 1958, las condiciones esperadas aparecieron en el panorama nacional. En primer lugar la oposición a la dictadura alcanzaba niveles de masividad y el espíritu de la lucha armada se extendía por campos, pueblos y ciudades de la isla. La influencia de la Sierra Maestra y el ejemplo del Ejército Rebelde y su máximo líder habían calado en la conciencia patriótica de buena parte de la población cubana, mientras que el régimen opresor daba muestras de incapacidad ante la ola insurreccional que se le echaba encima. A esas condiciones que revelaban la profundización de la situación revolucionaria se sumó el resultado victorioso del segundo combate de Pino del Agua.

El 16 de febrero, Fidel al mando de las Columnas 1 y 4, ordenó atacar la guarnición del mencionado lugar, arrollando sus postas exteriores y emboscando a los refuerzos. El botín de guerra que consistía en unas cuarenta armas y miles de municiones, se convirtió en el elemento material necesario para completar las dos nuevas columnas destinadas a fundar el Segundo y Tercer frentes del Ejército Rebelde.

La columna dirigida por el comandante Juan Almeida Bosque partió hasta el extremo este de la Sierra donde fundó el Tercer Frente Mario Muñoz Monroe, a las puertas de Santiago, que abarcó los territorios de Guisa, Santa Rita, Jiguaní, Baire, Contramaestre, Palma Soriano, El Cobre, y se extendió hasta las proximidades de Santiago de Cuba y al litoral de Uvero.

 

Momentos previos al inicio del segundo combate de Pino del Agua. El Che y Fidel acompañados por Ango Sotomayor (extremo izquierdo) y Maracaibo (primer plano), entre otros combatientes. / Enrique Meneses, 16 de febrero de 1958.

La tropa comandada por Raúl cruzó hacia el nordeste de la provincia donde organizó el Segundo Frente Oriental Frank País, que se extendió por los municipios de Mayarí, San Luis, Alto Songo, Yateras, Sagua de Tánamo, Guantánamo, Baracoa. Ambas columnas partieron de la columna madre en los primeros días de marzo de 1958. Unas semanas después el capitán Camilo Cienfuegos recibió la orden de trasladarse con un pelotón hasta los llanos del Cauto, para operar en el triángulo Bayamo–Tunas–Holguín.

Como prueba de que esos movimientos no significaban una simple extensión de la guerra, sino el traslado de una experiencia político–militar, en los tres territorios señalados existían destacamentos guerrilleros, buena parte de ellos autorizados por el MR-26-7, por lo que la primera tarea de los recién llegados era depurar esos grupos, unificar, disciplinar y organizar a los revolucionarios para operar de acuerdo con las disposiciones de la comandancia general.

Camilo, ascendido a comandante en su nueva misión, logró los objetivos trazados y regresó a la Sierra por mandato de Fidel para participar en el rechazo de la Ofensiva de Verano, dejando el territorio debidamente organizado.

El comandante Almeida organizó su frente, regresó por orden de Fidel a la comandancia general con parte de sus tropas para participar en el rechazo de la Ofensiva de Verano y volvió a su territorio una vez cumplida su misión. En esta nueva etapa se desarrollaron combates en El Naranjo, La Aduana, El Cobre, Charco Mono y otros; hasta que el Comandante en Jefe se situó al mando de las operaciones en esa dirección luego de la victoriosa batalla de Guisa. A partir de ese momento las columnas del Tercer, Primer y Segundo frentes actuaron en la ofensiva final en estrecha cooperación bajo el mando único de Fidel.

El Tercer Frente jugó un papel de suma importancia. Su golpe principal se realizó en dirección a la capital oriental. Almeida logró en breve tiempo organizar la administración civil en el territorio y desarrollar las acciones combativas que coadyuvaron, en gran medida, a la victoria final del Ejército Rebelde.

En los meses finales de la guerra, las unidades del Segundo Frente Oriental Frank País se ubicaron en las regiones de Banes y Antilla. Por las características de esos territorios la dirección del frente desarrolló los lineamientos de la Sierra Maestra con un sentido creador y abarcador de las nuevas condiciones. Desde el punto de vista de la organización y administración civil, se estableció una estructura especial de gobierno con departamentos que atendían los requerimientos militares, la producción y las necesidades de la población.

Desde el ángulo de la organización y realización de la guerra, las columnas rebeldes se multiplicaron y realizaron en apenas nueve meses de operaciones cerca de doscientas cincuenta acciones combativas; en las que el enemigo perdió alrededor de dos mil efectivos, cientos de armas y decenas de miles de municiones de todo tipo.

El movimiento obrero y las asociaciones campesinas desplegaron un amplio programa de actividades de apoyo al Ejército Rebelde y al movimiento revolucionario; se perfilaban así ambas fuerzas sociales como la base principal de apoyo a la Revolución. El congreso campesino en armas, primero, y el congreso obrero, después, fueron organizados por los órganos correspondientes en la jefatura del Segundo Frente, se realizaron durante los meses finales de la contienda, y constituyeron una prueba inequívoca de la incorporación de las masas populares al proceso revolucionario.

El ejército perdió la guerra en la Sierra Maestra

La derrota de la Ofensiva de Verano sobre el Primer Frente José Martí de la Sierra Maestra, marcó el punto de viraje de la guerra de liberación a favor de las armas revolucionarias.

El Plan FF. (Fase Final o Fin de Fidel) consistía en el avance de las unidades de infantería, catorce batallones y siete compañías independientes, con el apoyo de la artillería, tanques, naves de la Marina y la aviación de combate, sobre la comandancia general y los destacamentos principales del Ejército Rebelde, con el interés de obligarlos a desplazarse hacia la zona costera de Pilón, donde sería mucho más factible rodearlos y aniquilarlos.1

Fidel interpretó la idea de maniobra del ejército enemigo e indicó una defensa elástica, imponiendo un alto precio en su avance hacia la profundidad, y cuando los soldados mostraran cansancio y agotamiento, y sus líneas de abastecimientos se hubiesen alargado extraordinariamente, propinar un golpe demoledor y pasar a la contraofensiva. Las disposiciones previas de Fidel fueron las siguientes:

Primero: La resistencia organizada.

Segundo: Desangrar y agotar al ejército adversario.

Tercero: La conjugación de elementos y armas suficientes para lanzarse a la ofensiva, apenas el enemigo comenzara a flaquear.

Los objetivos fundamentales eran:

Primero: Disponer de un territorio básico donde funcionara la organización, los hospitales, los talleres, etcétera.

Segundo: Mantener en el aire la emisora Radio Rebelde, que se había convertido en factor de primerísima importancia.

Tercero: Ofrecer una resistencia cada vez mayor al enemigo, a medida que los rebeldes se concentraran y ocuparan los puntos más estratégicos para lanzase al contraataque.2

Para organizar la defensa de la Sierra, en una extensión de unos treinta kilómetros cuadrados alrededor de la comandancia, Fidel ordenó la concentración secreta de las columnas de Almeida, Camilo, Ramiro y parte de la de Crescencio Pérez. Dispuso la centralización de minas, municiones y otros recursos de guerra, orientó al campesinado abastecer de alimentos a las fuerzas rebeldes en las distintas direcciones donde combatían y el traslado, desde los latifundios del llano, de cientos de cabezas de ganado vacuno para alimentar a los combatientes y a las familias campesinas. Por último, dirigió la preparación ingeniera del terreno utilizando a cientos de reclutas de la escuela de Minas del Frío, cuyas reservas de combate quedaron constituidas con este personal.

El 25 de mayo de 1958, comenzó el avance de los batallones sobre el bastión del Primer Frente José Martí, que chocaron con la resistencia metódica y escalonada de las pequeñas escuadras y pelotones rebeldes atrincherados convenientemente en los itinerarios. El mando del ejército reportó entonces:

Aprovechando el terreno el enemigo ha pasado de la guerra de guerrillas, a la guerra de posiciones, atrincherándose con un sistema de defensa escalonado para varios hombres, sobre todo en los estribos o subidas posibles al firme de la Sierra Maestra, minando los caminos habituales, construyendo numerosos refugios antiaéreos.3

Tal como previó la jefatura rebelde, el avance de los batallones durante el primer mes de ofensiva se fue haciendo cada día más lento hasta detenerse por completo. El propio general Cantillo Porras, jefe de Operaciones, así lo comprendió: «Nuestra ofensiva, como un resorte que se extiende fue perdiendo impulso a medida que llegaba al final hasta el actual impase».4

El momento para el primer golpe anonadante había llegado. A fines de junio se produjo la primera batalla de Santo Domingo, en la cual los pelotones rebeldes derrotaron a las tropas del coronel Sánchez Mosquera, quien perdió más de ochenta soldados, sesenta y siete armas de guerra y dieciséis mil proyectiles.5 Con ese armamento se equiparon reclutas de la reserva y reforzaron los pelotones que combatían, para de inmediato comenzar la contraofensiva sobre las tropas acantonadas en el Jigüe y demás posiciones alcanzadas por el enemigo dentro de la Sierra Maestra.

Luego de setenta y seis días de intenso batallar, durante las cuales se libraron seis batallas y más de treinta combates de importancia que le causaron al ejército enemigo más de mil bajas, entre ellas cuatrocientos treintaitrés prisioneros y la ocupación de quinientas siete armas de guerra, el resto de los batallones se retiraron derrotados del lomerío. El Comandante en Jefe concluyó que el ejército había perdido la guerra en su descalabro en la Sierra Maestra.

Un ejército pierde la guerra, cuando sus mejores tropas de operaciones son derrotadas,6 expresó años después refiriéndose a los resulta dos de la

Ofensiva de Verano.

La comandancia general del Ejército Rebelde introdujo un plan estratégico con el objetivo de explotar el éxito y propinar la derrota definitiva a los defensores del régimen en todo el territorio nacional.

El comandante Guevara describió la nueva situación de la forma siguiente: «El ejército batistiano salió con su espina dorsal rota de esta postrera ofensiva sobre la Sierra Maestra, pero aún no estaba vencido. La lucha debía continuar. Se estableció entonces la estrategia final, atacando por tres puntos: Santiago de Cuba, sometido a un cerco elástico; Las Villas a donde debía marchar yo, y Pinar del Río, en el otro extremo de la isla, a donde debía marchar Camilo Cienfuegos, ahora comandante de la columna 2 (…)».7

Desprendidas de la columna madre, partieron las siguientes columnas hacia los territorios asignados:

Reforzamiento del Tercer Frente con dos nuevas columnas: la no. 10 René Ramos Latour y la no. 9 Antonio Guiteras.

Creación del Cuarto Frente Simón Bolívar, en los llanos de Holguín, Tunas y los límites con la provincia de Camagüey, para el cual se enviaron tres nuevas columnas: la no. 12 Simón Bolívar, la 14 Juan Manuel Márquez y la 32 José Antonio Echeverría.

Creación del Frente de Camagüey, hacia donde se trasladó la Columna no. 11 Cándido González. Cuando esta sufrió un verdadero desastre en la emboscada de Pino 3, se envió la Columna no. 13 Ignacio Agramonte.

La reorganización de la Columna no. 8 Ciro Redondo con el comandante Ernesto Che Guevara como jefe para llegar hasta la provincia central de Las Villas.

La reorganización de la Columna no. 2 Antonio Maceo, dirigida por Camilo, con la misión de llegar hasta Pinar del Río, provincia donde el comandante Dermidio Escalona, combatiente de la Sierra Maestra, organizaba las guerrillas de la región por mandato del jefe del Ejército Rebelde.

«Las columnas rebeldes —enfatizó Fidel— avanzarán en todas direcciones hacia el resto del territorio nacional sin que nada ni nadie las pueda detener».8 A fines del mes de agosto comenzó a ejecutarse el plan y, a mediados de octubre, con la llegada de las columnas invasoras de Camilo y el Che a Las Villas, todas estaban en disposición de cumplir las misiones asignadas para la batalla final. Camilo recibió la orden de no continuar de inmediato su avance hacia occidente y de esta forma ayudar al Che a resolver la complicada situación política que se encontró con el grupo dirigente del llamado Segundo Frente Nacional del Escambray.

El Jefe de la Revolución en carta al comandante Almeida con fecha 8 de octubre, puntualizó:

El plan de tomar primero a Santiago de Cuba lo estoy sustituyendo por el plan de tomar la provincia. La toma de Santiago y otras ciudades resultaría así mucho más fácil, y sobre todo podrán ser sostenidas. Primero nos apoderaremos del campo; dentro de 12 días aproximadamente todos los municipios estarán invadidos; después nos apoderaremos y si es posible destruiremos las vías de comunicación por tierra, carreteras y ferrocarril.

Si paralelamente progresan las operaciones en Las Villas y Camagüey, la tiranía puede sufrir en la provincia un desastre completo como el que sufrió en la Sierra Maestra.9

El 13 de noviembre el Comandante en Jefe emitió las indicaciones para la batalla final contra el ejército del régimen opresor. Para ese momento, las disposiciones fueron dirigidas a los frentes de combate, es decir, la Revolución había alcanzado un nivel superior de estructura y organización del mando de las tropas. Las órdenes y disposiciones partieron de la comandancia general del Ejército Rebelde hacia las jefaturas de los frentes y estas las bajaban, de manera dosificada, a los jefes de columnas subordinados.

El plan de Fidel para la batalla definitiva consistía en tomar la provincia de Oriente como dirección del golpe principal, para lo cual contaba con las fuerzas del Primer, Segundo y Tercer frentes en la ofensiva, en dirección a Santiago de Cuba, más las fuerzas del Cuarto, que atacarían las guarniciones correspondientes y cerrarían la provincia por sus límites con Camagüey. Las fuerzas rebeldes del territorio agramontino debían continuar el hostigamiento a las unidades enemigas y evitar refuerzos hacia Oriente. A las tropas rebeldes comandadas por Camilo y el Che se les dio la misión de cortar la isla en dos por su mismo centro evitando el tráfico de occidente a oriente y atacar las guarniciones enemigas.10

 

1 Plan FF, Expediente 1 SM de la zona/operaciones, archivo del Instituto de Historia de Cuba (IHC).

2 Fidel Castro Ruz: «Informe sobre la ofensiva», archivo del IHC.

3 Informe del alto mando militar, archivo IHC.

4 Informe del jefe de la zona/operaciones, archivo IHC.

5 Parte de la comandancia general del Ejército Rebelde, archivo

IHC.

6 Fidel Castro Ruz: «Encuentro con vanguardias de las FAR», Verde Olivo (especial), La Habana, 31 de diciembre de 1978.

7 Ernesto Che Guevara: Obras 1975-1967, t. 1 «La ofensiva final. La batalla de Santa Clara», p. 400, Ed. Casa de las Américas, colección Nuestra América, La Habana, 1970.

8 Fidel Castro Ruz, Documento en archivo del IHC.

9 Fondo Fidel Castro Ruz, Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.

10 Documento en archivo del IHC.