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10 de marzo de 1952: “Sus votos son los fusiles”

Con dignidad y valentía, el joven abogado Fidel Castro Ruz denunció la verdadera esencia del cuartelazo que implantó una dictadura reaccionaria y proimperialista.
Con dignidad y valentía, el joven abogado Fidel Castro Ruz denunció la verdadera esencia del cuartelazo que implantó una dictadura reaccionaria y proimperialista.

Data: 

10/03/2017

Fonte: 

Periódico Trabajadores

Autor: 

 

Los habaneros  dejaban atrás el  tercer domingo de carnavales.  Comenzaba  la madrugada del lunes 10 de marzo de 1952 cuando  una caravana de autos se dirigía desde una finca al oeste de la capital hacia el Campamento Militar de Columbia,  hoy Ciudad Escolar Libertad.
 

En breves horas Fulgencio Batista se adueñó del poder secundado
por una camarilla de militares en activo y fuera de servicio.

“El jefe indio en su puesto.” era  la señal acordada. A la hora prevista,  Fulgencio Batista irrumpió sin contratiempos  por una de las postas del otrora  centro del poder   castrense  en Cuba  acompañado de militares en activo y fuera de servicio.
 
Era el primer acto de un ominoso capítulo con el que quedó entronizada  una feroz dictadura reaccionaria y proimperialista que violentó el orden constitucional en el país.
 
Informes  de los servicios de inteligencia  de las Fuerzas Armadas  advertían sobre los pasos conspirativos de Batista, uno de los candidatos a la presidencia de la República, pero sin posibilidades de triunfo  en los comicios de junio de ese año.
 
El  entonces mandatario Carlos  Prío Socarrás  hizo caso omiso a las conjuras del  ex sargento taquígrafo devenido coronel en 1933 , posteriormente Mayor General  y  más tarde presidente de la República entre 1940 y 1944..
 
En medio del caos y el desconcierto, Batista dio a conocer  el propio día 10    una proclama que, entre otros “argumentos”,   exponía que “he aceptado la responsabilidad de permanecer en el poder  por el tiempo indispensable  para restablecer el orden, la paz y la confianza  públicas…”
 
Frente a tanto sarcasmo no hubo entonces pronunciamiento más contundente que el  del  joven abogado Fidel Castro Ruz  a través de un manifiesto al pueblo de Cuba como denuncia pública que juzgaba los hechos acaecidos ese día y vaticinaba el camino de la lucha armada que habría que seguir en lo adelante.
 
Aquel documento  tenía un marcado carácter revolucionario. Fue redactado pocas horas después del  golpe y distribuido seis días más tarde entre los asistentes a un acto en el Cementerio de Colón, en La Habana,  junto a la tumba  de Eduardo Chibás, fundador y líder del Partido Ortodoxo.
 
“¡Revolución no, Zarpazo! . Patriotas no, liberticidas, usurpadores, retrógrados, aventureros sedientos de oro y poder”,  sentenciaba el texto en su primer párrafo.  “No fue un cuartelazo contra el Presidente   Prío, abúlico e indolente; fue un cuartelazo contra el pueblo, vísperas de elecciones cuyo resultado se sabia de antemano”.
 
“Bien estaba echar abajo un gobierno de malversadores y asesinos, y eso intentábamos por la vía cívica con el respaldo de la opinión pública y la ayuda de la masa del pueblo. ¿Qué derecho tienen, en cambio, a sustituirlo en nombre de la bayonetas  los que ayer robaron y mataron sin medida?”,  expresaba más adelante el documento.
 
Como claro vaticinio de lo que sería el régimen de facto, Fidel alertó: “Otra vez las botas; otra vez Columbia dictando leyes, quitando y poniendo ministros; otra vez los tanques rugiendo amenazadores sobre nuestras calles; otra vez la fuerza bruta imperando sobre la razón humana”.
 
“Cuanto hizo Prío de malo en tres años – reseñaba el joven jurista-  lo estuvo haciendo usted en once. Su golpe es, pues, injustificable, no se basa en ninguna razón moral seria ni en doctrina social o política de ninguna clase. (…) Su mayoría está en el Ejército, jamás en el pueblo. Sus votos son los fusiles, jamás las voluntades; con ellos puede ganar un cuartelazo, nunca unas elecciones limpias.”
 
A renglón seguido subrayaba: “Su asalto al poder carece de principios que lo legitimen; ríase si quiere, pero los principios son a la larga más poderosos que los cañones. De principios se forman y alimentan los pueblos, con principios se alimentan en la pelea, por los principios mueren.”
 
“No sé cuál será el placer vesánico de los opresores, en el látigo que dejen caer como caínes sobre la espalda humana, pero sí sé que hay una felicidad infinita en combatirlos en levantar la mano fuerte y decir: ¡No quiero ser esclavo!”, afirmaba el entonces joven abogado en aquella proclama que anticipaba: “Cubanos: Hay tirano otra vez, pero habrá otra vez Mellas, Trejos, y Guiteras. Hay opresión en la patria, pero habrá algún día otra vez libertad”.
 
El 24 de marzo Fidel radicó una Causa contra dictador  en el Tribunal de Urgencia de La Habana, por sedición, traición, rebelión y ataque nocturno: “(…) el señor Batista ha incurrido en delitos cuya sanción le hacen acreedor a más de 100 años de cárcel”,   pero el sistema judicial desechó la acusación.
 
Permanecer inmutable ante aquel contexto habría significado la prolongación indefinida en el poder de los partidos burgueses, habría significado la continuidad de la politiquería, de la corrupción y del saqueo sistemático del país.
 
Quedaba demostrado que  los destinos de la nación estaban a merced de gobernantes  al servicio de poderosos intereses internos y externos, ajenos a las  aspiraciones del pueblo. Se  hacía impostergable acudir a una sola alternativa: la hora de la lucha armada.
 
En 1953, cuando se cumplían 100 años  del natalicio de José Martí, Apóstol de la  independencia de Cuba, un grupo de jóvenes cubanos, liderados por Fidel, se colocaron a la vanguardia de la gesta  libertaria.
 
Ellos constituyeron la Generación del Centenario. El 26  de julio  de ese año asaltaban  los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, ambas en el oriente de la Isla, acciones  que aunque  fracasaron desde el punto de vista militar, sembraron  la semilla desde la cual  germinó el inicio de una nueva estrategia de lucha  que sumó a miles de revolucionarios en toda la nación.
 
Al conmemorarse el décimo aniversario de aquella epopeya, el líder histórico de la Revolución Cubana  expresó:  “el ataque al cuartel Moncada fue la réplica enérgica y digna al 10 de marzo, fue la réplica decidida a aquel Gobierno instaurado a fuerza de bayonetas; y fue la respuesta que, una vez superados los primeros reveses, una vez superadas las deficiencias, una vez superada la inexperiencia, una vez desarrollada plenamente, hizo posible lo que antes parecía imposible:  hizo posible la destrucción de un ejército moderno, en contra de una serie de teorías según las cuales el pueblo no podía luchar contra esa fuerza; hizo posible lo que parecía imposible, pero no fue un milagro”