Fidel, una vida en el deporte
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A Fidel Castro lo hemos visto en fotografías con una pelota de baloncesto en la mano, lo hemos observado en un estadio de béisbol, unas veces como jugador, otras como el mejor espectador; pero especialmente lo relacionamos con las ideas que han impulsado al deporte cubano hasta los primeros lugares del panorama olímpico.
La pasión de Fidel por los deportes se inicia desde muy temprana edad, según lo reconoció él mismo en su conversación con Frei Betto, en mayo de 1985. Esa entrevista dio origen al libro Fidel y la Religión. En una parte del diálogo, explicó: "Me interesaban mucho los deportes y en séptimo grado practicaba, sobre todo, baloncesto, el fútbol y la pelota. Siempre me gustó mucho el deporte, me sirvió de entrenamiento e invertía las energías en todo eso".
Parece que la afición de Fidel por el fútbol llegó primero que la del baloncesto, al menos esa es la impresión que nos deja con estas palabras al periodista italiano Gianni Miná: "Cuando era estudiante de bachillerato jugué fútbol en el equipo del colegio de Belén. También anteriormente, en el colegio de Dolores. Por lo general jugaba delantero derecho, porque soy derecho, aunque practicaba también con la zurda. Practicaba bastante en la escuela. Casi todos los deportes los practiqué en la época escolar. De muchacho me gustaba el fútbol. Iba a verlo incluso desde que estaba en cuarto grado, en quinto grado; era bastante fanático. Después lo practiqué, participé en competencias y yo mismo me fui desentendiendo después, poco a poco, de este deporte".
Aunque primero haya sido el fútbol, el baloncesto puede considerarse una de sus especialidades favoritas y quizá la que más practicó. En varios momentos de su vida el Comandante en Jefe ha hablado, con mucho cariño, de sus experiencias dentro del baloncesto. En otra parte de su diálogo con Gianni Miná, Fidel le contó lo siguiente: "Yo jugaba baloncesto cerca del tablero, pero ya después, en los últimos años dentro de la Revolución, participé en campeonatos de baloncesto. La posición que yo tenía en la defensa era delantera y en el ataque, más atrás".
Adolescente, también practicó otras modalidades deportivas; al fútbol y al baloncesto se sumó la natación, y esta es la anécdota que le narró al periodista Ignacio Ramonet en una parte del libro Cien horas con Fidel:
"Los del colegio de La Salle poseían en Santiago una finca en una península donde hoy existe una refinería, Renté se llamaba. Había allí un balneario. Tenían que poner estacas de palmas canas para crear un recinto cerrado en el agua, porque era una bahía y existía el peligro de los tiburones, que era real, aunque no tanto como parecía. Había trampolines, el primero, el segundo, el tercero. Yo debí haber sido clavadista, porque recuerdo que cuando llegué la primera vez me lancé desde el trampolín más alto, en una especie de desafío entre adolescentes: ¿quién se tira?, pam, me tiré, por cierto, menos mal que no me tiré de cabeza; estaba bastante alto el trampolín, pero me lancé sin pensarlo mucho".
Otra de los deportes favoritos de Fidel es el ajedrez. En otra parte de la ya citada entrevista con Gianni Miná, el Comandante en Jefe rememoró diversos momentos de su práctica del llamado juego ciencia: "Con Camilo no jugué ajedrez, pero con el Che sí. A un grupo de nosotros nos arrestaron en México y a mí, por ser el responsable principal, y al Che por ser argentino, nos dejaron presos más tiempo. Nuestro entretenimiento eran los libros y el ajedrez. Allí el Che y yo jugábamos ajedrez, matábamos el tiempo en eso. El Che sabía más que yo porque había estudiado algo de ajedrez y yo jugaba más bien por intuición. Era un poco guerrillero y algunos partidos se los gané, pero él ganaba la mayor parte de las veces porque sabía más ajedrez que yo y realmente le gustaba".
Aunque ya conocemos de la afición de Fidel por el baloncesto, el fútbol, la natación y el ajedrez, sin dudas donde más lo hemos visto, al menos desde el punto de vista deportivo, es en un estadio de béisbol. Incluso, durante su histórica visita a los EE.UU., en 1995, Fidel bromeó de esta forma con varios periodistas: "Lo que más saben de mí los norteamericanos es que me gusta la pelota. Claro, me gustan otros muchos deportes, pero cada norteamericano que nos visita me trae o una pelota, o un guante, o un bate, o un libro con una biografía de una gran estrella con la biografía de muchos, con los índices, los campeonatos, todo, a mí me identifican —y eso es bueno— como un deportista y como un pelotero".
En la memoria histórica de la Revolución están aquellos juegos de béisbol de 1959, cuando el equipo de los Barbudos se enfrentaba al de la Policía y Fidel, junto a otras personalidades, jugaba en ellos. En la memoria también están los múltiples primeros lanzamientos inaugurales de Campeonatos del Mundo y Series Nacionales en el estadio Latinoamericano, o más recientemente, los partidos amistosos entre selecciones de Cuba y Venezuela, con especial protagonismo para Fidel y el presidente venezolano Hugo Chávez.
Pero la relación de Fidel con el deporte ha trascendido a la mera práctica de una determinada modalidad. Las ideas del líder cubano han impulsado al deporte cubano hasta los primeros lugares del medallero olímpico. Su claro pensamiento, sus iniciativas, han posibilitado que hoy nuestro movimiento deportivo sea uno de los pocos oasis en medio de un mundo donde predomina la comercialización, el robo de los atletas y el abuso de sustancias prohibidas para incrementar el rendimiento en búsqueda de mayores dividendos económicos. No vivimos en una urna de cristal; pero podemos exhibir orgullosamente nuestras vitrinas llenas de medallas y esto ha sido posible por la guía indiscutible de Fidel.