Haití: el infierno de este mundo (VI)
Data:
25/01/2010
Fonte:
Periódico Granma
La imagen es aún borrosa, pero la capital de Puerto Príncipe muestra signos de querer recuperarse. Quizás son los deseos de verla avanzar, los que hacen que hasta lo más mínimo sea perceptible para quien de fuera viene y la camina. Las ganas que tengo de ver este pedazo de tierra recobrando vida, son mayores que la intención de perpetuar el nombre de esta columna.
Varias horas del fin de semana recorriendo los parques abarrotados de personas, descubren esos aires. La mejor noticia de la mañana del sábado: ¡comenzaron a recoger la basura! Varios equipos de haitianos, vestidos con uniformes azules y con escobas en las manos, intentan acopiar la suciedad que se amontona cerca de los quimbos donde miles de niños, mujeres y ancianos hacen sus vidas desde hace casi dos semanas.
Mientras, en la plaza Champ de Mars un hombre insiste en hacer llegar su mensaje de salud, mediante un altoparlante, a los allí hacinados. Entonces aconseja, a toda voz, barrer los parques, recoger la basura, realizar las necesidades fisiológicas fuera del lugar que ahora tienen por casa, y acudir a los baños públicos habilitados ahora para ello.
Unas cuadras más allá, retroexcavadoras y cargadores comienzan la difícil misión de penetrar las inmensas montañas de escombros, de lo que antes fueron tiendas, ministerios, escuelas, casas... Los puestos de ventas con frutas y vegetales regresan a las calles. Y encima de las ruinas dejadas por el terremoto, o en las aceras, vuelven las mujeres a agacharse para organizar otros productos que, de venderse, aliviarán el hambre de sus hijos. Los precios, como es de suponer, comienzan a dispararse.
Los bancos abren sus puertas, y las largas colas parecen eternas, incluso ayer domingo, día que normalmente permanecen cerrados. La misma imagen ofrecen los alrededores de las oficinas de la Western Union en Puerto Príncipe.
Mientras, muchos más se reúnen en uno de los parques de La Ville, para dar gracias a Dios por mantenerlos con vida, orar por sus muertos y pedir fuerzas para afrontar los difíciles días que vendrán. Con las manos alzadas claman a Jesús, y a una sola voz se escucha la palabra amén.
Aún con las banderas a media asta, la capital de Puerto Príncipe intenta despojarse de las sacudidas del terremoto, aunque es tanta la tragedia y la pobreza acumulada que los días en el infierno parecen incontables.
Varias horas del fin de semana recorriendo los parques abarrotados de personas, descubren esos aires. La mejor noticia de la mañana del sábado: ¡comenzaron a recoger la basura! Varios equipos de haitianos, vestidos con uniformes azules y con escobas en las manos, intentan acopiar la suciedad que se amontona cerca de los quimbos donde miles de niños, mujeres y ancianos hacen sus vidas desde hace casi dos semanas.
Mientras, en la plaza Champ de Mars un hombre insiste en hacer llegar su mensaje de salud, mediante un altoparlante, a los allí hacinados. Entonces aconseja, a toda voz, barrer los parques, recoger la basura, realizar las necesidades fisiológicas fuera del lugar que ahora tienen por casa, y acudir a los baños públicos habilitados ahora para ello.
Unas cuadras más allá, retroexcavadoras y cargadores comienzan la difícil misión de penetrar las inmensas montañas de escombros, de lo que antes fueron tiendas, ministerios, escuelas, casas... Los puestos de ventas con frutas y vegetales regresan a las calles. Y encima de las ruinas dejadas por el terremoto, o en las aceras, vuelven las mujeres a agacharse para organizar otros productos que, de venderse, aliviarán el hambre de sus hijos. Los precios, como es de suponer, comienzan a dispararse.
Los bancos abren sus puertas, y las largas colas parecen eternas, incluso ayer domingo, día que normalmente permanecen cerrados. La misma imagen ofrecen los alrededores de las oficinas de la Western Union en Puerto Príncipe.
Mientras, muchos más se reúnen en uno de los parques de La Ville, para dar gracias a Dios por mantenerlos con vida, orar por sus muertos y pedir fuerzas para afrontar los difíciles días que vendrán. Con las manos alzadas claman a Jesús, y a una sola voz se escucha la palabra amén.
Aún con las banderas a media asta, la capital de Puerto Príncipe intenta despojarse de las sacudidas del terremoto, aunque es tanta la tragedia y la pobreza acumulada que los días en el infierno parecen incontables.