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La defensa de la humanidad y la naturaleza en el pensamiento estratégico de Fidel

Fidel Castro en la provincia de Pinar del Río, 2003. Foto: Estudios Revolución / Sitio Fidel Soldado de las Ideas.
Fidel Castro en la provincia de Pinar del Río, 2003. Foto: Estudios Revolución / Sitio Fidel Soldado de las Ideas.

La defensa de la humanidad y de la naturaleza están presentes -aunque desde temporalidades diferentes ambas problemáticas recién van confluyendo en la última década del siglo XX-, en el pensamiento estratégico de Fidel Castro.

 

La cuestión de la humanidad –sus orígenes, situación en el siglo XXI y perspectivas- desempeña un papel central en el líder de la revolución cubana y de los países del Tercer Mundo a partir de dos puntos de partida: el primero, del legado de José Martí –el autor intelectual de la revolución de la mayor de las Antillas-, quien dejó plenamente instalado con su ejemplo el concepto teórico-práctico de que “Patria es humanidad”. El segundo, es más bien marxista, pues la superación del capitalismo como orden social legitimador de las relaciones de dominio/subordinación pasa por la emancipación humana de las condiciones de la pre-historia.  En realidad, como lo han señalado estudiosos de la revolución cubana, le corresponde a Fidel Castro ser el gran autor de la articulación emancipadora de los pensamientos de Martí y Marx, en lo que ciertamente es una de las vetas todavía no plenamente estudiadas de la construcción del socialismo latinoamericano.

 

Una lectura de las intervenciones, escritos y reflexiones de Fidel Castro nos conducen a identificar que es su preocupación por los problemas del hombre (léase humanidad) lo que lo impulsa a la firme convicción de liderar la organización, desarrollo y conducción de la revolución cubana, cuyo triunfo abre el 1 de enero de 1959 el inicio de la tercera ola emancipadora de América Latina y el Caribe[1].

 

Marxista como fue hasta su muerte, Fidel no ignoraba que la división de la sociedad en clases sociales encontraba su génesis, entre otras causas, en la separación del hombre (léase también mujer) de los medios de producción. El líder revolucionario sabía bien que la relación ser humano/naturaleza es el rasgo central del largo periodo que precedió a la aparición de diversos órdenes sociales basados en la concentración de la producción y de la riqueza para beneficio de pocos en desmedro de la mayoría.

 

Pero, no es sino hasta la década de los 90, cuando el entonces máximo conductor de la revolución cubana va adquiriendo la conciencia de los peligros que acechaban a la especie humana. “Los peligros para el medio ambiente y la especie humana era un tema en el que venía meditando durante años. Lo que no imaginé nunca era la inminencia del riesgo”, aseveró en las “Reflexiones del Comandante en Jefe” el 22 de mayo de 2007 bajo el título “Nadie quiere agarrar al toro por los cuernos”.

 

Y de reflexionar sobre los peligros que acechan al planeta por el cambio climático a partir de la década de los 90, pero con mayor frecuencia y rigurosidad recién a principios del siglo XXI, no se le puede criticar a Fidel Castro, como de la misma manera sería injusto que Marx reprochara a Aristóteles, a quien consideraba el filósofo más luminoso de la antigüedad, por no haber descubierto los aspectos ocultos de la Ley del valor.

 

Vayamos por partes. Desde una perspectiva solo de la humanidad, en el pensamiento estratégico de Fidel Castro se encuentran desde antes y después del triunfo de la revolución cubana varias reflexiones teóricas que tienen como común denominador su apuesta por una superación radical del orden social vigente, nacional, regional y mundial, que hace posible la situación colonial, dependiente y atrasada de los países y los pueblos del Tercer Mundo.

 

En esa dirección es célebre la intervención de Fidel el 12 de octubre de 1979, en el XXXIV Período de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, cuando a nombre de 95 países del Movimiento de los Países No Alineados, cuya sexta conferencia se había llevado poco antes en La Habana, cuestionó el orden mundial que se fundamentaba en el despilfarro, el saqueo de los recursos naturales de los países del Tercer Mundo y la amenaza permanente del uso de la guerra.

 

En la parte final de su intervención expresó lo siguiente a manera de síntesis:

 

    “No he venido aquí como profeta de la revolución; no he venido a pedir o desear que el mundo se convulsione violentamente. Hemos venido a hablar de paz y colaboración entre los pueblos, y hemos venido a advertir que si no resolvemos pacífica y sabiamente las injusticias y desigualdades actuales el futuro será apocalíptico.

 

    “El ruido de las armas, del lenguaje amenazante, de la prepotencia en la escena internacional debe cesar. Basta ya de la ilusión de que los problemas del mundo se puedan resolver con armas nucleares. Las bombas podrán matar a los hambrientos, a los enfermos, a los ignorantes, pero no pueden matar el hambre, las enfermedades, la ignorancia. No pueden tampoco matar la justa rebeldía de los pueblos y en el holocausto morirán también los ricos, que son los que más tienen que perder en este mundo.

 

    “Digamos adiós a las armas y consagrémonos civilizadamente a los problemas más agobiantes de nuestra era. Esa es la responsabilidad y el deber más sagrado de todos los estadistas del mundo. Esa es, además, la premisa indispensable de la supervivencia humana”.  

 

De esta intervención, calificada de histórica por los estudiosos, y de otras en el curso de su vida se identifican cuatro aspectos que siempre estarían en el pensamiento estratégico de Fidel:

 

Primero, la lucha por sentar las premisas fundamentales para garantizar la supervivencia de la especie humana.  Todas sus intervenciones y reflexiones de toda su vida siempre colocaron a ser humano en el centro de su pensamiento.

 

Fidel no cesó en advertir los diversos grados de afectación al ser humano que implicaba el desarrollo del capitalismo, el accionar impune del imperialismo y el riesgo de que hechos económicos y políticos producidos por el hombre estén poniendo en duda la propia supervivencia humana. Nos estamos refiriendo a la concentración de la riqueza en pocas manos, la colonización y neocolonización de pueblos sobre la base de políticas de genocidio, la segregación racial, la conversión de alimentos en combustible, la construcción de plagas y enfermedades en laboratorios para agredir pueblos, la carrera armamentista y nuclear, y la manipulación del medio ambiente.

 

Segundo, la demanda de un orden internacional justo que saque de su condición de pobreza a decenas de millones de seres humanos que están condenados a morir cada año por hambre y por enfermedades curables, así como condenados al analfabetismo.

 

La lucha contra el orden internacional injusto estuvo presente en Fidel antes y después del triunfo de la revolución. Ahí está una de las manifestaciones de su internacionalismo. Sin embargo, adquirió particular importancia su llamado a inicios de la década de los 80 a la cancelación o condonación de la deuda externa y a cambiar los términos de intercambio comercial desfavorables para los países del Tercer Mundo. “Esta deuda no solo es impagable, sino que ya, además, es una deuda incobrable”, afirmó el líder cubano en una reunión de mujeres latinoamericanas[2].

 

La apuesta por cambiar las relaciones económicas y políticas internacionales a favor de los pueblos y de una paz duradera encontró mayor fuerza y conciencia en América Latina en la mitad de la última década del siglo XX y principios del siglo XXI, cuando los comandantes Fidel Castro, de Cuba, y Hugo Chávez, de Venezuela, sintetizarían en sus formulaciones teóricas y acciones histórico-concretas la resistencia de los pueblos al proyecto anexionista del ALCA e impulsaran el nacimiento del ALBA en aquella tarde del 14 de diciembre de 2014..

 

Tercero, la lucha por la paz, regional y mundial, y la colaboración de los pueblos. El objetivo acabar con las guerras y la amenaza nuclear que proliferó al terminar la Segunda Guerra Mundial por impulso de los Estados Unidos y la incapacidad de la Organización de las Naciones Unidas para sentar las bases políticas e institucionales que desestimulen la guerra.

 

Una rápida indagación de las causas de esta irrenunciable posición se encuentran en la huella profunda que le dejó el bombardeo atómico de Estados Unidos a las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en 1945, “asesinando e irradiando con horribles y duraderos efectos a cientos de miles de hombres, mujeres y niños, en un país que ya estaba militarmente vencido”[3]. Pero también,  en dos momentos que los calificó como dramáticos para la revolución cubana: el primero, en octubre de 1962 cuando se produjo la denominada crisis de los misiles y que puso a la humanidad “al borde del holocausto nuclear” y “a mediados de 1987, cuando nuestras fuerzas se enfrentaban a las tropas racistas sudafricanas, dotadas con las armas nucleares que los israelitas les ayudaron a crear”[4].

 

En varias de sus intervenciones como Presidente de Cuba y luego en sus reflexiones, el líder revolucionario observaba de cómo al finalizar la segunda guerra mundial Estados Unidos era el único país que poseía el arma nuclear, en 1957 se llegaba a tres con la incorporación de Francia y Gran Bretaña -armadas por los estadounidenses- y al 2011 se alcanzaba a ocho, de los cuales cinco eran miembros del Consejo de Seguridad de la ONU (EEUU, Rusia, Reino Unido, Francia y China). Los otros tres: India, Pakistán e Israel. Este último, para Fidel Castro, era “instrumento del imperialismo y el colonialismo en esa región del Medio Oriente” que si bien “nunca ha reconocido su carácter de país nuclear” se estima “posee entre 200 y 500 armas de ese tipo”[5]

 

De ahí que advirtiera, basado en el estudio de un científico norteamericano,  que bastaría el estallido de 100 armas nucleares para poner fin a la existencia humana. Esto lo llevó a decir sin vueltas que “ningún país del mundo debe poseer armas nucleares, y que esa energía debe ponerse al servicio de la especie humana”.

 

En cuanto a la colaboración entre los pueblos, incansable ha sido Fidel Castro en concebir, promover o respaldar toda iniciativa que forjara la integración o unidad política de los pueblos. Ahí está su respaldo al Movimiento de los Países No Alineados y a la conformación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que en su II Cumbre realizada en La Habana, en enero de 2014, aprobó declarar América Latina como territorio de paz.

 

Cuarto, el peligro de la desaparición de la naturaleza y, por tanto, del planeta. Una de las intervenciones, también célebre, es la que Fidel hizo en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo el 12 de junio de 1992, denominada también Cumbre Mundial de la Tierra.  En esa oportunidad, el jefe de Estado sostuvo:

 

    “Es necesario señalar que las sociedades de consumo son las responsable fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente. Ellas nacieron de las antiguas metrópolis coloniales y de políticas imperiales que, a su vez, engendraron el atraso y la pobreza que hoy azotan a la inmensa mayoría de la humanidad. Con solo 20 % de la población mundial, ellas consumen las dos terceras partes de los metales y las tres cuartas partes de la energía que se produce en el mundo. Han envenenado los mares y ríos, han contaminado el aire, han debilitado y perforado la capa de ozono, han saturado la atmósfera de gases que alteran las condiciones climáticas con efectos catastróficos que ya empezamos a padecer. Los bosques desaparecen, los desiertos se extienden, miles de millones de toneladas de tierra fértil van a parar cada año al mar.

 

    “Numerosas especies se extinguen. La presión poblacional y la pobreza conducen a esfuerzos desesperados para sobrevivir aun a costa de la naturaleza. No es posible culpar de esto a los países del Tercer Mundo, colonias ayer, naciones explotadas y saqueadas hoy por un orden económico mundial injusto”.

 

     Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro (…) No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente. Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo (…) Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre.

 

Cerca de dos décadas después, en una de sus reflexiones escritas, Fidel al destacar que el rasgo central en la Isla hace cinco siglos -común a toda la América-, era la relación de equilibrio entre el ser humano y la naturaleza[6], hizo referencia a dos grandes nuevas amenazas para la especie humana: al cambio climático y la crisis de alimentos.

 

“Los problemas han tomado cuerpo ahora de súbito, a través de fenómenos que se están repitiendo en todos los continentes: calores, incendios de bosques, pérdidas de cosechas en Rusia, con numerosas víctimas; cambio climático en China, lluvias excesivas o sequías; pérdidas progresivas de las reservas de agua en el Himalaya, que amenazan India, China, Pakistán y otros países; lluvias excesivas en Australia, que inundaron casi un millón de kilómetros cuadrados: olas de frío insólitas y extemporáneas en Europa, con afectaciones considerables en la agricultura; sequías en Canadá; olas inusuales de frío en ese país y en Estados Unidos; lluvias sin precedentes en Colombia, que afectaron a millones de hectáreas cultivables; precipitaciones nunca vistas en Venezuela; catástrofes por lluvias excesivas en las grandes ciudades de Brasil y sequías en el sur”, describió Fidel con fina pluma la situación real derivada de los desequilibrios ecológicos provocados por la racional irracionalidad del desarrollo capitalista.

 

Y en la misma reflexión quedaría sellada en dos líneas algo que, de distintas formas, ha estado presente en todos los escritos de Fidel Castro hasta el final de sus días: “Prácticamente no existe región en el mundo donde tales hechos no hayan tenido lugar”[7].

 

La fijación de Fidel en el tema, como se puede apreciar, se remonta a la década de los 90, pero es desde el inicio del siglo XXI que va cobrando mayor fuerza en todas sus reflexiones. Esto se debe a varias razones: la decisión del presidente estadounidense George Bush de llevar adelante “la idea siniestra” de emplear los alimentos como materia prima en la fabricación de biocombustible, una iniciativa a la que se sumaría Europa; el incremento del precio de los alimentos que, obviamente, afecta a la inmensa mayor parte de la población mundial y el deterioro, como se ha señalado, de las condiciones materiales para el desarrollo de la agricultura.

 

Fueron varias las reflexiones de Fidel sobre el carácter nocivo para el ser humano y la naturaleza de la decisión de convertir los alimentos en combustible. Y para ellos hacía referencia a informes oficiales de las propias Naciones Unidas y a estudios de especialistas en el tema.  El 30 de abril de 2007, el estadista cubano, no sin antes criticar la decisión del presidente brasileño Ignacio Lula de producir combustible en base a los alimentos, desnudó una lacerante realidad: “Estados Unidos, Europa y demás países industrializados se ahorrarían más de ciento cuarenta mil millones de dólares cada año, sin preocuparse de las condiciones climáticas y de hambre, que afectarían en primer lugar a los países del Tercer Mundo. Siempre les quedaría dinero para el biocombustible y adquirir a cualquier precio los pocos alimentos disponibles en el mercado mundial”[8].

 

Su pensamiento crítico lo condujo siempre a levantar banderas de la defensa de la humanidad, primero, y de la naturaleza, después, con independencia del color político e ideológico que abrazaran los seres humanos. Jamás desestimó otros espacios y puntos de probables acuerdos entre diferentes para salvar a la especie humana de su segura extinción.

 

Y para eso, tampoco puso en duda un minuto, de que la batalla de las ideas –como forjadora de conciencia- era y es el arma más importante para la construcción de ese “otro mundo es posible”.

 

* Versión resumida de un artículo publicado por el Centro de Investigación de la Política Internacional (CIPI) de Cuba, este 23 de noviembre.

 

Notas:

 

[1] La primera ola es la resistencia a la colonización europea, la segunda son las gestas independentistas que incluyen a la llamada Revolución Negra en Haití y la tercera la que se inaugura con la revolución cubana. Léase también América Latina: la Tercera Ola Emancipadora, Hugo Moldiz, Oceansur, 2010.

 

[2] Fidel Castro, Esta deuda no solo es impagable, sino que ya, además es una deuda incobrable. Editora Política, La Habana, 1985. P 10

 

[3] Reflexiones, Fidel Castro Ruz. La Paz mundial pende de un hilo. Oficina de publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2013, Tomo 5, p. 510.

 

[4] Reflexiones, Fidel Castro Ruz. Cinismo genocida, primera parte, 12 de noviembre de 2011. Oficina de publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2013, Tomo 5, p. 481

 

[5] Reflexiones, Fidel Castro Ruz. Cinismo genocida, segunda parte y final, 13 de noviembre de 2011. Oficina de publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2013, Tomo 5, p. 487

 

[6] Reflexiones, Fidel Castro Ruz. Es hora ya de hacer algo. 19 de enero de 2011. Oficina de publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2013, Tomo 5, p. 45.

 

[7] Reflexiones, Fidel Castro Ruz. Es hora ya de hacer algo. 19 de enero de 2011. Oficina de publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2013, Tomo 5, p. 53

 

[8] Reflexiones de Fidel. Lo que se impone es una revolución energética. 30 de abril de 2007. Oficina de publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2013, Tomo 1, p. 50.

 

Fonte: 

Cubadebate

Data: 

30/11/2017