Cartas e Mensagens

A Camilo

Querido Camilo:

Es indescriptible la emoción con que acabo de leer tu informe de fecha 9. Y no hay palabras con qué expresar la alegría, el orgullo y la admiración que he sentido por ustedes. Con lo que han hecho ya bastaría para ganarse un lugar en la historia de Cuba y de las grandes proezas militares.

Me apresuro a escribirte por la misma vía para darte las siguientes instrucciones: No prosigas el avance hasta nueva orden. Espera al Che en Las Villas y reúnete con él. La situación político-revolucionaria allí está complicada y se hace indispensable tu permanencia durante el tiempo necesario en la provincia para ayudarlo a establecerse sólidamente.

Es inconcebible la actitud de Menoyo procediendo a desarmar y detener a Bordón y a sus fuerzas, según noticias recibidas aquí que ojalá no sean ciertas, pero de serlo hay que exigirle la inmediata devolución de las armas que pertenecen al Movimiento y la libertad de los arrestados. Han escrito una página bochornosa entretenidos en esos menesteres en vez de ayudarlos a ustedes, apoyándolos de algún modo mientras estaban amenazados de exterminio, como correspondía a verdaderos compañeros y revolucionarios. Cuando Calixto Sánchez desembarcó en el norte de Oriente nosotros atacamos Uvero, pensando entre otras cosas que podríamos aliviarles la situación.

El territorio de la República que estamos liberando no pertenece a nadie en particular y si algunos tienen especial derecho a combatir en el suelo de la patria, contra la tiranía, somos nosotros que iniciamos esta guerra y durante un año nos batimos solos contra el ejército de la tiranía.

Es preciso hacer ver muy claramente que cuando nosotros desembarcamos en Cuba, no lo hicimos en una provincia determinada, sino en el territorio de la República que es una e indivisible.

Creo que tal proceder solo servirá para desacreditar a sus autores y ponerlos en entredicho en la masa de combatientes, porque en un proceso revolucionario son muy pocos los que alguien puede reunir para defender intereses personales. Quien en medio de una revolución se detiene en eso pronto se ve aislado o aplastado por la fuerza de los acontecimientos. El Che ha sido enviado a Las Villas, para combatir al enemigo y mandar a las fuerzas del Movimiento 26 de Julio, no con pretensiones de mandar a ningún otro grupo. Ahora bien: si desean la unión de las fuerzas que operan en esa provincia es lógico que el mando corresponda al comandante más antiguo, al que haya demostrado más capacidad militar y organizativa, el que despierte más entusiasmo y confianza en el pueblo y esos requisitos que reúnen el Che y tú nadie se los podrá discutir, mucho menos después de la proeza singular de haber avanzado desde la Sierra Maestra hasta Las Villas con la oposición de miles de soldados enemigos.

Yo no acepto ningún otro jefe que el Che, si las fuerzas llegan a un acuerdo. De no ser así, él debe asumir el mando de todas las fuerzas del Movimiento 26 de Julio y las que espontáneamente se les unan y proceder a cumplir nuestros planes estratégicos. Al fin y al cabo no vamos a detenernos y perder el tiempo en querellas bizantinas cuando debemos combatir al enemigo y proseguir la guerra hasta la victoria. Es inaceptable además que pueda haber más de un ejército, más de un mando en una misma República; ahora o más adelante tendrá que zanjarse esa cuestión; pero no vamos a emplear la fuerza para ello, vamos a dejarlos que desaparezcan por consunción política; los pueblos no siguen ni respaldan capillitas.

Muchos de los hombres que están en el Escambray pertenecen al 26 de Julio; es posible que hayan tratado de fomentar en ellos celos de localidad instigando ese deseo natural en todos los hombres de que se les reconozca su propia obra y presentándolos a ustedes como unos intrusos; por eso hay que demostrarle a la masa que ustedes están allí porque el enemigo no pudo contener el avance de nuestras fuerzas y que lo único que podrán esperar de ellos es la alegría y el regocijo de verlos emerger triunfantes de tantos peligros y obstáculos, para luchar junto a ellos, ayudar a buscar armas a los que no las tengan, aportar a la provincia de Las Villas el concurso de las armas que hemos arrebatado al enemigo en los combates, el esfuerzo de nuestros mejores soldados y la experiencia de nuestros veteranos. El pueblo y los verdaderos revolucionarios no pueden encontrar en esto motivos de celos sino de orgullo, de alegría y de entusiasmo. Es un crimen contra la revolución fomentar rencillas y divisiones, no surgidas hasta hoy en los campos de batalla y que tanto daño causaron en las guerras pasadas de liberación. Quien tenga méritos, tenga capacidad y patriotismo, encontrará sobradas oportunidades en la revolución para alcanzar las más altas glorias y los más elevados honores. El enemigo está enfrente, he ahí el campo donde único son legítimas todas las ambiciones, todos los afanes y todos los sueños de grandeza. Las posiciones y honores que han alcanzado nuestros comandantes no son producto del favoritismo ni el privilegio, sino del mérito, del valor, del sacrificio. Frente al enemigo es donde nuestros hombres seguirán buscando la jerarquía, la grandeza y las glorias morales, sin pretenderlas ni ambicionarlas, porque los hombres humildes que hoy son abanderados y jefes de la Revolución no pensaban en eso cuando se enrolaron en nuestras perseguidas, hambrientas, acosadas y débiles tropas: ni pensaron tampoco los que han caído en esta larga jornada cimentando con su sangre y sus vidas cada una de las vic-torias de nuestro ejército, que se ha hecho y organizado sobre las bases del mérito, el sacrificio y el desinterés más puro. Nosotros iniciamos esta guerra cuando nadie creía que se podía combatir contra un ejército moderno y poderoso. La sostuvimos cuando no éramos más que 12 y nadie nos brindaba el menor apoyo. No la inicia-mos por espíritu de rivalidad ni de celo contra nadie: no ha inspirado jamás la envidia un solo acto nuestro: no nos ha dolido el triunfo de otros: siempre ha prevalecido entre nosotros la más sólida unión y hermandad, jamás hemos escuchado de labios de un rebelde, en dos años de lucha, la mención de un cargo público o una ambición mezquina.

Ese es el espíritu que tenemos que seguir inyectando en nuestro ejército revolucionario, porque es lo único que puede ofrecer a la patria un prometedor futuro; y debemos mantener esa pureza de ideales y esa moral en nuestros soldados, cueste lo que cueste, aunque tengamos que seguir solos, antes que permitir que nos los infecten la indisciplina, la ambición y la rivalidad personal.

Antes de proseguir el avance es necesario:

1ro. Que tus hombres se repongan físicamente.

2do. Que la lucha se intensifique en las provincias de Oriente, Camagüey, Las Villas y Pinar del Río, obligando al enemigo al empleo máximo de sus fuerzas en todos los frentes y no pueda concentrar contra ti el grueso de sus fuerzas como pasó en Camagüey.

4to. (sic) La creación de focos rebeldes a lo largo de tu trayectoria.

5to. El estudio y preparación minuciosa de tus planes de avance, reuniendo guías, haciendo contactos previos y previendo cuidadosamente todas las dificultades que puedas encontrarte. Además, tienes que utilizar varias patrullas muy ágiles en distintas direcciones que desconcierten al enemigo y hagan más fácil tu paso.

6to. Sobre todo esta vez, para el trayecto que te falta, tiene que haber un riguroso secreto. El enemigo debe ser inducido a creer que has renunciado al proyecto y sorprenderlo por completo.

Si alguna objeción o sugerencia deseas hacer a estas instrucciones estoy dispuesto a reconsiderarlas, pero espero estés de acuerdo conmigo.

Yo tengo ahora más interés que nunca en que culmines victoriosamente la empresa llegando hasta Pinar del Río, escribiendo una página que será tan gloriosa como la invasión del 95, por eso quiero tomar todas las medidas necesarias para que ese episodio extraordinario se vuelva a escribir.

Un abrazo de infinita admiración y cariño para los heroicos soldados de tu columna.

Fidel Castro Ruz

P. D. Te mando tres mil pesos.

Adicional

Por el calor y la premura con que te hice la carta me faltaron algunos detalles. Entre otros, que le des las gracias en mi nombre al grupo de rebeldes que los auxilió al llegar a Santa Clara, y tan hospitalariamente los acogieron. Saluda a Torres y a sus compañeros de parte nuestra.

En cuanto al problema político revolucionario existente allí, aunque tú y el Che deben plantear con energía y firmeza la demanda de la devolución de las armas y la libertad de los arrestados del Movimiento, deben proceder con mucho tacto y elegancia, haciéndoles comprender a todos los combatientes la diferencia entre nuestros procedimientos y los procedimientos empleados allí. Quiero decir, que hay que agotar todos los medios diplomáticos y racionales para resolver los problemas. Acudir a la fuerza solo en acto de legítima defensa y cuando ya constituya una imprescindible necesidad revolucionaria. Eso sí, si ustedes se vieren obligados a proceder drásticamente el golpe hay que darlo decisivo y de modo que quede resuelto de una vez. No caer jamás en provocaciones ni en conflictos bizantinos. Actuar siempre con gran altura. Eso es lo que nos ganará la confianza y el respaldo de la masa. Esa masa tiene que ver como un acto de incalificable traición el desarme de los hombres del 26 de Julio en Las Villas dejándolos impotentes para apoyar a nuestra columna cuando avanzaban penosamente por Camagüey. Eso aquí y en cualquier parte del mundo es traición y el procedimiento mediante el cual, según informes, fueron desarmados Bordón y sus hombres, un vulgar acto de gangsterismo.

Cuídate mucho de cualquier traición; y aunque esto no tengo que decírtelo, porque quien ha sabido burlar a miles de guardias no puede ser un hombre descuidado, adopta todas las medidas de seguridad y protección necesarias mientras exista ese ambiente. Cuenten con todo nuestro apoyo, las armas, los hombres y los recursos que sean necesarios. Con las columnas invasoras están nuestro prestigio, nuestra razón, nuestra historia y nuestro pueblo. Repito que “nada ni nadie las podrá detener”.

Fidel

14/10/1958