Un amor eterno a la patria
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Profundamente emocionado Alex López reconoce que un día partió de Cuba, prácticamente obligado por sus padres siendo un adolescente, pero jamás ha sentido que su Isla caribeña ha salido de su pensamiento y en correspondencia a ello se ha conducido en la vida, en sus 69 años.
Su memoria registra el 4 de julio de 1962, día en que tomó el vuelo 422 de la Pan American Airways de las 11:45 de la mañana. Al subir las escalerillas del avión tuvo la intención de regresar y retrocedió varios escalones de espalda porque su madre le advirtió que no mirara atrás cuando partiera.
Califica ese viaje de espantoso y resultaron los 45 minutos más tristes de su vida, su llanto no tuvo consuelo. Al alejarse el pájaro de acero, como él calificó a aquella nave aérea, vio primero a las palmas reales muy pequeña, luego vino el mar y por último un país desconocido totalmente: Estados Unidos.
Junto a él viajaron otros 10 niños, todos sin sus familiares más cercanos, y en ese momento aún no sabían que ellos eran víctimas de la Operación Peter Pan, una insólita oleada migratoria movida por los resortes de la tergiversación, y la mentira, creada como uno de los métodos para destruir a la Revolución cubana, que sacó del país a más de 14 000 infantes.
Terribles resultaron los primeros tiempos, al vivir en campamentos con casas de lonas del ejército, entre muchachos mayores que él, quienes practicaban todo tipo de abusos. A sus protectores, curas y monjas de la iglesia católica, les resultó difícil controlar a los más de 500 adolescentes entre 12 y 18 años que allí llegaron, por tanto, existió desde la agresión física hasta la violación sexual, incluso practicada hasta por los propios sacerdotes.
Esas historias, le acentuó más su amor hacia su Patria y al concluir la carrera de licenciatura en turismo, creó la compañía Interplanner Travels y se dedicó a promover viajes de grupos entre Estados Unidos y los países socialistas de Europa del Este. Al visitar esas naciones europeas estrechó vínculos con las Casas de la Amistad con Cuba, donde compró libros, música y leía noticias sobre la Revolución.
—¿Cómo surgió el primer viaje realizado a la Mayor de las Antillas?
—Por la relación con el bloque de países socialistas, la misión de Cuba en Naciones Unidas se interesa por mi trabajo durante el gobierno del presidente Jimmy Carter (1977 a 1981), quien flexibilizó medianamente la posibilidad de viajar a la Isla caribeña. Dialogué con los diplomáticos cubanos sobre la posibilidad de abrir el turismo con Cuba. Siempre estuvo entre mis planes volver, pero nunca creí que lo haría invitado precisamente por el gobierno revolucionario.
«Los vuelos directos estaban prohibidos y lo hicimos a través de Canadá en 1978. Ese primer grupo estuvo integrado por profesores y trabajadores de la Universidad de Mártires de Keith.
«Para mi sorpresa, en ese viaje conocí al líder Fidel Castro. Él nos visitó en el Hotel Riviera. Yo conversaba con mis turistas en la entrada principal porque esperábamos el bus. De repente veo que parte del grupo cambia de actitud, abren los ojos inmensamente y ponen una expresión de asombro. Pensé que había dicho algo incorrecto en idioma inglés, pero siento que alguien me toca en el hombro y cuando me viro, yo también quedé asombrado y sin palabras.
Fidel nos saludó coloquialmente y dijo que lo llamara simplemente por su nombre, como un amigo. Se interesó en conocer si esos académicos se sentían bien en Cuba y si se ejecutaba el programa turístico sin dificultad. Nunca tuve problema alguno ni con ese grupo, ni con otro que haya traído».
—Ese tipo de turismo especializado debe sortear obstáculos de acuerdo con los gobiernos de la Casa Blanca ¿Cuáles han sido los fundamentales?
—Uno de los obstáculos más notorios, estuvo en la etapa de la presidencia de Ronald Reegan (1981 a 1989). Se me ordenó cerrar mi oficina en New York y en Washington en menos de 24 horas. Debimos acabar con un sistema empresarial ya articulado.
«Por suerte mantuvimos los contactos y cuando ocurrió un cambio en la Casa Blanca con la administración de George H.W. Bush (padre), pudimos restablecer el intercambio, pero con muchas más restricciones que las iniciales. «Siempre constituyó un gran problema realizar las transferencias bancarias hacia Cuba y constituye un desgaste para cualquiera que desee trabajar.
Ahora con la administración de Donald Trump nos resulta casi imposible que un banco acepte realizar un traslado de fondos. A ello se agrega que los turistas reciben una alerta de viaje emitido por el Departamento del Tesoro diciendo que Cuba es un país inseguro, por tanto, de ocurrir algún accidente o enfermedad, ninguna empresa de seguro se hace cargo.
«Por ese motivo, en el año 2017 tuvimos unas 30 cancelaciones de grupos, porque nadie quiere viajar a un lugar supuestamente peligroso, más cuando lo dice una institución gubernamental. Ellos se escudan en el argumento de los supuestos ataques acústicos. Te aseguro que de existir yo estuviera sordo y pienso que aquí sólo se escucha la música en vivo de las orquestas.
«En realidad, el presidente responde a los intereses de un grupúsculo de cubanos residentes en la Florida que han creado un tipo de mafia, que enriquecen sus fortunas personales poniendo barreras a las relaciones bilaterales. Viven de ese negocio, porque son millones de dólares para financiar campañas en contra de la Revolución cubana que no surten efectos.
«Nunca pensé presenciar la visita de un presidente norteamericano a Cuba y lo vi con Barack Obama. Él reconoció que la política de bloqueo económico no alcanzó el efecto deseado en cuanto a derrocar a la Revolución, por tanto buscó otras estrategias.
«Sus diálogos bilaterales no lo hizo por bondad o por enamoramiento de Cuba. Su táctica consistió en crear una atmósfera de acercamiento y de poder conversar directamente entre los dos gobiernos. Quizás hubiésemos podido lograr un normal intercambio con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas, pero la actual administración desmantela todo lo alcanzado. El diferendo entre Cuba y Estados Unidos no va a tener solución porque allá hay una obsesión de controlar y colonizar a Cuba, tal como ocurre con Puerto Rico. Lo veo como un enamoramiento fatal en que el blanco yanqui quiere poseer a la fuerza a la mulata cubana.
—¿Cómo realizas el trabajo de propaganda en aquel medio hostil para coordinar grupos que quieran venir a Cuba?
—Sorteando obstáculos y adecuándonos a las circunstancias. Dedico muchas horas de mi vida a conversar y dialogar con las personas. Me introduzco en las asociaciones de profesionales, en las universidades y otras organizaciones para atraerlos. Nos manejamos a través de internet y utilizamos la experiencia de aquellos que han visitado Cuba porque ellos siempre quedan sorprendidos.
«Muchas personas vienen con el terror infundado acerca del comunismo. Me han expresado criterios absurdos como que serán vigilados y observados constantemente por espías. Creen que no hay libertad para recorrer las calles. «Les explico que este es un territorio que funciona con un sistema socialista, muy diferente a otros gobiernos en el mundo. Al regresar siempre expresan no haberse imaginado a Cuba como un país seguro y sin peligro alguno. Ellos regresan emocionados y reconocen la existencia de un pueblo educado e informado, que saben dirimir los problemas entre los gobiernos. Ese puente amistoso es el que uno trabaja diariamente».
—¿Por qué el amor por Cuba ha sido una constante en tu actuar?
—Mis padres biológicos siempre me advirtieron que nunca debía ser traidor. Pienso que cuando me marché de Cuba, la familia creyó en un pronto regreso y fueron cinco años de separación. Sentí que me quitaron mi infancia. Me prometí regresar y recuperar lo que se me quitó porque yo no lo abandoné.
Nací en Matanzas y siempre que visito mi escuela primaria, recuerdo el acto del matutino en que los niños saludan a la bandera frente al busto de José Martí. Esa imagen de hacer la fila tomando una distancia con el brazo derecho y luego cantar el Himno Nacional de Cuba, jamás he podido olvidarla.
«La vida del emigrante resulta difícil. En mi caso, no siento que pertenezco completamente a un lado o al otro. Estoy en ese medio que se identifica como cubano guion americano, que no es una nacionalidad. No me considero un cubano-americano, ni un cubano ciudadano de Estados Unidos. Pienso que mi vida ha estado en esa pleca larga y que nunca termina. Vivo ahí, ni en un lado ni en el otro.
«El pueblo de ese país me aceptó. Me ayudó y me adoptó una familia que me salvó. Hoy los traigo por primera vez. Siempre recuerdo las palabras de Fidel en una conversación con uno de mis grupos. Nos dijo que, aunque no estuviéramos presente, aquí está nuestra casa y nuestra almohada».
La familia Mulvihill, residente en New Jersey, contó a Granma Internacional acerca de cómo acogieron a Alex López hasta que ocurrió el reencuentro con sus padres biológicos.
Kathlen, la esposa, relató que en aquel momento su esposo trabajaba en una escuela como profesor de Ciencias y contaba acerca de un niño cubano muy inteligente y cariñoso. Luego los visitó una trabajadora social y les habló del proceso de adopción. Pensaron que tenían poco espacio en una casa con sólo dos cuartos, uno para ellos y otros para dos hijas menores que ya habían nacido. Con posterioridad se mudaron y nacieron dos hijas más.
Esa trabajadora social estadounidense miró el sofá de la sala y les dijo que estaba perfecto para recibir a Alex. Su esposo contaba con 24 años y ella con 23, por lo cual aceptaron el desafío de adoptar a un niño. Resultó una experiencia muy positiva.
El padre, Michael, destacó que lo motivó a tomar esa decisión al pensar lo difícil que sería para los padres biológicos enviar a su hijo a otro país. Alex se convirtió rápidamente en el varón que nunca nació y resultó ser un integrante muy necesario en la casa.
Ambos reconocen que Alex aportó felicidad, ayudó con el cuidado de las bebés y las apoyó con sus deberes escolares. Alex les enseñó cómo comer frijoles, tostones de plátanos, y otras recetas cubanas. Cuando sus padres biológicos, Osvaldo y Victoria, llegaron a Estados Unidos, vivieron muy cerca de su casa, se hicieron amigos y tuvieron la oportunidad de continuar saboreando la comida cubana.
por primera vez a Cuba porque querían conocer la Isla que Alex le contó en las historias familiares. Quisieron visitar el lugar dónde nació y estudió. Se han quedado sorprendidos por el contacto experimentado con los cubanos. Ella es enfermera, su hija y nieta también eligieron esa profesión, y elogió los cuidados que se le brinda a la mujer embarazada en la Isla caribeña.
Él, dijo admirar el sistema cubano de educación y le asombra los resultados positivos en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Cuando se les preguntó de una segunda visita al país, ambos, a coro, respondieron afirmativamente.
La Operación Peter Pan se gestó a finales del año 1960 por el gobierno de Estados Unidos, como otra forma de destruir la Revolución triunfante en 1959. Entre sus principales gestores estuvo James Baker y el sacerdote Bryan O. Walsh. Tal vez no haya estado tan mal pensado el nombre de Peter Pan, que obedece a la identificación de Miami en el operativo como Never, never land: La Tierra del Nunca Jamás.
Las maniobras de estos señores estadounidenses propiciaron la salida de más de 14 000 niños sin sus padres entre diciembre de 1960 y octubre de 1962, a través de una falsa ley donde constaba que el Gobierno revolucionario ejercería la patria potestad sobre los menores.
Una gran campaña mediática a través de radioemisoras, principalmente Radio Swan —emisora contrarrevolucionaria de los servicios de inteligencia estadounidenses que penetraba el espacio radiofónico cubano—, divulgó la alarma que haría diana en las madres al propalar, desde el 26 de octubre de 1960, un llamado que las conminaba a no dejarse arrebatar a sus hijos.
En Cuba, un agente cubano de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos (José Pujals Mederos) elaboró la falsa ley y la introdujo en nuestro país, auxiliado por el agente de la CIA Ramón Grau Alsina, sobrino del expresidente de la seudorrepública Ramón Graú San Martín. Este equipo confeccionó pasaportes y visas falsas a través del terrible Programa para Niños Refugiados Cubanos Sin Acompañantes, que sirvió de marco legal para la presencia de los menores.
La reunificación familiar resultó una larga espera para muchos de los niños, quienes padecieron de traumas y desgarramientos físicos y sicológicos en campamentos improvisados con muy poca atención pedagógica. Analistas señalan que la idea de los padres no era exactamente reunirse con los niños en Estados Unidos, sino en la Isla, una vez que se hubiera depuesto al Gobierno Revolucionario.