Fidel es un pensamiento
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Hace ya más de 15 años, un gran maestro del periodismo cubano, Guillermo Cabrera Álvarez, me escribía que Fidel es una Isla –por Cuba–, una idea, un pensamiento, uno de los tantos jóvenes que pueblan el planeta. El tiempo, no hay duda, le sigue dando la razón al genio. Fidel no ha necesitado monumentos para hacerse más necesario que nunca, y sus ideas no pasan de moda, aunque varíen los contextos: Cuba sigue teniendo el mismo enemigo, las mismas causas fundamentales de lucha y los mismos valores para defender, legítimos en cualquier época.
Decir que Fidel es un pensamiento no significa ver al líder histórico como algo que pasó, estilo recuerdo, por nuestras mentes; sino un conjunto de ideas estructurado coherentemente, con una filosofía y una ética de asumir el deber y la lucha por la justicia entre los seres humanos, enriquecido por una práctica revolucionaria de décadas de ejercicio.
Hay que verlo en su desarrollo en el tiempo, desde sus primeras rebeldías en Birán, la defensa de los más humildes, hasta su concepción de la lucha armada en la Sierra Maestra. Hay que verlo, además, en todas sus aristas, desde la política, la cultura –como intelectual revolucionario que es–, la económica y aquellos esfuerzos por el desarrollo agropecuario; la ciencia, la educación y la salud para todos; y el deporte, en el que defender la bandera patria es siempre cuestión de honor. Cada una de esas aristas, marcadas por Martí y su resuelto independentismo, latinoamericanismo, antirracismo y el antimperialismo, indispensables para nuestra soberanía. Y a todo ello se suma su interpretación del marxismo-leninismo, capaz de ajustarlo a tradiciones históricas de nuestro país.
Documentos originales, películas, fotografías y audios avalan cada uno de sus pasos. El pensamiento de Fidel, entonces, es como una antorcha similar a la que llevan los atletas, que la van pasando de unos a otros, en una maratón eterna de las olimpiadas de la historia.
«La historia de los pueblos la hacen los hombres leales, los hombres que perseveran, los hombres que no desertan de su causa». [1] Así planteaba el líder revolucionario con solo 34 años de edad, y ya marcaba la ruta de un país en transformaciones profundas y soberanas.
Una y otra vez el pensamiento del Comandante en Jefe ofrece caminos, y es brújula en cuestiones de principios. Hay que ir a Fidel, a la integralidad de sus discursos, entrevistas, intervenciones. Allí se aprecia el crecimiento del joven abogado que, como planteaba Juan Almeida en entrevista a la entrañable Estela Bravo, ellos lo vieron crecer, y crecer y crecer y crecer; y como lo describiese la heroína Haydee Santamaría, siguió a la vez siendo el mismo del primer día; el mismo defensor de la justicia, del honor, el compañero honesto, despegado de cualquier interés material y entregado por entero a su patria.
«La Revolución al revolucionario no ofrece privilegios; los privilegios son para los blandos. Para los revolucionarios, la historia solo tiene una cosa que ofrecer: ¡Sacrificio, lucha!» [2]
Es cierto que han cambiado los tiempos, que existen otras realidades complejas y nuevos escenarios de combate, pero la esencia sigue siendo la misma y es el enfrentamiento de dos sistemas: el capitalismo y el socialismo, y en ello va la defensa de nuestra soberanía. Por eso el estudio del pensamiento de Fidel es más necesario que nunca, lleno de mensajes de optimismo con soluciones creativas para resistir y vencer, con una comunicación diáfana y directa con el pueblo, y una valentía que convoca en cualquier circunstancia.
«(…) porque lo único que no se puede dejar de hacer en una revolución, como en una guerra, es dejar de contestar el fuego del enemigo. En la revolución, como en la guerra, cada ataque tiene que tener su riposta, cada agresión tiene que tener su riposta». [3]
El optimismo del joven que encabezó las acciones del 26 de julio de 1953 en Santiago de Cuba, su fe en la victoria –sobre la base del análisis de causas concretas y la confianza en la capacidad transformadora del pueblo– son un legado que enriquecen las tradiciones patrias y la continuidad del pensamiento revolucionario cubano.
«Si alguna vez los revolucionarios cubanos se hubiesen desalentado en su camino; si se desalienta Céspedes después de los primeros reveses, o Gómez, o Agramonte; si se hubiera desalentado Martí cuando La Fernandina, cuando el desembarco; si se hubieran desalentado los patriotas cuando la muerte de aquellos ilustres jefes, entonces no habríamos tenido jamás la patria que tenemos hoy, la historia que tenemos hoy, la gloria que tenemos hoy». [4]
Por eso Fidel tiene que acompañarnos, imprescindible, en la lucha cotidiana, en un momento decisivo como el que vive hoy la Revolución Cubana y todas las de pueblos hermanos que tienen el mismo enemigo: el imperialismo. La contrarrevolución, en su concepción más conservadora y mercenaria, es ya histórica perdedora ante la experiencia de seis décadas y el legado de Fidel.
Sin embargo, el mismo enemigo, vestido ahora con otros atuendos, convenientemente conciliatorios, invoca «consensos» con el afán de erosionar las ideas revolucionarias en nombre de «nuevos tiempos». Ante la realidad actual, hay que seguir encontrando en Fidel las mejores respuestas.
«A aquellos blandengues, o cobardes, o de espíritu mercenario; a quienes jamás sintieron en su alma el beso de la patria o la idea de la justicia en sus mentes, en sus corazones; a esos que dicen que la lucha sería una lucha sin perspectiva, tenemos que decirles como ya expresé una vez: lo único que no tiene perspectiva, lo único que destruye toda perspectiva es no tener patria, no tener Revolución y no tener socialismo». [5]
El imperialismo nunca le va a perdonar a Fidel nada, ni siquiera haber nacido, por sacarlo de Cuba y plantarle una Revolución socialista en sus narices. Por ello tratará de tergiversar y aun más borrar su pensamiento y su legado, para que el referente se diluya en jornadas difíciles de economía cotidiana y combates internos al desaliento, cercados por medidas, listas y un bloqueo genocida. Pero lo que desconoce el enemigo es que la alegría de nuestro 1ro. de enero es ya imborrable, y eso tiene un nombre: Fidel Castro Ruz, el que a sus 98 años sigue multiplicándose, renaciendo y cabalgando delante, para mostrarnos el camino.
«Todo se puede comprar con dinero, menos el alma de un pueblo que jamás se puso de rodillas». [6]
El concepto de Revolución del año 2000, que ha de mirarse en la unión indisoluble de cada uno de sus postulados, tuvo en el discurso de 2016, en el vii Congreso del Partido, una síntesis que deviene mensaje definitivo: «emprenderemos la marcha y perfeccionaremos lo que debamos perfeccionar, con lealtad meridiana y la fuerza unida, como Martí, Maceo y Gómez en marcha indetenible».
El hombre que no admitió el uso de su nombre para sitios ni monumentos, dejó claro con esa decisión que lo más importante son las ideas, que vale la pena siempre luchar por ellas y que la historia ha demostrado que son más poderosas que cualquier arma de fuego. Por eso, junto a los logros tangibles de la Revolución, hay que defender a toda costa el pensamiento de Fidel como arma y alma fundamental del combate de nuestro pueblo.
Referencias:
1 Discurso en el acto de recordación a los mártires del asalto al Palacio Presidencial, el 13 de marzo de 1957. Escalinata de la Universidad de La Habana, 13 de marzo de 1961.
2 Discurso ante los miembros del Partido Unido de la Revolución Socialista, Teatro Chaplin, La Habana, 22 de febrero de 1963.
3 Clausura del i Congreso Revolucionario de la Federación Nacional de Trabajadores de Barberías y Peluquerías, Teatro de la ctc, La Habana, 7 de junio de 1960.
4 Clausura del Primer Congreso Pioneril, 1ro. de noviembre de 1991.
5 Clausura del viii Congreso de la feem, La Habana, 6 de diciembre de 1991.
6 Mensaje a la Asamblea Nacional del Poder Popular, 27 de diciembre de 2007.