Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la clausura de la Asamblea de Balance del Trabajo, Renovacion y Ratificacion de mandatos del PCC en ciudad de La Habana, efectuada en el Palacio de las Convenciones, el 7 de noviembre de 1993
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Compañeras y compañeros:
No habré de elevar mucho la voz ni el tono, porque no he andado muy afortunado con mi garganta; pero no es ningún problema grave ni mucho menos, sino un catarro frustrado (RISAS).
Se ha celebrado, al fin, la asamblea provincial del Partido en la provincia de la Ciudad de La Habana, algo que todos esperábamos con mucho interés, porque sabemos que La Habana juega un papel extraordinario en la vida del país, y porque es, precisamente, la parte más difícil y más conflictiva en la tarea del Partido, en la tarea del Gobierno, en la tarea de la Revolución.
A pesar de todas las cosas que se recordaron y algunas de las que están escritas en esta sala, muy ciertas, acerca de la magnífica, gloriosa y heroica historia de nuestra capital, es esta ciudad, sin duda, el lugar más difícil de la Revolución. Eso lo dijimos también en aquellos días de las elecciones.
Comenzó nuestra asamblea, en la que he tenido el privilegio de participar sin perder un solo minuto, con las palabras de Glenda haciendo una síntesis del trabajo realizado en este período, que es el más difícil, y debo decir, realmente, que me impresionó la suma de cosas que ha hecho el Partido en tan adversas condiciones. No voy a repetirlas, no hace falta, ustedes las escucharon; pero hay un dato que particularmente me llamó la atención, y es el hecho de que la mortalidad infantil esté en 8,9, a pesar de nuestros problemas, a pesar del período especial. La mortalidad infantil en Washington debe ser unas tres veces mayor que la de la capital de la República de Cuba socialista en período especial y bloqueada, y más bloqueada después del derrumbe del campo socialista; eso dice mucho (APLAUSOS).
Debo decir que nuestra asamblea provincial ha tenido un nivel de calidad como no lo había visto en ninguna otra época anterior de la Revolución. Esto significa que el período especial nos está haciendo mejores, más profundos y más eficientes; nos está haciendo también más responsables, más capaces; nos conduce mejor hacia la esencia de las cosas.
Comenzamos discutiendo el tema del turismo, tema tan difícil, tan complicado, tan importante y tan decisivo. No le prestó la Revolución mucha atención al turismo durante muchos años, y todo lo que hacíamos en este terreno lo llevábamos a cabo en beneficio de la población, única y exclusivamente en beneficio de la población.
Desde que abrimos en beneficio del pueblo todos los clubes privados, todas las playas privadas y creamos facilidades en todos los lugares del país para que nuestros ciudadanos pudieran disfrutarlos, no se pensó, y no estaba en nuestras concepciones, en un gran desarrollo del turismo internacional. En cierto momento llegamos a la convicción de que era un recurso que debía ser explotado —esto antes del derrumbe del campo socialista—, puesto que cada país tiene que vivir de sus recursos naturales y, a pesar de lo que significaba la colaboración del campo socialista en el terreno económico, el país, que no disponía, por ejemplo, de grandes recursos energéticos, tenía necesidad de aprovechar otros recursos, como el mar, el sol, el aire puro, la belleza de nuestra tierra como un medio de desarrollo, de riqueza y de bienestar para el pueblo, pero no se le dio un impulso especial. Todos ustedes saben cuántas cosas hemos impulsado en estos años para mejorar la vida de nuestro pueblo, para construir una sociedad justa, para forjar un porvenir digno.
Circunstancias nuevas, sin embargo, obligaron a impulsar esta actividad turística y con mucha fuerza. Tal vez pudimos haber empezado un poco antes, tal vez habría sido mejor empezar antes, y un poco antes incluso se hicieron hoteles ya para el turismo internacional; un poco antes, pudiéramos decir hace 10, 12 ó 14 años, habíamos vencido en parte los prejuicios que teníamos para desarrollar el turismo como recurso económico importante. A veces, en medio de la pureza de nuestras ideas, el turismo nos parecía algo como que nos mancillaba; no creo, realmente, que hubiese sido un criterio correcto, pero era un criterio que nacía de la pureza de nuestras ideas y de nuestros propósitos.
Por las excepcionales circunstancias derivadas del derrumbe del campo socialista y de la desaparición de la URSS, cuando ya veíamos avanzar este cuadro tremendo y que tantas consecuencias habría de tener para nuestro país, fue que se incluyó el turismo internacional entre los planes de trabajo priorizados, para soportar la situación que se nos venía encima, y, sobre todo, para soportar y para salir del período especial. No era el único programa, ni es el único programa; pero, sin duda, se va convirtiendo en uno de los de más perspectivas.
Sobre ese tema se discutió con profundidad, se discutió con mucha seriedad y mucho fundamento; se analizaron nuestras deficiencias, se analizaron los muchos problemas que debemos resolver, se analizó nuestra enorme ignorancia sobre la materia, nuestra enorme inexperiencia. Y era lógico, puesto que estuvimos aislados durante tantos años que hasta la noción de cómo se administraba un hotel y cómo se prestaban los servicios adecuados se perdió en nuestro país, que, por otra parte, nunca llegó a tener una gran experiencia en este campo, porque el turismo que aquí se desarrolló era un turismo asociado al juego, a las drogas, a la prostitución y a un montón de vicios que contribuían a desarrollar un rechazo hacia esa actividad.
Era lógico que no tuviéramos experiencia, mientras otros países desarrollaron enormes experiencias. Aquí se puso en evidencia la necesidad de recibir en este terreno colaboración exterior. No la habríamos necesitado, ni la hemos necesitado en algunos campos, porque hemos llegado a estos niveles de salud que no los tenía ningún otro país del Tercer Mundo, ni los tenía el campo socialista, y los hemos alcanzado con nuestros propios cuadros, con nuestras propias experiencias.
Son nuestras universidades las que han formado a nuestros médicos, y es nuestra propia Revolución la que ha generado los conceptos que nos condujeron a los grandes triunfos de la salud. No necesitábamos que nadie nos viniera a enseñar en materia de salud, porque llevamos más de 30 años trabajando en ese campo y, a pesar de eso, no desperdiciamos ocasión ni oportunidad de adquirir conocimientos desde el exterior, de buscar información y de utilizar todo lo que sea útil en el mundo, ya que por mucho que sepamos de algo o nos creamos que sabemos de algo, siempre tenemos que ir al resto del mundo a buscar aquellas cosas que la inteligencia humana ha creado y que puedan ser también útiles para nosotros.
En materia de zafra, o de centrales azucareros, o de brigadas de cortadores de caña, o de organizadores de contingentes, o en materia de movilizaciones, no teníamos nosotros que buscar mucha experiencia en el exterior, porque la Revolución había desarrollado por sí misma muchas ideas en estos campos.
Si vamos al terreno de la guerra, hemos recibido experiencias y conocimientos en la cuestión de organización, suministro, retaguardia, manejo de técnicas modernas; pero, realmente, las ideas básicas que hoy guían al país en materia de defensa fueron las ideas que empezaron a desarrollarse desde 1868, cuando se inició nuestra primera Guerra de Independencia, convirtiéndose a lo largo de la experiencia de muchos años en las ideas que hoy inspiran la doctrina de la guerra de todo el pueblo, que es genuinamente cubana. Aunque a pesar de eso, no hemos desperdiciado ni desaprovechado ninguna experiencia internacional; la de los vietnamitas, por ejemplo, los saharauitas, o cualquier país que haya luchado en el mundo, siempre tiene algo que aportar y algo que enseñar. Por eso, con mucha modestia tenemos siempre que ir a buscar los conocimientos de otros para incorporarlos a nuestra experiencia. Es la actitud que debemos tener en todo.
En esto del turismo, ayer se enfatizó en la importancia de los conocimientos y de la experiencia que nos están aportando especialistas extranjeros. No debemos sentirnos afectados ni humillados, ni nuestra cubanía ni nuestro espíritu patriótico deben sentirse lastimados por ello; al contrario, debemos estar muy agradecidos a los que nos aportan esas experiencias. Quedó demostrado ayer que nuestros conocimientos en ese campo eran ínfimos y es, sin embargo, un campo en que tenemos que aprender aceleradamente todo lo que se pueda aprender; quedó demostrado aquí que hemos perdido tiempo, incluso, en asimilar y aprovechar esas experiencias de las que tenemos una necesidad vital.
Creo que sobre este tema en el transcurso de la asamblea se enriqueció nuestra conciencia, desde el análisis de lo que ocurría en el complejo del este hasta la exposición final que hizo el compañero Osmany. Dijo algunas cosas interesantes, como es la idea de que un día, a partir de los éxitos y crecimientos que vamos alcanzando, tenemos que recibir 10 millones de turistas y que los ingresos brutos por año que pueden producir 10 millones de turistas pueden elevarse entre 10 000 y 15 000 millones de dólares. Ya que el dólar se ha vuelto la moneda que sirve como medida, pues resulta casi imposible medir en otras monedas, porque a veces son miles por un dólar, o cientos por un dólar. Usemos el dólar.
El dijo que eso se podría alcanzar en un período relativamente breve, yo tengo también esa convicción; pero tal vez se explicaría mejor la importancia de todo esto si tomamos en cuenta que debemos reconstruir la vida del país y, sobre todo, reconstruir las bases económicas de nuestro país y de nuestro desarrollo.
La pérdida del campo socialista y de la URSS, la desaparición de este último Estado, significó un golpe terrible, un golpe anonadante, un golpe que me pregunto si hay algún otro país o alguna otra revolución que habría podido soportar como evidentemente lo estamos soportando nosotros, y si habría soluciones para una tragedia tan tremenda. Tenemos que reconstruir todo lo que perdimos con esa catástrofe universal; es decir, habría que reconstruir lo que significó el campo socialista y la URSS para nosotros. Pues les digo que en esta sola rama, trabajando como debemos trabajar, podemos reconstruir lo que significó el campo socialista y la existencia de la Unión Soviética desde el punto de vista económico para nosotros; creo que podemos reconstruir, incluso, más que lo que aquello significó. Y si es así, se explica la importancia, la responsabilidad y la seriedad con que el tema se discutió en esta asamblea.
Si un día reconstruimos todo eso, estaremos mucho mejor de lo que estuvimos cuando todo aquello no se había perdido todavía, porque será algo que no estará en manos de otros, estará en manos de nosotros.
Estoy hablando de una sola rama de la economía; y el desarrollo de esa rama no nos va a corromper, porque hay países que reciben hasta 40 millones de turistas al año, han desarrollado una economía fuerte y no han perdido su identidad nacional. Y si nosotros somos capaces de recibir un día 10 millones de turistas, no tenemos por qué perder nuestra identidad ni nuestra cultura, sino, por el contrario, tendremos tal vez oportunidad de multiplicar nuestra identidad nacional, multiplicar nuestra influencia cultural y, por qué no decirlo, también nuestra influencia política.
Es muy correcto lo que se dice de que es necesario que los que visitan a este país no tengan contacto fundamentalmente con elementos marginales, como ha ocurrido en muchas ocasiones, sino que tengan contacto con la masa, con el grueso y con lo mejor de nuestro país, para que sepan qué es y cómo es nuestro país. más que preocuparnos nosotros de lo que nos puedan influir desde el exterior, debieran preocuparse algunos en el exterior de lo mucho que nosotros podemos influir y de hecho estamos ya influyendo en el mundo (APLAUSOS). Y si la patria, la Revolución y las conquistas del socialismo sobreviven, nuestra influencia será muy grande, porque no saldrán y no salen todavía de su asombro cientos de millones de personas en el mundo al meditar cómo ha podido un país tan pequeño, bloqueado y frente a la potencia más poderosa de la Tierra, resistir y sobrevivir. Por eso decíamos que en resistir estaba la victoria, y nuestro país, sin perder su identidad, sin perder sus principios, habrá escrito una proeza sin precedentes en la historia del mundo.
Cuando decimos: Vamos a desarrollar el turismo, decimos: Vamos a vender aire, mar, belleza, vamos a comerciar con esos recursos naturales, pero no vamos a comerciar con nuestros principios, no vamos a comerciar con nuestras ideas, no vamos a comerciar con nuestro honor; principios, ideas y honor los vamos a multiplicar cuando seamos capaces de ganar esta colosal batalla en que estamos envueltos, cuando seamos capaces de demostrar que a pesar de condiciones tan difíciles podemos superarlas y podemos vencerlas.
La pureza no está —y debemos comprenderlo así— en una urna de cristal. No es pura la mujer que vive encerrada en la celda de un convento, sino la mujer que recorre el mundo y es pura. Recorramos el mundo y seamos puros, que de nada vale —repito— la pureza en una urna de cristal (APLAUSOS).
Aquí se dijeron ayer cosas que impresionan, como cuando el director del centro de Ingeniería Genética y Biotecnología habló de que ni uno solo de sus trabajadores había desertado del centro en el período especial para buscar otras actividades; es decir, no le habían robado los cuadros o los técnicos o los especialistas para irse a trabajar en un hotel —y no quiero decir que ir a trabajar a un hotel sea una deshonra, al contrario, debemos honrar a ese trabajador que va a un hotel a prestar un servicio importante y a contribuir de manera considerable a la economía del país—; pero él dijo que en ese centro habían tenido lugar cientos de viajes de especialistas al exterior en los últimos tres años y no había desertado uno solo de esos trabajadores científicos, y eso, en las condiciones de un país tan hostigado, tan calumniado y tan bloqueado como el nuestro, soportando los sacrificios que tiene que soportar hoy, significa mucho.
También impresionaba de manera notable lo que dijo con tanta sabiduría el profesor Sagarra acerca de su experiencia con los atletas, acerca del valor de la educación, del valor de la ideología y los miles de viajes que han hecho sus atletas, y que solo en 1991 se le había producido un caso de deserción; cómo él atendía, cómo trataba y cómo realmente educaba a cada uno de los atletas, y cómo las medallas subían por año, cada vez son más, y no hay ni quien pueda pararse al lado de Cuba en el deporte que él dirige.
Todo el dinero y todas las ofertas del mundo no fueron capaces de corromper a nuestros atletas; luego la virtud está en nosotros, en nuestras ideas, en nuestro trabajo, en nuestra ideología y de nada valen si no son capaces de defenderse por sí mismas.
No hay país en el mundo contra el cual se hayan dirigido jamás tantas horas de radio, tantas horas de propaganda insidiosa y subversiva; y, en medio de condiciones tan difíciles, no han sido capaces de debilitar o destruir la Revolución, porque la fortaleza está en nosotros mismos, está en nuestro pueblo, está en nuestras ideas, está en nuestra ideología, y esas son nuestras armas de lucha para enfrentarnos a cualquier tarea. De modo que, sin temor alguno, aceptemos el reto de los 10 millones de turistas y desarrollemos esta rama como actividad estratégica para vencer el período especial, para sobrevivir, para desarrollarnos y para ser más fuertes.
Esto es realista, muy realista, en un mundo donde la comunicación es cada vez mayor; no vivimos en la edad media, no vivimos ni podemos vivir como aquellos indios siboneyes y taínos que habitaban nuestra tierra hace 500 años, vivimos en un mundo donde en cuestión de horas se viaja de un continente a otro; vivimos en el mundo de las comunicaciones, de la radio, de la televisión, de los libros, de los teléfonos a larga distancia, y esa tendencia hacia la comunicación entre todos los países será cada vez mayor, y en ese mundo tenemos que aprender a vivir cada vez más adaptados y cada vez mejor preparados.
Hago estas reflexiones, porque sé cuánto se discutió durante los últimos años toda esta cuestión del turismo. Es que 10 millones de toneladas de azúcar, a 10 centavos el azúcar, significan ingresos brutos por 2 000 millones de dólares; 20 millones de toneladas, si tuvieran mercado, si valieran 10 centavos y no dos o tres, porque sobraría el azúcar, serían 4 000 millones de dólares; 30 millones de toneladas de azúcar significarían, a esos precios, ingresos brutos por 6 000 millones de dólares. Piensen ustedes lo que significarían ingresos brutos en el turismo por 10 000 millones, por 12 000 millones, por 15 000 millones, que, aunque es cierto que el azúcar produce un ingreso con un menor gasto por cada dólar, también nosotros en el turismo, y por lo que hemos estado discutiendo aquí, podemos reducir cada vez más el costo de un dólar casi hasta acercarlo bastante al costo de producir un dólar en azúcar con precio de 10 centavos. ¿Se imaginan en cambio cuántos macheteros, cuántas combinadas, cuánto combustible, cuánta tierra, cuánto transporte, cuántos muelles, cuántos barcos, cuánta tierra, cuántas inversiones y qué gigantesco mercado para producir y exportar 30 millones de toneladas de azúcar, lo cual es, por otro lado, absolutamente imposible e inalcanzable?
Hoy, desde luego, una tonelada de azúcar es muy importante para nosotros. Antes lo era muchísimo, porque llegamos a recibir el equivalente de hasta 800 dólares por tonelada de azúcar, quiere decir que una tonelada nos daba cuatro veces el valor que nos da hoy. Desde luego, con una tonelada comprábamos cinco veces más petróleo que el que compramos hoy con una tonelada, y siendo el petróleo uno de los talones de Aquiles más tremendos y más terribles de nuestra economía, que necesita un mínimo de 7 u 8 millones de los casi 13 millones que consumíamos antes de que viniera el período especial. ¡Cuánta caña hay que cortar, cuánta azúcar hay que producir y transportar para adquirir hoy una modesta tonelada de petróleo!
El período especial tiene lugar no en el año 1960, cuando se compraban 8 toneladas de petróleo por 1 de azúcar, tiene lugar en estos años, donde apenas hemos estado comprando una tonelada y media de petróleo por tonelada de azúcar, y ha significado un golpe terrible para el país este año producir 2 millones menos, un golpe de casi 500 millones de dólares, resultado de una combinación de factores que no voy a repetir. Por eso, entre otros factores, se hizo tan duro, tan difícil, tan terrible este año.
Lluvias incesantes durante la zafra. ¿Y qué vino después? Sequía incesante en los meses de primavera. No afectó la zafra de 1993, pero afecta inexorablemente la zafra de 1994.
Creo que desde que se llevan las estadísticas, ha sido este año, en los meses de junio, julio y agosto, el de menor cantidad de lluvia, lo que ha afectado no solo la caña, ha afectado a otros cultivos y ha afectado producciones campesinas. Este año no solo tuvimos la famosa Tormenta del Siglo, hemos tenido también una situación climática muy dañina, en plena etapa de primavera, que ha afectado las cañas; cañas que además, sufrieron afectaciones de combustible, en determinados momentos, para el cultivo; cañas que han contado con el mínimo de herbicidas; cañas que han contado con cantidades insignificantes de combustible; pero, al menos, con el esfuerzo que se viene haciendo en la caña, un año normal de lluvia, habría significado un incremento relativamente importante en las disponibilidades de caña.
Hoy, en estos momentos, en estas circunstancias, no podemos dejar de hacer un gran esfuerzo en la caña, y siempre lo haremos: en la siembra, en la limpia, en el programa de recuperación, en la búsqueda de fertilizantes, aunque sea en cantidades modestas, para poderles aplicar a las cañas, puesto que resulta mucho más económico cuando se tiene un rendimiento más alto por caballería de caña, un rendimiento mayor de caña, un rendimiento mayor de azúcar en la caña, un rendimiento mayor de las combinadas. No es lo mismo la combinada cortando una caña delgadita, una caña débil, que la misma combinada o el mismo hombre cortando una caña fuerte, una caña robusta.
Todos estos factores influyen y se suman, pero los he mencionado ahora, para que podamos tener una idea más clara de que hay otras perspectivas y por qué hay que trabajar con tanta energía, con tanta seriedad y con tanta eficiencia en otras perspectivas. Creo que este tema quedó bastante esclarecido ayer, que nuestros problemas quedaron bien definidos y que lo que hay que hacer quedó también bien claro.
Hoy el compañero Hidalgo hablaba de lo que están haciendo con los hidropónicos de la capital, los 20 millones invertidos en hidropónicos que no producían por falta de fertilizantes, por falta de semillas, por falta de tela, por falta de recursos —la tela como procedimiento técnico para producir en los meses de verano—, y, sin embargo, cómo ese trabajo se traducía en ahorros considerables de importaciones de lechuga, de tomate, etcétera, en avión desde miles de kilómetros de distancia —¡ya se imaginarán ustedes lo que significa traer lechuga en avión!— y cómo el uso racional de esas inversiones, combinadas con el turismo, nos permitían importantes ganancias, importantes ahorros, y, a la vez, disponibilidades de recursos también para la gastronomía interna y para la población.
Me gustó mucho esa exposición, fue hecha de forma clara, precisa y elocuente de lo que puede y debe hacerse. Creo que estas exposiciones y estos análisis son frutos también de nuestras dificultades de hoy y del período especial.
Ya veremos qué pueblo somos, qué experiencias tendremos y qué eficiencia alcanzaremos cuando hayamos vencido las dificultades de hoy, lo cual —como se comprende perfectamente— no es tarea fácil, no es tarea de un año ni de dos años, es tarea de varios años; pero el tiempo será menor en la medida en que seamos eficientes en todo, porque con lo que discutimos aquí sobre el turismo, sobre la exigencia en todas las tareas, podemos avanzar en muchos campos y multiplicar nuestros recursos de hoy, ya que trabajamos en muchas cosas y lo mismo que exigimos al turismo tenemos que exigírselo a todas las actividades del país, con asesores o sin asesores. En algunas cosas los necesitamos, son imprescindibles; en la mayoría de las cosas no los necesitamos, y yo les citaba algunos ejemplos; en la mayoría de las cosas depende de nosotros.
Mucho me gustó lo que dijo Sagarra de que la autoridad no se regala, de que la autoridad se conquista en cada puesto de trabajo, en cada lugar, porque nadie le dio a Sagarra la autoridad que él tiene entre los boxeadores; se la conquistó con su ejemplo, con su consagración, con su trabajo, con su vergüenza, con su honor. Por eso decía ayer que eso no se puede importar, que eso hay que adquirirlo, que eso hay que conquistarlo. Me parece que esta idea quedó muy clara en la asamblea.
Se discutió ayer sobre la ciencia con la misma seriedad, con la misma profundidad. Se vieron claramente dónde están nuestras deficiencias, dónde están nuestros puntos débiles, cómo hemos creado una tremenda capacidad de investigar, de crear y de establecer fenomenales centros de investigación que no tienen nada que envidiarle a cualquier otro de su tipo en el mundo, con excelentes investigadores, con una edad promedio bajísima, colectivos realmente jóvenes; cómo podemos a través de la ciencia, de los productos de la ciencia, de las industrias farmacéuticas, crear importantísimos recursos para el país, no solo para resolver necesidades nuestras, no solo para seguir garantizando la salud, sino para satisfacer necesidades internacionales y crear importantes ingresos para el país, si logramos vencer los grandes obstáculos y nuestra bajísima experiencia en el terreno de la comercialización.
Un compañero decía ayer que la ciencia sería la fuente principal de ingreso del país. Si eso fuese así, al turismo le puede salir un tremendo rival en la ciencia, en la biotecnología, en la industria farmacéutica.
Hay firmas internacionales que venden miles de millones, incluso decenas de miles de millones, y desarrollar esta industria lo que requiere es talento, no es como la industria del acero que requiere hierro, grandes minas, grandes siderurgias; o la petroquímica que requiere grandes yacimientos de petróleo y de carbón, que todavía no los tenemos y no sabemos, ni estamos en disposición de saber todavía, cuántos tendremos. Son inversiones que requieren miles y decenas de miles de millones de dólares. En cambio la ciencia, la biotecnología, la industria farmacéutica, requieren cantidades relativamente modestas de dinero y de inversiones; la inversión es en la inteligencia, y esa inversión en lo fundamental la hemos hecho, ya la hemos hecho, ya la tenemos, y es una actividad que puede autosostenerse. Si tenemos toda la inteligencia necesaria, pues podemos convertir esa rama en una importantísima rama de la economía. Quizás por esa vía volvamos a reconstruir otra vez lo que perdimos cuando desapareció el campo socialista y cuando se desintegró la URSS.
Hay que ver, además, el aporte que la ciencia ha hecho ya a la salud de la nación y el aporte que hizo en esa dificilísima batalla que fue la epidemia de neuritis, quizás el más grande desafío que hemos tenido. Se lo digo con una buena información sobre el esfuerzo que hicieron nuestros científicos, ya que participé en más de 100 horas de reuniones durante el período en que duró la epidemia: reuniones con el grupo operativo, reuniones con nuestros científicos, reuniones con científicos extranjeros; y sé también la admiración, el asombro que causaba en los científicos extranjeros lo que ha hecho la ciencia cubana. Tenemos ahí otro enorme campo donde poder desarrollarnos.
Hemos discutido estos temas y en ellos se ha visto que en la mayor parte de las cosas no hace falta el español, que se ha venido a convertir en una especie de símbolo de la asesoría extranjera por el papel que están desempeñando en el turismo; se ha demostrado que lo que hace falta somos nosotros —no es el español, somos los cubanos—, y por eso no podemos perdonarnos estar ausentes, y en muchas cosas, en gran número de cosas, estamos ausentes, con toda la responsabilidad, con toda la seriedad y con todo el honor con que hace falta estar presentes.
Dolámonos no de que otros nos ayuden, dolámonos de que nosotros no nos ayudemos suficientemente a nosotros mismos, que no ayudemos suficientemente al país, que no ayudemos suficientemente a la patria y a la Revolución. De nada vale estar dispuestos a morir y a dar la vida por esas ideas, por esos objetivos, lo que tenemos es que darles nuestro pensamiento, nuestro interés, nuestra voluntad, nuestra constancia, nuestra inteligencia, porque debemos estar dispuestos a morir por la patria, la Revolución y las conquistas del socialismo —cuando digo las conquistas estoy diciendo socialismo—; debemos estar dispuestos a morir, pero más todavía: debemos estar dispuestos a vencer (APLAUSOS). Y la victoria está en nosotros y solo puede estar en nosotros.
Hoy se abordó el programa alimentario, se explicó el esfuerzo realizado por nuestra capital. Ha sido, realmente, un esfuerzo admirable: más de un millón de habaneros han pasado por los campamentos de la agricultura en estos últimos dos años y medio —me refiero a la agricultura productora de alimentos, de viandas y vegetales, no ya la que recordaba Lezcano de la participación de los trabajadores de la capital en ayuda a la zafra.
Surgieron los contingentes agrícolas. Hay que decir que los contingentes no se crearon para la agricultura, los contingentes se crearon fundamentalmente para las construcciones. Sin embargo, de una forma acelerada se construyeron decenas de campamentos y se organizaron decenas de contingentes, además de las movilizaciones quincenales, para atender la agricultura de cultivos varios, principalmente para atender los platanales.
Realmente en la selección del personal de los contingentes que fueron para la agricultura no se pudo aplicar el mismo riguroso principio de selección. Algunas brigadas sí fueron completas, algunos contingentes fueron completos, como el contingente de Rousseaux, en el campamento de Güines, creo que le llaman la Brigada número 30, fueron fuerzas que estaban en la construcción. Muchas veces hubo que organizar contingentes con personas que estaban desempleadas y no tenían la misma disciplina ni la misma estabilidad; pero, a pesar de todo, los contingentes y los movilizados por 15 días han hecho un trabajo tremendo en la agricultura, ¡tremendo! Hoy muchos miles de contingentistas, la gran mayoría se incorporan voluntariamente y con entusiasmo a las unidades básicas de producción cooperativa. Y esto es bueno porque hay actividades que requieren más experiencia: la atención, por ejemplo, del plátano con microjet requiere un personal más especializado que la cosecha de determinados cultivos.
Esto es conveniente explicarlo, porque algunas personas se preguntaban si habían tenido éxito o no los contingentes en la agricultura y un compañero hablaba del concepto de la gran empresa. No hay duda de que la gran empresa agrícola es en el mundo el sistema más eficiente de producción, porque permite la aplicación de la técnica en gran escala, las combinadas de caña no podrían usarse si no es en campos de caña de una extensión determinada, donde las máquinas no tengan que estar doblando cada 20 metros o cada 30 metros. Es imposible aplicar la combinada de caña en un minifundio cañero, es imposible emplear las combinadas de arroz en un minifundio arrocero, es imposible emplear el avión para sembrar o para fumigar en un minifundio o en pequeñas extensiones. Yo diría que la granja estatal ha realizado proezas en nuestro país que no se habrían podido aplicar bajo ningún otro procedimiento: plantaciones de decenas de miles de hectáreas de cítricos como las de Jagüey, o las de Isla de la Juventud y otras habrían sido imposibles sin las empresas estatales; el desarrollo de planes ganaderos como el Triángulo, el Rectángulo y otros muchos habría sido imposible sin las empresas estatales, sin ellas no se habrían alcanzado hasta un millón de litros de leche diariamente en la provincia de La Habana; el desarrollo de los planes arroceros que se hicieron en el país, con su sistema de riego, presas y todo eso, habría sido imposible sin las empresas estatales, realmente, ni siquiera a través de CPA habría sido posible aproximarse a eso; sembrar en menos de tres años 500 caballerías de plátano con microjet en la provincia de La Habana habría sido imposible sin el esfuerzo de las empresas estatales, eso es incuestionable. Ahora se trata de la explotación de esas tierras y de la explotación de esos recursos.
Es que a las empresas agrícolas estatales les ocurrió también lo mismo que al Complejo Turístico Panamericano del este de La Habana, les ocurrió lo mismo que al hotel Habana Libre, les ocurrió lo mismo que al Riviera, les ocurrió lo mismo que a muchas fábricas y a muchas industrias, les ocurrió lo mismo que a las grandes escuelas y universidades, les ocurrió lo mismo que a los ministerios, les ocurrió lo mismo que a todo: las plantillas infladas, la tendencia al exceso de personal, el paternalismo, la falta de exigencia, nuestra supergenerosísima legislación laboral y todos los vicios que la Revolución creó, digámoslo con franqueza, y no con malas intenciones, no por falta de amor al pueblo y a los trabajadores, sino por exceso de amor al pueblo y a los trabajadores.
Se quería entregar un paraíso que no se había construido todavía y se pensaba que la idea del paraíso era suficientemente atractiva como para que todo el mundo se sintiera motivado a construirlo; y, ciertamente, casi todo el mundo estaba muy motivado a construir el paraíso y ha trabajado en su construcción. Habíamos creado en parte un paraíso, cuyos pilares más sólidos eran las relaciones económicas con el campo socialista y con la URSS, porque era lo único que existía, además, ya que del otro lado teníamos la hostilidad y la permanente amenaza del imperialismo que nos obligó a emplear enormes recursos en la defensa, y el bloqueo imperialista, con todo el peso de su enorme influencia en el mundo y como enorme obstáculo para nuestro desarrollo. Habíamos creado en parte un paraíso, y muchos de nuestros logros y conquistas no los alcanzó ningún otro país; pero también se creó en muchos, por otro lado, la idea de que ya estábamos en el paraíso y que con la sola contemplación se podían hacer las cosas. El país, sin embargo, no estaba suficientemente desarrollado todavía.
¿Qué otra explicación o justificación tienen los ausentismos, la rebaja de la jornada laboral, trabajar cuatro o cinco horas cuando había que trabajar, por lo menos, ocho, y todo eso se toleraba?
Se crearon todas las oportunidades habidas y por haber en el mundo para que cada uno se decidiera por lo que más le gustaba; oportunidades para todos los adultos, para todos los jóvenes, para todos los niños.
Se humanizó el trabajo. ¿Cuántos cortadores de caña ahorraron las combinadas cañeras? Trescientos mil macheteros. ¿Cuántos cargadores en los puertos, que se echaban 200 y 300 libras arriba? Decenas de miles. ¿Cuántos constructores manuales? Cientos de miles. ¿Cuántos cortadores de arroz? ¿Cuántos chapeadores de maleza en los campos que se ahorraron con los productos químicos y el herbicida? ¿Cuántos ordeñadores manuales para ser sustituidos por máquinas eléctricas? ¿Cuánto trabajo duro ahorró la Revolución? ¿Cuánto no humanizó la vida de la gente? Pero al lado de ello, los vicios que he mencionado: la negligencia, la falta de exigencia, el acomodamiento, etcétera, etcétera, etcétera.
Las empresas agrícolas padecieron los mismos problemas; pero, aparte de eso, las empresas estatales suministraban el 80% de la caña, las empresas estatales suministraban casi el ciento por ciento del arroz, las empresas estatales suministraban casi el ciento por ciento de la carne de cerdo, prácticamente el ciento por ciento de los 2 500 millones de huevos que se consumían anualmente, casi el ciento por ciento de la leche y la carne de res.
Algunos hablaban del mercado campesino como el gran remedio, y el mercado campesino suministraba un insignificante tanto por ciento de los productos que consumía la población; sin embargo, hemos dado un paso y no hemos vacilado en darlo, paso decidido y valiente, porque considerábamos que era lo necesario y lo conveniente en las circunstancias que estamos viviendo.
El compañero que habló en representación de un municipio aquí, abordó este tema, la nueva forma, las unidades básicas de producción cooperativa que, según yo expliqué en un momento determinado, tenían carácter definitivo, no coyuntural. Es un paso que hay que dar, porque lo consideramos el más adecuado y el más conveniente en estas circunstancias, pero no es un paso que se pueda dar con carácter reversible, no es un paso que se pueda dar hoy para decir: No, mañana daremos otro. Mañana qué harán las unidades básicas de producción será cosa de ellas, en parte, y cosas del país, cosas del Partido. Si mañana resultaran demasiado pequeñas y fuera tal vez más conveniente unir algunas después, hacerlas más grandes y en vez de 25 ó 30 caballerías fueran 50 ó 60 y las de caña más, eso sería posible; en definitiva, hoy se trata de la explotación de esos recursos, se trata de un paso que estamos dando con carácter definitivo, esperando que funcionen y que sean eficientes.
Eso es mucho más eficiente que la creación de minifundios, porque hoy por hoy una gran empresa de esas prácticamente no se puede dirigir con una gran escasez de gasolina, con una gran escasez de combustible, con una gran escasez de transporte. Hay que hacerlas más pequeñas, más manejables; pero, además, hay que buscar ahorro de recursos.
Antes podía haber un gasto mayor de combustible. Claro, donde no hay suficiente exigencia y orden, se gasta más combustible; donde no hay suficiente exigencia y orden, se gasta más herbicida; donde no hay suficiente exigencia y orden, pueden emplearse mejor o peor los fertilizantes; donde no hay suficiente exigencia y orden, puede prepararse mejor o peor la tierra.
Hoy tenemos que buscar el máximo de eficiencia con el mínimo de combustible, con el mínimo de fertilizante, con el mínimo de herbicida, y habíamos observado que las mejores cooperativas de producción agropecuaria tenían índices más bajos de consumo de combustible, de consumo de herbicida, de consumo de algunos productos, que es lo que necesitamos hoy en toda la agricultura, porque, claro, en la cooperativa de producción agropecuaria había un interés más directo del trabajador con los resultados de la producción. En las empresas exigían las normas; pero, como el administrador tenía miedo de que se le fuera el trabajador, era tolerante con las normas flojas. Entonces, para pagar más dinero, cada administrador se convertía en un ministerio del trabajo, fijaba casi el salario, ponía una norma baja para que le hicieran dos o tres normas y ganara más dinero. No pasaba lo mismo en la cooperativa de producción agropecuaria.
El autoconsumo estaba mejor atendido en las cooperativas de producción agropecuaria, porque se había establecido el autoconsumo en las granjas para los comedores, etcétera. En la cooperativa estaba el autoconsumo, no solo para el trabajador directamente, sino también para la familia porque vivía por allí. Se sentía más identificado el trabajador con los resultados de la producción.
Se producía una competencia entre el pequeño agricultor y la granja del Estado. El pequeño agricultor le llevaba gente a la granja del Estado, o le ofrecía más salario porque él tenía un ingreso muy alto por los precios que tenían los productos. Quien tiene una caballería, digamos, de papa o de tomate, a los precios que tiene, el ingreso es muy alto, podía pagar mejores salarios, repartir cosas que no repartía la granja, porque el pequeño agricultor lo llamaba por 15 días, 20 días, 25 días, un mes; la granja lo tenía empleado todo el año, no lo iba a dejar en la calle.
La fuerza de trabajo en el campo disminuía, porque el desarrollo del país, de sus instituciones educacionales se llevó a cientos de miles de jóvenes, hijos de campesinos, y los hizo maestros o los hizo profesores, los hizo médicos, los hizo ingenieros, los hizo graduados universitarios, los hizo oficiales del MININT, oficiales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias; en fin, nadie de los que vivía en el campo quería pensar en estar toda la vida en el campo —ese era un hecho real—; no había campesino que quisiera que su hijo no fuera otra cosa que médico, profesor, ingeniero, etcétera; no había revolucionario que no quisiera que su hijo fuera médico, profesor o ingeniero. Son realidades, y estamos hablando aquí de realidades.
Todos los productos químicos, todo el herbicida empleado en el campo y todas las máquinas que se emplearon en puertos, en construcciones, etcétera, no eran suficientes para compensar la cantidad de personal que pasaba a actividades propiamente intelectuales. Eso se puede hacer, no digo que no, siempre y cuando usted pueda mantener una productividad del trabajo que crezca incesantemente, siempre y cuando pueda garantizar un desarrollo que permita la utilización de todos esos recursos, siempre que haya suficiente conciencia, siempre que haya suficiente exigencia, siempre que haya suficiente desarrollo económico para que los estímulos materiales se conviertan en el resorte de gran peso que mueva el trabajo —como ocurre, por ejemplo, en el capitalismo—, siempre que haya menos paternalismo, siempre que haya una legislación laboral más exigente. Es decir que la productividad del trabajo permite, en un grado alto, mantener determinadas proporciones entre trabajo intelectual y trabajo manual; una economía extraordinariamente desarrollada permite la suficiente presencia de productos en los mercados, que se convierta en un estímulo fuerte al trabajo, cuando el dinero puede adquirir toda su validez.
En las condiciones de bloqueo, amenaza y hostigamiento en que se desarrolló la Revolución Cubana, hemos tenido que mantener el sistema de racionamiento a lo largo de los años de la Revolución, porque si hubiéramos organizado la distribución sobre la base de precios, las consecuencias habrían sido desastrosas para todos los trabajadores y todos los núcleos de menos ingresos, y la idea de la justicia social es algo a lo que no se puede renunciar; hay que arreglárselas para desarrollarse y, al mismo tiempo, mantener la justicia social.
Quiero recordar que incluso las sociedades más desarrolladas tienen terribles e insolubles problemas económicos, crece el desempleo como la espuma. Pudiera decirse que en el mundo capitalista desarrollado, que se desarrolló explotando al resto del mundo, el desempleo es el azote número uno y están atravesando realmente situaciones muy difíciles, que no han podido resolver y no se ve la solución por ninguna parte. Quiero decir con esto que la solución no está ni puede estar en el capitalismo, y mucho menos en el capitalismo subdesarrollado, cuando el capitalismo desarrollado está sufriendo una terrible tragedia que enloquece y desgasta a los políticos. Quiero decir que estos problemas solo se pueden resolver con el socialismo, pero con el socialismo bien hecho, con el socialismo bien aplicado (APLAUSOS). Estos problemas solo se pueden resolver con el trabajo y trabajando duro; lo que en ninguna sociedad, capitalista o socialista, podrá resolverse ningún problema sin trabajar, y, desgraciadamente, hay en nuestro país gente que creyó que todos los problemas se podían resolver sin trabajar. Esas son realidades, debemos reconocerlas y debemos tenerlas muy en cuenta.
Nosotros vemos los problemas del mundo, y los problemas del mundo subdesarrollado. Si la tragedia es grande en los desarrollados, se podrán imaginar ustedes cuál es en el resto del mundo.
La solución está clara, por eso nosotros no renunciamos ni renunciaremos jamás a nuestras ideas, ni renunciaremos a los principios del marxismo, ni a los principios del leninismo, y mucho menos a los principios del pensamiento martiano (APLAUSOS).
Es que no existen otras ideas que puedan sustituir a estas, ni otro sistema que pueda sustituir a este y que tenga porvenir, porque el capitalismo no tiene porvenir, es el caos; es, además, la lucha entre ellos. Ahora vendrá la lucha aquella entre las grandes potencias de que hablaba Lenin, por repartirse los mercados, por controlar los mercados, que puede dar lugar a guerras, que puede dar lugar a quién sabe cuántos problemas en este mundo de hoy, con montones de problemas sin resolver, entre ellos, el no poco importante del medio ambiente; los del medio ambiente sin resolver, ni esperanza de solución. Sigue la carrera loca de destrucción de la naturaleza, de empleo de recursos que cambia los climas —y quién lo puede saber más que nosotros, que estamos a ojos vista viendo cambiar el clima—, que satura de dióxido de carbono la atmósfera, que destruye la capa de ozono, que envenena mares, ríos, lagos; la humanidad está muy lejos de resolver ese problema. Crece la población a un ritmo tremendo, cada segundo que pasa son montones de habitantes más, cada año que pasa alrededor de 100 millones de habitantes más en el mundo.
Es decir que la humanidad, desgraciadamente, está lejos de resolver los tremendos problemas que tiene, y no concibo, ni es posible concebir que, dejando el desarrollo a la espontaneidad, al enfrentamiento loco y salvaje entre los hombres y entre las naciones, se puedan resolver los problemas del hombre. Es por eso que nosotros debemos defender y preservar aquellos valores y aquellas ideas que hemos alcanzado, por difíciles que sean las circunstancias, aunque tengamos que rectificar, tengamos que readaptar, tengamos que hacer aperturas, tengamos que buscar nuevas vías, nuevas ramas; aunque tengamos que introducir cambios y reformas. Eso nos lo impone la realidad de la situación actual del mundo y eso nos lo exige nuestra propia experiencia.
Tenemos que hacer todo eso y tenemos que perfeccionar, y yo diría que esta fue una asamblea de meditación y reflexión sobre el perfeccionamiento, sobre la forma en que debemos hacer las cosas.
Hay un enorme campo, y este proceso lo tiene que dirigir el Partido; solo el Partido puede dirigir este proceso, porque no puede ser espontáneo, tiene que ser dirigido, y es lo que está haciendo nuestro Partido.
Es alentador ver cuántas posibilidades existen; están claras, pero para ello necesitamos la Revolución, necesitamos la patria y necesitamos el socialismo (APLAUSOS).
Que nadie se confunda en el mundo que porque hagamos una empresa mixta estamos renunciando al socialismo, que porque permitamos una inversión extranjera donde tengamos que permitirlo estamos renunciando al socialismo, que porque hagamos cuantas sociedades sean posibles con empresas extranjeras estamos renunciando al socialismo; que nadie se imagine que porque autoricemos el trabajo por cuenta propia, para facilitar muchas cosas en una situación como en la que estamos, en que hay excedente de recursos humanos y que muchos problemas pueden ser resueltos por esa vía, estamos renunciando al socialismo; que nadie se imagine que porque organizamos unidades básicas de producción cooperativa estamos renunciando al socialismo, ¡porque eso es socialismo! (APLAUSOS.)
Vean ustedes si es socialismo, que el Estado está entregando a los trabajadores de la agricultura miles de millones, que es el valor que tiene nuestra ganadería, el valor que tienen nuestros tractores, nuestros arados, nuestros equipos, nuestras plantaciones. Estamos entregando alrededor de 300 000 caballerías de tierra, y las estamos poniendo a disposición de los colectivos de trabajadores; no las estamos vendiendo al extranjero ni las estamos hipotecando, se las estamos entregando a los colectivos de trabajadores de las empresas estatales agrícolas, lo creado durante más de 30 años. ¡Eso es socialismo! Y donde sobre un pedacito de tierra se lo damos a alguien para que lo siembre, si lo puede sembrar y cultivar, para que no esté sin utilizar ese terreno; donde haya un pedazo aislado de tierra de una caballería, o media caballería o de lo que sea, para cultivar tabaco, algún cultivo de esos, se lo entregamos a un agricultor, o a un núcleo familiar que lo quiera trabajar. Eso no significa renunciar al socialismo, eso es ayudar al socialismo; porque si esa caballería se queda sin cultivar no ayuda al socialismo, y si esa caballería se cultiva y produce 200 ó 300 quintales de tabaco está ayudando al socialismo. ¡Todo lo que hacemos es para ayudar al socialismo! (APLAUSOS.)
Sin embargo, estamos dispuestos a adoptar las medidas prácticas que sean necesarias, a hacer cuanta apertura sea necesaria, sí, bajo la dirección del Partido y bajo la dirección de los trabajadores; no bajo la dirección de los merolicos, ni de burgueses, ni de capitalistas, sino bajo la dirección del pueblo, de los trabajadores, bajo la dirección del proletariado. Sí, proletariado, por qué no decirlo, si esta es una revolución proletaria (APLAUSOS PROLONGADOS).
Hemos tenido el valor de enfrentarnos al imperialismo, con su bloqueo endurecido y en su momento de mayor poder en el mundo, en su momento de mayor influencia en el mundo; cuando el campo socialista desapareció y la URSS se desintegró, en medio del período especial; cuando todas esas calamidades vinieron de golpe, de la noche a la mañana.
Podemos sentirnos orgullosos de nuestro valor, de nuestra firmeza, de la solidez de nuestro pueblo y de nuestra capacidad de pasar la prueba que estamos pasando; de nuestra capacidad de enfrentarnos a los problemas, de buscar soluciones.
Por eso la parte final de lo discutido en la asamblea tiene tanta importancia; se refiere a lo ideológico, se refiere a la lucha, se refiere al combate, se refiere al papel del Partido en este momento, en estas circunstancias tan difíciles. Y es doblemente meritoria esta asamblea del Partido en la capital, esta asamblea de los comunistas de la capital, porque es la asamblea de los combatientes que están en primera fila frente a los problemas más difíciles, frente a los obstáculos mayores. No es fácil el trabajo de hoy para el Partido y para los militantes del Partido, es difícil, es más difícil que nunca. No es fácil el trabajo para los cuadros, es desgastante, porque nos encontramos montones de problemas diarios.
Hoy aquí estamos discutiendo estrategias, no los problemas cotidianos. Sé que a muchos compatriotas de la capital les habría gustado que se discutiera el transporte, distribuciones, apagones y calamidades por el estilo, o que se discutiera sobre la lucha contra la delincuencia —tengo entendido que ese es un tema que se discutió mucho en la base y en los municipios, está discutido y superdiscutido, y se está trabajando muy duro en esa dirección—; no había tiempo para discutir todas y cada una de estas cosas, por eso hemos estado discutiendo cuestiones de conceptos, cuestiones de estrategias. Y si estas estrategias tienen resultado, entonces muchos de estos problemas se resolverán; si estas estrategias tienen resultado, algún día habrá suficiente combustible y otros recursos.
Porque no he mencionado, por ejemplo, la rama petrolera, que hemos hecho convenios ya con muchas empresas para investigación, exploración y perforación a riesgo. Nos hemos asociado con empresas extranjeras en el campo de la búsqueda y explotación del petróleo, y no vamos a descansar hasta que el último pedacito del país haya sido registrado con las técnicas más modernas (APLAUSOS), con el capital que aportan esas empresas. Si aparece el petróleo, les pagaremos y les daremos alguna participación en la riqueza que se obtenga de ese petróleo. Y aquí sí que no caben teorías ni caben dudas: o hacemos eso, o tendremos que esperar por las calendas griegas para buscar ese petróleo. Es un precio que tenemos que pagar, es una concesión que tenemos que hacer. Y si un día aparecieran 20 millones de toneladas —pongo un ejemplo—, aunque tengamos que dar 5 millones, no se sabe lo que podríamos hacer con los otros 15 millones, después de lo que hemos aprendido a ahorrar.
Eso puede hacerse, y eso no es entregarle el país a nadie, ni el gobierno a nadie (APLAUSOS). Ese es un capital que se invierte en un país, pero no el capital con que se compra a un país, no es el capital que gobierne a un país, y una de las cosas que más admiran nuestros socios del exterior es la honradez de nuestros gobernantes.
No voy a negar, ni nadie va a negar que en diversos niveles hay de todo y se hacen muchas cosas mal hechas. Aquí se discutía sobre los trucos que tienen lugar con las famosas tarjetas de crédito; pero también los hay en cualquier tienda donde hay mercancías, o donde se manejan divisas, etcétera. Dondequiera que hay bienes siempre hay riesgos, y lo que hay que tomar son medidas de control, medidas técnicas, todo lo que pueda ayudar a disminuir ese hábito que engendra la ambición individual, el egoísmo y las necesidades.
Es decir, vivimos en medio de una gran escasez, pero lo curioso es que donde más se roba en el mundo es donde más hay, y, por lo general, donde menos se roba en el mundo es donde menos hay.
La corrupción de los políticos está universalizada, no hay más que leer los periódicos, y nosotros podemos decir con orgullo que esa corrupción no existe en nuestros políticos y en nuestros gobernantes, porque todavía en lo que no ha podido nadie aquí invertir un solo centavo es en sobornar a un ministro, en comprar a un ministro, o cualquiera que tenga responsabilidades similares. Eso produce mucha impresión en todos los que vienen aquí a discutir de negocios y de inversiones, y lo dicen. No ocurre esto en otros lugares. Así que nadie puede venir con su dinero a comprar dirigentes del Partido y del Estado —entiéndase bien que aquí llaman dirigente a todo el mundo, al que está dirigiendo a tres en algún lugar ya lo llaman dirigente. Cuando yo hablo de dirigentes del Partido y del Estado, son los dirigentes que están en aquellos niveles donde se toman las decisiones fundamentales y las decisiones estratégicas, y en eso no se ha invertido aquí un solo centavo, ni tenemos que amenazar a nadie sobre el particular; los verdaderos revolucionarios saben que eso está excluido de su mente. El que desgraciadamente incurra en eso sabe que no será tolerado, que no lo tolera el pueblo, no lo tolera el Partido, no lo tolera el gobierno, no lo tolera nadie.
Procuramos ser cada vez más exigentes en el comportamiento de los cuadros; nunca nos cansamos ni nos cansaremos de plantear este problema, y con mucha más razón en estos tiempos difíciles, con mucha más razón cuando hay aperturas, porque las aperturas en distintos lugares del mundo han traído diversos problemas; anda mucho el dinero para arriba y para abajo, y, en general, el mundo capitalista es hábil, es espléndido con los funcionarios, y trata de neutralizar, influir, favorecer o de sobornar allí, a un nivel determinado, a alguien para que favorezca un negocio, una compra. Son muchos miles de gente las que tienen que estar participando en estas actividades. Este tipo de medida trae esos riesgos, como explicaba yo ayer que el turismo traía determinados riesgos, para lo cual hay que prepararse y combatirlos.
El ser humano es el ser humano. Sagarra dice que cada uno es diferente, que cada uno es un mundo; pero lo bueno que tiene el ser humano es que si bien es un ser natural, con problemas, con necesidades —necesidades materiales, necesidades espirituales, complejidades psicológicas—, el ser humano es el único ser capaz de vivir civilizadamente, capaz de unirse, capaz de estrechar filas, capaz de luchar por grandes ideas. El ser humano es capaz del vicio, pero es capaz también de la virtud; es capaz del vicio o de grandes vicios, pero también es capaz de grandes virtudes, de grandes heroísmos.
¿Cómo se ha escrito la historia de la Revolución? ¿Cómo sería posible escribirla sin recordar a los que cayeron, a los que lo dieron todo desde el año 1868 hasta hoy? ¿A los que lo dieron todo en nuestra etapa desde la lucha clandestina, en las montañas, en la lucha contra bandidos, en la lucha contra los elementos terroristas, en la lucha en defensa del país, hasta en el cumplimiento de misiones internacionalistas? No debemos pensar siempre en los defectos del hombre, que hay que pensar en ellos, tenerlos presentes y combatirlos, hay que pensar en aquellas cosas que estimulan tanto como las virtudes de los hombres; y no podremos olvidar nunca las virtudes de este pueblo que un día estuvo dispuesto a enviar decenas de miles de maestros y médicos, y que un día envió cientos de miles de combatientes y de trabajadores internacionalistas.
Creo que si un día se hicieran unas olimpiadas para saber qué país ha sido capaz de mayor internacionalismo, la medalla de oro, por amplio margen, la tendría Cuba (APLAUSOS).
¿Por qué resiste nuestro pueblo? ¿Por qué lucha nuestro pueblo en circunstancias como estas? No es solo porque sabe que no hay otra alternativa que resistir, ni hay otra alternativa que la victoria, porque no queremos ser una colonia, porque no queremos ser un Miami. No es solo por eso, sino lo es, fundamentalmente, por dignidad, por honor, por patriotismo, por principio, por espíritu revolucionario (APLAUSOS).
Sabemos que nadie nos dará nada, ni una gota de petróleo, que nadie nos dará ningún bienestar, que nadie nos podrá dar jamás lo que solo con nuestro esfuerzo, nuestro trabajo, nuestra inteligencia y nuestro valor seamos capaces de conquistar (APLAUSOS). Pero si fuera posible que pudiera ofrecérsenos el paraíso a cambio de renunciar al honor, a la dignidad del hombre y a la libertad, ¡jamás recibiríamos el paraíso a ese precio! (APLAUSOS.)
Defendamos la Revolución, defendamos la patria con toda la energía que seamos capaces, con todo el valor que somos capaces, con todo el espíritu que somos capaces. Luchemos sin desaliento, luchemos sin tregua. ¡Mientras más difíciles sean las circunstancias, más alta tiene que ser nuestra moral, más elevado tiene que ser nuestro espíritu, más sólida nuestra firmeza! (APLAUSOS.)
Hoy podemos decir que ser cuadro y militante del Partido en la capital, es un verdadero honor y un verdadero privilegio (APLAUSOS).
Los felicito, comunistas de la capital, y gritemos hoy con más fuerza y más convicción que nunca:
¡Socialismo o Muerte!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)