Mis recuerdos de la entrevista de Matthews con Fidel en febrero de 1957
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Tras los sucesos del Moncada, Fidel se convirtió en el líder indiscutible de la juventud cubana. Luego del 30 de Noviembre y el 2 de Diciembre, el Movimiento 26 de Julio pasó a ser el principal centro político de la oposición a Batista. En la zona oriental del país, en cierta forma, lo era incluso desde antes, sólo que ahora podíamos promover y materializar una acción popular en gran escala.
En la región oriental, la unidad de las fuerzas revolucionarias se desempeñaba con una autoridad indiscutible, bajo la dirección de Fidel y con la jefatura inmediata de Frank País en el Llano. No se trataba de un ejercicio absolutista del mando político, pues desde los días del Moncada la población era allí radicalmente fidelista. De hecho, Oriente asumió a fines de 1956 y a principios de 1957 una autoridad política nacional, como no la había tenido desde los tiempos de la Guerra de 1868. Santiago y la Sierra se convirtieron en la capital de la Revolución. La efervescencia política de la región oriental, después de los grandes acontecimientos que tuvieron lugar, adquirió caracteres profunda y radicalmente revolucionarios.
Por aquellos días, comenzaron a delimitarse con exactitud los dos terrenos decisivos de la lucha durante la Guerra revolucionaria en su última etapa: La Sierra (el Ejército Rebelde en las montañas) y El Llano (la red clandestina en las ciudades y el campo de todo el país). Les sirvieron de preámbulo: el encuentro entre la representación de los combatientes del 30 de Noviembre y del Granma en las estribaciones de la Sierra Maestra –al que me referiré en el presente trabajo– la iniciativa de crear desde Santiago de Cuba el Movimiento de Resistencia Cívica; las ideas elaboradas para reestructurar el Movimiento 26 de Julio en todo el país y el comienzo del trabajo en ese sentido; el viaje de Frank y Faustino Pérez para reorganizarlo en la capital y los primeros pasos que allí se dieron en tal dirección; las gestiones que ambos realizaron para dar a conocer públicamente que Fidel estaba en la Sierra e iniciaba la guerra de guerrillas; las ideas e iniciativas de Faustino para formar un frente guerrillero en el Escambray y las de Frank para desarrollarlo en la zona que, luego bajo la dirección de Raúl, se convertiría en el Segundo Frente Oriental y, por último, lo más urgente entonces, el envío a la Sierra Maestra de un contingente armado con combatientes del 30 de Noviembre.
Para nosotros, en el Llano, era vital el mantenimiento de la Sierra. Ésta se consideraba nuestra primera y fundamental obligación revolucionaria, porque del éxito y mantenimiento del foco guerrillero que operaba en las montañas dependía el triunfo de la Revolución. Por esos días, Frank me describió el proceso que se iba a desencadenar a partir de la guerrilla en las montañas. Tenía una idea muy clara de cómo se produciría la victoria contra la tiranía. Dos decisivas personalidades de esta historia, Celia Sánchez y Frank País, jugaron un papel clave en las relaciones entre el Llano y la Sierra.
Recuerdo que cuando casi concluían los acontecimientos de aquel histórico día 30 de Noviembre, nos reunimos de inmediato para discutir qué se haría. Algunos propusieron marchar hacia la Sierra al encuentro con Fidel, lo cual no era posible porque nos separaban centenares de kilómetros de distancia. Haydée Santamaría (Yeye, María) con la experiencia que tenía del Moncada, aconsejó que nos disgregáramos por la ciudad. Ella sostenía que tras la acción del 26 de julio de 1953, los que se dispersaron por la ciudad recibieron el apoyo de la población y lograron salvar la vida. Finalmente, decidimos abandonar la vivienda en la que nos encontrábamos y que había sido convertida en la casa Cuartel desde el que se dirigieron las heroicas acciones del 30 de noviembre de 1956. Los últimos en salir fuimos Vilma Espín, Haydée y yo. Nos dirigimos a la casa de Vilma, en la calle San Gerónimo. A Pepito Tey, uno de los compañeros que perdió la vida aquel histórico día, lo tendieron en la funeraria de San Bartolomé; allí estuvimos presentes varios compañeros. Mientras el cadáver era transportado hacia la calle, nos cuadramos militarmente ante los restos de aquel mártir de la Patria. El Ejército lanzó una ráfaga de ametralladora para asustarnos, pero nada logró.
En las horas que se sucedieron vivimos momentos inciertos e inquietantes por la falta de noticias de la expedición de Fidel. Llegamos a temer que se hubiera producido un naufragio, porque para nuestros cálculos por esa fecha ya debían estar en tierra cubana. Pero el sábado primero de diciembre, alrededor de las tres o las cuatro de la tarde, nos reencontramos con Frank, que estaba tocando el piano en casa de Vilma. Había fracasado la operación del 30 de noviembre, muertos estaban Pepito Tey, Tony Alomá y Otto Parellada, amigos suyos entrañables, y seguíamos sin noticias de Fidel. A pesar del revés, continuamos nuestra lucha. Sabíamos que éstos eran contratiempos tácticos y que estábamos obteniendo victorias estratégicas.
Nuestro primer objetivo era hacer contacto con Fidel, lo cual podía lograrse a través de Celia. Frank consiguió un mimeógrafo y redactó un Boletín para brindar información a todos los cuadros del Movimiento en Oriente.
Pero ya en la noche del domingo 2, comenzaron a llegar barruntos del desembarco, pero eran sólo eso, barruntos. Los días sucesivos fueron dramáticos, mas nuestra actividad fue creciendo y, en breve, pasaron por Santiago todos los cuadros del Movimiento 26 de Julio de la provincia de Oriente.
Antes del 24 de diciembre nos llegaron las nuevas de Fidel. Habíamos convenido con Cayita Araújo que en cuanto ella recibiera informaciones de que Fidel vivía nos lo comunicara urgente por clave y vía telefónica. La clave era: “María, ven a comer merengue”. Cuando escuchamos la voz dulce y clara de Cayita, que se había convertido en nuestra guardiana, decirnos: “Yeyé, merengue, merenguito, merengón”. Se extendió la alegría, creció la confianza. El futuro nos pertenecía...
Días antes habíamos recibido informaciones por los partes de la radio acerca de los muertos, y entre los caídos se citaba a Faustino. Por un instante pensé que no lo iba a ver más, pero hacia el mediodía del 24 de diciembre lo vimos, como a una cuadra de distancia, avanzar hacia la casa de Vilma, por San Gerónimo. Todos nos abrazamos en plena calle; aquella cuadra era nuestra. Durante los meses siguientes se mantuvo allí la jefatura del Movimiento. Todos los vecinos lo sabían y no se produjo una sola delación. La casa de Vilma, la de Cayita, la de Arturo Duque eran los puntos que más frecuentábamos por aquel entonces.
La llegada de Faustino, que traía noticias y orientaciones de Fidel, dio un impulso a todas las tareas. Divulgar que el jefe del Movimiento estaba vivo en la Sierra Maestra era de una importancia decisiva. Reestructurar nacionalmente nuestra organización constituía para nosotros un interés profundamente arraigado. Por eso se decidió que Faustino y Frank fueran a La Habana con este propósito y el de buscar apoyo financiero.
Para mediados de febrero de 1957, un pequeño grupo de combatientes del Llano, fuimos llamados a la Sierra para encontrarnos con Fidel. Frank ya había regresado a Santiago, y rumbo a Manzanillo salimos junto con él, Haydée, Vilma, y yo. Allí nos esperaría Faustino, quien había regresado directamente de La Habana.
Cuando llegamos a Manzanillo nos enteramos de la gran noticia de que Faustino, traía a un importante y conocido reportero del The New York Times, que quería entrevistar a Fidel, lo cual logró hacer con gran éxito editorial, en ese medio de prensa. Hay que imaginar lo que aquello significó para un pequeño grupo de revolucionarios que trabajábamos para que Cuba conociera que el Jefe guerrillero vivía y se mantenía luchando. Por la cobardía política de los periódicos de La Habana, conocíamos que iba a resultar muy difícil que publicaran la noticia de que Fidel estaba vivo y, de repente, nos encontramos con que un reportero de tan importante diario norteamericano aceptaba entrevistarlo.
Faustino y Frank cumplieron con la misión de hacer gestiones en la capital para divulgar la presencia de Fidel en la Sierra. Algunos contactos les informaron el objetivo de Herbert L. Matthews[1] y todo se tramitó para facilitar su llegada.
Fue así como la primera reunión de la Sierra y el Llano, o el primer encuentro entre los combatientes del 30 de Noviembre y del 2 de Diciembre, coincidió con el hecho político y propagandístico de la famosa entrevista a Fidel aparecida en el The New York Times. Nacieron en aquel momento los dos principales escenarios de la lucha revolucionaria que culminara con la victoria del Primero de Enero de 1959: La Sierra y El Llano.
Para ese momento ya Celia era el contacto principal con Fidel, aunque todavía no lo conocía personalmente. Ella y Frank avanzaron primero, Faustino, Haydée, Vilma y yo salimos a la mañana siguiente; por fin, al atardecer del 16 de febrero, llegamos al lugar donde se celebraría la mencionada entrevista entre los representantes de la Sierra y el Llano. El significado histórico de la reunión celebrada el 17 de febrero de 1957, puede apreciarse también en las trascendentales orientaciones y decisiones que tomamos. Entre otras, se ratificó el envío de un contingente de combatientes armados del 30 de Noviembre para apoyar la lucha guerrillera en la Sierra Maestra. En aquella ocasión le dije a Fidel: “No pensé que ustedes pudieran llegar hasta aquí” y él me respondió: “Lo más importante en una revolución es la decisión”.
Entre los combatientes que estuvieron presentes en aquel histórico encuentro se destacan: Ernesto Guevara, Juan Almeida Bosque, Camilo Cienfuegos, Ramiro Valdés Menéndez y Guillermo García Frías, ellos estuvieron junto a Fidel y Raúl, e integraron el núcleo esencial de la guerra de guerrillas que entonces comenzó desde la Sierra Maestra.
Fidel, Raúl y el Che fueron los símbolos más altos de esta Historia. Camilo devino en el legendario guerrillero que junto al Che avanzó hacia Occidente en la Invasión y entró triunfante en el campamento militar de Columbia. Almeida fue el inmediato colaborador de Fidel durante toda la guerra, y el organizador del Tercer Frente que cercó a Santiago de Cuba y abrió el camino a la victoria. Ramiro alcanzó una historia de gloria, estuvo en el Moncada, en el Granma, en la Sierra y participó junto al Che y Camilo, en la Invasión. Guillermo, campesino de la zona, por el conocimiento que tenía del terreno desde los días iniciales prestó un apoyo decisivo a los expedicionarios, fue uno de los combatientes más eficaces y seguros, de una lealtad a toda prueba.
Después de un largo recorrido con Fidel, los combatientes del Llano regresamos vía Manzanillo. Iba con Celia, Faustino, Frank, Vilma y Haydée, recuerdo que para ese momento ya yo era feliz, porque estaba luchando y no hay mayor satisfacción que la de combatir y trabajar por el futuro. Esto es naturaleza en aquellos que han decidido ser revolucionarios, y, desde luego, que lo es también para los pueblos en Revolución.
[1] Fue el corresponsal del The New York Times, que el 17 de febrero de 1957 se convirtió en el primer periodista que entrevistó y fotografió a Fidel Castro en la Sierra Maestra, lo que dio al traste con la mentira que había propagandizado el régimen batistiano de que los rebeldes habían sido eliminados.