Haití: el infierno de este mundo (V)
Data:
24/01/2010
Fonte:
Periódico Granma
En Cuba todos quieren saber cómo estamos. Las imágenes de Haití, hoy infierno de este mundo, asustan. La escasez de agua, alimentos, higiene, electricidad, y las recurrentes y fuertes réplicas, son motivo de preocupación para todo aquel que tenga por acá a algún familiar o amigo querido. Pero los cubanos hemos tomado medidas, tantos años de entrenamientos en las lides de socorrer, no nos toma desprevenidos. Por aquí dicen que no hay terremoto ni huracán que nos "corra un metro".
Las indicaciones fueron precisas desde el inicio: ¡ningún cubano puede dormir bajo techo! Así, desde el 12 de enero han sido muchos los que han conciliado el sueño mirando las estrellas, aunque ya las cosas mejoran y las casas de campaña que se levantan en cualquier espacio abierto parecen habitaciones confortables. En el campamento hasta el más mayorcito se tira en la colchoneta y se levanta con todos los ánimos del mundo, aunque con dolor en la cintura.
¿Se bañan? preguntan mis coterráneos y a todos digo que sí. Quizás un poco de pena me haga ocultar que en ocasiones no hubo agua suficiente para realizar esos menesteres como es debido. Los primeros días fueron más difíciles, cuando en determinados lugares indicaron que el baño era un día sí y otro no. Para algunos resultó una prueba de fuego; otros, menos exigentes, lo tomaron con calma; todos entendieron que se avecinaban días difíciles y había que ahorrar hasta lo más mínimo. Hubo quien llamó a la lluvia para aplacar el calor y el polvo que entra hasta los huesos.
En la racionalización también entró el tema comida, durante el día cuando el hambre aprieta, puede ser un caramelo el mejor de los manjares. Aunque nadie va a la cama, o mejor dicho al colchón, con la barriga vacía. Ser austeros en tiempo de terremoto va pareciendo una asignatura aprobada. También vuelve a ponerse a prueba la solidaridad entre nosotros. No es extraño por estos días ver a más de uno compartiendo el pan.
Pero en medio de tanta tragedia, algunas imágenes dan gracia. Como la de aquel baño de Jacmel que armado con palos y nailon resguarda de indiscreciones; la del editor del sistema informativo que enredado entre cables intenta traer la corriente y la internet; la del equipo de televisión editando bajo un árbol; la de los periodistas escribiendo con la luz de la linterna; o la del asesor de la Misión Educativa devenido chofer de película.
Así viven los cubanos estos días en Haití. En el infierno de este mundo no todo es tan malo, ni tan difícil¼ si hay deseos de hacer y de ayudar.
Las indicaciones fueron precisas desde el inicio: ¡ningún cubano puede dormir bajo techo! Así, desde el 12 de enero han sido muchos los que han conciliado el sueño mirando las estrellas, aunque ya las cosas mejoran y las casas de campaña que se levantan en cualquier espacio abierto parecen habitaciones confortables. En el campamento hasta el más mayorcito se tira en la colchoneta y se levanta con todos los ánimos del mundo, aunque con dolor en la cintura.
¿Se bañan? preguntan mis coterráneos y a todos digo que sí. Quizás un poco de pena me haga ocultar que en ocasiones no hubo agua suficiente para realizar esos menesteres como es debido. Los primeros días fueron más difíciles, cuando en determinados lugares indicaron que el baño era un día sí y otro no. Para algunos resultó una prueba de fuego; otros, menos exigentes, lo tomaron con calma; todos entendieron que se avecinaban días difíciles y había que ahorrar hasta lo más mínimo. Hubo quien llamó a la lluvia para aplacar el calor y el polvo que entra hasta los huesos.
En la racionalización también entró el tema comida, durante el día cuando el hambre aprieta, puede ser un caramelo el mejor de los manjares. Aunque nadie va a la cama, o mejor dicho al colchón, con la barriga vacía. Ser austeros en tiempo de terremoto va pareciendo una asignatura aprobada. También vuelve a ponerse a prueba la solidaridad entre nosotros. No es extraño por estos días ver a más de uno compartiendo el pan.
Pero en medio de tanta tragedia, algunas imágenes dan gracia. Como la de aquel baño de Jacmel que armado con palos y nailon resguarda de indiscreciones; la del editor del sistema informativo que enredado entre cables intenta traer la corriente y la internet; la del equipo de televisión editando bajo un árbol; la de los periodistas escribiendo con la luz de la linterna; o la del asesor de la Misión Educativa devenido chofer de película.
Así viven los cubanos estos días en Haití. En el infierno de este mundo no todo es tan malo, ni tan difícil¼ si hay deseos de hacer y de ayudar.