Cartas desde presidio. No se aparta un minuto de mi pensamiento la idea del deber
Data:
00/09/2014
Fonte:
Boletín Revolución No.41. Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado
El 5 de septiembre de 1954 pocos días antes de cumplir el onceno mes de confinamiento en la cárcel de Isla de Pinos, Fidel Castro le escribe una extensa carta a Melba Hernández con observaciones e indicaciones de carácter organizativo e ideológico imprescindibles para ese momento histórico.
Las ideas y orientaciones expresadas por Fidel hacen de esta carta un documento importantísimo para la lucha revolucionaria y una guía para los miembros del movimiento que se encuentran en la calle, sobre todo ante las trabas surgidas por falta de comunicación directa.
Fidel le dice a Melba:
Sé que estas dificultades se originan, desdichadamente, debido a las enormes dificultades para comunicarnos. Está claro que el impedirnos toda visita que no sea de familiar allegado es una medida que tiene como único objeto aislarme y reducirme a la más absoluta impotencia. Por el temor que inspiramos a nuestros enemigos. ¿No es evidente que inclusive me hayan querido doblegar a fuerza de golpes morales porque vieron que no bastaban casi cinco meses de feroz aislamiento celular? ¡Qué gran cosa es la convicción de que ustedes saben cuán amargo y duro es todo eso!
[…] Tengo la desgracia que muchas de las cosas que encomiendo se engavetan y marchan con demasiada lentitud. Desde luego que en cuanto a información, la desgracia más grande que tiene un hombre es estar preso. […] No puedo arrepentirme de estar preso porque esta vez me tocó la misión de aclarar y diafanizar los propósitos y las metas de nuestra lucha; pero la próxima vez me tienen que dar cincuenta tiros!
Más adelante, Fidel destaca el papel que le corresponde a la propaganda en la lucha revolucionaria y reitera:
Me hubiera gustado que en vez de concentrar tanto esfuerzo en labores clandestinas de organización y proselitismo le hubiesen dedicado más energía a las tareas de propaganda, atando cabos y moviendo resortes; nunca será demasiado repetir que es la propaganda la que vincula los pueblos a una bandera; no se olviden que nosotros organizamos a hombres cuyas ideas se las había inculcado con su prédica Eduardo Chibás. Sin ello el 26 de Julio había sido imposible. Esa tendencia de darle preferencia al trabajo de acción es consecuencia de la atmósfera de insurrección que artificialmente se mantuvo durante tanto meses.
Fidel enfatiza en que el movimiento es de todos y que no tomará ninguna decisión importante sin ser consultada previamente:
Bien sabes que yo solo no soy el movimiento, y al tener la desgracia de no poder cambiar impresiones prácticamente apenas con ninguno, o con muchas dificultades, soy mil veces más cuidadoso en mis actitudes.
Cualquier decisión a tomar, cualquier paso, cualquier acuerdo de importancia siempre se lo comunicaría a ustedes inmediatamente (es decir lo antes posible) por escrito consultándoles, como es debido, la opinión.
Acerca de la creación del movimiento cívico-revolucionario propuesto por Luis Conte Agüero, Fidel le expone a Melba sus criterios y se refiere a su carta de respuesta al periodista:
Le contesté que veía con simpatías un movimiento semejante que reuniera los mejores y más limpios valores de nuestra nación y largamente le expuse todos los requisitos que un movimiento de esa índole debía llenar en los que se expresaba nuestra invariable postura ideológica. ¡En esto sabes cuán exigentes somos! Que sin embargo nosotros no debíamos tomar ninguna determinación antes de recobrar nuestra libertad, reunir a nuestros combatientes y decidir entonces de absoluto acuerdo nuestro futuro; que cualquier otro proceder no se ajustaba a nuestra realidad, esparcidos por el mundo y prácticamente incomunicados entre sí; que en todo asunto importante y en particular en lo que se refiere a nuestro camino futuro debemos estar plenamente identificados todos los combatientes del Moncada para evitar el menor fraccionamiento de fuerzas. Mi contestación fue leída por el resto de los muchachos que se manifestaron de completo acuerdo con ella en todos sus puntos.
Fidel esclarece cuál es la misión de los miembros del movimiento en ese momento:
No tenemos fuerza ahora en la calle para la lucha armada; no son favorables en estos precisos instantes las condiciones —pueden cambiar pero no en los meses próximos inmediatos—; el terrorismo es un arma estéril, negativa e indigna de la lucha revolucionaria; no prestamos nuestro nombre ni nuestros hombres de carne de cañón a ninguna comedia insurreccional; debemos cuidarnos mucho de los que hacen política, siembran la intriga y captan prosélitos anunciando revoluciones de mentiritas. Es preciso tener presente en cada instante la misión amplia, profunda y grande que debemos cumplir.
Antes de despedirse de Melba, Fidel escribe:
Termino estas líneas que ya van siendo largas, al escribirlas muchas penas me agobian: mi casa en Oriente, donde nací y crecí, acaba de ser destruida por un incendio, […] mis sentimientos acaban de sufrir terribles pruebas; con mi situación de preso mis enemigos se han ensañado cobarde y alevosamente. Sin embargo, aunque mil penas me crucifiquen no desmayo ni me desaliento, ni se aparta un minuto de mi pensamiento la idea del deber.
Las ideas y orientaciones expresadas por Fidel hacen de esta carta un documento importantísimo para la lucha revolucionaria y una guía para los miembros del movimiento que se encuentran en la calle, sobre todo ante las trabas surgidas por falta de comunicación directa.
Fidel le dice a Melba:
Sé que estas dificultades se originan, desdichadamente, debido a las enormes dificultades para comunicarnos. Está claro que el impedirnos toda visita que no sea de familiar allegado es una medida que tiene como único objeto aislarme y reducirme a la más absoluta impotencia. Por el temor que inspiramos a nuestros enemigos. ¿No es evidente que inclusive me hayan querido doblegar a fuerza de golpes morales porque vieron que no bastaban casi cinco meses de feroz aislamiento celular? ¡Qué gran cosa es la convicción de que ustedes saben cuán amargo y duro es todo eso!
[…] Tengo la desgracia que muchas de las cosas que encomiendo se engavetan y marchan con demasiada lentitud. Desde luego que en cuanto a información, la desgracia más grande que tiene un hombre es estar preso. […] No puedo arrepentirme de estar preso porque esta vez me tocó la misión de aclarar y diafanizar los propósitos y las metas de nuestra lucha; pero la próxima vez me tienen que dar cincuenta tiros!
Más adelante, Fidel destaca el papel que le corresponde a la propaganda en la lucha revolucionaria y reitera:
Me hubiera gustado que en vez de concentrar tanto esfuerzo en labores clandestinas de organización y proselitismo le hubiesen dedicado más energía a las tareas de propaganda, atando cabos y moviendo resortes; nunca será demasiado repetir que es la propaganda la que vincula los pueblos a una bandera; no se olviden que nosotros organizamos a hombres cuyas ideas se las había inculcado con su prédica Eduardo Chibás. Sin ello el 26 de Julio había sido imposible. Esa tendencia de darle preferencia al trabajo de acción es consecuencia de la atmósfera de insurrección que artificialmente se mantuvo durante tanto meses.
Fidel enfatiza en que el movimiento es de todos y que no tomará ninguna decisión importante sin ser consultada previamente:
Bien sabes que yo solo no soy el movimiento, y al tener la desgracia de no poder cambiar impresiones prácticamente apenas con ninguno, o con muchas dificultades, soy mil veces más cuidadoso en mis actitudes.
Cualquier decisión a tomar, cualquier paso, cualquier acuerdo de importancia siempre se lo comunicaría a ustedes inmediatamente (es decir lo antes posible) por escrito consultándoles, como es debido, la opinión.
Acerca de la creación del movimiento cívico-revolucionario propuesto por Luis Conte Agüero, Fidel le expone a Melba sus criterios y se refiere a su carta de respuesta al periodista:
Le contesté que veía con simpatías un movimiento semejante que reuniera los mejores y más limpios valores de nuestra nación y largamente le expuse todos los requisitos que un movimiento de esa índole debía llenar en los que se expresaba nuestra invariable postura ideológica. ¡En esto sabes cuán exigentes somos! Que sin embargo nosotros no debíamos tomar ninguna determinación antes de recobrar nuestra libertad, reunir a nuestros combatientes y decidir entonces de absoluto acuerdo nuestro futuro; que cualquier otro proceder no se ajustaba a nuestra realidad, esparcidos por el mundo y prácticamente incomunicados entre sí; que en todo asunto importante y en particular en lo que se refiere a nuestro camino futuro debemos estar plenamente identificados todos los combatientes del Moncada para evitar el menor fraccionamiento de fuerzas. Mi contestación fue leída por el resto de los muchachos que se manifestaron de completo acuerdo con ella en todos sus puntos.
Fidel esclarece cuál es la misión de los miembros del movimiento en ese momento:
No tenemos fuerza ahora en la calle para la lucha armada; no son favorables en estos precisos instantes las condiciones —pueden cambiar pero no en los meses próximos inmediatos—; el terrorismo es un arma estéril, negativa e indigna de la lucha revolucionaria; no prestamos nuestro nombre ni nuestros hombres de carne de cañón a ninguna comedia insurreccional; debemos cuidarnos mucho de los que hacen política, siembran la intriga y captan prosélitos anunciando revoluciones de mentiritas. Es preciso tener presente en cada instante la misión amplia, profunda y grande que debemos cumplir.
Antes de despedirse de Melba, Fidel escribe:
Termino estas líneas que ya van siendo largas, al escribirlas muchas penas me agobian: mi casa en Oriente, donde nací y crecí, acaba de ser destruida por un incendio, […] mis sentimientos acaban de sufrir terribles pruebas; con mi situación de preso mis enemigos se han ensañado cobarde y alevosamente. Sin embargo, aunque mil penas me crucifiquen no desmayo ni me desaliento, ni se aparta un minuto de mi pensamiento la idea del deber.